Fetish

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Capítulo 23

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Capítulo 23

Becky Ross vivía sola en un dúplex de lujo que quedaba al norte de Bondi Beach, en el extremo opuesto al del humilde edificio de apartamentos de Makedde Vanderwall. Él la vigilaba mientras Becky se movía por su dormitorio recogiendo ropa y doblándola para guardarla en varias grandes maletas abiertas sobre su cama.

«No va a ir a ninguna parte.»

La observaba desde la oscuridad de la calle, fuera del alcance de los ojos de los entrometidos. Los vecinos estaban encerrados en sus casas. Las terrazas, que en verano rebosaban de fiestas y barbacoas, ahora se encontraban desiertas como puestos de vigilancia abandonados.

Becky no se había molestado en correr las cortinas y quedaba completamente a la vista de cualquiera que quisiera mirar.

Él estaba alcanzando un grado superior.

Una celebridad.

Fama.

La observó durante un rato disfrutando de su especial estilo de juego preliminar. Probaría nuevos métodos. Podía experimentar. Tendría más práctica para Makedde.

«Voy a tratarte muy bien.»

El motor ronroneaba suavemente mientras recorría la entrada hacia al apartamento de Becky. Aparcó la furgoneta tan cerca de su puerta como pudo, apagó las luces y abrió la puerta lateral. Con un ramo de rosas rojas baratas en la mano, tocó el timbre de Becky. Se apartó un paso para ver su reacción por la luminosa ventana. No parecía sorprendida, pero fue de inmediato hasta un espejo para inspeccionar su peinado y su maquillaje.

- ¡Un momento! -gritó, y se aplicó otra capa de su pintalabios brillante favorito.

Por fin abrió la puerta principal y miró las rosas con disgusto. Olía a perfume floral caro e iba descalza, con las uñas de los pies pintadas de un vulgar color entre púrpura y rosa. Él lo arreglaría.

Becky no advirtió que llevaba guantes de cuero ni se fijó en su gorra sin distintivos. Ni siquiera miró su cara.

- ¿De quién son?

- Departamento de Publicidad de MDM. ¿Tiene un bolígrafo? Necesito que me firme esto.

- Espere -masculló ella.

Becky se alejó y desapareció en una habitación al fondo del recibidor. Él cerró la puerta tras de sí sujetando el pomo firmemente hasta que se cerró con un clic casi inaudible. Dejó el montón de papeles en una repisa y observó el recibidor.

Becky Ross había dejado junto a la puerta un par de zapatos de tacón para él.

Para él.

La estrella del culebrón volvió con un bolígrafo y se inclinó sobre los papeles.

- Oiga -comenzó extrañada-, aquí no dice…

Él sacó rápidamente el martillo de su cinturón y lo alzó sobre su cabeza. Se abatió sobre el cráneo de Becky con un sonido apagado y se hundió en su brillante pelo rubio. Su cara golpeó la repisa de madera y cayó hacia atrás con un gemido al tiempo que sus ojos desaparecían tras sus párpados.

Mientras Becky estaba aturdida en el suelo él le puso los zapatos de tacón, que ocultaron sus feas uñas. Se la cargó sobre el hombro, la llevó sin esfuerzo hasta la caja de su furgoneta y la dejó en el suelo. Con fría precisión, la sujetó con las esposas, la cubrió con la manta hasta la cabeza y cerró con llave la puerta corredera. Luego volvió al apartamento, recuperó las rosas y los papeles y cerró la puerta principal. Dejó sus cosas en el asiento del acompañante y se quitó los guantes antes de arrancar el motor. Estaba contento con su actuación. Desde el momento en que había tocado el timbre había necesitado menos de dos minutos para toda la operación.

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