Fidelity

Fidelity


CAPÍTULO CATORCE

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CAPÍTULO CATORCE

A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto,

y de pronto toda nuestra vida

se concentra en un solo instante.

OSCAR WILDE

Lu

Marcos y yo nos fuimos despidiendo poco a poco, saboreando nuestros labios, con la promesa de vernos al día siguiente. Lo acompañé hasta la puerta del jardín. André y Gemma siguieron nuestros pasos y los oímos murmurar detrás de nosotros.

—¿Mañana a qué hora paso a recogerte? —Me acariciaba la espalda—. Si fuera por mí te secuestraría ya mismo, aunque por nada del mundo me perdería tu programa de radio.

No podía dejar de sonreír.

—Mañana es sábado, así que si te apetece un programa, tendré que hacer uno especial solo para ti. Te susurraré al oído y juntos buscaremos unos poemas —murmuré cerca de sus labios.

Estaba atrapada entre los brazos de Marcos y su coche.

—Eso suena muy bien. —Tocó con la punta de su nariz la mía—. Me siento alguien importante.

—Para mí lo eres.

Suspiré.

Sí, Marcos se había convertido en alguien muy importante en estos últimos días, desde luego. Creo que me gustaba más porque me hacía reír que porque fuera guapo, que también era un punto a favor. Bueno, más que guapo yo diría que era atractivo. Tenía una sonrisa entre tierna y socarrona, unos ojos oscuros que me hacían sentir especial y teníamos en común que le gustaba la literatura.

Nuestro último beso fue de lo más casto, tanto como los que me daba André en la mejilla cuando era pequeña antes de irme a dormir. Sin embargo, había resultado ser tan sensual como el primero que nos habíamos dado; este beso estaba cargado de ternura, de una magia indescriptible. Aún podía sentir la huella de sus labios en mi mejilla una vez que me metí en la habitación.

Nefer estaba recostada en mi almohada. Levantó la cabeza cuando cerré la puerta. Nos quedamos mirando.

—¿Qué quieres que te cuente?

Mi gata estaba decidida a que yo hablara de cómo había transcurrido la noche y saltó de la cama para acabar en mis brazos.

Maulló y ronroneó mientras le acariciaba la barriga.

Desde luego, Nefer cubría a la perfección el papel de hablar con alguna amiga. Nunca se me dio bien eso de tener amigas, ni en Los Cabos ni en Alcoy, el pueblo donde vivían mis abuelos. Siempre he sido la rarita del grupo, la chica gordita que prefería leer un libro antes que jugar a las casitas con las demás niñas. Debo decir que me llevaba mejor con los chicos que con las chicas. Quizá porque yo siempre he sido una buena confidente que sabe guardar secretos y porque nadie pensaba en mí para ser novia de nadie. Además, me lo pasaba mejor con ellos que con ellas.

Durante un tiempo, cuando me mudé a casa de André y tras la muerte de mamá, empecé a salir con mi vecina, pero al final me di cuenta de que me utilizaba para que yo me enrollara con el chico que a ella no le interesaba. No es que fuera una mojigata, en absoluto, pero de ninguna de las maneras me iba a enrollar con alguien que no me gustaba solo para que mi amiga pudiera enrollarse con todos aquellos tíos que se pusieran a tiro.

Incluso una vez me invitó a una de sus fiestas y ya me había asignado el chico que, según ella, me convenía. Era bastante guapo y un apasionado de la literatura, pero salvo por este detalle no teníamos muchas más aficiones en común. Aquella noche Keko me confesó que era gay y no se atrevía a contárselo a nadie. Yo le juré que guardaría el secreto, y meses después decidió salir del armario y no tuvo reparos en afirmar que era homosexual a partir de aquel día.

¿Y qué, si era rarita? ¿Qué era ser normal para el resto de la gente? ¿Ir vestida como el catálogo de una revista de moda, ver en la tele lo que todo el mundo veía y escuchar la música que se suponía que tenía que gustarme porque tenía cerca de dieciocho años? Me gustaba ser diferente a todo, ser yo. Lu era simplemente Lu, para lo bueno y para lo malo. Ser normal no era nada especial.

De aquella etapa solo conservaba mi amistad con Keko, ya que éramos los dos raritos del pueblo. De vez en cuando nos llamábamos para tomar una cerveza en Valencia y hablar de libros, pero desde que se había ido de interrail con su nuevo novio, solo había recibido una postal de cuando estuvo en París.

Me tumbé en la cama con mi gata en brazos. Suspiré.

Otro de mis sueños era hacer un viaje en interrail con una mochila al hombro y visitar las grandes capitales europeas. Tenía tantos sueños por cumplir.

Nefer volvió a maullar en vista de que no le hacía caso.

—Eres bastante insistente, querida. —Mi gata se me quedó mirando a los ojos—. Y sí, nos hemos besado. —Soltó un maullido—. Sí, y besa bien… bueno, besa estupendamente. Hasta me temblaban las rodillas. ¿Te lo puedes creer? Hace tres días le decía a André que no creía en el amor y mírame ahora. ¿Tú crees que se me nota mucho?

Nefer ronroneó y frotó la cabeza contra mi pecho.

—Eso es un sí, ¿verdad? Mañana hemos quedado para cenar. Y si te soy sincera, estoy deseando que llegue ya la hora. Y pensar que hace tres días estaba segura de que Marcos era un gilipollas.

Entonces me acordé de Susana. No sabía nada de ella desde que la habíamos dejado en el hospital. Sentía que tenía que llamarla para saber cómo se encontraba y para explicarle que entre Marcos y yo había algo. No sé si había sido el destino el que nos había unido, pero ¡benditos hados que se habían conjurado para que terminásemos juntos! Aún no quería aventurarme a definir mi relación con Marcos, pero la noche había sido perfecta y todo indicaba que la cita del día siguiente también lo sería.

Me acosté con una sonrisa. Hacía días que no dormía tan bien. Y con esa misma sonrisa me levanté. Nefer ronroneaba a mi lado.

—Buenos días —le dije bostezando—. ¿Sabes qué voy a hacer esta mañana? —Se quedó observándome—. Voy a ordenar mi habitación.

Creo que si mi gata hablara, ahora mismo me estaría diciendo: «¡Ya era hora, bonita!». Hasta me la imaginaba con unos pompones en plan cheerleader animándome a recoger todo lo que tenía por el suelo. Al menos, casi toda la ropa ya estaba guardada en el armario. Un gran paso, tratándose de mí.

Nefer se levantó y estiró todo el cuerpo. Saltó de la cama y me hizo ver que antes tenía que prepararle el desayuno.

—Por supuesto. No me he olvidado de ti.

En la cocina, Gemma preparaba una cafetera mientras André metía unas rebanadas de pan en la tostadora. Mi padre se acercó por detrás a Gemma para decirle algo al oído. Ella soltó una carcajada. Me daba pena romper ese momento tan romántico, así que carraspeé para que advirtieran mi presencia. En vista de que no se habían dado por aludidos, los saludé:

—Buenos días.

—Buenas días, Lu.

Estaban tan sincronizados que ambos me respondieron a la vez. Si no fuera porque me había levantado de tan buen humor, habría soltado algo en plan: «¡Qué asco dais con tanto romanticismo!». Quizá la Lu de hacía unos días lo hubiera dicho, pero esa mañana era distinta. Bueno, siendo sincera, me daba hasta envidia que tuvieran esa intimidad y que compartieran el desayuno. Incluso Gemma ya tenía su cepillo de dientes en el cuarto de baño de André y parte de su ropa interior. Mucho me temía que muy pronto habría una nueva inquilina en casa.

—¿Desayunas con nosotros? —me preguntó André.

—Sí, claro, pero enseguida os dejo otra vez a solas. Hoy tengo muchas cosas que hacer.

André y Gemma se miraron a los ojos y se sonrieron.

—¿De verdad quieres desayunar con nosotros? —inquirió nuevamente André.

—Bueno, si os apetece un poco más de intimidad, yo lo entiendo. Me iré a mi habitación y no saldré hasta la hora de la comida —les dije encogiéndome de hombros—. Hoy tenía pensado ordenar mi cuarto.

—Esa sonrisa con la que se ha levantado le sienta bien, ¿verdad que sí, Gemma?

Odiaba este tipo de situaciones con André. ¿Por qué no se comportaba como un padre normal? Y lo peor de todo es que no entendía las miraditas y los cuchicheos que se traían él y Gemma.

—Le sienta estupendamente —respondió ella.

Pensándolo mejor, creo que una buena opción era desayunar en mi habitación y pasar de sus comentarios.

—No sé qué os traéis entre manos, pero no hay quien os entienda.

—No hay nada que entender. Solo estamos comentando contigo que hoy estás como distinta.

Pasé de contestarles esta vez. Nada podría perturbar mi buen humor, así que abrí el armario donde guardábamos el pienso de Nefer, llené su bol y limpié el recipiente de agua.

Mi móvil emitió un pitido, anunciando que me había entrado un mensaje de correo. Esbocé una sonrisa y un calor intenso me subió desde la entrepierna hasta los labios. Deseaba con todas mis fuerzas que fuera de Marcos. En cuanto lo abrí solté un pequeño grito.

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: sábado, 24 de agosto de 2013, 09:37

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: ¿Desayunamos juntos?

Hola,

Buenos días. Me gustó mucho buscar tu estrella en el cielo. Ninguna chica me había pedido que le encontrara una. Como me gusta seguir el camino de baldosas amarillas junto a ti, me preguntaba si te apetecería desayunar conmigo. Si es un sí, treparé hasta tu ventana. Si es un no, nos vemos esta tarde.

Besos de chocolate bañados de nubes de algodón,

Marcos

Enviado de Samsung Mobile

André fue quien me devolvió a la realidad.

—¿Cambio de planes? —quiso saber—. ¿No me digas que no vas a desayunar con nosotros?

—Con tanto misterio y con tantas risitas que os lleváis Gemma y tú, casi prefiero irme a mi habitación.

—¿A tu habitación? —preguntó André—. ¿Qué cosa tan interesante podría haber en tu cuarto para no querer desayunar con nosotros?

Me di la vuelta para contestarle a Marcos, porque mi padre me estaba poniendo de los nervios.

De: lunalu@gmail.com

Fecha: sábado, 24 de agosto de 2013, 09:39

Para: mcheshire@gmail.com

Asunto: Re: ¿Desayunamos juntos?

Sí, sorpréndeme. ¿Cómo lo vas a hacer?

Me encantan tus besos por las mañanas.

Lu

Enviado desde mi Sony Ericsson Xperia neo

De pronto me di cuenta de que aún no nos habíamos dado los números de móvil. Con tanto beso se nos olvidó intercambiar nuestros teléfonos. Aun así, me parecía que recibir mensajes en la bandeja de entrada de mi correo electrónico tenía su encanto. Era como recibir las cartas que se enviaban antiguamente los amantes, aunque en este caso la correspondencia era inmediata.

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: sábado, 24 de agosto de 2013, 09:40

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: Re, Re: ¿Desayunamos juntos?

Solo tienes que ir a tu habitación y comprobar si es cierto que puedo escalar tu ventana.

Marcos

Enviado de Samsung Mobile

No podía ser cierto que Marcos estuviera en mi habitación. Me faltó la respiración y sentí que las piernas me fallaban.

—¿Hay algo que nos tengas que contar? —repuso André con una sonrisita de medio lado.

—Sí, me voy a desayunar a mi habitación.

Gemma había preparado una bandeja con dos tazas de café con leche y unas tostadas, un plato de mantequilla y varios tipos de mermeladas. También había puesto un bote de Nutella.

—Se te olvida el desayuno —me advirtió antes de salir de la cocina.

Tragué saliva y parpadeé varias veces. No podía ser que ellos supieran que Marcos estaba en mi habitación. ¿O sí que lo sabían y de ahí esas miradas misteriosas?

—No es bueno hacer esperar a los invitados —concluyó André.

Si minutos antes había comentado que odiaba a André por no ser un padre como otro cualquiera, ahora adoraba que fuera exactamente como era. Que no pusiera el grito en el cielo porque hubiera un chico esperándome en mi habitación, le hacía ganar todos los puntos para terminar siendo el padre del año.

—¡Vosotros lo sabíais y os habéis estado riendo de mí todo este rato!

—¿Nosotros? —Gemma hizo un gesto como si no supiera de qué le estaba hablando.

—Es una pena que no compartamos desayuno. —André me guiñó un ojo—. Estaba dispuesto a sacar todas tus fotos de cuando eras pequeña.

—¿Serías capaz de hacerlo?

—¿No es lo que hacen todos los padres cuando viene alguien interesante de visita?

—Pero tú no eres un padre muy normal.

—Entonces no sé qué haces aquí.

Cogí la bandeja que me había preparado Gemma y me fui a mi habitación. El corazón me latía cada vez más rápido. Nefer me siguió. Al parecer mi gata no quería perderse nada de lo que sucediera entre Marcos y yo. La puerta estaba abierta y él estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en mi cama y una pierna flexionada. En cuanto nuestros ojos se encontraron no pudimos dejar de mirarnos. Coloqué la bandeja en el suelo y cerré la puerta con el talón. Nefer pegó un salto hacia mi cama para no perderse detalle.

—Pero ¿cómo has entrado?

No me pude contener y me lancé a sus brazos.

—Misterios. Le he prometido a tu padre que sería un buen chico, así que tengo que cumplir mi palabra.

—Vaya, se me había ocurrido hacer algo estupendo con la Nutella.

—¿Además de untar una buena capa encima del pan estabas pensando en otra cosa?

Asentí con la cabeza. Cogí el bote de Nutella, metí el dedo índice y me lo llevé a los labios.

—Es una pena que tengas que cumplir con tu palabra. No sabes lo que te pierdes.

Marcos chasqueó los labios antes de contestarme:

—Sí, por desgracia lo sé, pero prefiero hacer bien las cosas.

—¿Ni siquiera un beso casto en los labios?

Marcos esbozó una sonrisa socarrona.

—No creo que a tu padre le importe que te dé un beso casto. Eso no es romper una promesa, ¿verdad?

Sin embargo, ni Marcos ni yo pudimos cumplir la promesa de darnos solo un beso casto. Nuestras bocas se encontraron y mandaba la urgencia de sentirnos muy cerca el uno del otro. Gemíamos, y cuando nos quedábamos sin aliento, nos separábamos un instante para seguir con la mejor parte del desayuno.

La verdad es que estando con él solo se me ocurría hacer locuras. ¿Me había vuelto majareta? Si era así, era estupendo sentirse tan feliz en esta pasión compartida. Los instantes eran cortos y había que aprovecharlos.

Ya sé lo que te gusta de ella. He escuchado todos sus programas de radio. Cuando volvamos a quedar vas a flipar conmigo porque yo también te hablaré como la gorda. Y nos reiremos juntos de ella. No te lo tomes a mal, pero tienes muy poco gusto para elegir a las chicas. No sé qué has visto en ella. Ahora es cuestión de horas que tú y yo nos encontremos y que retomemos lo nuestro. Mi amor por ti no se puede comparar con lo que la gorda te da. Se va a enterar de quién soy yo.

Marcos

Tenía que parar de besarla por mucho que me gustara. Sí, su boca era maravillosa. Quería quitarle la camiseta y acariciar sus pechos, saborearlos y después bajar hasta sus pantalones. Solo de pensarlo ya me temblaba todo el cuerpo, y mis manos parecían no escuchar a mis pensamientos. Un calor intenso me recorría todo el cuerpo, sobre todo sentía cómo se me endurecía la entrepierna. Estaba tan excitado que la aparté.

—De verdad, Lu, será mejor que lo dejemos aquí. Le he prometido a tu padre ser un buen chico.

Lu no contestó, solo se limitó a asentir con la cabeza. Hizo ese mohín tan sexi con la boca que me volvía loco.

Después de este paréntesis, comenzamos a desayunar. Yo había comprado otro paquete de galletas de crema de limón, además de unos cruasanes de chocolate y dos batidos.

Lu fue quien abrió el paquete y me ofreció una.

—Siempre he pensado que encontrar a un chico que le guste la literatura era difícil, pero que además adore estas galletas, es como pedirle un imposible a la vida.

Abrí la galleta por la mitad y me comí primero la crema de limón. Lu se me quedó mirando asombrada.

—Te las comes igual que yo.

—Es que la crema es lo que está más bueno. —Una vez que me comí el interior de la galleta me coloqué una mitad en cada ojo—. Cuando era muy pequeño a mi abuelo siempre lo hacía reír con esta broma. Le decía: «No estoy», y él hacía como que me buscaba debajo de la mesa.

Sentí los dedos cálidos de Lu acariciando mis mejillas. Cogió una de las dos mitades para comérsela.

—Mejor así. Ahora ya me ves.

Lu me había imitado y, al igual que yo, llevaba un ojo tapado con la mitad de una galleta.

—Ahora parecemos dos piratas —le dije—. Podemos ser lo que queramos. —De repente salió mi vena más friki—. Incluso esta habitación podría ser la TARDIS del Doctor Who y aparecer donde quisiéramos.

Lu se me quedó mirando con la boca abierta. Entonces ambos dijimos a la vez señalándonos con el dedo índice:

—¿Whovian?

Asentimos y después soltamos una carcajada porque no me podía creer que fuera tan fan de la serie. Lu se levantó para sacar su móvil del bolsillo de los pantalones cortos que llevaba puestos. Me enseñó el fondo de su pantalla. En ella aparecía la TARDIS y El Doctor (David Tennant) montado en una Vespa junto a Rose (Billie Piper).

—Siempre que veo esta imagen me recuerda a la película Vacaciones en Roma —le comenté—. Conoces la película, ¿verdad?

—Sí, a mi madre le gustaba mucho, sobre todo por Gregory Peck, y a mí también me recuerda a esa película. Me encantaría pasear por París montada en una Vespa. Sería alucinante.

—¿Nunca has estado en París? —le pregunté asombrado.

Lu negó con la cabeza.

—No, y eso que mis padres se conocieron allí, se enamoraron leyendo Rayuela, y bueno, yo he soñado alguna vez que me enamoraba en París como lo hicieron mis padres.

Se me ocurrió entonces una idea. Igual era absurda, pero pensé que a Lu le podría gustar mi pequeña locura. Solo tenía que pedirle a mi abuela la moto de mi abuelo. Si todo iba bien, igual el martes podría sorprenderla.

Saqué mi móvil para enseñarle cuál era mi fondo de pantalla. Era también una imagen de la TARDIS junto al DeLorean de Marty McFly. Después le mostré un destornillador sónico con una luz verde que también llevaba.

—De hecho, si tu padre no me hubiera abierto la puerta de tu casa lo habría utilizado.

Lu se quedó mirando el destornillador como si no terminara de creerse mi nivel de frikismo.

—Pero ese destornillador es del otro Doctor.

—Por supuesto —contesté—, las pajaritas molan.

—Bueno, Matt Smith es un buen Doctor, pero ninguno como David Tennant. Donde se ponga una buena gabardina con unas Converse, que se quite todo lo demás.

Volvimos a mirarnos.

—Me parece que el viaje a la Ciudad Esmeralda va a ser más agradable de lo que pensaba —dije.

—Solo espero no encontrarme por el camino a la Bruja Mala del Oeste.

—Siempre podemos llamar a la Bruja Buena del Sur para que nos enseñe a usar los zapatos de plata y caminar por el camino de baldosas amarillas.

—Está bien. Llamaremos a Glinda por si tenemos un contratiempo.

Seguimos desayunando. Ambos conservábamos nuestro parche improvisado en el ojo. Lu preparó una tostada y le puso bastante Nutella al pan. Después de darle el primer bocado me la ofreció:

—¿Seguro que no te apetece?

Me incliné sobre ella para lamerle el cuello y después le pegué un bocado a la tostada.

—Suena tentador, de verdad que sí, porque no sabría decir qué me apetece más, si seguir bajando por tu cuello o comerme esa tostada que llevas en la mano. Pero voy a ser un buen chico.

Lu se quedó pensando un momento antes de hablar.

—Tengo la impresión de que no te pongo tanto como…

Cerré los ojos y negué con la cabeza.

—¿Por qué dices eso?

—No es que sea una chica fácil y todo eso, pero siento que te cortas cuando estás conmigo, y no sé…

—No, no eres tú —la interrumpí—. Bueno, sí, en realidad sí que eres tú. Aunque no es lo que piensas. —Tragué saliva. No me atrevía a mirarla. Tenía que sincerarme con ella antes de que pensara algo equivocado. No era muy bueno expresando mis sentimientos, pero Lu lo merecía. Estuve buscando unos segundos las palabras adecuadas—. Desde que terminé con Sandra he estado saliendo con un montón de chicas. Eso creo que ya lo sabes. Me importaba muy poco que tuvieran novio, y casi buscaba que fuera así para no tener que dar muchas explicaciones cuando pasaba de ellas. —Tomé un trago de café, que ya estaba frío, antes de seguir—. Pensarás que soy un capullo por lo que te voy a decir, pero estaba tan dolido que no me importaba utilizar el sexo como terapia. Sé que he hecho daño a unas cuantas tías, aunque siempre he sido sincero con ellas. Nunca les he dicho que estuviera enamorado de ellas, ni tampoco les he dicho que las quisiera.

Después de mostrarle un poco de mí busqué su mirada. Ella me sonreía. Quizá esperaba a que yo siguiera hablando.

—Ya no solo fue romper con Sandra. De repente, todos nuestros amigos se pusieron de parte de ella y a mí me dieron la espalda. Sandra se convirtió en la víctima, en la única que sufría con nuestra ruptura. Nadie parecía entender que sus celos enfermizos me estaban volviendo loco. Y lo intenté con ella, te lo juro. Soñaba muchas veces que salía del infierno en el que se había convertido mi vida. La quería, y sin embargo mi amor por ella ya no daba más de sí. Prefirieron creer todo lo que les decía, y que yo le había sido infiel en muchas ocasiones. Si te soy sincero, creo que nuestra ruptura la perturbó hasta límites insospechados.

Y no sé, de pronto encontré que el sexo estaba bien, que no me importaba enrollarme con una tía un día y al día siguiente montármelo con otra. De muchas ni siquiera recuerdo el nombre, pero…

—¿Pero…?

—No quiero que contigo sea lo mismo. De verdad, quiero hacer las cosas bien. Y claro que me pones, me pones un montón. No sólo físicamente, también intelectualmente. Me gustas mucho. Pensaba que te habías dado cuenta de que antes estaba como una moto. —Tuve que apartar la mirada porque volvía a sentir el calor en mi vientre—. No puedo quitarme de la cabeza las fotos del otro día. Y te juro que te arrancaría ahora mismo la ropa, pero eso supone romper la promesa que le he hecho a tu padre.

—¿Tanto daño te hizo Sandra?

—Sí.

Cerré los ojos. Aún seguía haciéndome daño. Ella parecía tener su gran cruzada contra mí. Si el tiempo ponía a cada uno en su lugar, no sé por qué Sandra aún seguía ensañándose conmigo.

—Yo… no sé qué decir.

Me encogí de hombros. Por el gesto de su cara vi que estaba tan aliviada como yo por haber sido tan sincero con ella.

—Di que al menos te gusto tanto como tú a mí —murmuré.

—Sí, me gustas.

—¿Solo un «me gustas»? —le pregunté esbozando mi mejor sonrisa.

—Me gustas mucho.

—Bueno, un «me gustas mucho» es mejor que un «me gustas» a secas.

—Sí, me gustas mucho —asintió—. Ahora creo que un poco más que antes. Te cambio un beso mío por uno tuyo, y si no te gusta, me lo devuelves.

Se acercó a darme un beso en los labios que me supo a poco.

—No es que no me haya gustado —comenté inclinándome hacia ella—, es que lo correcto sería devolvértelo. No querría que se te acabaran.

—En ese caso estamos empatados.

—No está nada mal. ¿Crees que voy sumando puntos?

—Creo que sí. Nunca había conocido a un chico al que le gustaran los libros tanto como a mí, que comiera las mismas galletas y que fuera whovian.

—Serías perfecta si también te gustara «The Big Bang Theory».

Lu soltó una carcajada asintiendo con la cabeza.

—¿Perfecta? Te admito que soy rara, quizá especial, pero no perfecta.

Se tomó lo que quedaba de su café ya frío.

—Te propongo que quien gane este juego elija qué hacemos ahora —dijo con el puño cerrado y en alto.

—¿A la manera de Sheldon? —quise saber.

—Por supuesto. ¿Preparado?

Ambos asentimos.

—Piedra, papel, tijera, lagarto, Spock —dijimos a la vez.

Al ver lo que había sacado, Lu exclamó:

—¡Gano yo! Papel desautoriza a Spock.

—Tú dirás qué te apetece hacer.

Cogí un cruasán de chocolate y le di un bocado.

—¿Sabes? Me puedes ayudar con uno de los monólogos que me he preparado para las pruebas de la ESAD. Hasta ahora no he tenido ayuda de nadie y no sé si están bien.

—¿Qué has pensado?

—Me he preparado uno de los textos que ellos te proponen, Inés, de Don Juan Tenorio, y también quería hacer a lady Macbeth.

—¿Lady Macbeth? No sé por qué pensaba que te gustaría hacer Julieta, o incluso Salomé, de Oscar Wilde. El año que me presenté, casi todas las chicas de mi grupo se habían preparado a Salomé.

—Bueno, ya te he dicho que soy rarita. Mi nivel de frikismo es comparable al tuyo.

—Te atreves con una de las grandes.

—Sí, pero es que me gusta tanto este personaje que me da rabia que quienes no la conocen la tachen de malvada y ambiciosa, que lo es. Pero en realidad, si esta actitud fuera la de un hombre, todos serían comprensivos con él porque era algo muy típico en aquella época. Creo que lady Macbeth es quien lleva los pantalones en esta obra. Ella rompió moldes. Para mí está claro que no era una mujer normal, y eso es lo que le critican algunos de los grandes psicólogos del siglo pasado. Que lady Macbeth no tuviera instinto maternal o que tuviera las agallas de un hombre la hacen parecer una mujer perturbada.

—Estoy deseando ver cómo has compuesto el personaje. Tu punto de vista me parece muy interesante. Pero ¿sabes que sobre lo que hayas trabajado los profesores pueden darle la vuelta y hacer que trabajes desde otra perspectiva?

—Sí, lo sé. Por eso necesito tu ayuda. Quiero que me indiques otras posibilidades.

Lu comenzó a recoger todo lo del desayuno para llevárselo de nuevo a la cocina. Parecía entusiasmada.

—Vuelvo enseguida.

—Ya estás tardando.

Ella se volvió un instante y me tiró un beso al aire. Suspiré. Cada vez me gustaba más. Y sentía que lo estaba haciendo bien. Le estaba dando nuevamente una oportunidad al amor. Con Lu quería ir despacio, saborear cada instante. Ella me importaba demasiado como para fastidiarla por un polvo deprisa y corriendo. Lu era lo que nunca había vivido con otras chicas. Y eso era más de lo que había sentido por Sandra.

Polvo de estrellas en la casita de Lu

Ríe con quien te haga reír, sueña despierto con aquellos sueños que puedas alcanzar, ama a quien sea merecedor de tu amor, vive como si no hubiera un mañana y saborea cada instante, porque cuando te atrevas a darle oportunidades a la vida, la felicidad estará donde tú quieras que esté.

Firmado: Lu

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