France

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Capítulo 15

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Capítulo 15

 

 

—Aquí, están aquí. —Storm no daba crédito.

—Lo sé, pero ya no puedo seguir la estela de Junior —dijo intentando mantener la calma y no hacer explotar toda la maldita montaña.

—Estamos cerca de la frontera con Canadá…

—Ha sido el clan de Yrre —contestó sabiendo que Storm pensaba lo mismo.

—Soy incapaz de seguir el rastro, ¡joder! —exclamó cabreado, mirando a su alrededor.

Estaban en un pico alto y nevado, al lado de una caldera, y sabía que debajo de sus pies había un entramado de cuevas. Susan y Junior estaban ahí debajo, pero no conseguían saber exactamente en dónde. Y esa montaña en particular era un viejo volcán latente, aunque podía explotar en cualquier momento, o alguien podía acelerar el proceso. No sabía si Agor tenía ese poder.

—¿Cómo lo hacemos? —preguntó Storm.

—A la vieja usanza.

—Mierda.

—Esto es culpa mía —admitió.

Storm arrugó la frente.

—¿Qué coño has hecho?

—Amenazar a Agor, el primo de Yrre.

—¿Por ese idiota es por el que huyeron de sus tierras?

France resopló.

—Sí, están en nuestras tierras.

Storm la cogió del brazo.

—Esa costumbre tan tuya de no explicar las cosas nos va a dar un disgusto, joder. ¡Se trata de Susan y Junior!

—Lo sé, Storm. No tengo ni idea de cómo han podido saltar mi protección.

—Pues lo han hecho.

Se mantuvieron la mirada.

—Yrre no dejará que le pase nada a mi hijo…

—¿Y qué hay de Susan?

Por la compañera de Storm no pondría la mano en el fuego. Ella había retenido a Wica, y por el desesperante aprecio que Yrre le tenía, bien podía tomarse la revancha con Susan. ¿Yrre haría eso?

—Vamos a buscarlos —optó por desviar el tema.

—¿Te vas a meter ahí con esos taconazos?

—¿Qué problema hay?

Storm se rascó la cabeza.

—Ninguno, supongo.

—Pues vamos.

—¿Por dónde empezamos?

—Ven.

 

***

 

—Joder, me siento un inútil —masculló Viggo, en cuanto su padre y France desaparecieron.

—Tranquilo hijo, los traerán de vuelta —lo calmó Neoh.

Yrre se acercó a él.

—Están tardando mucho. Puedo ayudar.

Esa compañera suya había desaparecido junto a Storm hacía más de una hora, le estaba dando espacio para ir a buscar a su hijo. Pero no permitiría que se pusiera en peligro.

Viggo era tan alto como Yrre y lo miró directamente a los ojos.

—No creo que sea de tu incumbencia, a no ser que hayas tenido algo que ver en la desaparición de mi madre y de mi hijo.

Yrre se quedó paralizado.

—¿Sospechas de mí o de mi gente? Creí que se habrían perdido…

—No os conozco. Habéis aparecido aquí y todo han sido problemas. Y dudo mucho que mi madre tenga la brillante idea de salir al bosque con mi hijo solo para perderse.

—Basta, Viggo…

Alistair empezó a mediar.

—No, tal vez tenga razón —murmuró Yrre—. Buscando protección para los míos os he metido en esto. Sé quién puede estar detrás, si es que están retenidos.

—¿Alguien que conoces?

—Hoy he sabido que mi primo Agor ha estado aquí. France y él se han enfrentado. Pero no tengo ni idea de cómo han llegado hasta el pequeño. —Miró a Viggo—. Ni a tu madre. Lo siento.

Viggo se dirigió a la salida.

—Viggo, espera —Neoh cogió su brazo.

—Es mi hijo, iré a buscarlo.

—Nosotros te ayudaremos —ofreció Tahiél.

No podían establecer conexión mental con France, o eso parecía. Así que lo intentó.

«Comprobaré a Agor». Esperó, pero ella no contestó.

—Voy a intentar ayudar.

—¿Cómo? —preguntó Elm, uno de los hermanos de Neoh.

—Iré con mis hombres al lugar en donde había quedado con mi primo. Sí él sabe algo de esto se lo sacaré.

—¿Podemos confiar en ti? —inquirió Val, que también estaba allí.

—France es mi compañera, nunca consentiría que le pasara nada.

—Sois una curiosa pareja, pero por mí no hay problema, haz lo que creas oportuno. Tu gente se quedará aquí —decretó Alistair.

—Gracias.

—No me las des, son mi salvoconducto. No les haremos daño, pero quedan retenidos hasta que aparezcan Susan y Junior.

«Joder».

—Me parece justo.

Hizo una señal a sus hombres, y juntos salieron del lugar.

Una vez fuera se desvanecieron para ir hasta el lugar indicado por Agor, algunos de sus hombres no tenían esa capacidad, así que los compañeros los llevaron.

—¡Agor! —gritó golpeando la puerta.

Podía entrar desmaterializándose, pero no sabía lo que se podía encontrar dentro y no le apetecía quedar encajado dentro de un muro.

La puerta se abrió y uno de los hombres de Agor sonrió.

—Vaya, has tardado poco. Pasad, Agor esperaba vuestra visita.

Yrre lo apartó de un manotazo y entró. Agor estaba tumbado sobre varias pieles de oso cerca de una chimenea. Ellos podían regular su temperatura corporal, pero no le hacían ascos a un buen fuego.

—¿Por qué, Agor? Íbamos a reunirnos mañana…

—He cambiado de idea.

—¡¿Por qué?! —repitió con un gruñido.

—Digamos que el vínculo que te une a esa hembra es fuerte, muy fuerte. Así que se ha convertido en mi mejor baza.

Yrre se envaró, con mucho gusto le partiría el cuello. Pero tenía en su poder a un niño inocente que, además, era hijo de France.

—No hagas daño a ese crío…

—Eso depende de ti —advirtió levantándose.

—Maldita sea, no uses el clan de Alaska para conseguir tus propósitos.

—Utilizaré todo lo que esté en mi mano, Yrre.

—¿A un pequeño?

—A tu compañera no la hubiera atrapado. Y harás lo que sea por ella.

Definitivamente, Agor necesitaba morir. Y él iba a terminar lo que había empezado su tío.

—Juro que acabaré contigo si algo les pasa.

—Primero deberás encontrarlos.

—Y después te destruiré, Agor.

Agor entornó los ojos. Y levantó la mano para frenar a sus hombres que estaban esperando una sola orden para atacar.

—Sabes que no puedes hacer eso, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa socarrona, además de deformada.

—Nada me frenará, ni siquiera perder mi herencia. Y te advierto que si lo pierdo todo iré a por ti.

Dio media vuelta y salió disparado tras la estela de France, solo él podía saber en dónde se encontraba y el lugar no le gustó en absoluto.

«Vigiladlos», ordenó mentalmente a su hermano Aart.

Media hora más tarde volvió a materializarse en la cima de la montaña, el antiguo volcán era inestable, y pequeñas columnas de humo salían de entre las rocas cargando el ambiente de un azufre casi irrespirable.

Maldito Agor. Sabía lo que se proponía: entretenerlo para hacerse con el control del clan, pero en este mismo instante le daba igual.

Caminó por la cima buscando una grieta lo bastante grande como para colarse dentro. La montaña rugía de vez en cuando y cada vez que eso pasaba una punzada atravesaba su estómago. En su raza eran invencibles, pero si Agor hacía que la montaña cediera. Ninguno de ellos saldría con vida de allí. Y, por desgracia, su primo había empezado a mecer las rocas.

Maldita sea.

Ya no podía seguir el rastro de France, el azufre lo impedía de la misma manera que embotaba todos sus sentidos. No veía con claridad ni discernía los sonidos lejanos, algo que los ponía en peligro indudablemente.

 

***

 

—¡Joder! —gritó Storm apartándose de la lluvia de polvo que se desprendía del techo.

—Debemos ir más rápido, esto está cada vez más inestable.

Se giró para mirarlo, era tan alto que tenía que curvarse para caminar, y lo hacía de lado ya que estaban en una gruta demasiado estrecha.

—No puedo permitir que esto los alcance, France.

—También está ahí mi hijo. Storm, los encontraremos.

Tenía la esperanza de que en algún momento pudiera detectar la presencia de Junior. Si algo le pasara a su hijo…, no quería ni pensarlo.

De pronto todo empezó a temblar de nuevo y se apoyó en la pared. Storm se acercó a ella y apretó los puños gruñendo. Sabía que estaba haciendo lo mismo que ella; apaciguar a la montaña, intentar que las rocas permanecieran en su sitio. Quería llamar a su hijo a gritos, pero podía provocar un hundimiento absoluto y sepultarlos a los cuatro.

—Vamos, parece que ya se ha calmado.

—Ese cabrón de Agor, ¿qué clase de poderes tiene? —preguntó Storm reteniendo a duras penas su ira.

—No lo sé, Pero te puedo decir que si son como los de Yrre…

—Puede acabar con nosotros —terminó por ella.

—Tiene ventaja, aquí adentro somos vulnerables. Pero lo conseguiremos, necesito a ese niño, y tú a los dos.

Cogió su brazo y continuaron descendiendo. Las lágrimas, esas que debía hacer milenios que no resbalaban por su rostro, descendieron sin ningún impedimento. Había poco oxígeno, su hijo aguantaría un poco más que Susan al ser de pura raza, aun así, terminaría faltándole también. Ella lo sabía y Storm también.

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