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Primera parte. Diciembre » Capítulo 6:// Punto de encuentro

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Capítulo 6:// Punto de encuentro

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El tema no es si la economía global morirá o no. Se está muriendo. El aumento de la población y la deuda, combinados con la reducción de fuentes de agua y combustibles fósiles, hacen insostenible el actual sistema. La única cuestión es si la sociedad civil sobrevivirá a la transición. ¿Podemos usar la red oscura para conservar la democracia representativa, o buscaremos cómo protegernos de los hombres fuertes y brutales a medida que el antiguo orden empiece a caer?

Catherine_7**** / 3.393 - Periodista de nivel 17

—Son catorce con treinta y nueve.

Pete Sebeck frunció el ceño.

—No es correcto.

Se enfrentaba a un adolescente larguirucho en una franquicia de mala muerte, uno de los innumerables reclutas del mundo de los pequeños establecimientos. El chico miró la pantalla de su ordenador y se encogió de hombros.

—Es lo que es, señor. Catorce con treinta y nueve.

Sebeck se apoyó en el mostrador.

—Chico, he pedido el combinado número dos y el combinado número nueve. ¿Cuánto suma eso?

El cajero miró la pantalla de su ordenador.

—Catorce con treinta y nueve.

—Deja de mirar la pantalla y piensa durante un segundo. —Sebeck señaló el menú colgado en la pared—. ¿Cómo puede un combinado número dos, que vale tres noventa y nueve, y un combinado número nueve, que son cinco noventa y nueve, sumar catorce con treinta y nueve?

—Señor, yo le digo lo que es. Si no los quiere los dos…

—Pues claro que quiero los dos, pero no te vas a librar de mí hasta que hagas bien la suma.

—No intento librarme de usted, sólo le digo que son catorce con treinta y nueve.

Giró la pantalla para que Sebeck pudiera verla.

—No importa lo que… Mira, te has equivocado de tecla o alguna otra cosa.

—Se olvida usted de los impuestos, señor.

—No, no me olvido de los impuestos. Los impuestos están indicados aquí. —Señaló—. Escucha, quiero que utilices tu propio cerebro durante un segundo y pienses en esto. Olvida la máquina.

—Pero…

—¿Cuánto es tres noventa y nueve más cinco noventa y nueve?

El chico empezó a mirar de nuevo la pantalla.

—¡Escúchame! No mires la pantalla. Esto es fácil. Redondea: cuatro pavos más seis pavos son diez pavos. Y luego resta dos céntimos: eso hacen nueve noventa y ocho, ¿no?

—Se olvida usted de los impuestos.

—Chico, ¿cuál es el cinco por ciento de diez pavos?

—Señor…

—Hazlo por mí.

—Yo no…

—¡Hazlo! ¡Hazlo, maldición! —Su grito resonó en los azulejos del restaurante.

Los clientes dejaron de hablar de pronto y empezaron a mirar lo que parecía ser un altercado.

—¿Cuál es el cinco por ciento de diez pavos?

El chico empezó a marcar algo en la máquina.

—Tendrá que venir el encargado a resolver esto.

—Chico, ¿quieres que las máquinas lo hagan todo por ti? ¿De verdad que quieres eso?

Un encargado asistente calvo y musculoso salió por la puerta de la cocina. Su placa indicaba que se llamaba «Howard».

—¿Hay algún problema?

—Sí, Howard, el chico se ha equivocado en el precio, e intento que haga la suma.

—¿Qué ha pedido usted?

—He pedido un número dos y un número nueve.

El encargado miró la pantalla.

—Muy bien, son catorce con treinta y nueve.

Howard tuvo suerte de que Sebeck ya no llevara una pistola Táser.

Sebeck regresó al coche con una bolsa y dos bebidas. Laney Prince estaba todavía repostando en la inmensa área de descanso de la interestatal. Había al menos veinte isletas con surtidores a su alrededor, brillantemente iluminadas. El tráfico silbaba en la cercana autopista.

Price estaba usando una rasqueta de goma para quitar los insectos del parabrisas del Chrysler 300 que el daemon les había asignado el día antes. Pareció advertir la expresión en el rostro de Sebeck.

—¿Qué pasa?

—La humanidad está condenada, eso es lo que pasa.

Sebeck arrojó la comida al interior del coche y se encargó de seguir repostando.

—Es algo que Sobol sabía, ¿no?

—¿El qué?

—Que la gente hará todo lo que le diga una pantalla de ordenador. Juro por Dios que uno podría dirigir el próximo Holocausto desde la puñetera caja registradora de un restaurante de comida rápida. —Hizo la pantomima de apuntar con una pistola—. Dice que debería matarte ahora.

—Veo que has tenido otra experiencia insatisfactoria como cliente.

—Hay ocasiones en que echo de menos la placa, Laney. Te juro que la echo de menos.

—¿Para qué, para poder intimidar a los adolescentes y que se caguen encima? Además, lo que tienes ahora es algo mejor: un icono de misión. Ahora eres como un caballero andante.

—Sube al coche.

Sebeck casi se pasó de largo en la desviación. Se dirigían al oeste por la Interestatal 40 a una hora de Albuquerque cuando su nuevo Hilo viró bruscamente hacia una rampa de salida que indicaba RUTA DE SERVICIO INDIA 22. Sebeck estaba dando un sorbo a una botella de agua cuando llegó el giro, y tuvo que dar un volantazo con una mano desde el carril rápido al de salida, cruzando la línea blanca continua justo antes de un mojón de hormigón.

Miró la figura dormida de Laney Price, que se agitó un poco pero luego continuó durmiendo. Entonces siguió la brillante línea azul superpuesta sobre la realidad tras un puente que cruzaba la carretera para desembocar en un área de descanso donde camiones y coches se reunían en torno a gasolineras, tiendas y los siempre presentes establecimientos de comida rápida.

Allí, en el centro de un aparcamiento, su nuevo Hilo terminaba en una retorcida aura de luz azul, esta vez sobre un ser humano: una mujer que estaba de pie junto a una furgoneta blanca. La furgoneta se encontraba aparcada delante de un establecimiento Conoco.

No era exactamente el destino que Sebeck había imaginado, aunque no es que tuviera alguna idea clara de qué esperar. Aparcó el Chrysler de cara en una fila de coches frente a la mujer y la observó a través del parabrisas salpicado de nuevos insectos.

Era una india delgada, de unos cincuenta años, con el pelo largo y gris trenzado. Llevaba pantalones vaqueros, botas de cowboy y una camisa parda con un logotipo en el bolsillo del pecho. También llevaba unas elegantes gafas HUD, a través de las cuales lo estaba mirando directamente. Parecía la dueña de una galería de arte de Santa Fe. Su globo de identificación del Espacio-D la marcaba como Riley, chamán de nivel 14. El nivel de reputación de Riley era de cinco estrellas sobre cinco en un factor base de 903; lo cual, si Sebeck había comprendido bien las peroratas de Price durante semanas, significaba que había sido valorada por más de novecientos operativos de la red oscura con los que había interactuado, con una media de cinco sobre cinco. Al parecer, estaba muy bien considerada… aunque él no supiera acerca de qué.

Apagó el motor y miró la forma dormida de Price en el asiento del copiloto. Quitó las llaves del contacto y abrió con sigilo la puerta del conductor. No le apetecía que su guardián asignado por el daemon le acompañara en esta conversación, así que dejó las llaves en el asiento y cerró con cuidado la puerta del coche, comprobando luego que Price siguiera dormido.

Luego cruzó el aparcamiento para dirigirse a Riley, que lo miró con curiosidad, ya que dejaba atrás a su acompañante. Estaba nublado y hacía bastante frío. Sebeck se cerró la chaqueta mientras se acercaba a ella. Otros viajeros iban y venían a su alrededor.

Tomó nota de la furgoneta junto a la que estaba la mujer. Era nueva y llevaba un logotipo de «Centro Turístico y Balneario Meseta Encantada», el mismo que lucía en el bolsillo de su camisa.

Cuando llegó junto a ella, el Hilo desapareció y sonó un suave pitido, dejando sólo el aura de la suave luz azul del Espacio-D girando lentamente sobre su cabeza.

Sebeck no estaba seguro de qué pensar. Habló sin emoción.

—Se supone que tengo que buscar la Puerta de la Nube. ¿Hay algo que pueda usted decirme?

Ella extendió la mano.

—¿Por qué no empezamos por saludarnos?

Sebeck inspiró profundamente y estrechó la mano un instante.

—Hola. Usted es Riley.

—Chamán de la facción de Dos Ríos. Y usted es el Sin Nombre.

—Sí, eso lo describe más o menos. Espero que tenga algunas respuestas para mí.

—¿Qué tipo de respuestas?

—¿Cómo puedo completar mi misión? ¿Cómo le justifico la libertad de la humanidad al daemon?

Ella frunció el ceño.

—Eso no está visible para mí.

Él se frotó los ojos, lleno de frustración.

—¿Por qué tengo que deambular por medio mundo para completar esta maldita misión?

—Es el viaje del héroe.

Él la miró entornando los ojos.

—No lo olvide: Sobol era un diseñador de juegos online. En el arquetipo, el héroe o la heroína deben deambular perdidos en la espesura para encontrar el conocimiento necesario para su misión. Quizás eso sea lo que le sucede a usted.

—¿Y se supone que tengo que ser el héroe?

—Es su vida. Debería ser su héroe. Si le sirve de consuelo, yo también soy la heroína de la mía.

—Riley, ¿por qué me ha traído el Hilo hasta usted?

—¿Por qué a , exactamente? No lo sé. Sospecho que tiene que ver con mis habilidades y mi proximidad a usted cuando se alcanzó algún umbral del sistema.

Sebeck asintió para sí.

—Ayer hablé con Matthew Sobol. Me dio este Hilo después de nuestro encuentro.

—Y ayer un avatar se me apareció a mí en un estrato profundo. Era como un ángel. Una mujer hermosa de pelo cobrizo y piel de alabastro, bañada de luz. Dijo que usted vendría.

Sebeck se pasó las manos por su cabeza afeitada. Pensó en Cheryl Lanthrop, la mujer que lo había traicionado. Pelo cobrizo y piel blanca. Ella trabajaba para Sobol, y lo había pagado con su vida.

—Esto es una locura.

—El avatar me dijo que su misión la había ordenado el Emperador Loco y que necesitaba grokear la interfaz chamánica.

Él se sintió perdido.

La mujer asintió, comprendiendo.

—Lo expresaré en términos de profano: tiene usted que comprender completamente la red oscura y todos sus poderes para tener alguna esperanza de lograr el éxito de su misión.

—Poderes.

—Datos mágicos, visión.

—¿Usted es de verdad una chamán?

Ella sonrió.

—Sé lo que está pensando. No existe la magia, y los espíritus inquietos son cuentos de viejas. Sin embargo…

Sebeck alzó la mano.

—Sí. Entendido.

—Bien. Yo elijo mi profesión en la red oscura, y es la de chamán. Gobierna mi árbol de habilidades y mi nivel de avances. ¿Le queda más claro?

Él asintió.

—Veo que está usted en el primer nivel de Luchador. Lo que hace aún más sorprendente que haya sido geaseado por el Emperador Loco para completar esta misión.

—¿Geaseado? ¿Qué significa geaseado?

—Es gaélico antiguo. Significa un encantamiento que obliga a completar una tarea. Es un hechizo increíblemente poderoso… muy, muy por encima de mi nivel.

—¿Puedo zafarme de él?

—No si aceptó la misión. El único que puede cancelarla es quien se la encomendó: el Emperador Loco.

Sebeck recordó haber estado sentado en el despacho de una funeraria, hablando con una grabación tridimensional interactiva de Sobol. El avatar le había preguntado: ¿Acepta la tarea de encontrar justificación para la libertad de la humanidad? ¿Sí o no? Era un monstruo de reconocimiento de voz fuera de control, y Sebeck se sintió obligado a aceptar, aunque sólo fuera para ganar tiempo. Aunque sólo fuera para proteger a su familia.

—No tuve más remedio.

—Tal vez. Pero cuidado: debe elegir sus palabras con mucho tiento en la red oscura. Las palabras tienen poder en esta nueva era. No son sólo sonidos. Mientras que los pueblos antiguos creían en dioses y demonios que escuchaban sus peticiones y maldiciones, en esta era nos oyen entidades inmortales. Llámelas bots o espíritus: ya no hay ninguna diferencia. Nos rodean, y a través de ellos las formas-palabras se convierten en un código desbloqueado que puede disparar una bendición o una maldición. La humanidad creó sistemas cuyas interacciones no podemos comprender del todo, y los espíritus que hemos conjurado han escapado de ellas y caminan por la Tierra… o la cuadrícula GPS, como prefiera. El mundo espiritual se superpone ahora al real, y nuestras vidas nunca serán iguales.

Sebeck no supo qué decir. Un par de años antes la habría llamado loca, pero la mujer tenía razón: espíritus o bots, era sólo semántica.

—¿Y qué sucederá si me niego a continuar?

—Si se desvía del camino, el daemon le obligará a regresar a él. Lo más preocupante ahora es cómo puede completar su misión manteniéndose en el primer nivel.

—¿No puedo ascender de nivel?

—La red oscura está dispuesta como el mundo del juego de Sobol. Sólo se puede ascender de nivel completando tareas… o misiones. Sin embargo, el hechizo Geas le impide que emprenda otra misión hasta que complete ésta. Estará atrapado en el primer nivel hasta que consiga su objetivo. Y tiene por delante un objetivo muy importante.

Riley no parecía demasiado optimista. Comprobó su reloj.

—Tenemos que ponernos en marcha. Más vale que despierte a su factor.

—¿Factor?

Ella señaló a Price, dormido en el coche.

—Chunky Monkey.

—¿Adónde vamos?

Ella palmeó el logo del «Centro Turístico y Balneario Meseta Encantada» en el costado de la furgoneta.

—Usted estará con nosotros hasta que pueda certificar la interfaz chamánica.

El miró hacia el coche y se encogió de hombros.

—Estoy listo.

—¿Va a dejar a su factor atrás?

—Es un espía plantado por Sobol.

Ella extendió la mano para manipular objetos invisibles del mismo modo que Sebeck había visto hacer a Price muchas veces. Unos instantes después la mujer sacudió la cabeza.

—No veo que esté informando a nadie. Aunque el Emperador Loco le ha encargado manejar la logística de su misión. Al contrario que usted, puede renunciar a su tarea en cualquier momento y ser sustituido. —Bajó las manos—. Pero tampoco le ha dado a usted notas altas por su cooperación.

—Déjelo.

Ella tan sólo miró a Sebeck.

—¿Y sus cosas?

—Pueden sustituirse. Unas cuantas mudas de ropa, artículos de aseo.

—Si eso es lo que quiere…

Riley condujo la furgoneta hacia los bosques del sur, dejando atrás matorrales de creosota y el ocasional pino piñonero. Se dirigían hacia las lejanas mesetas de roca marrón, salpicadas por las sombras de las nubes. Sebeck se alegraba de que el Hilo ya no flotara ante él. Su visión, por primera vez desde hacía tiempo, no tenía impedimentos. Lo único que le recordaba su misión cuando miraba a Riley, era ver la sutil área que brillaba sobre su globo de texto: ella era su objetivo actual.

Concentró su atención en lo que veía a través de la ventanilla. Una sorprendente cantidad de hierba crecía en los llanos en esta época del año. Precioso.

Sebeck sintió que Riley lo estudiaba, pero durante varios minutos continuaron su viaje en silencio. Ella habló por fin.

—Sé quién es usted.

Sebeck no respondió.

—Es ese detective… el sargento Pete Sebeck, el que fue implicado por el fraude daemon.

Sebeck asintió.

—Lo condenaron a muerte.

Sebeck asintió de nuevo sombríamente.

—Si se cree las noticias.

—Ha perdido mucho. Su carrera. Su reputación. No imagino que esté aquí voluntariamente.

—No.

—¿Conoció a Matthew Sobol? ¿Por eso le encomendó esta misión?

—Sobol fue mi principal sospechoso en un caso de asesinato. Desde el momento en que mi nombre apareció en las noticias, estuve en el punto de mira del daemon. Sobol me implicó con un programa informático.

—¿Cómo sobrevivió a la ejecución?

Sebeck se encogió de hombros.

—Pregúntelo a Price. Fue él quien me revivió en la funeraria.

—¿Se refiere a Chunky Monkey, el operativo que se ha quedado en el área de descanso?

Sebeck tan sólo le dirigió una mirada.

—Se llama Laney Price. Otro marginado a quien el daemon encontró en alguna parte. —Miró de nuevo a Riley—. Dicho sin ánimo de ofender.

—No me ofende.

Sebeck decidió cambiar de tema.

—¿Esta tierra es de su tribu?

—No. Ahora mismo estamos atravesando la reserva acoma. Yo soy una india laguna. Llegaremos a tierras laguna en unos quince minutos. La nación navajo está al norte de nosotros, es mucho más grande, y los zunis están al oeste.

Sebeck miró por la ventanilla las mesetas y la hierba verde clara que se agitaba con la brisa.

—Es un país precioso. Siempre pensé que Nuevo México era sólo arena y rocas.

—Nuestra tribu recibe su nombre de la palabra española «laguna». El acceso al agua es lo que atrajo a los europeos. —Señaló a lo lejos una línea de roca parda en el horizonte—. El pueblo acoma de esa meseta se estableció por primera vez en el año 1100 antes de Cristo. Es la comunidad que desde hace más tiempo ocupa un sitio sin solución de continuidad en América del Norte.

Sebeck se quedó verdaderamente sorprendido.

—¿Así que no cayeron junto con la civilización anasazi?

—¿Le interesa la historia de los anasazi?

—Apareció hace poco en una conversación.

—Bueno, los anacoma surgieron en parte del colapso de la sociedad chacoan. Algunos de los supervivientes se asentaron aquí.

»Acoma fue atacada por los españoles a finales del siglo quince. Emplearon cañones y perros de presa para abrirse paso por las escaleras de piedra hasta la meseta. Mataron a todos menos a doscientas cincuenta personas de los dos mil quinientos habitantes, y le cortaron un pie a todos los supervivientes varones. Los niños fueron entregados a las misiones católicas, pero la mayoría acabaron vendidos como esclavos. Los españoles usaron entonces el pueblo como base para conquistar el resto de la región.

Sebeck no supo qué decir.

—Eso fue dos siglos antes de que las colonias británicas del Este declararan su independencia. Llevamos aquí mucho tiempo.

—Y ahora es usted una jefe de sección de la red oscura. ¿Es alguna especie de militante?

Ella se echó a reír.

—¿Quiere decir un grupo marginal violento? No, sargento. Somos constructores.

Se detuvo y marcó de nuevo objetos invisibles en un estrato oculto del Espacio-D.

—De hecho, verá parte de nuestra obra por el camino.

Estuvo a punto de decir algo, pero al parecer se lo pensó mejor.

—¿Qué?

—Si se está preguntando si guardo rencor a los españoles, o al Gobierno estadounidense, no es así. Sentir odio hacia gente muerta hace tanto tiempo es un desperdicio de tu propia vida. Hoy, si alguien nos hace daño, hacemos lo que hace todo el mundo: les mandamos a nuestros abogados. —Riley fijó su mirada en Sebeck—. Los laguna valoramos enormemente la educación. Es nuestra vara y cayado, como solía decir mi padre.

—¿Cómo acabó implicada en la red oscura una mujer de su edad?

—¿Una mujer de mi edad? —Se echó a reír—. No lo adorne, sargento.

—Sólo me preguntaba cómo…

—El juego de fantasía online de Sobol. La Puerta.

Él se la quedó mirando.

—De acuerdo, ¿qué hace una mujer de cincuenta y dos años participando en juegos online? Me resultaron interesantes. La idea de enfundarme un cuerpo como si fuera un traje…, había algo en eso que parecía atrayente. Poder sobrepasar nuestras diferencias físicas y tratar unos con otros como seres humanos. Sin ninguna idea preconcebida sobre raza o sexo.

—Y ahí es donde la encontró el daemon.

—Yo hice la búsqueda, pero no fue el daemon lo que encontré. Fue la red oscura. La red inalámbrica encriptada que creó Sobol. Sólo más tarde descubrí cuánta sangre había derramado Sobol para establecer esa red. Y, sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si, de igual manera que el mal a veces surge de las buenas intenciones, en ocasiones no puede surgir el bien del mal. Es una idea desagradable, pero la historia humana me hace dudar.

Sebeck apretó los dientes.

—Puede que yo esté siguiendo esta misión, pero eso no significa que esté de acuerdo con Sobol. La acepté porque no tenía más remedio, y me preocupaba que, a menos que lo hiciera, esclavizara a la humanidad.

Matthew Sobol mató a amigos míos. Policías y agente federales… gente con familia.

Ella alzó una mano.

—No defiendo a Sobol, sargento. Estoy diciendo que Sobol estuvo dispuesto a ser nuestro villano para forzar el cambio necesario. Para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.

—Los megalómanos siempre justifican sus acciones diciendo lo necesarias que son.

Ella lo miró de reojo. Tras un instante, dijo:

—¿Se siente culpable por lo que sus antepasados le hicieron a los indios?

Sebeck se sorprendió.

—Ya sabe, por el genocidio perpetrado contra los pueblos nativos americanos por el Gobierno estadounidense y los colonos.

—Eso no es lo mismo que hizo Sobol.

—¿Por qué?

—Porque el robo de tierras tribales sucedió hace ciento cincuenta años. Las cosas eran distintas entonces.

—¿Estatuto de limitaciones, entonces? —Ella se concentró en la carretera y luego se volvió levemente para mirarlo—. Sólo estoy recalcando un argumento. Probablemente no se siente culpable porque no fue usted quien lo hizo. No siente ningún rechazo hacia los pueblos nativos ni tiene prejuicios contra ellos.

—Sí, exactamente.

—Pero claro, tampoco vamos a recuperar la tierra, ¿no? —Una leve sonrisa arrugó su cara.

Sebeck se cruzó de brazos.

—No podría hacerse aunque quisiéramos. Eran tiempos distintos, Riley.

—No somos tan distintos de nuestros antepasados, sargento. Y aunque la tierra de la que Matthew Sobol se apoderó es virtual, redes informáticas, no creo que nadie vaya a devolverla tampoco.

Sebeck permaneció sentado en silencio unos instantes, contemplando la carretera.

—Él puede obligarme a continuar con esta misión, pero nunca aceptaré lo que ha hecho.

—No pierda el tiempo enfadándose con los muertos. Nunca le darán ninguna satisfacción. El castigo que Sobol se merecía ya lo ha recibido…, o no, y nada que pueda usted hacer logrará cambiarlo. Ahora sólo queda el sistema que dejó, y nos ha dado el control a todos nosotros.

—Hablé con Sobol ayer mismo. Sigue estando aquí.

Ella lo miró a los ojos.

—Sobol está muerto y enterrado, sargento. Su conciencia ya no existe. Con lo que está usted tratando es una grabación, una entidad encriptada que responde a los acontecimientos reales. No puede sentir. Sobol ya no está.

Sebeck se volvió hacia la ventanilla, perdido en sus reflexiones durante varios minutos. Pensó en cuántas muertes había causado el daemon y cuánto había cambiado irrevocablemente su vida.

Pronto se acercaron a un cruce con una carretera sin asfaltar. Riley redujo la velocidad y giró a la izquierda, hacia una carretera que indicaba RUTA DE SERVICIO INDIA 49. PROHIBIDO EL PASO. Momentos más tarde bajaban por la carretera de tierra, dejando una columna de polvo a su paso.

Ninguno de los dos habló durante varios minutos mientras la carretera serpenteaba entre distantes acantilados rocosos con zonas de pedregales en su base. La llanura de hierba y alguna charca o arroyo de vez en cuando daban al paisaje un aspecto sereno.

Unos veinticinco kilómetros más allá la carretera rodeó gradualmente un alto promontorio de piedra: una meseta que sobresalía como la península de una altiplanicie más elevada. Mientras la rodeaban, Sebeck pudo ver la carretera que se proyectaba a lo largo de kilómetros, enfilando hacia un alto monolito, una montaña de roca de más de trescientos metros de altura. En el llano que lo rodeaba, reflejos brillantes se extendían por el paisaje. Pudo ver también signos de civilización humana delante: cobertizos, y a lo lejos lo que parecía ser una alta torre de agua en construcción. Docenas de diminutos identificadores del Espacio-D flotaban sobre la superficie; sus propietarios eran invisibles a esa distancia. El suelo del valle era un vasto proyecto en construcción de la red oscura.

Riley advirtió la mirada de Sebeck.

—Los espejos son heliostáticos. Concentran la energía del Sol en una torre central para generar calor, y luego producen vapor para mover una turbina y generar electricidad.

—¿Todo el suelo del valle?

—No, no. Los heliostáticos son una estación intermediaria. Proporcionan energía in situ para el proyecto real. De otro modo, el pico de uso de energía llamaría la atención.

Se acercaron a una verja de hierro con un reja pequeña a cada lado para impedir irrupciones casuales. La verja estaba cerrada, pero Riley no redujo la velocidad. Cuando estaban a menos de cien metros, se abrió automáticamente, revelando más allá un nuevo tramo de carretera pavimentada. Un todoterreno blanco con el indicativo de SEGURIDAD esperaba cerca de la verja con dos guardias indios uniformados dentro; ambos tenían globos de texto sobre sus cabezas.

Riley intercambió un saludo con ellos, y hubo una leve sacudida cuando atravesaron la verja y llegaron a la carretera asfaltada. Entonces el camino se volvió liso… y repentinamente silencioso.

—El daemon financió esto. —Sebeck se volvió hacia ella—. ¿No es así?

—La economía del daemon se financia con créditos de la red oscura, sargento. Todo el dinero que hay son créditos imaginarios.

—Pero hay un robo en el meollo del asunto.

Ella reflexionó y asintió levemente.

—Sí, la economía de la red oscura se sembró con las riquezas del mundo real. Riquezas con un origen cuestionable para empezar. Aquí se invierte en gente y proyectos que han empezado a devolver su valor: no en dólares, sino en cosas de valor humano intrínseco. Energía, información, comida, refugio.

—Pero su origen proviene del robo.

—Eso podría decirse de un montón de cosas que ahora son admiradas.

La furgoneta siguió recta a través de una serie de proyectos de construcción en marcha: edificios sin ventanas, tuberías, tendidos eléctricos; todos ellos conducían hacia el gran tanque que se estaba construyendo en la distancia, a unos tres kilómetros más allá. Era enorme. Pasaron ante grúas y minibuses que trasladaban obreros; un buen número de ellos con globos del Espacio-D sobre sus cabezas, con la marca de la facción de Dos Ríos.

—¿Así que esto es el «proyecto real» que mencionó? ¿El depósito de agua?

—No es un depósito de agua. Es una central de energía de cincuenta megavatios que generará suficiente electricidad para abastecer cien mil hogares. Lo que está viendo aquí son los primeros cien metros. Cuando esté terminada, se alzará a casi quinientos metros, y tendrá ochenta metros de diámetro.

Sebeck silbó y miró a través del parabrisas.

Riley hizo un gesto con una mano, y un modelo diagramado completo tridimensional y a tamaño real de la torre propuesta cobró vida en el Espacio-D a varios kilómetros de ellos, alzándose quinientos metros en el aire con brillantes líneas espectrales.

A su pesar, Sebeck sonrió y se volvió hacia ella.

—Es increíble.

Miró de nuevo a la torre mientras partes de ella empezaban a animarse, mostrando flechas rojas que representaban corrientes de aire que fluían desde la base y subían por el tiro hasta salir por la cima.

Riley apuntó con el dedo, y un puntero brillante, de unos diez metros de diámetro, apareció a varios kilómetros de distancia en el tejido del Espacio-D. Señaló el grupo de heliostatos que tenían más cerca.

—El problema con las estaciones de espejo parabólicas es que no producen mucha energía en los días nublados, y ninguna de noche.

Su enorme puntero se movió hacia la base del modelo en 3-D de la torre, de la que sólo se había completado una quinta parte en la realidad. Una base abombada rodeaba el modelo diagramado como si fuera una trompeta colocada boca abajo en el suelo.

—Este diseño utiliza un dosel transparente para supercalentar el aire con radiación solar, energía que sí atraviesa la capa de nubes. El perímetro del dosel está a tres metros del suelo y va subiendo y estrechándose hasta veinte metros de altura, donde conecta con la base de la torre. Cuando el aire se calienta, se eleva, creando un viento que sube por la torre, que está equipada con turbinas de viento.

—Así que crea su propio viento.

Ella asintió.

—Incluso de noche.

Señaló lo que parecían ser unas cisternas rectangulares colocadas a intervalos alrededor del perímetro del dosel.

—Estanques cubiertos de agua salada calientan la energía durante el día y la liberan de noche, continuando el ciclo de viento.

Sebeck no supo qué pensar. No se podía ignorar la escala y la ambición de este proyecto… Pero ¿para qué?

—¿Por qué necesitan tanta energía eléctrica?

—Para transformar nuestro entorno. Para surtir al equipo, las plantas micromanufacturadoras, las reacciones materiales y químicas. Esta torre (y otras instalaciones solares) proporcionarán energía limpia y sostenible y agua fresca a partir de los componentes básicos de la materia.

Sebeck le dirigió una mirada dubitativa.

Ella se echó a reír.

—No es diseño mío, sargento. No soy ingeniera. Lo que hago aquí es trabajar con la gente, ayudar a definir los objetivos y las necesidades de la comunidad.

—En serio. ¿Cómo sabe que esto no es una chorrada absoluta?

—El diseño existe desde hace décadas. La tecnología está demostrada. Mi familiaridad técnica procede del trato con los ingenieros y arquitectos de la red oscura encargados de la construcción. Me tomo en serio entenderlo, para poder transmitir la información a nuestra gente. Esto significa mucho para nosotros.

—Sin duda. Pero, Riley, si esto fuera económicamente factible, ¿no cree que lo estaría haciendo todo el mundo? Además, creía que la nación laguna ya tenía agua.

—En este momento, sí, pero las comunidades de la red oscura se basan en el pensamiento a largo plazo. Prevemos para décadas venideras una escasez de agua debido al cambio climático y al agotamiento de los acuíferos. Una independencia sostenible respecto al agua aumenta nuestra capacidad de recuperación en la red oscura.

Él contempló la construcción.

—Pero hacer todo esto para irrigar campos no puede ser económicamente rentable.

—El agua no es el producto, sargento. El agua es el desecho.

Señaló en el Espacio-D una fila de pequeños edificios en construcción a lo largo de una carretera que se desviaba a su derecha.

—Ésas serán las estaciones de hidrólisis inversa. Consumirán hidrógeno para producir calor y electricidad, dejando agua fresca como único producto residual. Podemos producir un tercio de litro de agua fresca con cada kilovatio-hora de electricidad producida a partir del hidrógeno.

—Pero ¿de dónde demonios sacan el hidrógeno?

Ella señaló con el puntero las paredes del valle.

—De las estructuras cristalinas de las rocas ígneas. Toda esta región tiene enormes cantidades de ella. Hace millones de años, esta roca volcánica absorbió vapor de agua cuando se cristalizó a partir del enfriamiento del magma. Eso significa que contiene hidrógeno molecular. Cuando se muele y se convierte en polvo, filtra hidrógeno a temperatura ambiente a través de sus superficies fracturadas durante cientos de horas: no hace falta agua líquida. Usamos parte de la energía eléctrica de la torre para machacar esta roca —su puntero se movió hacia la alta torre energética—, y la roca que se retira ayuda a crear un refugio energéticamente eficaz en la cara de los acantilados… como hacían nuestros antepasados. Pero eso es sólo un aspecto del proyecto. También utilizaremos energía solar para invertir la combustión.

Al ver su confusión, la mujer movió el puntero.

—Allí.

El punto tocó una serie de edificios virtuales alrededor de la base de la torre virtual.

—Estas unidades CR5 usarán energía solar para reconvertir el dióxido de carbono en monóxido de carbono y oxígeno. Se hace calentando anillos de ferrita de cobalto en un horno solar. A alta temperatura los anillos desprenden oxígeno. Cuando reaccionan en presencia del dióxido de carbono, la ferrita de cobalto absorbe el oxígeno del CO2 cuando se enfría, dejando monóxido de carbono que, combinado con nuestra fuente de hidrógeno, puede utilizarse para sintetizar hidrocarburos líquidos como el metanol. El metanol es energía que es fácil de trabajar, transportar y almacenar. Los hidrocarburos también pueden producir polímeros para plásticos y otros productos. Del mismo modo, extrae el carbono de la atmósfera, volviéndola negativa en carbono. Sólo hace falta energía, sargento… y la energía solar es algo que mi pueblo tiene en abundancia.

Sebeck se quedó sin habla.

—¿Qué creía que estábamos construyendo aquí, un casino?

—Pero lo que está usted describiendo, crear agua y extraer combustible líquido del aire…

—El Sol es, para empezar, lo que hace posible la vida en la Tierra. El petróleo es sólo antigua energía solar almacenada en los hidrocarburos. La tecnología CR5 se desarrolló cerca de aquí, en los Laboratorios Nacionales Sandia. CR5 son las siglas en inglés de Counter Rotating Ring Receiver Reactor Recuperators, «Recuperadores Contra-rotatorios de Anillos Reactores Receptores». Los detalles están disponibles en la red oscura, si realmente está interesado.

Él seguía sacudiendo la cabeza.

—¿Por qué no se está haciendo esto en todas partes?

Ella desconectó el estrato de Espacio-D, y la alta torre y los edificios virtuales desaparecieron.

—Muchas cosas son posibles, sargento, pero no son económicamente viables. Naturalmente, todo depende de cómo se calculen los costes. Las comunidades de la red oscura consideran la pérdida de independencia económica un coste. También incluyen los costes de potenciar recursos energéticos lejanos, así como la falta de sostenibilidad y la eliminación de contaminantes. Eso equilibra con creces la ecuación. En estas instalaciones utilizaremos energía solar como base de un holón de energía positiva, sostenible y a largo plazo. Y ése es el objetivo.

—Un holón.

—Los holones son la estructura geográfica de la red oscura. Toda comunidad de la red se encuentra en el centro de un radio enorme de ciento cincuenta kilómetros para sus elementos clave de entrada y salida: comida, energía, atención médica y materiales de construcción. Equilibrar las entradas y las salidas dentro de ese ciclo es el objetivo. Una economía local que sea lo más autosuficiente posible mientras sigue formando parte de un todo cultural, un holón, creando así una civilización resistente que no tenga puntos centrales de fracaso. Y que promocione la democracia a través de su misma estructura. Eso es lo que estamos haciendo aquí, sargento.

Estaban llegando ya a la torre. Docenas de trabajadores se movían entre los andamios mientras las grúas alzaban sus cargas a los niveles superiores.

Sebeck apenas supo qué decir. Era como si hubiera sido transportado a un siglo diferente. Se sintió avergonzado de admitir que casi esperaba encontrarse con un casino. Se pasó el resto del viaje contemplando la construcción en marcha.

Pocos minutos más tarde, se acercaron a la cara de la alta roca que habían visto desde lejos. En los acantilados había lo que parecían ser habitáculos del siglo veintiuno, con cálidas luces y altas ventanas de cristal. Había varias docenas de vehículos eléctricos aparcados en la base de la roca, alrededor de una ancha puerta que sólo tenía un signo en el Espacio-D: SALÓN DOS RÍOS. Gente de muchas razas entraba y salía por la puerta, todos con indicativos del Espacio-D y todos al parecer ocupados. Demasiado ocupados para advertir la llegada de un recién llegado de primer nivel, aunque tuviera un icono de misión.

Riley detuvo la furgoneta ante la puerta.

—Lo instalaremos en una habitación, sargento, y mañana empezaremos su formación en la interfaz chamánica.

Se bajó de la furgoneta, y luego se volvió para asomarse a la ventanilla.

—Oh, y bienvenido al Centro Turístico y Balneario Meseta Encantada.

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