France

France


Capítulo 17

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Capítulo 17

 

 

—Susan está sufriendo, está débil, puedo sentirlo. Pero sigo sin encontrar su ubicación exacta.

Storm estaba sudando, igual que ella. Cada vez estaban adentrándose más, y ya habían pasado por varias cuevas inundadas de lava incandescente. Ni siquiera podían regular sus cuerpos con eficacia, esto era demasiado.

—No les debe quedar demasiado oxígeno —vaticinó France sin temor a equivocarse.

—Espero que estemos cerca.

—Lo estamos —dijo mientras se quitaba ropa.

—France, no hagas eso, tu piel se pude quemar si no llevas algo que te proteja.

Rompió parte de los pantalones y parte de la cintura, como resultado; una especie de shorts y un sujetador, que sería de lo más sexy si no estuvieran en la situación en la que estaban, fue lo único que cubrió su cuerpo.

—Es látex y está empezando a derretirse, me voy a quemar de todas formas.

Storm resopló.

—Tú y tus extrañas costumbres.

—Ya me lo dirás cuando tus pelotas empiecen a hervir.

—No seas tan gráfica, joder. Tiendo a visualizar y no me gusta lo que veo.

—Mierda.

Habían llegado a una cueva y no había continuación.

—Si volvemos atrás perderemos demasiado tiempo.

—Están al otro lado —anunció Storm sorprendido como si ella no lo supiera.

—Lo sé.

France miró hacia arriba.

—Podemos intentar pasar por ese agujero.

—Yo no lo conseguiré, France.

—Lo sé, tienes el culo demasiado gordo.

—Joder, gracias. ¿Quieres que te suba?

—No.

No quería que la tocara, ningún macho podía tocarla después de Yrre.

—Ah, joder. Ya te lo has tirado —afirmó Storm adivinando su pensamiento.

—No voy a hablar de eso.

Storm se rio sin ganas.

—De acuerdo.

—¿De acuerdo?

—No preguntaré, si es eso lo que quieres.

France lo miró extrañada mientras se elevaba levitando en el aire.

—Estuvo bien. Es un empotrador nato.

—Menos mal que no querías hablar de eso.

—He cambiado de opinión —contestó asomando la cabeza por el agujero en la roca.

—¿Y necesito saberlo?

—No, pero… Espera un momento.

Storm se puso a su altura haciendo un gran esfuerzo, se le acababa la energía que France aún parecía conservar.

—Déjame mirar.

—Es Susan.

Y estaba desmayada.

—¡Susan! —gritó Storm.

Ella no contestaba, aunque tenía signos vitales.

—Tengo que entrar ahí.

—Déjame intentarlo, no hay señales de Junior. —Su voz sonó algo ahogada, temía por su hijo. Pero de repente lo notó.

—Está bien, Junior está bien —dijo eufórica.

—No puede andar lejos. Ese enano es listo, como el cabronazo de su abuelo.

—Es inteligente como su madre; ese ser maravilloso que lo trajo al mundo —contraatacó ella esforzándose por pasar por la pequeña grieta —. No insistas, soy bastante más lista que tú.

Se imaginaba la mueca en la cara de Storm, lo conocía demasiado bien.

—Hacía tiempo que no tenía tu trasero a esta distancia.

Se quedó quieta un segundo. Estaba segura de que había notado el aliento de Storm en uno de sus glúteos.

—No me interesa tu culo, nena, sino el de la mujer que está ahí adentro.

—Ya, por eso lo estás mirando…

Ya había saltado dentro. Podía desmaterializarse para acceder al interior de la cueva, pero debía conservar las fuerzas para sacarlos de allí. Storm no lo admitiría, pero él ya no podía usar los poderes. La montaña los había desgastado demasiado.

—Aisha te está volviendo medio humana; lo del sarcasmo es nuevo.

—Olvídame, Storm. Susan —la llamó tocándole el hombro después de llegar hasta ella—. Susan, soy France.

Un pequeño quejido salió de su boca y abrió los ojos.

—¡Junior! —exclamó la compañera de Storm mirando a su alrededor—. Oh, Dios. Junior estaba aquí.

Le costaba coger aire.

—Nena, aquí arriba. ¿Estás herida? —No podían verlo desde esa posición.

—Estoy bien, cariño. Solo… me cuesta respirar…

—Os sacaremos de ahí.

—¿Dónde está Storm Junior? —preguntó France cada vez más preocupada.

Susan arrugó la frente y France supo que acababa de llamar a su hijo por su nombre completo, pero no le importaba, no en este momento.

—Estaba aquí, no hay salida…

—¡Mamá!

Junior corrió hacia ella saliendo de detrás de una roca. France soltó el aire. Aunque podía sentirlo cerca, quería verlo.

—¡Cariño! ¿Dónde estabas? —Lo abrazó y evitó soltar las lágrimas que pugnaban por salir.

—No te preocupes, he cuidado de la abuela Susan. Solo estaba buscando una salida, pero no hay —arrugó su pequeña carita—. ¿Cómo nos has encontrado?

Era un pequeño hombrecito valiente y ella estaba sumamente orgullosa.

—Por ahí —señaló hacia el agujero en el techo.

—Eh, valiente, gracias por cuidar de la abuela.

—¿Abuelo?

—Sí, aquí arriba. Según tu madre no puedo meter el trasero por aquí. Lo malo es que tiene razón.

El pequeño se echó a reír.

—¿Te ha llamado gordo?

—Algo así, pero ya ajustaremos cuentas, sabes que siempre gano a tu madre.

Junior frunció el ceño.

—Eso no es verdad, mi madre es la mejor.

—Vaya, que bien lo has educado.

—Como tiene que ser —decretó contenta con la idea.

France y Storm estaban intentando aligerar el ambiente, por eso bromeaban.

—Susan, ¿estás segura de que no estás herida? —preguntó ayudándola a incorporarse.

—No huelo sangre. —La voz de Storm se oía de forma gutural a través del boquete.

—No, no lo estoy. Pero tú sí, France. Llevas todo el cuerpo arañado.

Iba a contestar cuando su hijo le tocó el brazo.

—Mamá, he matado a un hombre.

—¡¿Qué?! —exclamaron los tres a la vez.

—La abuela estaba durmiendo…

—Desmayada —lo corrigió.

—Durmiendo —insistió el niño, así que lo dejó correr.

—Y vino un hombre, bueno, apareció de repente.

—Joder —susurró Storm desde el otro lado.

Junior rompió a llorar, tal vez impresionado por sus reacciones.

—No pasa nada, cariño. ¿Dónde está ese hombre? —pregunto suavemente, acariciando su infantil rostro.

—Yo no quería matarlo, me has dicho muchas veces que no debo hacerlo, que ya lo harías tú… pero no estabas.

—¿Le has dicho a tu hijo que matabas gente?

France abrazó al pequeño levantándolo del suelo.

—Cállate Storm, o le digo a tu compañera que me has estado mirando el culo.

Susan se echó a reír entre toses.

—Es un hombre, pero recuérdame que… —miró a Junior intentando elegir las mejores palabras—, no le deje jugar por las noches.

—Lo haré —aseguró France.

—Maldita sea, France —gruñó Storm.

—Te jodes —contestó ella.

—¡Mamá! Eso es una palabrota —exclamó el pequeño dejando de llorar.

Resopló.

—Indícame dónde está ese hombre, Junior. —Miró a Susan—. En seguida volvemos.

Cuando ella asintió, dejó a su hijo en el suelo, y cuando él cogió su mano, la arrastró por un laberinto de pasillos.

—¿Te duele? —preguntó su hijo mirando una herida en su cadera.

—Solo escuece, pero pronto sanará.

—Ah, vale. Mamá, ¿no te enfadas porque he matado a ese hombre?

Observó a su hijo. Llevaba unos vaqueros de esos caídos le gustaban y los había pedido en la última tienda a la que habían ido y una sudadera azul, que ahora se alegraba de haberle comprado, por lo menos lo abrigaba lo suficiente. Aunque para estar en este lugar no le hiciera demasiada falta.

—Ha sido para defender a la abuela, ¿verdad?

—Te lo prometo.

—Entonces, no me enfado.

—¡Bien!

Cuando dieron la vuelta a una roca vio al macho tirado en el suelo y estaba vivo. Era un hombre corpulento, indiscutiblemente uno de los hombres de Agor. Su cuerpo estaba en una posición bastante extraña y tenía la mirada perdida.

—¿Cómo lo has hecho?

—Mamá, yo solo deseé con todas mis fuerzas que se volviera tonto y así no sabría dónde estaba y no podría encontrarnos.

France reprimió la risa a duras penas. Su hijo le había hecho puré el cerebro a ese tipo, casi que era mejor que estuviera muerto, porque iba a necesitar babero y pañales el resto de su existencia, y en su raza, eso era mucho tiempo.

—No está muerto, Junior. Pero vamos a tener que trabajar esos deseos tuyos, si esto se te va de las manos vamos a tener más de un problema. De momento, no desees cosas con mucha fuerza.

Era una conversación surrealista y lo sabía, pero era un crío.

—Vale. Tengo sueño.

—Enseguida voy contigo. Ahora ve con la abuela, voy a hacerme cargo de él —explicó señalando al tipo babeante.

—¿Se recuperará?

—Sí, claro —mintió—. Anda, ve.

Le dio un suave y cariñoso cachete en el trasero y estuvo atenta hasta que oyó a su hijo hablar con Susan y Storm.

También tenía que pensar en la manera de salir de aquí. Sus cuerpos necesitaban recuperarse durante al menos unas horas. Pero Susan no tenía ese tiempo y Junior era demasiado pequeño. Haría lo que estuviese en su mano por sacarlos a todos.

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