France

France


Capítulo 8

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Capítulo 8

 

 

Ningún componente de su raza hablaba así a un líder, y mucho menos un humano, sin recibir un castigo. En muchas ocasiones la muerte era el mejor de los castigos si antes no había sido torturado.

Y esa puta acababa de hablarle así a su líder, a Yrre. France caminó decidida guiada por las voces. Seguía jurándose a sí misma que si acababa con la humana sería solamente por esa razón, si Yrre no lo hacía antes.

—¡¿No dices nada?! —exigió Wica.

—Shh, niña —le advirtió una de las mujeres—. No hables así.

—¡Sabía que te acostabas con otras mujeres, lo sabía! Pero desde que huimos solo me querías a mí… y aparece esa…, esa loca, y te acuestas con ella sin tener en cuenta mis sentimientos.

¿Loca? Ella no estaba loca. Wica iba a sufrir antes de morir.

—No te dirijas a ella así, la respetarás en todo momento.

France ya había llegado hasta ellos, pero frenó en seco ante las palabras de Yrre.

—¡No respeto a las furcias!

—¡Wica! —exclamó otra mujer.

—¿Cómo la has llamado? —La profunda y amenazante voz del líder debería ser suficiente para atemorizar a cualquiera.

France terminaría boqueando como un jodido pez si no intervenía. La defensa del líder hacia ella la estaba dejando noqueada. Ningún macho había actuado así a su alrededor, todos daban por sentado que ella sola se bastaba.

—¿Qué mujer en su sano juicio va medio desnuda por estas montañas? Eso solamente me indica que es una fulana dispuesta a entregarse a cualquiera.

Yrre apretó los puños, ella podía verlo desde detrás. No es que conociera mucho al líder, pero eso no era una buena señal en ningún macho.

El resto de hombres se colocaron a su lado y observaron la escena con curiosidad.

—Si vuelve a salir una sola palabra sucia de tu boca, atente a las consecuencias, Wica. No olvides con quien estás hablando —advirtió de nuevo el líder.

Era demasiado blando para su gusto, ella ya le habría arrancado la piel a tiras.

—¿Por qué? —susurró Wica entre lágrimas.

Yrre no contestó, pero las hembras, las mismas que intentaban consolar a la humana, tenían tanta curiosidad como los hombres a su lado.

Dio un paso al frente para estampar a la mujer contra la pared, con solo levantar su mano desde la distancia, cuando notó un peso en su hombro. Miró a Aart y clavó sus ojos en los del hermano de Yrre, unos ojos muy parecidos a los del líder, y con solo esa mirada el macho apartó la mano negando con la cabeza al mismo tiempo. ¿Le estaba pidiendo que no interviniera?

—¡¿Por qué ella?! —volvió a preguntar la humana.

Podía ver la espalda tensa de Yrre. Parecía que se resistía a contestar.

—¡Contéstame! He tenido que soportar tus desplantes durante mucho tiempo.

Ya no lloraba; se envalentonaba, lo cual estaba a punto de terminar con su paciencia, que normalmente era poca.

—Creí…

—¿Creíste que no sabía que había otras? —cortó ella.

—Te lo repito, nunca he querido herirte.

—¿Qué he sido para ti? ¿Lo mismo que las otras? ¿Ella también es un pasatiempo?

Ya está, le iba a hacer explotar la cabeza y se iba a terminar la discusión. Y le daba exactamente igual que los sesos de esa tía se esparcieran por todas partes. Era consciente de que había una cúpula sobre ellos, una débil que cualquiera podía traspasar, pero no un niño. Supuso que los estaban dejando fuera de este teatro.

—No, ella es mi compañera —soltó Yrre señalando hacia detrás sin girarse.

Se oyeron varios jadeos de sorpresa y France miró su dedo que apuntaba hacia ella, se giró para buscar a la compañera de Yrre. Maldito cabrón, tenía compañera y se acababa de liar con ella.

Una carcajada invadió el espacio.

—Nena, creo que habla de ti —dijo Storm acercándose a ella, aun riéndose.

—¿Y tú qué coño haces aquí?

—Eso ya me lo has preguntado antes. No entremos en un bucle y atiende.

—¿Cómo voy a ser su compañera? ¿No se supone que debería saber algo así?

—Se supone. Pero, admitámoslo, eres un tanto rarita.

—¿Qué soy qué? —Se llevó una mano a la frente—. Esto no está pasando —dijo para sí misma.

—France… —Yrre se estaba acercando a ellos.

—No te acerques a mí —exigió señalándolo con un dedo acusador, lo que hizo que el macho se detuviera y le lanzara una mirada severa, que, dicho sea de paso, le importó una mierda. Le gustaba este hombre, pero no había tenido ningún síntoma de esos de pareja. Si hubiera notado algo habría corrido en dirección contraria.

—Joder, como me alegro de estar aquí. Cuando lo cuente en el consejo no me van a creer —declaró Storm.

—Tú vas a estar callado. ¿No tenías que estar follando o algo así?

Los jadeos de sorpresa y las miradas reprobatorias de las mujeres llamaron su atención. Sin embargo, algunos hombres contuvieron la risa a duras penas.

—Pandilla de estrechas.

—¡France! —Yrre levantó la voz en una clara advertencia.

—¡¿Qué?! ¿Se puede saber qué te has sacado de la manga? Si me estás utilizando para librarte de la humana tonta voy a cortarte los huevos.

Sabía que si no echaba chispas por los ojos estaba a punto.

—Si se me permite hablar… —empezó Storm—. Yrre, debo advertirte de que France nunca amenaza en balde, cuida tus partes nobles. Yo de ti, solucionaría esto inmediatamente.

Vaya, Storm, al menos, estaba de su parte. Aunque también se lo estaba pasando en grande, el muy cabrón.

—¿Y a vosotros dos qué os une? —preguntó Yrre bastante cabreado, o celoso, a saber.

—No es que te deba ninguna explicación, pero, nos une un nieto —soltó a bocajarro.

Si era verdad que ella era su compañera de vida, la noticia lo iba a joder bien.

—¿Tienes un nieto? —inquirió levantando una ceja y más cabreado aún.

—Tengo un hijo.

—¿Qué?

—Lo que has oído.

—No tienes compañero, joder. ¿Cómo has podido tener un cachorro?

—Es un niño, y sí, lo he podido tener sin compañero. Y, por cierto, ni lo tengo ni lo quiero.

El dolor en los ojos del líder traspasó su coraza. Acababa de herirlo.

—¿Y quién es el padre?

—Yo.

Todas las miradas fueron a parar a Viggo, que entraba en ese momento.

—¿Va a venir alguien más? Tal vez deberíamos reunir al consejo —dijo ella de modo sarcástico.

—A ver si me aclaro. —Esta vez fue Aart el que habló—. ¿Tienes un hijo con ese hombre sin ser compañeros?

—En mi linaje, las mujeres podemos tener hijos con quien nos dé la gana.

Se oyó una risita histérica.

—Vaya mierda de compañera te ha caído, Yrre. Que os jodan a los dos.

Wica no tuvo tiempo de salir hacia otra cueva. France se plantó ante ella y agarró su cuello con una sola mano.

—Normalmente suelo ignorar a las humanas. Pero tengo un especial interés en ti, básicamente en saber cómo crujen tus huesos bajo mi mano.

—¡France! —No diferenció demasiado bien de quiénes venían los gritos. Tampoco es que le interesara.

—Vamos, nena. Suéltala, no vale la pena. Es una simple humana. No quieres enfrentarnos a este clan por esto, ¿verdad? —Storm estaba detrás de ella y sus manos se apoyaban en su cintura mientras le hablaba al oído.

Los ojos de Wica estaban llenos de lágrimas y desorbitados. Se aferraba a su muñeca con las dos manos y el temor ante su inminente muerte apestaba todo el lugar.

—Tú lo has dicho, es una simple humana. No va a haber ningún enfrentamiento.

Apretó su agarre. Pero Yrre se plantó detrás de Wica y los miró fijamente, sus ojos iban de Storm a ella.

—France. Es su mascota, si te la cargas vamos a tener problemas. —Storm seguía hablando y tratando de convencerla.

Los ojos de Wica fueron a Storm, incluso en el mal momento en el que se encontraba sus iris destilaban furia. Era una humana con agallas, después de todo.

—¡Suéltala! —ordenó Yrre.

¿Estaba defendiendo a la humana? Este hombre no la conocía, no tenía ni la más remota idea de lo que era capaz de hacer.

—Estoy tratando de convencerla para que no mate a tu perra —gruñó Storm.

—Y yo te he dicho que la sueltes.

¿Se refería a Storm? ¿Quería que Storm apartara sus manos de ella?

—La suelto, pero si se carga a la humana, no me culpes.

France frunció el ceño. Wica no parecía importante en este momento.

—France es mía, mi compañera —dijo el líder de manera contundente.

Ya no pudo más, lanzó a Wica contra la pared y se plantó ante él. Oyó el quejido de la humana de fondo y sintió una gran satisfacción. Algunas mujeres corrieron a socorrerla.

—No soy tu compañera, no soy nada tuyo. Hemos follado y punto. Y ponle una mordaza a esa zorra o no va a vivir para contarlo, ¿estamos?

—Joder, ¿vas a follar con todos menos conmigo? —se lamentó Viggo.

Yrre giró su cabeza lentamente para encararse con el padre de su hijo. Este tenía una sonrisita petulante en sus labios. Acababa de bromear, algo que dudaba que Yrre hubiera apreciado.

Sus dudas se disiparon en cuanto Viggo abrió los ojos de manera desmesurada y se llevó las manos al cuello, entendiendo que el líder le acababa de cortar el suministro de aire.

Y todo ocurrió en un segundo. Storm se lanzó hacia Yrre y le asestó un puñetazo en la cara que lo hizo retroceder varios metros, empotrándolo en la pared y haciendo que varios trozos de roca volaran por los aires. Las mujeres gritaron y corrieron hacia el otro lado de la sala. Yrre se recuperó enseguida y se abalanzó sobre Storm. Se estaban sacudiendo el uno al otro, y estaban en igualdad de condiciones.

Yrre soltó el agarre sobre Viggo y este empezó a toser y a meter bocanadas de aire en sus pulmones.

Cuando los hombres dieron un paso adelante para defender a su líder se encontraron con una barrera invisible que no los dejaba avanzar.

—Quietos ahí —dijo señalándolos.

Viggo también intentó mediar en la pelea.

—Tú también.

—Alistair se va a cabrear por esto.

—¿Acaso ves que me importe? —Se apoyó en la pared y cruzó los brazos por debajo del pecho sin perder de vista el espectáculo.

Incluso se deleitó con los movimientos elegantes de los dos mientras se movían como si se tratara de un baile, calibrándose el uno al otro.

—¿Disfrutas con esto? —preguntó Viggo.

—¿Con ver cómo dos hombres defienden mi honor? Oh, sí. —Hizo una mueca cuando los dos machos chocaron sus cuerpos entre sí y siguieron vapuleándose.

—No están defendiendo tu honor, joder France, baja de la nube.

Yrre no estaba usando sus poderes, y ella sabía que estaban muy por encima de los de Storm, lo cual le estaba dando poderosas razones para creer que era un hombre íntegro y honorable.

—¿Dónde está Junior?

—Lo he dejado con las mujeres. Mi padre ha ido a buscarme para que lo ayudara a traer más comida. No los quiere merodeando por las montañas —dijo señalando con la barbilla a los hombres retenidos por ella.

Los lobos de los hombres también intentaban pelearse entre sí, pero ella no lo permitió.

—Bien, reúnete con ellas y protégelas. Alistair deberá estar preparado.

—¿Intuyes consecuencias?

—Las intuyo —aseguró.

—Mierda.

Los dos miraron a los hombres.

—¿Vas a dejar que se maten?

—Oh, no lo harán, son lo suficientemente inteligentes.

—Mi madre se va a cabrear por esto. No le gusta ver a mi padre magullado.

—Es humana —dijo como si con esa frase quedara todo explicado.

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