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Notas

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Leadership Quarterly, 13, número 5, 2002, págs. 601-604. <<

[94] Daniel Kahneman,

Thinking Fast and Slow, p. 216. <<

[95] John U. Ogbu,

Minority Education and Caste: The American System in Cross-Cultural Perspective. Nueva York: Academic Press, 1978. <<

[96] M.K. Rothbart

et al., «Self-regulation and Emotion in Infancy», en Nancy Eisenberg y R.A. Fabes (eds).

Emotion and Its Regulation in Early Development: New Directions for Child Development, número 55, San Francisco: Jossey-Bass, 1992, págs. 7-23. <<

[97] Son muchas las disciplinas científicas que consideran que el autocontrol es esencial para el bienestar. Los especialistas en genética de la conducta estudian en qué medida esa habilidad se debe a nuestra dotación genética o a la familia en que hemos crecido. Los psicólogos evolutivos, por su parte, se ocupan de determinar el modo en que, en la medida en que maduran, los niños van desarrollando aquello que les permite mejorar progresivamente la demora de la gratificación, gestionar sus impulsos, autorregularse emocionalmente, planificar y ser más conscientes de sí mismos. Los profesionales de la salud advierten de la existencia de un vínculo entre el autocontrol y la longevidad. Los sociólogos se centran en el bajo autocontrol como predictor de la delincuencia y la dificultad para conseguir trabajo. Los psiquiatras tienen en cuenta diagnósticos infantiles como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad en la infancia y, en la vida posterior, los trastornos psiquiátricos, así como también fumar, incurrir en conductas sexualmente inseguras y el hecho de conducir bebido. Por último, los economistas especulan con la posibilidad de que el autocontrol contribuya tanto al bienestar económico como a la reducción de la delincuencia. <<

[98] Posner y Rothbart, «Research on Attention Networks as a Model for the Integration of Psychological Science». La red en que se asienta el sistema de alerta combina el tálamo con la corteza parietal y frontal y se ve modulada por la acetilcolina. La orientación, por su parte, incluye estructuras procedentes de la región parietal superior, la unión parietal temporal, los campos oculares frontales y el colículo superior y está modulada por la norepinefrina. La atención ejecutiva, por último, implica al cingulado anterior, la zona ventrolateral de la región prefrontal y el área de los ganglios basales y se ve modulada por la dopamina. <<

[99] Aunque la atención selectiva parezca tener cierto componente hereditario, tiene poco o nada que ver con la alerta, es decir, con la predisposición a lo que pueda ocurrir a continuación. Véase J. Fan

et al., «Assessing the Heritability of Attentional Networks»,

BMC Neuroscience, 2, 2001, p. 14. <<

[100] Lawrence J. Schweinhart

et al.,

Lifetime effects: The High/Scope Perry Preschool Study Through Age 40. Ypsilanti, MI: High/Scope Press, 2005. <<

[101] J.J. Heckman, «Skill Formation and the Economics of Investing in Disadvantaged Children»,

Science, 312, 2006, págs. 1900-1902. <<

[102] Terrie E. Moffitt

et al., «A Gradient of Childhood Self-Control Predicts Health, Wealth and Public Safety»,

Proceedings of the National Academy of Sciences, 108, número 7, 15 de febrero de 2011, págs. 2693-98, http://bit.ly/15t4Vj2. <<

[103] Fueron valorados por personas tan distintas como profesores, padres, observadores entrenados y ellos mismos, a las edades de 3, 5, 7, 9 y 11 años. <<

[104] June Tangney

et al., «High Self-control Predicts Good Adjustment, Less Pathology, Better Grades, and Interpersonal Success»,

Journal of Personality, 72, número 2, 2004, págs. 271-323. <<

[105] Tom Hertz, «Understanding Mobility in America», Center for American Progress, 2006. <<

[106] Quiero expresar mi agradecimiento a Sam Anderson, a cuyo artículo «In Defense of Distraction» debo esta idea.

New York, 17 de mayo de 2009. http://nym.ag/CiVTS. <<

[107] Jeanne Nakamura, «Optimal Experience and the Uses of Talent», en Mihalyi e Isabella Csikzentmihalyi (eds.),

Optimal Experience. Nueva York: Cambridge University Press, 1988. <<

[108] Richard Davidson y Sharon Begley,

The Emotional Life of Your Brain. <<

[109] Adele Diamond

et al., «Preschool Program Improves Cognitive Control»,

Science, 318, 2007, págs. 1387-1388. <<

[110] Angela Duckworth y Martin E.P. Seligman, «Self-Discipline Outdoes IQ in Predicting Academic Performance of Adolescents»,

Psychological Science, 16, número 12, 2005, págs. 939-944. <<

[111] B.J. Casey

et al., «Behavioral and Neural Correlates of Delay of Gratification 40 Years Later»,

Proceedings of the National Academy of Sciences108, número 36, 6 de septiembre de 2011), págs. 14998-15003, http://bit.ly/17jFUR2. <<

[112] Jeanne McCaffery

et al., «Less Activation in the Left Dorsolateral Prefrontal Cortex in the Reanalysis of the Response to a Meal in Obese than in Lean Women and its Association with Successful Weight Loss»,

The American Journal of Clinical Nutrition, octubre de 2009, vol. 90, número 4, págs. 928-934. <<

[113] Walter Mischel, citado en Jonah Lehrer, «Don’t!»,

New Yorker, 18 de mayo de 2009. <<

[114] El relato aparece recogido en Buddhaghosa,

The Path to Purification (Bhikku Nanomoli, traductor). Boulder, CO: Shambhala Publications, 1979. I, p. 55. <<

[115] Justine Cassell

et al., «Speech-gesture Mismatches: Evidence for One Underlying Representation of Linguistic and Nonlinguistic Information»,

Pragmatics and Cognition, 7, número 1, 1999, págs. 1-34. <<

[116] Las expresiones faciales durante los conflictos maritales, que han sido codificadas utilizando el SPAFF (Specific Affect Coding System), predicen con exactitud el número de meses en que, en los siguientes cuatro años, se producirá la separación marital. En especial, las expresiones faciales fugaces de desprecio parecen tener un elevado valor predictivo. John Gottman

et al., «Facial Expressions during Marital Conflict»,

Journal of Family Conflict, 1, número 1, 2001, págs. 37-57. <<

[117] F. Ramseyer y W. Tschacher, «Nonverbal Synchrony in Psychotherapy: Relationship Quality and Outcome are Reflected by Coordinated Body-Movement»,

Journal of Consulting and Clinical Psychology, 79, 2011, págs. 284-295. <<

[118] Justine Cassell

et al., «BEAT: the Behavior Expression Animation Toolkit»,

Proceedings of SIGGRAPH’01, 12-17 de agosto de 2001, Los Ángeles, págs. 477-486. <<

[119] Cada una de las tres modalidades de empatía posee sus propios bloques de construcción y curso de desarrollo. La empatía, en todas sus facetas, depende de un gran número de estructuras cerebrales. Los lectores interesados en un estudio más detallado al respecto pueden ver Jean Decety, «The Neurodevelopment of Empathy»,

Developmental Neuroscience, 32, 2010, págs. 257-267. <<

[120] Para más detalles sobre cada uno de estos circuitos, véase Ezequiel Giechgerrcht y Jean Decety, «The Costs of Empathy Among Health Professionals», en Jean Decety (ed).

Empathy: From Bench to Bedside. Cambridge, MA: MIT Press, 2012. <<

[121] Alan Mulally, director general de Ford, citado en Adam Bryant,

The Corner Office, Nueva York: Times Books, 2011, p. 14. <<

[122] John Seabrook, «Suffering Souls»,

The New Yorker, 10 de noviembre de 2008. <<

[123] La «crueldad empática» se da cuando el cerebro de una persona refleja la angustia de otra y experimenta placer con su sufrimiento. D. de Quervain

et al., «The Neural Basis of Altruistic Punishment»,

Science, 305, 2004, págs. 1254-1258. <<

[124] Cleckley, citado en Seabrook, «Suffering Souls». <<

[125] Los lectores interesados en la disociación entre el procesamiento cognitivo y emocional que se produce en el caso de los sociópatas pueden ver, por ejemplo, Kent Kiehl

et al., «Limbic Abnormalities in Affective Processing by Criminal Psychopaths as Revealed by Functional Magnetic Resonance Imaging»,

Biological Psychiatry, 50, 2001, págs. 677-684; Niels Bribaumer

et al., «Deficient Fear Conditioning in Psychopathy»,

Archives of General Psychiatry, 62, 2005, págs. 799-805. <<

[126] Joseph Newman

et al., «Delay of Gratification in Psychopathic and Nonpsychopathic Offenders»,

Journal of Abnormal Psychology, 101, número 4, 1992, págs. 630-636. <<

[127] Véase, por ejemplo, Loren Dyck, «Resonance and Dissonance in Professional Helping Relationships at the Dyadic Level», tesis doctoral, Department of Organizational Behavior, Case Western Reserve University, mayo de 2010. <<

[128] La red neuronal de la empatía emocional incluye la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo y la corteza orbitofrontal. Véase Decety, 2010,

op. cit., para más detalles neuronales sobre esta y otras modalidades de la empatía. <<

[129] Greg J. Stephens

et al., «Speaker-Listener Neural Coupling Underlies Successful Communication»,

Proceedings of the National Academy of Sciences, 107, número 32, 2010, págs. 14425-14430. <<

[130] Los circuitos del cerebro social no solo interpretan las emociones, intenciones y acciones de otras personas, sino que también activan simultáneamente, en nuestro cerebro, las mismas regiones cerebrales, proporcionándonos así una sensación interna de lo que les ocurre a los demás. Además de las neuronas espejo, también son claves circuitos tales como la región ventromedial de la corteza prefrontal. Véase Jean Decety, «To What Extent is the Experience of Empathy Mediated by Shared Neural Circuits?».

Emotion Review, 2, número 3, 2010, págs. 204-207. En los estudios efectuados a personas que debían ver vídeos de gente sufriendo, Decety no constata diferencia en la respuesta entre ambos géneros. Pero sí que existe, no obstante, una gran diferencia en la respuesta social, porque las mujeres se autoevalúan como más empáticas que los hombres. <<

[131] P.L. Jackson

et al., «To What Extent Do We Share the Pain of Others? Insight from the Neural Bases of Pain Empathy»,

Pain, 125, 2006, págs. 5-9. <<

[132] Singer constata que la ínsula registra el dolor, el sufrimiento y el afecto negativo, mientras que otro circuito, ubicado en la corteza orbitofrontal, responde a las sensaciones placenteras como, por ejemplo, las caricias. Tania Singer

et al., «A Common Role of Insula in Feelings, Empathy and Uncertainty»,

Trends in Cognitive Sciences, 13, número 8, 2009, págs. 334-340. C. Lamm, C. y T. Singer, «The Role of Anterior Insular Cortex in Social Emotions»,

Brain Structure & Function, 241, números 5-6, 2010, págs. 579-951. <<

[133] C.J. Limb

et al., «Neural Substrates of Spontaneous Musical Performance: An fMRI Study of Jazz Improvisation»,

PLoS ONE, 3, número 2, 2008. <<

[134] Jean Decety y Claus Lamm, «The Role of the Right Temporoparietal Junction in Social Interaction: How Low-Level Computational Processes Contribute to Meta-Cognition»,

Neuroscientist, 13, número 6, 2007, págs. 580-593. <<

[135] Jean Decety, presentación que se llevó a cabo en el Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations, Cambridge (MA), el día 6 de mayo de 2011. <<

[136] Sharee Light y Carolyn Zahn-Waxler, «The Nature and Forms of Empathy in the First Years of Life», en Jean Decety (ed).

Empathy: From Bench to Bedside. <<

[137] Véase, por ejemplo, Nicholas Carr,

The Shallows. <<

[138] C. Daniel Batson

et al., «An Additional Antecedent to Empathic Concern: Valuing the Welfare of the Person in Need»,

Journal of Personality and Social Psychology, 93, número 1, 2007, págs. 65-74. Asimismo, Grit Hein

et al., «Neural Responses to Ingroup and Outgroup Members’ Suffering Predict Individual Differences in Costly Helping»,

Neuron, 68, número 1, 2010, págs. 149-160. <<

[139] Quienes habían sido testigos de personas que habían hecho trampas en juegos o visto a miembros de grupos diferentes al suyo sufriendo no mostraban la respuesta empática habitual en la corteza insular anterior y en la corteza cingulada anterior, sino que presentaban, en su lugar, un aumento de la activación del núcleo accumbens, un área asociada al procesamiento de la recompensa. Tania Singer

et al., «Empathic Neural Responses are Modulated by the Perceived Fairness of Others»,

Nature, 439, 2006, págs. 466-469. <<

[140] Chiara Sambo

et al., «Knowing You Care: Effects of Perceived Empathy and Attachment Style on Pain Perception»,

Pain, 151, número 3, 2010, págs. 687-693. <<

[141] John Couhelan

et al., «“Let Me See if I Have this Right…” Words That Build Empathy»,

Annals of Internal Medicine, 135, número 3, 2001, págs. 221-227. <<

[142] Véase, por ejemplo, W. Levinson

et al., «Physician-Patient Communication: The Relationship with Malpractice Claims Among Primary Care Physicians and Surgeons»,

Journal of the American Medical Association, 277, 1997, págs. 553-569. <<

[143] Jean Decety

et al., «Physicians Down-Regulate their Pain-Empathy Response: An ERP Study»,

Neuroimage, 50, número 4, 2010, págs. 1676-1682. <<

[144] William Osler, citado en Decety (ed.),

Empathy: From Bench to Bedside, p. 230. <<

[145] Jodi Halpern, «Clinical Empathy in Medical Care»,

ibíd. <<

[146] M. Hojat

et al., «The Devil is in the Third Year: A Longitudinal Study of Erosion of Empathy in Medical School»,

Academic Medicine, 84, número 9, 2009, págs. 1182-1891. <<

[147] Helen Riess

et al., «Empathy Training for Resident Physicians: A Randomized Controlled Trial of a Neuroscience-Informed Curriculum»,

Journal of General Internal Medicine, 27, número 10, 2012, págs. 1280-1286. <<

[148] Helen Riess, «Empathy in Medicine: A Neurobiological Perspective»,

JAMA 304, número 14, 2010, págs. 1604-1605. <<

[149] Citado en Ferdinand Mount, «The Long Road to Windsor»,

The Wall Street Journal, 14 de noviembre de 2011, p. A15. <<

[150] Kim Dalton

et al., «Gaze Fixation and the Neural Circuitry of Face Processing in Autism»,

NatureNeuroscience, 8, 2005, págs. 519-526. Richard Davidson ha esbozado la hipótesis de que la incapacidad de quienes sufren de autismo para entender lo que resulta apropiado en cada situación puede depender de un problema que se remonta a la adquisición de la intuición social. <<

[151] Este efecto todavía es objeto de debate porque, si bien algunos estudios muestran dicho efecto, otros no lo hacen. <<

[152] Véase, por ejemplo, Michael W. Kraus

et al., «Social Class Rank, Threat Vigilance and Hostile Reactivity»,

Personality and Social Psychology Bulletin, 37, número 10, 2011, págs. 1376-1388. <<

[153] Michael Kraus y Dacher Keltner, «Signs of Socioeconomic Status»,

Psychological Science, 20, número 1, págs. 99-106. <<

[154] Gerben A. van Kleef

et al., «Power, Distress, and Compassion»,

Psychological Science 19, número 12, 2012, págs. 1315-1322. <<

[155] Michael Kraus, Stephane Cote y Dacher Keltner, «Social Class, Contextualism, and Empathic Accuracy»,

Psychological Science, 21, número 11, págs. 1716-1723. <<

[156] Ryan Rowe

et al., «Automated Social Hierarchy Detection through Email Network Analysis»,

Proceedings of the 9th WebKDD and 1st SNA-KDD 2007 workshop on Web mining and social network analysis, 2007, págs. 109-117. <<

[157] Levin, K.

et al., (2009). «Playing it Forward: Path Dependency, Progressive Incrementalism, and the “Super Wicked” Problem of Global Climate Change»,

IOP Conference Series: Earth and Environmental Science 50, número 6, 2009. <<

[158] Russell Ackoff, «The Art and Science of Mess Management»,

Interfaces, febrero, 1981, págs. 20-26. <<

[159] Jeremy Ginsberg

et al., «Detecting Influenza Epidemics Using Search Engine Query Data»,

Nature, 457, 2009: págs. 1012-1014. <<

[160] Eso fue lo que me dijo Thomas Davenport, de la Facultad de Empresariales de Harvard. <<

[161] Pero introducir a las personas en la ecuación de la información puede acabar complicando las cosas, debido a los posibles celos y luchas intestinas sobre quién controla los datos, así como a la política organizativa, que puede dificultar el intercambio de información, acaparando los datos o, sencillamente, ignorándolos. <<

[162] El libro de Thomas Davenport, todavía en proceso de escritura y provisionalmente titulado

Keeping up with the Quants, ha sido citado en Steve Lohr, «Sure, Big Data is Great. But So Is Intuition»,

New York Times, 30 de diciembre de 2012, sección de negocios, p. 3. <<

[163] Como afirma Lohr: «Sure, Big Data is Great». <<

[164] Por supuesto, el «sistema» al que, en tal caso, se accedió, solo era un fragmento limitado de sistemas interconectados mucho mayores como, por ejemplo, la información sobre el sistema de difusión de la información, que está en el meollo del cambio producido por el paso del formato impreso al digital. <<

[165] John D. Sterman,

Business Dynamics: Systems Thinking and Modeling for a Complex World, Nueva York: McGraw-Hill, 2000. <<

[166] Véase mi libro

Inteligencia ecológica (Barcelona: Kairós, 2009) para mayores detalles sobre las cadenas de suministros, las emisiones y el verdadero coste ambiental de los objetos que manufacturamos. Véase, asimismo, el vídeo de 20 minutos de duración de Annie Leonard

The Story of Stuff, http://www.storyofstuff.org. <<

[167] Originalmente propuesto por el grupo del psicólogo de Yale Frank Keil, la ilusión se ha extendido desde los sistemas estrictamente mecánicos o naturales hasta los sistemas políticos, económicos y sociales. Véase, por ejemplo, Adam L. Alter

et al., «Missing the Trees for the Forest: A Construal Level Account of the Illusion of Explanatory Depth»,

Journal of Personality and Social Psychology, 99, número 3, 2010, págs. 436-451. Esa ilusión también podría estar presente en este libro, ya que describe con pinceladas gruesas una amplia gama de sistemas neuronales, sociales, emocionales y cognitivos. Ese es un riesgo inherente al periodismo científico y la razón también que explica que este libro incluya tantas notas, destinadas a quienes quieran seguir esos hilos de comprensión. Enhorabuena al lector por haber leído esta nota. <<

[168] Véase, por ejemplo, Elke Weber, «Experience-Based and Description-Based Perceptions of Longterm Risk: Why Global Warming does not Scare Us (Yet).»,

Climatic Change, 77, 2006, págs. 103-120. <<

[169] Nassim Nicholas Taleb,

The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable, Nueva York: Random House, 2010. <<

[170] Johan Rockstrom

et al., «A Safe Operating Space for Humanity»,

Nature, 461, 2009, p. 282. <<

[171] Will Steffen

et al., «The Anthopocene: Are Humans now Overwhelming the Great Forces of Nature?».

Ambio: A Journal of the Human Environment. 36, número 8, 2007. <<

[172] Basado en las cifras proporcionadas por el Banco Mundial y recogidas por Fred Pearce en «Over the Top»,

New Scientist, 16 de junio de 2012, págs. 38-43. Véase asimismo «China Plans Asia’s Biggest Coal-Fired Power Plant», en http://bit.ly/1czadZz. <<

[173] Cuando una multinacional de bienes de consumo utilizó el análisis del ciclo vital para analizar su huella de CO2, resultó que el factor más decisivo en ese sentido era, según ellos, que los clientes calentaban el agua a la hora de utilizar detergentes para agua caliente (delegando así la responsabilidad en manos de los consumidores… quizás el lector se pregunte cuál era el segundo de los 10 factores enumerados). <<

[174] El sociólogo alemán Niklas Luhmann sostiene que cada gran sistema se organiza en torno a un único principio. En la economía, es el dinero; en la política, el poder y en el entorno social, el amor. Y las decisiones más elegantes en estas áreas se gestionan de manera binaria: dinero/no dinero, poder/no poder, amor/desamor. Quizás no sea ninguna coincidencia que nuestro cerebro también aplique, en cada momento de percepción, una primitiva regla de decisión binaria. En el microinstante en que empezamos a percibir algo, los centros emocionales le añaden nuestra experiencia y lo etiquetan como «me gusta» o «no me gusta». El libro, originalmente escrito en alemán, de Niklas Luhmann sobre teoría de sistemas sociológicos todavía no se ha traducido al inglés, pero ya ha sido muy influyente en el ámbito de Europa occidental. Aunque solo he leído referencias de segunda mano, Georg Vielmutter, cuya disertación estaba parcialmente basada en las teorías de Luhmann, me resumió los puntos clave. <<

[175] Actualmente están diseñándose versiones en línea de un

software de análisis del ciclo vital que puedan hacer esto. <<

[176] Jack D. Shepard

et al., «Chronically Elevated Corticosterone in the Amygdala Increases Corticotropin Releasing Factor mRNA in the Dorsolateral Bed Nucleus of Stria Terminalis Following Duress»,

Behavioral Brain Research, 17, número 1, 2006, págs. 193-196. <<

[177] Esa era la premisa de mi libro

Ecological Intelligence: The Hidden Impacts of What We Buy. Nueva York: Random House, 2009. <<

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