Fidelity

Fidelity


CAPÍTULO DIECISÉIS

Página 49 de 62

—¿Hay algo más, verdad? —le pregunté.

—Creo que sí, pero no estoy muy segura. Ayer llamé a Susana y cogió el teléfono su novio. Me preguntó si había sido yo quien le había dado las pastillas. ¿Y si fue Sandra quien lo hizo?

—No puedo asegurarlo, pero Sandra es capaz de hacer esto y mucho más.

Lu sufrió un escalofrío.

—¿Tienes miedo?

—No, no es exactamente miedo, pero es que todo esto me parece tan absurdo que creo que la realidad supera la ficción. No me puedo imaginar lo que has tenido que pasar.

—Esto lo podemos superar juntos —repliqué.

Cogí aire con tranquilidad. Estaba tan cansado de que Sandra aún siguiera en mi vida que no veía el momento de que todo pasara de una vez por todas. ¿Cuándo acabaría todo? No entendía por qué había regresado. Ella sabía tan bien como yo que no íbamos a volver.

—No es nada agradable esperar a que venga la policía a casa y te lleve al juzgado de guardia. Quien peor lo lleva es mi abuela. Si por ella fuera, este problema se habría resuelto hace tiempo, aunque claro, a la manera de Alicia.

—Cualquiera diría que es una mafiosa.

—No, pero te aseguro que haría cualquier cosa para protegernos a mi hermana y a mí.

—Por si te interesa, tengo un boleto guardado en mi bolso para enviar a alguien a la mierda.

—No es mala idea, pero me parece que ella no se daría por enterada. Con Sandra no valen las medias tintas. ¿Y qué me cobrarías?

—A ti te lo dejo gratis.

—Tendré que recompensártelo de alguna manera. ¿Ya no estás enfadada conmigo?

—No.

Volvió a mirar su móvil. Frunció los labios y después se marcó una sonrisa torcida.

—Aún no son las dos, y si te apetece estamos a tiempo de ir a comer a casa.

—¿Estás segura?

Se acercó un poco más a mí. Nos miramos. Nuestros labios se estaban casi rozando. Ella no cerró los ojos, y yo tampoco. Podía sentir cómo su aliento se entremezclaba con el mío. Me mordí el labio inferior, aunque lo que deseaba era abalanzarme sobre su boca y que fuera ella quien me mordiera.

—¿No te ha quedado claro? —replicó ella.

—No, creo que no. Vas a tener que ser algo más convincente. Hoy estoy un poco espeso. —Cuando ella estaba tan cerca sentía que apenas tenía control sobre lo que decía—. Casi no he dormido.

Se acercó un poco más, le acaricié la nariz y después Lu buscó mis labios. Nuestras bocas se necesitaban y había urgencia por recuperar todas las caricias que no nos habíamos dado. No estaba dispuesto a contradecirla. Ambos lo deseábamos.

—¿Algo así? —dijo ella.

—Vas por buen camino, pero aún no estoy muy seguro.

Volvimos a besarnos, aunque esta vez con tranquilidad. Fue un beso pausado, largo y apasionado. Nuestras lenguas jugueteaban a enroscarse con despreocupación. La atraje con firmeza y aspiré el olor de su piel. Acaricié su vientre y le dibujé en él todas las palabras que no me atrevía a decirle con la yema de mi dedo. Le lamí el cuello a la vez que deslizaba una mano hasta alcanzar su pecho.

—Sabes a tarta de manzana —murmuré—. Me encanta cómo hueles.

Ella se estremeció al tiempo que le desabrochaba el sujetador, le subía la camiseta y se la quitaba. Ella gimió en mi oído. La fui recostando hasta que nos quedamos tumbados en la cama. La miré. Su desnudez era espléndida. Bajé hasta su ombligo para saborearlo y después fui besando cada centímetro de su piel para llegar a sus pezones. Le deslicé los labios por el cuello para buscar los suyos. Lu me arrancó la camiseta y me mordisqueó la oreja. Me quedé sin aliento. Acaricié sus muslos y fui subiendo la mano hasta alcanzar el borde de las braguitas. Jugueteé con mis dedos, pero sin llegar a acariciarle el pubis. Lu dejó escapar un suspiro.

—No te puedes hacer una idea de lo que me pones —le dije.

—Estoy deseando que me lo demuestres… —se quedó callada durante unos segundos—, pero no estoy cómoda en tu habitación.

Tragué saliva. Miré por encima de su cabeza hacia la puerta. Lu tenía razón. No me atrevía a llegar más allá porque estaba seguro de que al otro lado mi abuela permanecía pendiente de lo que pasaba en mi habitación. Era una putada estar en casa de mis padres y no poder llegar más allá de unos besos y unas caricias.

—Te propongo un cambio de planes. —Me incorporé maldiciéndome mentalmente por romper este momento tan mágico. Tuve que respirar profundamente para pensar con calma. Estaba demasiado excitado—. Yo te invito a comer y después vamos a hacer un viaje. ¿Te parece?

Me detuve un instante para poner en orden mis ideas después de vestirnos. Necesitaba estar del todo a solas con Lu para terminar lo que habíamos empezado en mi cama, y la casa de mis padres no era un buen lugar.

—¿Un viaje? ¿Adónde?

—Eso es un secreto. Creo que te va a gustar.

La agarré de una mano y tiré de ella para que se levantara de la cama, cogí el móvil y la cartera y salimos corriendo de mi habitación riéndonos a carcajadas. Como había supuesto, mi abuela estaba haciendo como que le pasaba un trapo a la barandilla. Se irguió cuando salimos al pasillo.

—No me quedo a comer —le dije a mi abuela dándole un beso en la mejilla. Eso siempre funcionaba con ella cuando parecía estar enfadada—. Cojo la moto del abuelo.

—Pero si apenas la conoces —dijo entre dientes.

—Lu no es Sandra, de verdad, abuela. Sé lo que me hago —le murmuré al oído para que solo lo oyera ella.

Mi abuela asintió con la cabeza y después le dedicó una sonrisa franca a Lu.

—No te olvides de coger los cascos. —Le brillaron los ojos—. Ya sabes, el del abuelo y el mío.

Eso sí que era toda una sorpresa. Mi abuela guardaba aquellos dos cascos como oro en paño. Nunca me había dejado que me los pusiera. Ella se había comprado un casco imitando a Penélope Glamour, un personaje de dibujos animados de los «Autos locos». Mi abuelo, siguiendo su ejemplo, se había comprado el casco de Pedro Bello, el eterno enamorado de Penélope. Me parecía tan adorable este tipo de detalles que había entre ellos que en momentos como los que estaba viviendo ahora sentía más que nunca la ausencia de mi abuelo. No sé cuántas veces había escuchado la historia. Mi parte friki se la debía en gran parte a ellos. Es posible que este fuera uno de los motivos por los cuales yo era el nieto preferido.

—¡Uauu! Gracias. —Volví a darle un beso en la mejilla y después la estrujé en un abrazo.

—Y no corras.

—Tranquila, abuela.

Lu y yo bajamos la escalera y la llevé al garaje.

—¡Tienes una Vespa! —exclamó emocionada—. Yo siempre he querido montarme en una moto de estas.

—Sí, era de mi abuelo. Esta moto ha recorrido muchos kilómetros. Entonces, ¿qué me dices? Te apetece viajar conmigo.

—Estoy deseándolo. —Pegó un pequeño grito—. No encuentro las palabras.

—No son necesarias, solo agárrate bien.

Cuando la puerta del garaje se abrió, advertimos que había chispeado un poco y que un arcoíris pintaba el cielo. Era el momento de atravesarlo e ir mucho más allá.

M

e

l

l

a

m

a

y

m

e

d

i

c

e

q

u

e

s

o

m

o

s

a

m

i

g

a

s

,

y

c

u

a

n

d

o

m

e

d

e

s

p

i

s

t

o

,

m

e

t

r

a

i

c

i

o

n

a

.

E

s

t

a

g

o

r

d

a

e

s

l

o

m

á

s

a

s

q

u

e

r

o

s

o

q

u

e

h

e

v

i

s

t

o

n

u

n

c

a

.

Y

t

ú

t

i

e

n

e

s

l

a

c

u

l

p

a

d

e

t

o

d

o

.

N

o

,

l

a

t

i

e

n

e

e

l

l

a

.

A

s

a

b

e

r

q

u

é

t

e

h

a

p

r

o

m

e

t

i

d

o

o

q

u

é

t

e

h

a

d

i

c

h

o

d

e

m

í

p

a

r

a

q

u

e

n

o

m

e

l

l

a

m

e

s

.

H

a

s

i

d

o

e

l

l

a

,

¿

v

e

r

d

a

d

?

T

o

d

o

e

s

t

a

b

a

c

l

a

r

o

e

n

t

r

e

n

o

s

o

t

r

o

s

.

H

a

t

e

n

i

d

o

q

u

e

s

e

r

e

l

l

a

.

¿

Q

u

é

t

e

h

a

d

i

c

h

o

d

e

m

í

?

¿

T

e

h

a

d

i

c

h

o

q

u

e

e

s

t

o

y

l

o

c

a

?

N

o

s

é

p

o

r

q

u

é

l

a

e

s

c

u

c

h

a

s

a

e

l

l

a

e

n

v

e

z

d

e

a

m

í

.

C

r

e

í

a

q

u

e

é

r

a

m

o

s

a

m

i

g

a

s

.

Y

o

l

e

d

i

u

n

a

o

p

o

r

t

u

n

i

d

a

d

.

L

e

d

i

j

e

q

u

e

t

ú

e

r

a

s

u

n

m

a

l

n

o

v

i

o

,

p

e

r

o

e

s

o

n

o

l

e

i

m

p

o

r

t

a

.

E

s

t

á

c

l

a

r

o

q

u

e

n

o

m

e

p

u

e

d

o

f

i

a

r

d

e

n

a

d

i

e

.

Q

u

e

s

e

v

a

y

a

p

r

e

p

a

r

a

n

d

o

,

p

o

r

q

u

e

a

m

í

n

a

d

i

e

m

e

r

o

b

a

m

i

n

o

v

i

o

.

A

ú

n

n

o

s

é

m

u

y

b

i

e

n

q

u

é

v

o

y

a

h

a

c

e

r

,

p

e

r

o

e

s

t

o

n

o

s

e

v

a

a

q

u

e

d

a

r

a

s

í

.

P

o

l

v

o

d

e

e

s

t

r

e

l

l

a

s

e

n

l

a

c

a

s

i

t

a

d

e

L

u

E

l

a

m

o

r

,

c

o

m

o

t

o

d

o

e

n

e

s

t

a

v

i

d

a

,

n

o

e

s

f

á

c

i

l

.

E

l

a

m

o

r

e

s

p

a

r

a

l

o

s

v

a

l

i

e

n

t

e

s

,

p

a

r

a

l

o

s

q

u

e

n

o

s

e

d

e

t

i

e

n

e

n

.

¿

Y

q

u

é

m

á

s

d

a

b

a

s

i

é

r

a

m

o

s

i

n

e

x

p

e

r

t

o

s

?

¿

Y

q

u

é

s

i

é

r

a

m

o

s

j

ó

v

e

n

e

s

?

N

u

n

c

a

s

a

b

r

í

a

m

o

s

h

a

s

t

a

d

ó

n

d

e

Ir a la siguiente página

Report Page