France

France


Capítulo 19

Página 20 de 27

Capítulo 19

 

 

—Contaba con eso, Storm. Espero que entiendas que nuestro clan está demás aquí, entendemos perfectamente tu postura. Susan no merecía estar ahí abajo y aún menos Junior. Pero Yrre nos ha pedido que dejemos el asunto en sus manos.

—Entiendo. Sigo pensando que debo ver cómo termina esto. Ese cabrón ha puesto en peligro a mi familia…

No había terminado la frase cuando vio a Viggo golpear la cabeza de Agor de una patada.

—Hijo de puta —gruñó el aludido.

Al momento su hijo se retorció en el suelo. Agor estaba aplicando algún tipo de dolor insoportable en Viggo. Y ya no pudo más.

Lo levantó por el cuello y apretó con fuerza, logrando que dejara ir a su hijo.

—Aquí se termina todo. No volverás a poner la mano sobre uno de los componentes de mi familia o de mi clan.

—¡Eh, espera! —gritó France.

—No creo que este energúmeno merezca…

Pero una gran explosión de poder detuvo a Storm y los hizo retroceder de golpe y caer de espaldas sobre las rocas. Todos menos Yrre, que seguía de pie al lado de su primo.

—Joder —se quejó Storm—. ¿Ha sido Yrre?

—Me temo que sí, yo lo capo…

—France y Storm, acompañadme —ordenó el aludido.

France lo miró furiosa.

—Por favor…—pidió Yrre—. Lo siento, nena.

Al momento desapareció llevándose a Agor con él. France cogió el codo de Storm y siguió la estela de Yrre. Storm, por su cuenta, no podría hacerlo.

—Maldita sea —gruñó France.

La devastación los impactó de lleno y el olor a quemado penetró de golpe en sus fosas nasales. Todo estaba carbonizado y ni siquiera la ventisca, que acababa de empezar a soplar, lograba llevarse el hedor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Storm.

—Eso, Agor, ¿qué ha pasado? —preguntó Yrre con voz neutra

Yrre se había deshecho de sus ropajes y ahora solo llevaba sus pantalones de cuero y su espada. Su largo cabello le cubría media espalda. Y todo su torso y extremidades parecían esculpidos, cincelados por el mejor de los escultores; era digno de admirar.

—Terminaré contigo igual que he hecho con todos esos idiotas —amenazó Agor.

—Pues estaban de tu parte.

—Voy a empezar de nuevo, lejos de aquí, y no necesito lastre.

—¿Los has ejecutado porque eran una carga? —gruñó Yrre.

—Los he ejecutado porque en el último momento intentaron convencerme de que te siguiera…

—Y eso hiciste, fuiste a Alaska.

—Querían que te trajera de vuelta, querían al líder Yrre —escupió Agor.

Las fosas nasales de Yrre se dilataron y su mirada acerada se clavó en la de su primo.

—Dadle una espada.

Agor sonrió.

—Tu padre pudo con el mío. Pero hoy voy a cambiar la historia. Tú y tu sentido del honor te matarán —aseguró.

La ventisca era cada vez más fuerte. Y France estaba empezando a cabrearse con la situación.

«Quiero verlo morir», le dijo mentalmente a Yrre.

«Y lo verás», aseguró él.

«Por mi mano».

«No, debe pagar por el genocidio, espero que lo entiendas».

Se envaró mientras Agor recibía la espada de la mano de Aart, las dos espadas estaban fabricadas con diamante, esa era la única manera de matar a un inmortal. Todos los hombres de unos y otros rodeaban a los combatientes. Agor no esperó para atacar y fue directo al estómago de Yrre. Su compañero esquivó el envite y los cuerpos chocaron como si fueran dos trenes de mercancías.

—Me largo —anunció.

—Tengo que ver morir a ese bastardo —contestó Storm.

—Como quieras.

—Vístete France, vas casi desnuda. Esos tipos están babeando.

Efectivamente, unos cuantos miraban el enfrentamiento, pero tenían un ojo puesto en ella.

—Olvídame, olvidadme todos.

Se desmaterializó y apareció en su casa. Por una vez, Storm tenía razón. Después de lavarse se miró al espejo y vio que sus heridas ya estaban cicatrizando, algo normal en su raza.

Se vistió con un mono negro y se calzó unas botas por encima de la rodilla, también negras. Su pelo rubio brillaba bajo la luz del baño. Se sirvió una cerveza y se sentó, quería ir a ver a Junior, asegurarse de que estaba bien. Pero también necesitaba pensar.

En realidad, lo que no quería era ver morir a Yrre, por eso se había ido. Ella hubiera desintegrado al idiota y listo, pero Yrre parecía obsesionado con demostrar su valía ante su pueblo, o lo que quedaba de él y ese Agor había demostrado ser un salvaje. Había matado a sangre fría a su propia gente y eso era un factor a tener en cuenta. Era un tipo enorme y bien entrenado, el manejo de la espada lo había delatado. Aunque Yrre no se quedaba atrás, debería haberse quedado para… ¿para qué? Ayudarlo, en un momento dado, habría significado una humillación para Yrre. Los machos y su maldita manía de quedar como un alfa en cualquier situación, aun a riesgo de morir.

Se levantó y fue a comprobar cómo había terminado Yrre con los componentes de su clan retenidos en el sótano. ¿Habría aplicado la pena capital sobre Alexo y Wica?

No, no lo había hecho, miró las cadenas. Las de Bestadan y Alexo seguían atadas, señal de que los había hecho desaparecer. Pero las que habían retenido a Wica, estaban abiertas. La había desatado.

Maldito Yrre, esa mujer había contactado también con Agor y aunque ella no sabía para qué. Su compañero debería saberlo y haberla acusado de traición.

¿Qué coño le pasaba a Yrre? Era una humana lo bastante estúpida como para haber traicionado a su líder.

 

 

***

 

Yrre percibió el abandono de France, pero no se podía permitir cometer un error. Agor no dejaba de atacar buscando algún punto débil o distracción de la que aprovecharse. Mientras esquivaba una y otra vez la afilada hoja dejó que su primo se agotara, era su estrategia.

De vez en cuando lograba alcanzar alguna parte de su cuerpo haciendo cortes profundos en la piel de Agor, la pérdida de sangre lo terminaría debilitando.

—¡Deja de jugar y acaba con él, líder! —gritó alguien.

Él sonrió de manera cínica. Agor nunca le superaría en un enfrentamiento y lo sabía. Lo quería agotado y suplicando por su vida, tal como imaginaba que había suplicado su gente. La rabia volvió a crecer en su interior y en un arrebato levantó la espada y con un acierto milimétrico le cortó una oreja.

Su primo, lejos de quejarse, arremetió de nuevo y, ahora sí, se enzarzaron en una verdadera lucha, el sonido del diamante chocando reverberaba en las montañas. Los gruñidos y esfuerzos se asemejaban a los de los animales salvajes.

La hoja de Agor cortó su muslo izquierdo y apretando los dientes decidió terminar con la tortura. Se abalanzó sobre él y, en un descuido de su contrincante, lo obligó a retroceder, Agor perdió el equilibrio y cayó de espaldas. Yrre no tuvo más que apoyar la punta de su espada en la garganta de su primo.

—Dime, Agor. Has perdido a Oxa, pero, ¿puedes encontrar a tu otro hermano?

El único ojo sano de Agor se abrió de manera desmesurada.

—¿Qué has hecho con Derian?

—Lo que debí hacer mucho tiempo atrás.

—Eres un hijo de puta. Solo tenías que renunciar a tu puesto, te oí decir que no lo querías, sin embargo, aquí estas.

—Si renuncio a mi liderazgo jamás sería para favorecerte, estúpido. Has cometido los mismos errores que tu difunto padre. A pesar de que lo odiabas con toda tu alma, has seguido sus pasos y eso te hace ser el ser más repugnante que he conocido.

Agor no contestó, pero tampoco apartó la mirada, seguía retándole a pesar de estar en desventaja.

—Esta gente, mi gente, no merecía este final. Tú no mereces vivir y sé que acabando contigo tampoco merezco ser el líder.

Los gruñidos de sus hombres hicieron eco en las montañas. Levantó una mano para hacerlos callar.

—Que así sea, elegiremos a un nuevo líder.

—¿Para que puedas empezar otra revuelta?

—Por favor, Yrre. Me iré de aquí, lo juro.

Suplicaba por su vida y eso era lo que había estado esperando.

—Sí, sí que lo harás.

Hundió su espada lentamente en el cuello de Agor sin dejar de mirarle a los ojos, mientras él dejaba caer la espada y agarraba con las dos manos la hoja que le estaba sesgando la garganta. Yrre fue testigo de cuando la vida abandonó su cuerpo. No sintió nada, no se alegraba de haberlo matado, tampoco le entristecía la situación.

De repente, el cuerpo de Agor se desvaneció en el aire.

Los gritos y vítores de sus hombres inundaron el lugar y el buscó con la mirada a los machos que habían apoyado a Agor.

—Tenéis dos opciones: morir o ayudar a levantar el poblado de nuevo. Ninguno de vosotros va a ser ejecutado a menos que incumpláis las reglas.

Eran unos quince hombres que se miraron unos a otros y, uno a uno, hincaron una rodilla en el suelo mostrando así su rendición.

—Mañana a primera hora os quiero a todos trabajando. Aart, enciérralos en los sótanos.

Su mirada buscó a Storm, el macho se mantenía erguido con los brazos cruzados sobre su pecho, parecía complacido.

—Hablemos —dijo pasando por su lado.

La nieve apenas dejaba ver más allá de cinco metros por delante de sus rostros ahora. Storm asintió y juntos subieron la colina hacia su hogar.

 

***

 

—¡France! —Aisha la llamó en cuanto la vio en el consejo.

—¿Dónde están Susan y Junior? —preguntó sin pararse.

—Con Lidia, Ariadna y Nora. Viggo también está con ellos, lo han traído los hombres.

—Bien.

Aisha se puso a su altura, ella daba largas zancadas, pero la chica lograba alcanzarla. No tenía ganas de discutir. Si Aisha se enteraba de que había abandonado a Yrre iba a largarle un buen sermón.

—¿Dónde está Yrre?

—Sacando a relucir su hombría.

—¿Qué?

Apretó el paso.

—Lo que has oído. Cargándose a su primo.

—Viggo nos ha contado lo de su poblado…

—Sí, ese tío es un puto tarado.

—Que Yrre acabe con él no me parece tan mala idea.

Frenó en seco.

—¿De verdad? Es extraño que apoyes algo así.

—No merece vivir si ha cometido esos horribles actos.

—Vaya, cada vez me gustas más.

Aisha sonrió.

—Lo sé.

¿Cómo coño lo sabía? Arrugó la frente.

—France, estoy bromeando.

—Ya empezamos, deberías avisar antes de hablar.

Aisha resopló.

—Vale. —Puso una mano en su antebrazo—, ¿Por qué no has vuelto con Yrre?

—No me ha dejado tocar a Agor, y créeme cuando te digo que lo habría matado de todas formas. Pero ese capullo de Yrre ha protegido a su primo. Y parece proteger también a Wica, su amante humana. Que me olvide —sentenció.

Aisha levantó una ceja.

—Es a su pueblo al que quiere vengar.

—Es a mi hijo al que ha osado llevarse —rebatió furiosa.

—Tienes que reconocer que lo respetas, si no habrías acabado con Agor, lo quisiera Yrre o no.

—He dejado que lo hiciera él porque Junior está con vida, no te equivoques.

—Si eso es de lo que quieres convencerte, adelante.

—Basta, Aisha.

Su amiga soltó el aire.

—Junior está bien. Bueno, no deja de decir que «casi» —Aisha levantó dos dedos de cada mano para imitar unas comillas—, mató a un hombre.

—Lo dejó como un maldito vegetal, sí. De lo cual me alegro, sabe defenderse.

Se disponía a seguir caminando, pero Aisha se puso delante.

—France, qué pasará cuando vaya al colegio y otro niño lo haga enfadar…

—Pues que le destroce el cerebro, así dejará de molestarlo.

—¡France!

—¿Ves? Tú tampoco sabes pillar una broma.

La rodeó y continuó andando cuando oyó a Aisha reírse a carcajadas. Se giró para mirarla sin cambiar el rostro serio. Aisha se tragó la última carcajada.

—¿Estás segura de que era una broma?

—Inocente —soltó antes de entrar en la habitación de Susan y Storm sin llamar.

—¡Mamá! —Junior corrió a sus brazos.

Ir a la siguiente página

Report Page