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Segunda parte. Marzo » Capítulo 21:// Proeza

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Capítulo 21:// Proeza

NewsX.com

Los cárteles de la droga mexicanos llenan de violencia el Medio Oeste. En una rueda de prensa celebrada el jueves, los agentes de policía de varios estados del Medio Oeste relacionaron la oleada de crímenes que se ha cobrado al menos dos docenas de vidas con los inmigrantes ilegales que dirigen cárteles del narcotráfico en Estados Unidos. La policía declara que bandas mexicanas fuertemente armadas están combatiendo por un mercado a la baja en estos duros tiempos económicos, con los ciudadanos corrientes atrapados en el fuego cruzado.

Loki siempre había sabido que sería cuestión de tiempo encontrar al Comandante. La red oscura desarrollaba más ojos cada día, y el mundo moderno dejaba demasiados datos en la estela de las transacciones cotidianas. Si no podían encontrar al Comandante por sus pautas de consumo, o por las comunidades de interés en los datos capturados de sus telecomunicaciones, podrían captar sus rasgos en los sistemas de reconocimiento facial que estaban instalando en puentes y autopistas, o (lo más probable), cabía la posibilidad de que fuera detectado por la red siempre en alza de operativos de la red oscura. Mientras la economía del mundo real continuaba hundiéndose, más y más gente se unía a la red oscura.

De todas formas, el Comandante era más difícil de localizar que la mayoría: trabajaba de forma anónima y se rodeaba de un número interminable de agentes prescindibles que no sabían nada de su paradero. También cambiaba continuamente de pisos francos a moteles u hoteles, de identidades, y usaba sistemas codificados de primerísima categoría en sus comunicaciones.

Pero incluso las medidas de seguridad más rigurosas tenían un punto débil fatal: el factor humano. Esto era doblemente cierto con la gente atareada, y había pocas dudas de que el Comandante estaba ocupado: planear una campaña militar encubierta en mitad de Estados Unidos en coordinación con una campaña propagandística en los medios de comunicación tenía que requerir muchas horas. El Comandante probablemente trabajaba mucho y dormía muy poco.

Por eso Loki no se sorprendió cuando un solitario cobro de una tarjeta de crédito a nombre de Anson Gregory Davis apareció en las redes bancarias. Era el mismo alias que el Comandante había utilizado en Georgia. El cobro era por unas habitaciones en un motel de carretera en Hinton, Oklahoma, a una media hora de camino en las afueras de Oklahoma City.

Superpuso rápidamente un mapa de las comunidades de la red oscura de Oklahoma que indicaba los actos de violencia contra ellos. Hinton parecía un sitio fácil desde el cual desplazarse al frente de esta guerra encubierta. Además, estaba cerca de varios aeropuertos. Conectando con varios operativos de la red oscura, pudo confirmar la actividad de aviones de carga C-130 fuera de lo común en un aeródromo municipal cercano. Los números de las matrículas no aparecían en la base de datos de la FAA. Normalmente, hacer una búsqueda de esos números habría hecho saltar las alarmas: los Gobiernos y las agencias semigubernamentales solían poner alertas en los archivos encubiertos, para así saber si alguien los buscaba. Pero el daemon había reventado muchas bases de datos similares en los dos últimos años.

El Comandante no tendría ni idea de que él se acercaba.

La oscuridad había caído en el Motel Red Rock situado al sur de la ciudad. Loki estaba dentro de su centro de operaciones en el tráiler de carreras, aparcado en un prado a tres kilómetros de distancia. Empezó a manipular objetos en el Espacio-D que representaban la constelación de máquinas a sus órdenes, tanto en el aire como en tierra.

Estaba controlando las entradas y salidas en el motel con varios drones de baja velocidad que orbitaban a tres mil metros. El programa de seguimiento de pautas había identificado rápidamente movimientos repetidos: el radio de patrulla de varios centinelas. Cada uno de los centinelas llevaba un teléfono móvil, así que localizarlos ahora no sería ningún problema. También situó a dos grupos de centinelas sentados en sus vehículos cerca de la carretera, controlando el tráfico que se acercaba por el norte y por el sur.

En el campo situado ante su tráiler aparcado, desplegó dos docenas de pecaríes, y ahora tomó el control directo de la moto líder, recuperando los ojos de su cámara en su pantalla HUD. Parecía un juego ultra-realista. Esclavizó las otras motos a la suya, y luego las envió por la carretera comarcal a una velocidad moderada.

Usando los drones aéreos para vigilar las carreteras, coordinó la partida de las motos para que no se encontraran con otros vehículos. Cuando llegaron a poco más de un kilómetro del motel, apagó sus motores y las hizo avanzar con su impulso eléctrico, alimentado por el volante de inercia de boro/epoxy situado en el sillín. En este modo de baja energía, los pecaríes eran muy silenciosos, aunque no podían permanecer así mucho tiempo.

Los envió al prado situado al oeste del motel. En cosa de diez minutos los hizo dar la vuelta y acercarse en silencio a través de los árboles dispersos y la hierba que rodeaba los terrenos del establecimiento.

Fue entonces cuando hizo acelerar a dos lejanos AutoM8 por la carretera comarcal: uno desde el norte, el otro desde el sur. Eran Dodge Charger SRT8 sin conductor. Con los precios de la gasolina que alcanzaban ahora un dólar ochenta y cinco el litro y el desempleo en aumento, los coches nuevos de ocho cilindros se llenaban de polvo en los patios de los concesionarios de todas partes. El daemon estaba haciéndose con una flotilla barata y asegurándolos contra su inevitable destrucción. Los coches eran algo de lo que Estados Unidos tenía cantidades sin fin.

Era una lástima que éstos fueran a ser destruidos. Tan bonitos que se veían.

Mientras avanzaban rugiendo hacia sus objetivos, movió su mano enguantada, lanzando un centenar de clavos de acero de un palmo de longitud desde una plataforma que parecía un globo atmosférico y estaba situada a veinticuatro mil metros de altura varios kilómetros al este. Eran sólo clavos de acero con guías motorizadas conectadas a un receptor de radio, pero podían ser guiados como una bomba inteligente hacia su objetivo, ya fuera directamente por un operario de la red oscura, o automáticamente hacia blancos señalados (usando como señal el móvil que alguien llevaba en el bolsillo o el identificador Bluetooth de unos auriculares). Los operativos de la red oscura llamaban a los clavos «dientes de ángel», probablemente porque bajaban silenciosamente de los cielos como si fueran un castigo divino. Pocas armas eran tan baratas, ya que eran fáciles de fabricar y a menudo reutilizables. El viento y los movimientos rápidos del objetivo eran un problema, y por eso Loki había lanzado un centenar.

Si lo coordinaba todo correctamente, podría eliminar a los centinelas y rodear al Comandante en la habitación de este motel antes de que fuera consciente siquiera de su presencia.

Loki miró al cielo a través de las paredes de aluminio de su tráiler. Podía ver los indicadores 3-D del centenar de clavos que se desplegaban mientras caían, dirigiéndose a sus blancos asignados.

Contuvo a los dos AutoM8 para que no golpearan primero.

Y entonces, con la habilidad que da la práctica, el plan dio sus frutos. La vigilancia aérea mostró a ocho centinelas que caminaban por parejas y fueron asaltados repentinamente por una granizada de silenciosos clavos de hierro que caían a velocidad de vértigo. No hacía viento, así que la mayoría de los clavos alcanzaron sus blancos.

Con otro gesto, Loki envió las oleadas de pecaríes, todavía actuando con su silenciosa energía eléctrica. Podía ver imágenes en vídeo de la moto líder, y la guió hasta la parte trasera del motel hacia la habitación que era su objetivo.

Momentos después el AutoM8 del norte dobló girando un recodo en la carretera situada a medio kilómetro de distancia. No siguió la curva, sino que se abalanzó contra el Chevy aparcado tras una gasolinera, donde había dos contratistas militares privados. Chocó de pleno a ciento cuarenta kilómetros por hora.

Loki dio un respingo y se cubrió los ojos, fingiendo horror. Desde el aire se veía espectacular. Marcó el vídeo y lo subió a su base de datos para que otros pudieran verlo más tarde.

Cuando se volvió hacia el AutoM8 del sur, ya había atravesado un cartel y hecho puré al coche donde estaban los agentes restantes. Se sintió decepcionado al ver que no había ninguna explosión. Pero nadie salió vivo de aquel impacto.

Se concentró ahora en sus pecaríes, dio rienda suelta a sus potentes motores, extendió sus cuchillas y los lanzó rugiendo al ataque. Se desplegaron y atravesaron las puertas de cuatro habitaciones del motel casi simultáneamente. También dejó a varios pecaríes detrás del edificio para atrapar a los que pudieran escapar por las ventanas traseras.

No tendría que haberse molestado. Los contratistas militares de paisano ya habían echado mano a sus armas en el momento en que el primer pecarí atravesó la puerta, y varias ametralladoras M249 abrieron fuego y sus balas rebotaron por toda la habitación cuando fueron desviadas por el compuesto cerámico-metálico que recubría al pecarí líder.

A Loki esta parte siempre le parecía emocionante. De verdad que parecía el videojuego más realista del mundo. Casi le daba la sensación de estar allí, con los contratistas militares gritando llenos de furia mientras descargaban sus fusiles de asalto y sus ametralladoras desde detrás de un sofá, una mesita volcada o la cama cercana.

Loki advirtió que todos se habían puesto gafas oscuras, para que sus cegadores rayos láser no tuvieran ningún efecto. Maldición. El Comandante había equipado bien a su equipo. Pero ¿dónde se escondía él?

Alzó su mano enguantada y empezó a cliquear objetivos individuales. Tenía que despejar a todos estos PNJ. Los pecaríes avanzaron para hacerlos pedazos. Loki dio un respingo porque en una de las habitaciones un contratista lanzó una granada de cuarenta milímetros hacia la puerta, dañando al pecarí líder, pero aturdiendo también a todos los presentes en la habitación.

Idiota. Entonces pasó su punto de vista al siguiente pecarí en línea y lo lanzó contra los mercenarios, haciéndolos trizas. Recordó una estrategia de juego en tiempo real donde había que mover continuamente el punto de vista para equilibrar todas tus prioridades. En unos instantes los mercenarios retrocedieron para volver a cargar, y los pecaríes empezaron a destrozarlos. Sus gritos le llegaron por la señal de audio. Fue entonces cuando Loki advirtió algo interesante…

Al fondo, en el cuarto de baño de la segunda habitación del motel, pudo ver a una mujer joven y atractiva atada, con los ojos vendados y la boca tapada. Estaba desnuda y sujeta a una silla de la cocina. Se debatía como una loca para liberarse en medio de todos los disparos y el caos.

Muy interesante. De todas formas, tenía que encontrar al Comandante.

A estas alturas Loki estaba ya en modo limpieza. Los últimos mercenarios disparaban granadas o corrían hacia las ventanas del cuarto de baño trasero. Todos estarían muertos o desangrándose dentro de muy poco. Una cosa era clara: el Comandante no estaba aquí. Pero estos hombres estaban protegiendo algo.

Así que dirigió de nuevo su atención al cuarto de baño, cambiando su punto de vista al pecarí más cercano. Lo hizo acercarse a la puerta, abriéndose paso. Lo que vio era muy agradable, en efecto. Tal como le gustaban las mujeres: joven, desnuda, y atada. Ella se rebullía ante el poderoso motor que latía ante ella, y sollozaba visiblemente por detrás de la venda. Su respiración era entrecortada mientras trataba de respirar a pesar de la cinta adhesiva que le cubría la boca. Pudo ver que llevaba en el hombro el tatuaje de una niña manga pechugona con uniforme escolar y dos katanas gemelas alzadas.

Loki extendió la cuchilla ensangrentada del pecarí y la acercó a su garganta. Ella sorbió aire, temblando ante lo que notaba tan cerca. Tal vez olía la sangre que manchaba la hoja de acero inoxidable.

Un minuto después, condujo su propia motocicleta Ducati Streetfigther hacia el aparcamiento del motel mientras los clientes, llenos de pánico, lo veían desde la seguridad del bosque al otro lado de la carretera. Sabía que ninguno de sus teléfonos móviles funcionaría, y no parecía que nadie fuera a tener las pelotas suficientes para subirse a sus coches con un puñado de pecaríes manchados de sangre alzándose en sus soportes hidráulicos. Desmontó de su moto y se acercó a la segunda habitación del motel ataviado con su armadura de batalla.

Miró alrededor y vio los habituales mapas topográficos, carpetas llenas de hojas dobles impresas, portátiles hechos añicos… y miembros amputados, torsos ensangrentados e intestinos retorcidos. Todo el lugar estaba salpicado de sangre y miles de casquillos cubrían el suelo. Había agujeros de bala por todas partes.

No era extraño que nadie tuviera prisa por venir a investigar.

Atravesó la puerta del cuarto de baño y admiró la belleza de la joven en persona. Tenía el pelo castaño corto y la piel de alabastro. Sus caderas y sus piernas eran maravillosamente proporcionadas. Los pezones de sus pechos pequeños y firmes estaban claramente definidos. Tenía un par de personajes japoneses más tatuados en la cadera y el antebrazo derecho.

Loki se acercó a su cara, sin quitarse el casco.

—Dime dónde está el Comandante.

Extendió la mano y le arrancó la cinta adhesiva que le cubría la boca. Ella sorbió en busca de aire e inmediatamente empezó a sollozar.

—¿Dónde está el Comandante?

—¿Por qué iba a saberlo yo? —Seguía llorando.

—Pero ¿has oído hablar de él?

Ella seguía estremeciéndose.

—Por favor, desátame.

—¿Quién eres?

—No se preocupe de quién soy.

Ella pareció insegura durante un momento, pero habló entre sollozos.

—¡Soy miembro de la red oscura! Facción Arroyo Sombra. —Siguió llorando.

—Chorradas.

—Puedo demostrarlo. Tienen mi equipo.

—¿Dónde?

—En una bolsa a prueba de radio. Plateada. La tienen aquí. Llevaba un aparato al norte.

Loki miró de nuevo su cuerpo. Si estaba diciendo la verdad, eso cambiaba las cosas. No podía hacerle nada a una miembro de una facción. Se asomó al exterior del cuarto de baño y allí, junto a la mesita de noche, vio lo que parecía ser una bolsa de lona plateada, ahora manchada de goterones de sangre. Se acercó y vació su contenido en el suelo. De repente media docena de indicadores del Espacio-D aparecieron sobre varios artilugios electrónicos, gafas HUD entre ellos.

Maldición.

Cogió las gafas HUD y volvió a entrar en el cuarto de baño. Le echó otra mirada a su esbelto cuerpo, y luego le quitó la venda de los ojos. Era tan bonita como pensaba. Eurasiática.

Ella lo miró, los ojos todavía rojos por el llanto. Retrocedió ante el temible aspecto de Loki. Él le puso las gafas en la cabeza, y en un momento un globo de texto apareció sobre ella, indicando que su nombre era Sirena_3, una mensajera de nivel 3 de la facción Arroyo Sombra.

Ella lo miró, viendo sin duda el poderosísimo indicador de Loki.

—Gracias por salvarme.

—Ya veremos más tarde lo agradecida que estás. Tenemos que marcharnos.

—Desátame.

Con un gesto de la muñeca, una espuela afilada como una aguja salió de su equipo de motociclista. Cortó la cuerda de nailon que ataba sus manos y luego hizo lo mismo con sus tobillos. Ella suspiró y se frotó las muñecas quemadas por las cuerdas.

—Quiero salir de aquí. Quiero irme a casa. —Buscó a su alrededor una toalla o algo para cubrirse.

Loki contempló el montón de objetos del Espacio-D sobre la cama. Uno de ellos en particular le llamó la atención. Lo recogió. Era un anillo de plata con el nombre Sello de Almacenamiento de Hechizos: Nivel Veintiuno flotando sobre él.

La puta

—¿Es éste el objeto que transportabas?

Ella obviamente no quiso decir nada.

—Sirena. ¿Es esto lo que llevabas al norte?

Ella terminó de envolverse en una toalla y asintió.

—Esto es poderoso. ¿De quién es?

—Pertenecía a un hechicero que mataron cerca de Denver. Cómo llegó a Oklahoma, no lo sé. Nuestra facción lo encontró, y estamos contribuyendo con él a la lucha del Medio Oeste.

Loki se quitó el guante blindado.

—Considera hecha esa contribución.

Se lo puso en el dedo. Entonces sintió un agudo dolor.

—¡Mierda!

Se lo quitó y pudo ver que la sangre manaba de un pinchazo parecido al de una aguja.

Ella lo miró.

—¿Qué ocurre?

Loki se tambaleaba como borracho, maldiciendo, casi de rodillas.

—¡Puta!

—¿Qué es?

—¡Una aguja! ¡Puta de mierda!

Loki alzó la otra mano, aún enguantada, y de repente un cegador destello rectilíneo de electricidad brotó de su dedo hacia el ojo de Sirena. Los cabellos de ella se erizaron brevemente antes de que su cabeza ardiera; cayó al suelo como una muñeca de trapo, su cuerpo entero humeando y chisporroteando.

Loki se desplomó sobre la alfombra sucia y ensangrentada y sintió que su mente perdía conexión con su cuerpo. Paralizado, miró la suela de la bota de un mercenario muerto. Más allá pudo ver la puerta abierta de la habitación del motel, y un pecarí de guardia. Trató de llamarlo. De controlarlo. Pero no podía moverse. Sintió que la saliva manaba por su boca abierta.

En la distancia oyó varias explosiones fuertes, una detrás de otra. Con un estruendo final, el faro del pecarí de la puerta saltó hecho pedazos. Se perdió de vista.

Momentos después, a través de una bruma densa como el sirope, vio a unos hombres entrar por la puerta. Uno de ellos acercó su rostro al suyo.

Era el Comandante.

—Me ayudaste a ganar una apuesta, Loki. —Señaló hacia testigos invisibles—. Ellos dijeron que no matarías a la chica. Pero yo sabía que lo harías.

Mientras la visión de Loki empezaba a desvanecerse, el Comandante se acercó más.

—Era inocente, por cierto…

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