Fotos

Fotos


Madrid. Sede de VidaPlus. Campo de Las Naciones

Página 19 de 32

Madrid. Sede de VidaPlus. Campo de Las Naciones

Día 16. Perteguer aparcó su coche frente a las oficinas de VidaPlus en los recintos feriales de Madrid. Faltaban dos días para la fecha señalada por Dante para volver a actuar. Pedro y rafa subieron hasta la oficina de Mouton, el jefe de los investigadores de la aseguradora. Estaba detrás de su gigantesca mesa atusándose su curioso y puntiagudo flequillo.

—¿Qué le trae otra vez por aquí, inspector? Veo que esta vez no viene solo…

—Este es mi colaborador Pedro Puig. Echas las presentaciones iré al grano: ¿Por qué fue usted a visitar a Fuster?

—¿Cómo?

—Fuster. El Escorial. Dante. ¿Le refresco la memoria?

Mouton comprendió que sus interlocutores sabían de lo que hablaban y abrió un cajón de su mesa. De ella sacó tres folios doblados por la mitad. Se los tendió a Perteguer. Eran fotocopias de los textos de Dante de los accidentes ocurridos.

—¿De dónde ha sacado esto?

Mouton tragó saliva. Sacó un cigarro de su chaqueta y lo encendió sin ofrecer.

—«Dante», como usted le llama… nos está haciendo chantaje desde hace una semana. No se lo dije porque amenazó con causar una catástrofe si trascendía a la policía todo este escándalo.

—¿No será que es usted quien teme que trascienda…?

—También. El caso es que no sabía qué hacer…

—Ocultar info a la poli es delito… ¿Lo sabes, Mouton?

Mouton se pasó las manos por la cara y se derrengó en su gigantesco sillón de piel. Estaba desesperado.

—Lo sé… lo sé… pero creí por un momento tener a ese maldito…

—No es Fuster.

—Eso está por demostrar.

—Necesito tomarle declaración en comisaría. Creo que maneja más información útil.

—¿Me está deteniendo?

—Digamos que pasa a engrosar mi equipo de colaboradores. Pásese esta tarde por esta dirección.

Perteguer tendió una tarjeta a Mouton.

—¿Una comisaría?

—Sí. Es un sitio donde los policías trabajamos… No nos haga esperar mucho esta tarde…

Pedro y Perteguer salieron del despacho y se dirigieron al ascensor. Una vez dentro, Pedro miró a Perteguer.

—¿No le detienes?

—¿Para qué? Si está deseando que le saquemos de esta… Ya verás como esta tarde está a las cinco en punto en mi despacho…

Sonó el teléfono de Perteguer.

—¿Perteguer? Soy Iris. Dante me ha vuelto a hacer un pedido…

—¿Cuándo?

—Lo quiere para mañana. Es otro texto con cara.

—Voy para tu estudio. No te muevas de allí.

Perteguer colgó el teléfono y encendió un cigarrillo. Pedro se lo quitó de la boca sin dejar de mirar la carretera.

—¿Dónde vamos, marqués?

—A Móstoles.

—¿A conocer a la morenita?

El Córdoba amarillo se detuvo a las puertas del estudio de fotografía de Iris y su padre. Ambos estaban dentro trabajando en el revelado de unos rollos de película.

—Hola Iris.

—Hola polizonte. Vamos al despacho. ¿Quién es el hawaiano?

Pedro y Perteguer siguieron a Iris hasta el despacho de la planta superior. Una vez allí tendió una carpeta al policía. Contenía un folio con un nuevo texto:

—«Aquí mi alta invención fue ya impotente, y cual rueda que gira en vueltas bellas, el mío y su querer movió igualmente el Amor que al sol mueve las estrellas». Sigue en sus trece… ¿El mismo nombre y la misma dirección?

Iris asintió sin dejar de mirar a Pedro. Luego, como si saliera de un trance, tendió un sobre salmón con dos sellos y una dirección.

—Y este es el paquete. Ya se lo enviáis vosotros… o hacéis lo que os parezca.

Perteguer cogió el paquete y sacó una tarjeta de su bolsillo. Abrió la puerta del despacho.

—¿Os vais?

Perteguer le tendió la tarjeta a Iris.

—Te he puesto una patrulla de vigilancia.

Iris frunció el ceño y tiró una carpeta sobre la mesa.

—¿A mí?

—Para protegeros. Me mosquea que Dante siga haciéndote pedidos… No te molestarán ni a ti ni a tus amigos. De hecho ni los verás por aquí. Tan solo ten su teléfono y llama si ves algo raro.

La potente voz de Lora sonó por todo estudio.

—¡Jacin! ¡Me encanta la fotografía!

Tras un stand de Kodak aparecieron Lora y Marta; esta última se percató de la presencia de Perteguer y pegó un codazo a su compañero. Iris los miraba intrigada.

—¿No serán esos verdad…?

Perteguer asintió sin dejar de mirar a la pareja. Iris cerró la puerta del despacho de un portazo y les dedicó una mueca.

—¿Así que ni los veré por aquí? ¡Vaya!

Lora y Marta desaparecieron por la puerta principal del laboratorio y entraron en un Renault 5 blanco aparcado en la acera opuesta.

—Bueno, Iris. Trabaja diviértete. Y por ellos no te preocupes, que son muy majos… y excelentes profesionales…

Montaron en el Córdoba y marcharon para Madrid. Perteguer sacó su teléfono y realizó una llamada.

—¿Emilio? Hazme un favor. Móntame un operativo en Correos, desde ya. Luego te lo explico.

Una vez en la comisaría encontraron el último informe que les había redactado Jose sobre la mesa del despacho de Perteguer. La única pega resultó ser que el comisario Velázquez estaba sentado tras ella.

—¡Perteguer! ¡Dichosos los ojos! ¿Qué tal has dormido hoy?

Perteguer se sirvió un café, frío, en una taza amarillenta y se sentó frente a Velázquez. Encendió un cigarrillo y cogió la carpetilla del informe.

—No he dormido en toda la noche…

—Te vamos a retirar del caso.

Perteguer se levantó furioso y tiró la carpeta sobre la mesa.

—¡Ni de coña!

—¡Perteguer! ¡Trabajas para esta comisaría! ¡Tengo cinco casos abiertos sin inspectores disponibles! Y encima me entero de que has enviado a Lora y de Mingo a una vigilancia. ¿Para qué, si puede saberse?

—¡Mira, Víctor! ¡Cómo no me dejes seguir con esto una semana más me piro de tu comisaría; ya sea una baja, una excedencia o un expediente por quemar tu puto coche! ¡Así que no me jodas y déjame trabajar en paz!

Velázquez engulló dos chicles de nicotina y se levantó como un energúmeno de la mesa.

—¡Muy bien! ¡Ya tienes motivos para tu expediente! ¡Vas a estar un mes sin sueldo por esta chulería!

El comisario salió del despacho dando un portazo que hizo temblar la foto del Rey que colgaba sobre la mesa.

Pedro se sentó con cara de sorpresa frente a Perteguer, que ya se había sentado y leía tranquilo el informe.

—Bueno… qué buen rollo laboral…

—No tenemos nada… Aquí dice: «Cuando ibas a la hoguera no movías así; pero ¡cuan presto cuando acuñabas los florines era!». Canto XXX, cantiga I… Castigo de los falsificadores… nada de nada…

—Se va a cepillar a tres falsificadores.

—Muy bien… ¿Y de qué? ¿De discos pirata? Por ahora solo podemos seguir la pista de este paquete. Así que vamos a llevarlo a Correos. Emilio viene para acá.

—¿Emilio? No por favor…

—Sí, señor Puig…

Emilio traspasó la puerta del despacho de Perteguer y clavó su mirada en la de Pedro.

—… El sentimiento es mutuo… Hola Raf.

—Hola Emi. Dante necesita recibir este paquete y ha dado una dirección falsa.

—Pues tendrá que ir a cogerlo a Cibeles… Tengo a cinco agentes en ventanilla y otros tres en información telefónica. ¿Cuándo piensa recibirlo?

—Mañana. Es urgente.

—Pero todavía no ha usado la lámina que tiene repetida… ¿Para qué querrá esta última?

—No sé… Hagamos balance. Dentro de dos días pretende cometer un doble atentado contra falsificadores. Luego está esta última lámina que usaría dentro de dieciséis…

—Se le ha acabado el chollo. Mañana dormirá en Alcalá-Meco…; Por cierto. Patricia ha mandado un telegrama. Dice que está bien.

Perteguer clavó una intrigada mirada en Emilio.

—¿Y qué más?

—Nada más… que está bien. Con fecha de esta mañana. Desde Cáceres. Así que a lo mejor esta noche la tienes en casa…

—Muérete. ¿Quieres?

Ir a la siguiente página

Report Page