Fetish

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Capítulo 52

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Capítulo 52

A las ocho de la mañana Makedde marcó el número de Jimmy. Quería saber algo de la nueva pista que había mencionado Andy, pero también quería hablar de un presentimiento que tenía acerca del coche que había visto últimamente. Había captado un indicio en sueños. Estaba segura de ello. Andy estaba siguiéndola pero ¿por qué? ¿Por qué él no se lo mencionó? Se había quejado de que Cassandra se hubiese quedado el Honda, y ahora volvía a tenerlo. ¿Hasta dónde había llegado para recuperarlo? ¿La había seguido durante todo el día y luego la había esperado frente a su puerta? Y había algo más: decía que el corte de su pulgar derecho se lo había hecho cortando fruta con el cuchillo que luego usaron para matar a su esposa. Pero Andy era diestro.

Salió al porche y miró las olas de Bronte. Makedde pensaba marcharse dentro de dos semanas, como muy tarde. Su familia nunca se lo perdonaría si no estaba en casa para el nacimiento del primer hijo de su hermana. Se había prometido a sí misma que no se iría hasta que encontraran al asesino de Catherine. Odiaría volver a casa con el rabo entre las piernas, habiendo fracasado. No, iba a quedarse sólo dos semanas más; luego se sentiría satisfecha de haber hecho cuanto había podido.

Sonó el teléfono. Lo cogió automáticamente:

- Jimmy…

- Hola Makedde, soy Suzy, de Book.

«¿Suzy?»

- Lo siento, esperaba otra llamada.

- ¿Cuánto puedes tardar en llegar al centro?

- Eeh… veinte minutos si voy en taxi. ¿Por qué?

- Ha llamado una chica para decir que está enferma. Quieren alguien ahora mismo para una sesión de ropa para ELLE. Cuatro horas. Media jornada de tarifa editorial.

- Genial.

ELLE le proporcionaría varias páginas excelentes para añadir a su portafolio. Suzy le dio la dirección y Makedde llamó a un taxi en cuanto colgó. ¿Suzy? Había muchos representantes y no recordaba ni la mitad de los nombres. Probablemente Suzy era la del pelo rojo rizado. Unos minutos más tarde el taxi había llegado y, con su portafolio y su maquillaje en una bolsa de bandolera, Makedde se lanzó por la escalera y se dirigió al que iba a ser su último trabajo en Sidney.

Andy Flynn podría haber jurado que sus colegas se apartaban de él cuando entró en el ascensor. Los dos agentes de su izquierda se volvieron de espaldas cuando apareció, y la chica china-australiana del departamento forense que tenía pegada al otro lado parecía muy incómoda atrapada en la misma cabina. Desvió la mirada y prácticamente saltó cuando él hizo un pequeño movimiento.

Bienvenido a la realidad. Los hombres y mujeres que componían la fuerza de la que él formaba parte, o había formado parte, ahora lo trataban como a un leproso. Culpable hasta que se demostrara su inocencia. ¿No sabían que tenía coartada para los asesinatos de esas mujeres? Pero su coartada para los otros crímenes no bastaba. Probablemente pensaban que había matado a su esposa y lo había arreglado todo para que pareciese como los otros homicidios. Ninguno de ellos parecía tener demasiados problemas para tragarse esa idea; ninguno. Los que no tienen muchas luces suelen tratar con suspicacia a los policías especializados en asesinos en serie. Estudiar con el FBI lo había hecho subir de categoría, pero también lo había aislado.

El viejo ascensor traqueteó hasta su piso a una velocidad lamentable. Cuando por fin salió, oyó cómo los otros pasajeros respiraban con alivio. Andy no quería problemas. Sólo había ido allí porque necesitaba conocer los resultados de la prueba. Nadie había contestado a sus llamadas, ni siquiera Jimmy, y estaba cansado de que le hicieran perder el tiempo.

Examinar sus zapatos era ridículo, y Andy se lo había dicho muy claro. Mantenía que le habían tendido una trampa, y si eso era cierto las pruebas no demostrarían nada. Tenía viejas botas que no había utilizado desde hacía años; cualquiera podría haberse llevado un par junto con el cuchillo. Podría haberlas pasado por la sangre de su mujer y haberlas devuelto al montón. Habría sido fácil.

Andy entró en el departamento de Homicidios y vio que no estaba Jimmy ni tampoco la mayor parte de los detectives. Pero sí se encontraba allí el inspector Kelley, que pareció sorprendido al verlo.

- Hombre, Flynn. ¿Qué hace por aquí? ¿Sabe que han aplazado las pruebas del calzado?

- Ah, estupendo -respondió Andy con un ceño de irritación.

- Ha ocurrido algo -dijo Kelley en un tono un poco más cordial-. Ya no centramos la investigación del asesinato de su esposa en el arma y las huellas de zapatos.

- ¿Intenta decirme que ya no soy sospechoso?

El gesto de Kelley se endureció.

- Por el momento no estoy diciendo nada. ¿Qué hace aquí?

- Sólo quería ver cómo iban las pruebas. No se preocupe, no tengo intención de quedarme.

- Espero que esta situación se aclare pronto -replicó Kelley, y luego desapareció por el pasillo.

Al parecer, no sabía muy bien cómo tratar a una persona non grata. Nadie sabía cómo hacerlo.

Andy se dispuso a marcharse pero se detuvo al ver a Jimmy acercándose desde el ascensor. Su compañero tardó en reaccionar; dirigió a Andy un «hola» distraído y siguió hasta su mesa para contestar al teléfono que sonaba. Andy observó a Jimmy susurrar algo al teléfono. Todo ese secretismo lo estaba volviendo loco.

- Skata! ¡¿Qué quiere decir que lo has perdido?! -gritó de pronto Jimmy al micrófono. Su piel olivácea se volvió del color de la remolacha y se le hincharon las venas del cuello-. ¿Cómo es posible?

La frase fue acompañada por un puñetazo en la mesa. Jimmy colgó el teléfono con un golpe. A alguien debían de estar pitándole los oídos.

- Oi, Jimmy. ¿De qué se trata? ¿A quién han perdido?

- ¡Puf, skatal ¡Menudo marrón! -susurró-. Nunca creí que pudieras haberlo hecho tú, compañero, así que seguí investigando en busca de alguien que pudiera tenerte manía. Alguien que quisiera tenderte una trampa, como tú habías dicho. Tenía a ese tipo del bar -continuó-, Ed Brown. Acabábamos de ponerle vigilancia y nos ha engañado. -Jimmy se frotó la cara con manos temblorosas-. ¡Joder! Lo hemos perdido…

Andy casi no oyó el resto de lo que estaba diciendo Jimmy. Se sintió enfermo. Habían encontrado al asesino del zapato y luego lo habían perdido.

Era la peor de las noticias.

- Hizo una llamada antes de salir -dijo Jimmy-. Teníamos activado el rastreador. Llamó a Makedde.

Andy no tuvo que decir ni una palabra, su expresión lo dijo todo. Volvía a estar en el caso le gustara o no al inspector Kelley.

- Kelley me cortará la cabeza por esto. Bueno, ¡a la mierda! -Jimmy abrió un cajón de seguridad de acero y sacó un revólver. Se lo dio a Andy sin dudarlo-. Buscamos una furgoneta Volkswagen azul del 76. Te pondré al corriente por el camino.

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