Fetish

Fetish


16

Página 5 de 79

16

14

Makedde no sacó gran cosa de la nota. Había esperado alguna excusa apresurada por la ausencia de Catherine, pero el mensaje no parecía dirigido a ella, ni a nadie más en realidad. Catherine había mencionado la posibilidad de una cita para el fin de semana, pero no quiso decirle con quién. ¿Estaba la nota relacionada con eso? Parecía escrita a toda prisa. ¿Quizá Catherine tuvo que marcharse en el último momento?

Confusa y decepcionada, Makedde acometió una inspección más rigurosa del apartamento. La puerta del frigorífico, que habría sido el lugar más natural para dejar un mensaje, estaba llena de menús de comidas a domicilio, pero no había notas. El piloto rojo del contestador automático parpadeaba indicando que había mensajes. Makedde pulsó el botón de reproducción. Los dos primeros eran tonos de llamada; luego: «Catherine, soy Skye de Book, llámame». Había unos cuantos clics y pausas, pero el siguiente mensaje era su propia voz: «Eh, Cat, acabo de llegar. Estoy a punto de coger un taxi…».

Sospechaba que en algún momento del día iba a recibir una llamada nerviosa de Cat deshaciéndose en excusas, y explicándole que su Romeo secreto la había cogido en volandas y la había raptado para una escandalosa escapada.

«Vete olvidando del comité de bienvenida.»

Makedde decidió instalarse, y la primera opción de su lista era la tan esperada ducha caliente. Lamentablemente el baño demostró ser aún más estrecho de lo que parecía. O era un error de diseño para un espacio mínimo, o era una transformación ilegal de un armario; algo que ya había visto antes en otros apartamentos para modelos. Tuvo que subirse a la tapa del inodoro para llegar hasta la ducha-bañera, porque el lavabo quedaba en parte sobre la taza y no había espacio para pasar entre ambos. Después de arrodillarse en la tapa para lavarse los dientes, pasó al otro lado y trepó a la bañera.

Mak se dio una reconfortante ducha caliente que hizo desaparecer la sensación pegajosa que le había dejado el viaje. Se secó y, aún caliente, se metió en la cama con una camiseta y un calzoncillo que había conservado su afecto durante mucho más tiempo que el propietario original. Hacía meses que no descansaba bien y no había conseguido dormir ni siquiera un poco durante el vuelo. Estaba demasiado cansada para pensar en seguir despierta para ajustar su ritmo circadiano. En lugar de eso, puso el despertador a las cinco y media para poder llamar a la agencia Book y pedir los detalles de la sesión de fotos que tenía al día siguiente, y ver si Catherine le había dejado algún mensaje allí. El sueño la invadió rápidamente, pero su descanso estuvo plagado de sueños inquietantes.

Catherine alarga la mano…

Catherine se estira atravesando capas de paisajes oníricos mientras el terror desfigura sus hermosos rasgos. La arrastran más y más hacia el interior de un espacio negro y enigmático. Su cara, pálida y fantasmal, se estira en un grito silencioso. Sus ojos se vuelven cada vez más grandes, más redondos y aterrorizados a medida que la arrastran. Una masa espesa y muerta de oscuridad la engulle lentamente. Ella ruega y suplica mientras es tragada.

Nada podrá hacerla volver.

Sonó el teléfono.

Makedde se sentó de golpe, con la cara cubierta de gotas de sudor. Según el reloj eran las cinco y veintidós de la tarde.

- ¿Hola?

Era Charles Swinton, su agente, para confirmar los detalles de la sesión de fotos del día siguiente en La Perouse. El trabajo estaba programado para comenzar temprano, y sería un día largo. A pesar de que acababa de llover no hacía falta comprobar el tiempo a primera hora de la mañana; estaban seguros de que despejaría.

- Por cierto, Charles… ¿habéis sabido algo de Catherine?

- No. Sospecho que se ha ido pronto de fin de semana. Por cierto, también contamos contigo para la presentación de Becky Ross. Tendríamos que confirmarlo mañana.

- ¿Becky Ross?

- La estrella de los culebrones. Está en la cumbre y lanza su propia colección de ropa; podría ser muy buena publicidad para ti.

- Estupendo. Dime algo.

Makedde le dio las gracias por la llave del apartamento y se despidió. Se tumbó en la cama esperando que sonara el teléfono y que Charles estuviera en lo cierto. Catherine podía entusiasmarse, enamorarse del amor y convencerse de que el último hombre que había conocido no era otro que el Príncipe Encantado en un Porsche. Ya había sucedido antes.

Sólo eran las cinco y media, pero en Canadá era más de medianoche. Se esforzó por mantenerse despierta, pero hacia las diez su energía hizo discretamente el equipaje y la abandonó, y sus párpados se cerraron. Se hundió en el sueño con un sobado ejemplar de Mindhunter en la mano.

Ir a la siguiente página

Report Page