France

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Capítulo 20

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Capítulo 20

 

 

—No entiendo cómo consiguieron saltar tu protección —murmuró Viggo.

—Tengo una ligera idea.

—¿Me lo vas a contar? —pidió Viggo al notar su silencio.

Estaban sentados en los bancos de las mesas del comedor común del complejo, a la espera de que Storm regresara. Esto era solamente preventivo y la gente de Yrre, que aún estaban en el complejo, tendrían que volver a su poblado, o lo que quedaba de él.

—No —contestó al rato.

—France…

—¿Wica está aquí? —preguntó evitando el tema.

—Yrre me pidió que la trajera.

Una rabia incontenible trepó por su garganta. Yrre no merecía tener compañera, no merecía tenerla a ella y tampoco iba a tener a su humana.

Bebió de su botellín de cerveza, el alcohol no afectaba a los de su raza, pero le gustaba el sabor.

—¿Por qué no puedo saber lo que vas a hacer? —exigió Viggo sin sospechar nada de sus pensamientos.

—Porque tendéis a quitarme la diversión, y esta me la guardo para mí sola.

Viggo se echó a reír.

—De acuerdo, toda la diversión para ti.

—No lo dudes.

Mientras Viggo bebía cerveza miró su rostro. Deseaba que encontrara a su compañera, el hombre merecía ser feliz; como lo era su padre.

—Me hubiera gustado poder ayudar a recuperar a nuestro pequeño… y a mi madre.

—Algún día desarrollarás todos tus poderes y serás el mejor.

Viggo levantó una ceja.

—¿Eso ha sido un cumplido, France?

—Que va…

—¿Te apetece tener sexo?

Si esperaba que se sorprendiera por su petición lo tenía grave. En la cama se entendían, pero no estaba para fiestas eróticofestivas.

—No.

—Vaya, desde que tienes compañero…

—No, no lo tengo.

—¿Renuncias a tener a Yrre?

—Del todo.

—Mierda, pobre tío.

—Es fuerte, lo soportará.

Eso no era cierto, hasta el macho más poderoso de su raza moriría si su hembra no lo aceptaba. Pero estaba demasiado cabreada con él. Y no era precisamente por lo que había pasado con su hijo y con Agor. Había algo que había descubierto hacía tan solo un par de horas y que no le había gustado en absoluto.

—No será así…

—Déjalo, Viggo. No es tu problema.

—Es un buen tipo.

Dejó de golpe la botella en la mesa.

—Está bien, no es mi problema, captado. —Viggo levantó las manos en señal de rendición.

De repente se produjo un gran revuelo.

—Creo que ha vuelto mi padre. Voy a ver…

No se movió del sitio mientras observaba a Viggo cruzar la sala para salir. Tan guapo y tan ágil, no le extrañaba en absoluto que las mujeres perdieran la chaveta por un buen polvo con él. Y lo cierto es que él sabía aprovechar el tirón. A veces se preguntaba a sí misma si estar con Viggo no hubiera sido lo más fácil, o lo correcto. Una vez hubiera estado emparejada, Yrre no habría encontrado en ella a su compañera de vida. Por otro lado, pensar en ese macho enamorado de otra hembra le revolvía las tripas.

«Eso son celos», le dijo su mente. «Vete a la mierda», contestó. Igual sí que estaba tan tarada como se comentaba. Podría llegar a casa y pegarle un tiro al espejo, solo para sentirse mejor.

De repente un sonido de tacones invadió la sala, miró hacia la entrada y vio venir a Susan y a su hija Ylva. Aisha, Lidia, Ariadna y Nora iban pegadas a ellas y todas llevaban una gran sonrisa en sus jodidos rostros.

—¡Oh, joder! —dejo caer en voz alta.

—Venga, cuéntanos —inquirió Aisha.

Todas se sentaron, Aisha y Susan estaba una a cada lado de ella. Las otras se sentaron enfrente, ocupando el banco donde había estado Viggo.

—¿No estáis un poco apretadas? —preguntó ignorando a Aisha.

—Tienes compañero, queremos saber —espetó Ylva.

—Mira niña…

—¡France! —Aisha ya había puesto el grito en el cielo.

—¡No soy ninguna niña! Joder, France —exclamó la aludida.

—Para mí, sí.

—Storm y yo vamos a ser abuelos de nuevo —anunció Susan con una gran sonrisa en su bello rostro.

En el fondo no le extrañaba que Storm estuviera colado por esa humana.

—Enhorabuena —dijo sin ninguna emoción.

—No des esos saltos, tía France —soltó Ylva provocándola.

—No soy tu tía, te lo dije cuando eras solo una enana y te lo repito.

Ylva se carcajeó.

—Storm ha vuelto —anunció Lidia.

—Lo sé.

—Dice que todo está solucionado —añadió Ariadna.

—Me alegro.

Seguía sin mostrar ninguna inflexión en su voz.

—No pareces muy feliz, France —cuestionó Nora.

Hizo ademán de levantarse, se estaba cabreando. O emocionando, no sabía qué sentimiento era ese. Pero Aisha, la jodidamente dulce Aisha, le cogió la mano.

—Quédate France. Nos estás preocupando.

—No deberíais.

—Somos tus amigas —sentenció Susan.

Si ella supiera… No serían tan amigas.

Se sentó de nuevo dispuesta a terminar con esto.

—¿Qué queréis?

—Que seas feliz —dijo Aisha.

—Lo soy, ¿contentas?

—Tienes un problema, no sabes mentir.

—Una vez me dijiste que no estaba mal mentir para salvar a tu corazón, pues eso.

Aisha la miró sorprendida.

—Pero no a tus amigas.

—No hay manera, eres una hembra ilógica, no te entenderé jamás —gruño en un tono muy poco femenino.

Aisha la abrazó ante la atenta y no menos sorprendida mirada de todas.

—Yrre no ha venido, ¿por qué? —Aisha la soltó al notar su rigidez. De hecho, a ninguna de las otras mujeres les habría permitido tal cercanía.

También estaba el hecho irrefutable de que Aisha no amaba su vida lo suficiente.

Miró al techo.

—No lo sé, supongo que intuye mi rechazo.

—¿Rechazo?

—¿No aceptas a tu compañero?

—¿Por qué harías algo así?

—Él… morirá.

—No puedes ser tan egoísta, France.

El bombardeo llegó de tal forma que clavo la mirada en cada una de ellas.

—Chicas, chicas, dejad que se explique —intervino Aisha, poniéndose de su parte como siempre hacía.

—No voy a explicar nada, joder. No deseo ningún compañero y punto.

«Storm, vigila a Wica, no la dejes marchar. Las mujeres me tienen atrapada en el comedor, enseguida voy».

«Está bien, no tardes. No sé cómo pueden reaccionar las hembras del clan de Yrre, no hacen más que protegerla».

«Tiene que ver con el secuestro de Junior y Susan».

«No va a moverse de aquí», contestó cambiando el tono de voz a otro más grave.

—¿Te acabas de comunicar con Storm? —preguntó Susan.

«Mierda, esto no te lo esperabas», se dijo.

—Solo para que retenga a alguien, no es nada personal. —Y ella misma se acababa de sorprender dando explicaciones.

—No me importa que lo hagas, solo que… he notado algo.

France no contestó.

—Sé que Storm y tú…, por eso os habláis mentalmente, ¿verdad?

—¿Qué? —Ylva interrumpió a su madre.

Joder, no necesitaba esto.

—Deberías hablar de eso con él —soltó deseando marcharse. Ahora.

—No hace falta.

—Storm y tú, ¿estuvisteis juntos? ¿Os acostabais? —preguntó Nora.

Esto estaba pareciendo un juicio, y no iba a pasar por ahí.

—No te estoy juzgando —explicó Susan, que parecía leerle el pensamiento también —. Fue antes de conocerme y no voy a estar celosa por algo que pasó hace mucho tiempo.

Respiró tranquila. No le importaba que Susan se ofendiera o no; le importaba que Storm se alejara de la vida de Junior.

—Venga, estaba cantado, esas pullas entre vosotros solo las podían provocar el rencor o la confianza. Y vosotros dos habéis confiado siempre el uno en el otro —soltó Lidia.

Todas sonrieron, menos ella.

—Malditas humanas. Tengo que irme.

—¿Y qué pasa con Yrre?

—Nada, no pasa nada, ni pasará.

Se fue antes de que la cosa se desmadrara y tuviera que borrarles la memoria a todas permanentemente, algo que Elm, Elián, Neoh, Storm y Alistair, no iban a comprender ni aceptar.

—Que cabrona —se lamentó Ylva.

Había alboroto en la sala de reuniones y aceleró el paso.

—¿Qué pasa? —preguntó dirigiéndose a Storm que estaba rodeado de hembras cabreadas.

—Tú misma —contestó mirando a las mujeres.

—Yrre, vuestro líder, os espera en Canadá —gruñó cabreada, ya estaba harta de estas tías.

—Yrre, nuestro líder, espera que regresemos todas y eso incluye a Wica —declaró una de las hembras.

France la miró fijamente.

—Nena, no —advirtió Storm.

La chica que había hablado dio un paso atrás, aterrada.

—Nunca más me hables así o atente a las consecuencias.

—Lo… lo siento. Pero Wica…

—Wica debe responder ante mí por sus actos, y ahora largaos. Fuera de aquí.

Aart acudió a su lado y le habló en voz baja.

—Yrre no va a estar contento con esto.

—¿Tengo cara de que me importe? Ocúpate de tu gente, ya no sois bienvenidos aquí.

—France, joder. Tenemos que hablar —intervino Storm.

—Ahora no, tengo algo que hacer y requiere toda mi atención.

—Nos vamos —anunció Aart.

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