Fidelity

Fidelity


CAPÍTULO TRECE

Página 40 de 62

?

A

h

o

r

a

s

o

l

o

e

s

p

e

r

o

q

u

e

c

u

m

p

l

a

s

c

o

n

t

u

p

a

r

t

e

d

e

l

t

r

a

t

o

y

h

a

g

a

s

m

a

l

a

b

a

r

e

s

,

s

a

q

u

e

s

t

u

n

a

r

i

z

d

e

p

a

y

a

s

o

y

m

e

c

a

n

t

e

s

u

n

a

c

a

n

c

i

ó

n

.

M

e

g

u

s

t

a

n

m

á

s

l

o

s

b

e

s

o

s

d

e

c

h

o

c

o

l

a

t

e

q

u

e

l

o

s

d

e

f

r

e

s

a

o

v

a

i

n

i

l

l

a

,

L

u

E

n

v

i

a

d

o

d

e

s

d

e

m

i

S

o

n

y

E

r

i

c

s

s

o

n

X

p

e

r

i

a

n

e

o

Asentí con la cabeza. Le seguí el juego y contesté a su e-mail.

D

e

:

m

c

h

e

s

h

i

r

e

@

g

m

a

i

l

.

c

o

m

F

e

c

h

a

:

v

i

e

r

n

e

s

,

2

3

d

e

a

g

o

s

t

o

d

e

2

0

1

3

,

2

1

:

4

6

P

a

r

a

:

l

u

n

a

l

u

@

g

m

a

i

l

.

c

o

m

A

s

u

n

t

o

:

F

w

:

¿

C

e

n

a

m

o

s

j

u

n

t

o

s

?

M

e

a

l

e

g

r

o

d

e

q

u

e

h

a

y

a

s

i

d

o

l

a

o

p

c

i

ó

n

C

.

R

e

c

o

n

o

c

e

q

u

e

t

e

h

a

c

e

g

r

a

c

i

a

q

u

e

m

e

p

o

n

g

a

l

a

n

a

r

i

z

d

e

p

a

y

a

s

o

.

A

u

n

q

u

e

s

e

a

u

n

e

s

t

ú

p

i

d

o

n

o

c

r

e

o

q

u

e

v

u

e

l

v

a

a

o

l

v

i

d

a

r

q

u

e

t

e

g

u

s

t

a

n

l

o

s

b

e

s

o

s

d

e

c

h

o

c

o

l

a

t

e

.

S

i

m

i

r

a

s

e

n

m

i

m

a

n

o

t

e

n

g

o

u

n

a

s

o

r

p

r

e

s

a

p

a

r

a

t

i

,

M

a

r

c

o

s

E

n

v

i

a

d

o

d

e

S

a

m

s

u

n

g

M

o

b

i

l

e

Cuando Lu leyó el mensaje que le había enviado se acercó hasta donde me encontraba. Yo mantenía las manos detrás de la espalda.

—¿Derecha o izquierda? —le pregunté.

Era tan fácil mirarla a los ojos y perderse en sus pupilas oscuras que Lu tuvo que preguntarme dos veces.

—¿Hay diferencia? —repitió.

—Sí.

—Entonces la izquierda —dijo ella.

Le mostré la mano que había escogido, en la que había un bombón de chocolate.

—¿Seguro que en la otra no tienes nada? —me preguntó.

Me encogí de hombros, y antes de darle el gusto la abrí para que comprobara que no estaba vacía y que había una fresa.

—Para que veas que no se me ha olvidado que te gusta más el chocolate que la fresa o la vainilla.

Lu abrió los ojos sin entender cómo lo había hecho.

—Es imposible.

—No le busques más explicación. Es magia.

Soltó una carcajada y se comió el bombón de chocolate.

—Quiero que me enseñes a hacer ese truco.

Negué con la cabeza y después me encogí de hombros.

—Un mago nunca revela sus trucos de magia.

No sé dónde había oído esa frase, o quizá la había leído en alguna novela, pero ahora me venía como anillo al dedo.

—Sea como sea, me gusta que te hayas acordado de que me encanta el chocolate.

Lu miró a su alrededor y empezó a recoger la ropa del suelo y a ordenar un poco su habitación.

—No hace falta que recojas nada. Estoy a gusto.

Aunque me gustaba el orden, no me molestaba que la habitación de Lu fuera un caos. Tenía su encanto ir pegando saltos con cuidado de no pisar una camiseta o un libro. Eso significaba que nuestro espacio vital, el mío y el de Lu, eran mínimos. Siendo sincero, me encantaba que estuviera tan cerca de mí.

—En realidad estoy buscando una camiseta un poco más apropiada.

—¿Y qué problema tiene esa que llevas puesta? Te sienta muy bien.

Ella se volvió hacia mí. Su piel blanca contrastaba con sus mejillas sonrojadas. Bajó la mirada al suelo y pensó durante unos segundos su respuesta. Cogió una camiseta que había tirada por ahí.

—Si no te importa, prefiero ponerme otra cosa. ¿Te das la vuelta? Como te prometí, te voy a llevar a cenar al lugar que tiene las mejores vistas de toda Valencia, y a estas horas de la noche hace un poco de fresco.

Me volví como ella me pidió. Sin embargo, gracias al reflejo del cristal de la ventana pude ver cómo se quitaba la camiseta y dejaba al descubierto sus pechos. Lu se dio cuenta de que la estaba observando ya que nuestras miradas se encontraron.

—Mejor te espero fuera —dije tragando saliva.

Aunque la había visto en las fotografías de Miguel, me sorprendió contemplarla al natural. Era mucho mejor de lo que me había imaginado. Solo podía pensar en que Lu tenía un cuerpo que deseaba cada vez más.

—Gracias —contestó ella cuando cerré la puerta.

Me apoyé en la pared y solté un suspiro. Hacía mucho tiempo que no experimentaba lo que Lu me hacía sentir. Y me gustaba esa sensación tan agradable que me recorría todo el cuerpo. Podía afirmar, sin lugar a dudas, que después de un año y medio mi corazón estaba totalmente reparado y no tenía miedo a que volviera a latir por otra chica. Ahora estaba preparado para volver a enamorarme… No, ya estaba enamorado y no había posibilidad de dar marcha atrás. Primero me había enamorado de su voz, y luego vino todo lo demás.

¿

A

ú

n

e

s

t

á

s

c

o

n

e

l

l

a

?

¿

P

o

r

q

u

é

,

d

i

m

e

?

Y

o

h

a

b

í

a

s

o

ñ

a

d

o

c

o

n

n

u

e

s

t

r

o

r

e

e

n

c

u

e

n

t

r

o

.

¿

Q

u

i

e

r

e

s

s

a

b

e

r

c

ó

m

o

s

e

r

í

a

?

T

ú

m

e

d

i

r

í

a

s

q

u

e

h

a

b

í

a

s

s

i

d

o

u

n

t

o

n

t

o

p

o

r

e

s

t

a

r

t

a

n

t

o

s

m

e

s

e

s

s

e

p

a

r

a

d

o

d

e

m

í

y

y

o

t

e

d

a

r

í

a

l

a

r

a

z

ó

n

.

L

o

h

e

e

n

s

a

y

a

d

o

t

a

n

t

a

s

v

e

c

e

s

q

u

e

m

e

s

é

d

e

m

e

m

o

r

i

a

l

o

q

u

e

m

e

d

i

r

á

s

t

ú

y

l

o

q

u

e

t

e

d

i

r

é

y

o

.

P

e

r

o

a

l

p

a

r

e

c

e

r

a

t

i

t

e

d

a

i

g

u

a

l

q

u

e

y

o

h

a

y

a

p

r

e

p

a

r

a

d

o

n

u

e

s

t

r

o

e

n

c

u

e

n

t

r

o

y

q

u

e

e

s

t

é

s

u

f

r

i

e

n

d

o

.

P

o

r

f

a

v

o

r

,

d

e

j

a

q

u

e

t

o

d

o

s

e

a

c

o

m

o

e

r

a

a

n

t

e

s

.

Lu

Me tuve que sentar en la cama cuando Marcos salió de mi habitación. Me temblaban las rodillas y no recordaba que esto me hubiera pasado anteriormente con otro chico. Volví a sonrojarme cuando vi que me estaba observando en el reflejo del cristal de la ventana. Y no entendía muy bien por qué me había puesto tan nerviosa, ni siquiera cuando nuestros labios estuvieron a punto de encontrarse me sentí así. Él ya me había visto en la exposición de Miguel, pero tenerlo a menos de dos metros de mí era muy distinto.

Ir a la siguiente página

Report Page