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Tercera parte. Julio » Capítulo 32:// El Hombre Ardiente

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—Sonido hipersónico. —Al ver la expresión del sheriff, Ross le explicó—: Proyección de audio por rayo de alta frecuencia. Se lo enseñaré más tarde… ahora escuchemos.

Pudieron oír entonces risas por parte de los contratistas militares desplegados por todo el pueblo, apostados detrás de sus vehículos blindados o agachados junto a los edificios cercanos.

Han violado la voluntad popular de una masa crítica de la población, lo que me permite tomarlos bajo mi custodia… por la fuerza si es necesario.

Un grito lejano.

—¡Y una mierda!

Lo siguió una andanada de disparos de armas automáticas.

Han sido advertidos.

Mientras Ross seguía mirando, el avatar de Merritt alzó las manos y miró al cielo, donde de pronto apareció una cuadrícula de globos numéricos del Espacio-D que se hicieron poco a poco más grandes. Al hacerlo, quedaron a la vista objetos físicos, lo que sólo podía ser descrito como titilantes «puntos» o diminutas esferas que caían de las alturas. Era imposible decir qué tamaño tenían, porque Ross no contaba con ninguna referencia de escala, pero desde su limitada visión entre las columnas del Banco, vio al menos cinco, dispuestos en ordenada pauta. El avatar de Merritt bajó las manos, haciendo que los puntos descendieran aún más. Parecían girar muy rápido, titilando.

El sheriff alzó también la mirada.

—¿Qué son?

Ross cliqueó uno de los globos y leyó sus propiedades: «Espejo caliente… giroscopio facetado de alta rotación inercial… ver Golpe de Fuego…». Cliqueó un enlace: «Láser en estado sólido de cien kilovatios… infrarrojo». Miró de nuevo al sheriff:

—Creo que está a punto de armarse un follón fenomenal.

Una bala pasó silbando y rebotó en la pared.

Ross se agachó pero entonces volvió a oír hablar a Merritt.

¡Ciudadanos de la red! Necesito su ayuda para identificar al enemigo. Apunten con cualquier artilugio señalador del Espacio-D a las unidades enemigas hasta que arrojen sus armas y levanten las manos para rendirse. Deben respetar su rendición. Serán escaneados para comprobar su sinceridad después de que esto haya acabado. Por favor, mantengan a los animales de compañía y los niños pequeños a cubierto. Gracias.

Ross y el sheriff intercambiaron miradas de asombro, pero Ross soltó su AK-47 y cliqueó su puntero del Espacio-D. Era muy parecido a un puntero láser, aunque sólo era visible en el Espacio-D. Cuidadosamente, se asomó desde detrás de la columna y apuntó con el dedo al artillero sentado en la torreta del vehículo blindado más cercano, colocando el punto sobre la cabeza del hombre.

Momentos después, un rayo discernible salió disparado de la bola de espejos más cercana y atravesó el aire lleno de partículas, volviéndose invisible cuando alcanzó el suelo. Aun así, el soldado dio un salto y se arrancó el casco gritando y se lanzó desde lo alto de la torreta. Otros soldados lo miraron y corrieron a ayudarlo. Ross volvió su puntero hacia ellos, y cada vez que lo hacía, dejaban rápidamente lo que estaban haciendo y huían a varios metros de distancia.

—Sheriff, ¿sabe usar su puntero?

El sheriff ya se estaba poniendo su guante reactivo.

—Demonios,

todo el mundo lo sabe…

En unos momentos otros rayos de energía cayeron del cielo, y los soldados se dispersaron como hormigas bajo una lupa. No pasó mucho tiempo antes de que docenas de miembros de la red oscura ocultos detrás de sacos terreros y postigos se unieran a ellos.

Tampoco tardaron mucho los mercenarios en concentrar sus disparos sobre las lejanas bolas de espejos que los rociaban de terror. Las balas trazadoras empezaron a correr hacia el cielo. Pero los artilugios estaban al parecer más lejos de lo que parecía, o eran más fuertes. Aunque uno acabó por vacilar, estremecerse y caer girando fuera de control sobre las calles, había muchos más.

Minutos después los soldados abandonaron sus posiciones. Ni siquiera los que se encontraban en las ventanas estaban a salvo: la disposición de las bolas de espejos siempre parecía proporcionar un vector que podía alcanzarlos con un rayo. Se retiraron hacia las sombras.

Mientras tanto, el sheriff mostraba la intensidad de quien se pasa toda una noche jugando.

—¡Freíos, hijos de puta!

El avatar de Merritt observaba aparentemente la acción.

Fuerza enemiga, no pueden abandonar esta zona. Deben rendirse. Si sueltan sus armas y se rinden no sufrirán ningún daño.

Las torretas remotas del vehículo blindado más cercano ametrallaban los edificios mientras los soldados se retiraban por docenas calle abajo, incapaces de encontrar dónde ponerse a cubierto porque habían destruido todas las estructuras que había desde aquí a las afueras del pueblo.

Ross y el sheriff se concentraron en el blindado que disparaba, y vieron muchos otros punteros hacer lo mismo: se centraron en los respiraderos de su motor, o en los grandes neumáticos de goma. Ardientes rayos caloríficos frieron las partículas de humo del aire al buscar su objetivo, y en unos momentos el compartimento del motor del vehículo empezó a humear.

El sheriff lo miró intensamente.

—Que Dios os ayude cuando salgáis de ese cacharro, hijos de puta.

Ahora había bastantes soldados arrodillados en diversas partes de la calle, alzando los brazos. Varios rifles de asalto yacían en la acera. Uno de los soldados en retirada abrió fuego contra ellos, abatiendo a varios antes de enzarzarse en un tiroteo con sus compañeros. Fueron rápidamente sometidos, y para sorpresa de Ross, pronto se encontró mirando a un puñado de mercenarios arrodillados que ocupaban toda la calle.

El otro blindado se marchó rugiendo por donde había venido, mientras los soldados trataban de engancharse a él.

Merritt volvió a gritar.

No pueden marcharse. Serán detenidos si intentan hacerlo. ¡Ríndanse!

Parecía que ya no quedaba ninguna resistencia a la vista. El enemigo estaba en plena retirada. Ross no pudo dejar de sonreír al ver a Roy Merritt allí firme en la plaza.

Se volvió hacia el sheriff, que ahora estaba apoyado contra la columna.

—Sobre esta hemorragia. Creo que voy a necesitar un médico, después de todo…

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