Fetish

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Capítulo 12

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Capítulo 12

Cuando llegó el detective Flynn, Makedde estaba sentada en el suelo del apartamento. Todavía llevaba la minifalda y sus piernas permanecían ligeramente abiertas en una postura totalmente inconsciente. Estaba apoyada en la pared con los ojos cerrados y un pequeño joyero en las manos.

- ¿Señorita Vanderwall? -preguntó él, indeciso.

Mak abrió los ojos de golpe al oír su nombre y él se fijó en su oscuro maquillaje corrido. No tenía un aspecto tan inalcanzable como el domingo en la comisaría. Sentada allí, en medio del apartamento saqueado, parecía vulnerable y sola. Lamentó haberla tratado con tan poco respeto. Quizá su compañero Jimmy tenía razón y su esposa lo estaba convirtiendo en un imbécil con las mujeres.

- Hola -respondió ella con voz áspera-. Siento haberlo sacado de la cama, pero no me esperaba todo esto cuando llegué a casa. Supongo que tuve un ataque de pánico.

- No, no. Hizo bien en llamarme. Dígame qué sucedió.

Ella le contó lo que había pasado aquella noche en tono resignado y desanimado.

- ¿Ha notado que falte algo?

- De momento no puedo saberlo.

- Verá, no podemos dar por sentado que esto esté relacionado con la muerte de su amiga…

- Asesinato.

- ¿Disculpe?

- No se murió sin más; la asesinaron.

- Correcto. Bien, no podemos dar por sentada la conexión entre ambos sucesos. Por aquí se producen muchos robos, especialmente en edificios antiguos. -No quería generarle más miedo. No era probable que el asesino fuera tras ella-. Bueno, no se llevaron el televisor ni nada parecido. Aunque, para ser francos, yo tampoco me habría llevado ese armatoste.

Ella sonrió con los labios apretados y luego bajó la vista hacia la caja adornada que tenía en el regazo.

Él advirtió que llevaba un grueso anillo de diamantes en el pulgar. No recordaba haberlo visto en la comisaría.

- Bonito anillo -dijo-. ¿Dónde lo consiguió?

Ella lo miró con suspicacia y él tuvo la extraña sensación de que lo estaba evaluando, decidiendo algo. Como no decía nada, habló él:

- Quiero disculparme si estuve grosero con usted el domingo.

Ella le dirigió una mirada severa.

- Sí, estuvo grosero.

Durante un momento él no supo qué responder a una declaración tan directa.

- Se la ve cansada. ¿No tiene otro sitio donde pasar la noche?

- No. Me quedaré aquí. No volverán mientras haya policías por todas partes. En cualquier caso es probable que ya tengan lo que quieren. -Él levantó una ceja. ¿Qué era lo que pensaba que tenían?-. O eran ladrones, o eran coleccionistas de recuerdos que buscaban algo de Catherine.

Flynn estaba un poco sorprendido. Seguramente ella tenía razón, pero no había esperado que entendiera eso.

- Podríamos ayudarla…

- No, no quiero su ayuda -soltó ella de pronto-. Esta noche me quedaré aquí. -Miró su reloj-. O más bien me quedaré aquí el resto de la mañana. De todos modos tenía previsto levantarme antes de cuatro horas.

- Bien, mañana enviaremos a alguien para hablar con usted. Podría ser que tuviéramos que buscar huellas otra vez.

- Dudo que hayan dejado huellas.

Andy la miró con curiosidad. Makedde tenía reacciones extrañas. ¿Acaso sabía algo?

- ¿Y eso por qué, señorita Vanderwall?

- Resulta evidente que el lugar está cubierto de polvo. Cualquiera con medio cerebro llevaría guantes. No hace falta ser detective para darse cuenta de eso.

- Supone usted que esa persona tiene cerebro. -Se volvió y fue hacia la puerta-. La veremos por la mañana.

Ella lo sorprendió diciendo:

- Que duerma bien.

- Igualmente -contestó él, y era sincero.

Estaba un poco desconcertado por su fortaleza. ¿O simplemente estaba siendo terca por cómo la había tratado él?

En cualquier caso, ya eran más de las tres y media y era hora de dejar en paz a la chica.

Cuando el detective Flynn llegó a su despacho a la mañana siguiente se encontró con una enorme foto de cincuenta por sesenta de Makedde Vanderwall, vestida sólo con un escueto biquini de color aguamarina, clavada en el tablón de anuncios. Alguien había silueteado sus pechos y dibujado los pezones con un grueso rotulador rojo. Andy se paró y la miró con los ojos hinchados. Oyó unas risitas ahogadas a su espalda.

- Bueno, esto es… -no encontraba las palabras exactas-; esto es arte.

Admiró durante otro momento la desenfrenada demostración de inmadurez y luego comenzó a descolgarla.

- No, no. -Jimmy se levantó y fue hacia él-.Se queda.

Jimmy Cassimatis era el compañero de Andy desde hacía cuatro años. También era su amigo. El caso de los «asesinatos del zapato de tacón», como lo llamaban ahora, era uno de los más notables en los que cualquiera de ellos había trabajado en toda su carrera. Con tres asesinatos hasta el momento, el sentido del humor golfo de Jimmy era un agradable alivio para la tensión. Jimmy era famoso por hacer las cosas más espantosas en la morgue, así que pintarrajear una foto no era nada en comparación.

Andy Flynn era más serio con su trabajo en la policía. Más ambicioso. Había crecido en el seguro extrarradio de Parkes, cuyos habitantes sólo tenían una idea muy abstracta de lo que era el crimen. La principal preocupación en su barrio eran los niños que podían robar un triciclo que se hubiese quedado en la pradera frente a la casa. Como a la mayoría de la población, a nadie se le ocurría que pudiese haber un asesino en la puerta de al lado o un pederasta dando clases en la escuela primaria.

Los policías locales tal vez no habían trabajado bajo presión para resolver un crimen problemático, pero desde luego Andy se dio cuenta del aprecio que se les tenía en la pequeña ciudad. Había una chica muy guapa que trabajaba en la charcutería de la esquina, y siempre tenía preparada su mejor sonrisa para el sargento Morris. Todos los chicos querían ver su pistola y su uniforme imponía respeto.

Entonces ya lo atraía la policía, pero los sueños de Andy de pertenecer al cuerpo no empezaron a cobrar forma de verdad hasta el sensacional caso de 1974. Tres hombres fueron asesinados y el escocés Archie Perro Loco McCafferty fue juzgado. Éste alegó que la voz de su hijo muerto de seis semanas le había pedido que matase siete hombres para que él pudiese volver a la vida. La gente estaba fascinada y horrorizada por el caso, y todo ese interés no le pasó inadvertido a Andy, que tenía once años. Le pareció que los policías y los asesinos no jugaban en igualdad de condiciones. Había mucho en juego y se daba mucha importancia a sus acciones. Quería formar parte de aquello. Se apuntó en cuanto terminó el instituto, y con el tiempo consiguió el traslado a la ciudad, donde estaba la acción de verdad.

- Espero que no tuvieras pensado entretenerte con esto durante mucho tiempo -le avisó Flynn con un dedo en el ombligo de Makedde-. Porque la de verdad entrará por la puerta en cualquier momento y estoy bastante seguro de que me castraría aquí mismo si viera esto.

- ¡Ah, mariposón! No te gustan las chicas, ¿eh?

Jimmy se reía interceptando los desganados esfuerzos de Andy por descolgar la foto.

- Ha tenido una mala noche con ese robo.

- La próxima vez dile que puede llamarme a mí a cualquier hora de la noche. La ayudaré. -Guiñó un ojo-. La verdad es que Angie se cabrearía. Y más si supiera que se trata de esa modelo.

Se habría cabreado. Angie Cassimatis era un poco susceptible con esa clase de cosas, pero la verdad era que tenía razones para serlo. Jimmy no era Brad Pitt, ni de lejos, pero aun así había conseguido montárselo con una joven agente en un pasado no demasiado remoto. Le había llegado un rumor y luego Angie lo confirmó a través de un amigo de un amigo que casualmente era primo de la chica con la que él se había liado. Fue como el juego del teléfono. Un gran lío. Habían roto platos en su boda, pero Andy estaba seguro de que rompieron infinitamente más cuando Angie se enteró. La joven en cuestión fue trasladada de alguna manera a Melbourne después de aquello, y Jimmy llegó al trabajo con una misteriosa marca en la cara del la maño de la mano de Angie.

Jimmy le leyó la mente.

Skata

[2]! Una vez, ¿vale? Una vez. ¿Me estás diciendo que eros un jodido santo? Porque yo sé que no lo eres.

- No, no lo soy. Dejémoslo. Pero prométeme que quitarás la foto antes de que la vea quien no debe.

Jimmy no le contestó, pero en sus labios se dibujó una sonrisita traviesa.

- ¿De dónde la has sacado?

- Del carrete confiscado en la sesión de fotos.

Andy sacudió la cabeza.

- Acabo de estar con los forenses -empezó Jimmy volviendo al trabajo-. Están contentos de que sea el mismo asesino en los tres casos. No hay imitadores. Así que quizá vamos a llegar por fin a alguna parte con Kelley.

El detective inspector Kelley había rechazado su petición de refuerzos, incluso después de encontrar a Catherine, la tercera víctima. Afortunadamente, las tres quedaban dentro de su jurisdicción, así que la conexión entre los crímenes se estableció pronto. Una vez definido el patrón, los recursos extra serían más fáciles de racionalizar. Aún se estaba investigando en busca de delitos similares en otros estados, pero hasta el momento no se había encontrado nada concluyente.

- La misma clase de martillo. Además, como dijiste, la misma firma. Todos estamos de acuerdo, al menos extraoficialmente, de que tenemos entre manos a un asesino en serie -afirmó Jimmy.

Andy asintió e hizo una pausa. «Un asesino en serie.» Ni todas las muestras de ADN del mundo serían de ayuda si el asesino actuaba al azar, como solían hacer los asesinos con firma. Tenía que mantener la esperanza de que hubiese alguna clase de relación entre las chicas, algún vínculo común.

- Roxatave Slaesmaxv, dieciocho años, prostituta. Cristelk Crawford; veintiuno, prostituta y bailarina de striptease. -Andy miraba las fotos de las víctimas mientras hablaba, y los ojos de éstas lo observaban fijamente en una comunicación silenciosa que no era capaz de descifrar-. ¿Cómo eran? -continuó sin dirigirse a alguien en particular-. ¿Enérgicas? ¿Pasivas? ¿Qué es lo que lo dispara?

Andy tenía la costumbre de hablar solo de vez en cuando, y ya era una especie de broma interna en Homicidios. Suponía que había comenzado hablando en sueños y teniendo una imaginación muy activa de niño, pero en las tormentas de ideas como aquélla, cuando había que resolver crímenes importantes, descubrió que verbalizar sus ejercicios mentales era útil. A veces un detective le discutía una teoría que ni siquiera era consciente de haber enunciado.

- Atractivas -murmuró sin dejar de mirar las imágenes.

Las instantáneas bonitas y sonrientes de cada chica contrastaban con las sangrientas escenas de los crímenes: fotos de sangre y mutilaciones; descomposición; carne destrozada; vidas perdidas.

- Algunos habrían querido cuidar de ellas, pero nuestro hombre quiso violarlas. -Pensó en ello. Las víctimas eran prácticamente niñas. Niñas muy maquilladas. Hablaba en voz alta tanto para sí mismo como para su compañero-. Las edades y profesiones son semejantes. Entre adolescentes y veinteañeras. Luego va por una modelo extranjera. ¿Destroza eso tu teoría acerca de alguien que odia a las putas?

- No hemos encontrado la ropa, aparte de los zapatos -contestó Jimmy-. La modelo podría haber llevado ropa provocativa y él habría pensado que estaba en venta. Ella lo rechazó y ¡zas! -Jimmy dio una palmada para ilustrar una de sus palabras favoritas-, el malaka

[3] la pilla.

Andy analizó esa posibilidad.

- La encuentra sola, sin nadie que detecte algo sospechoso. Las otras podrían haber ido con él a algún lugar voluntariamente si hubieran creído que era un cliente de verdad, pero ésta no. Además era joven y saludable. Si se hubieran peleado alguien habría visto u oído algo. No tenía heridas defensivas, sólo las marcas de las ataduras en muñecas y tobillos. Así que al parecer la ató sin demasiados problemas. Quizás estemos buscando a alguien que se sitúa en una posición que induzca a confiar en él. -Cogió una humeante taza de café solo; la segunda de la mañana-. O a un tipo encantador y afable. ¿Encontró Colin a alguien en el lugar donde la dejó?

- Nada, sólo un par de vecinos, gente que paseaba sus perros, nada fuera de lo corriente.

Andy estaba decepcionado. Habían esperado que el asesino regresara a ese lugar a revivir el asesinato.

- Digamos que son extranjeras -sugirió Jimmy-.¿Por qué las elige entre todas las demás tías que hay por ahí?

- ¿Por los zapatos?

- Hay muchas mujeres que llevan tacones -señaló Jimmy.

- Llama a la agencia de modelos y entérate de si Catherine frecuentaba clubes nocturnos, bares o sitios así. Quizá buscaba a las chicas en un lugar público, las seguía hasta su casa y esperaba el momento adecuado. Quizá caza en una zona determinada y Catherine pasó por donde no debía.

- Yo apuesto por Cross; ahí se encuentra The Space.

- Puede ser.

Jimmy hizo unas anotaciones en su libreta y luego miró a Andy con un gesto inusualmente serio.

- ¿Crees que hay más?

- La violencia ha ido en aumento. Las mutilaciones también, y no parece que las fechas de los asesinatos sigan un patrón. Podría ir de cacería, así que no me sorprendería que ya hubiese matado antes pero hubiese borrado mejor las huellas. Hay una buena cantidad de personas desaparecidas que cuadran con su tipo de víctima.

- No parará.

Andy asintió con tristeza.

- No, si no lo cogemos antes.

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