Fetish

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Capítulo 50

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Capítulo 50

Cuando Makedde llegó a casa la esperaba una sorpresa. Había un hombre sentado en su escalera. La pequeña bombilla de la puerta principal iluminaba débilmente una de sus mejillas; la otra mitad de su cara quedaba en la oscuridad. Sonreía.

Andy Flynn parecía hecho polvo. Era como si acabara de salir de una secadora. ¿Cuánto tiempo llevaría esperando, aguantando el frío viento? No la desarmó la inocente expresión de derrota de su rostro.

- Makedde, esperaba que volvieses pronto. De verdad que necesito hablar contigo -dijo-. Sólo quiero que sepas que yo no lo hice -continuó-. Nunca podría hacer algo semejante.

- No creo que sea buena idea vernos así -consiguió decir ella, «No lo hagas enfadar»-. Tal vez podríamos…

- No -la cortó él enérgicamente-. Por favor, necesito hablar. Sólo un momento.

- En ese caso, ¿por qué no nos tomamos un café y hablamos? Hay un lugar a la vuelta de la esquina. Podremos librarnos de este viento. -Él tardaba en responder. Tenía que conseguir que se alejaran de esa calle desierta. Tenían que ir a un lugar público-. Vamos, no está lejos.

Unos minutos más tarde se encontraban sentados a una mesa en un café de Bronte frente al que Mak había pasado de camino a casa. Desde allí se veía la playa, ahora oscura, por un gran ventanal. Las olas rompían con furia en la costa. Se estaba fraguando una tormenta, pero por el momento había dejado de llover. Makedde se frotó las manos para calentarlas.

- Bueno -dijo-, ¿por qué no empezamos por el principio? En un momento no podíamos quitarnos las manos de encima y al momento siguiente no contestabas mis llamadas.

Andy se quedó quieto, en silencio y encogido. Pero luego, igual que un globo lleno de helio que comienza a descender y arrugarse después de unas cuantas horas, fue como si la energía lo abandonase; estaba derrumbándose lentamente frente a ella.

- Tienes la terrible costumbre de aparecer sin avisar. ¿Eres consciente, verdad?

Él respondió con un débil «lo siento». Luego pareció que volviera de algún lugar. Escogió sus palabras con cuidado:

- Me temo… que puedo haberte puesto en peligro.

No era la clase de respuesta que esperaba.

- ¿Tú me has puesto en peligro? -preguntó ella a la desordenada raya de su pelo.

- Por descuido -añadió él sin levantar la vista.

- ¿Por descuido? ¿Quieres decir como a tu mujer?

Él levantó la cabeza. Tenía los ojos tristes y cansados.

- Sí.

- Perdona si no me lo tomo bien, teniendo en cuenta lo que le ha sucedido a ella.

La camarera dejó sus consumiciones sobre la mesa con suavidad y desapareció de inmediato. Makedde miró a Andy, que cerró sus manos sobre la taza de café solo y luego hizo lo mismo con los ojos. Quizá a fin de cuentas no había motivo para tenerle miedo. Era hora de averiguarlo.

- No soy un asesino -afirmó él-. Yo no maté a ninguna de esas pobres mujeres, y desde luego no maté a mi propia esposa. Pero creo que quienquiera que lo hiciese sabe muy bien hasta dónde estoy dispuesto a llegar para atraparlo y está intentando sacarme de la circulación.

- ¿Quieres decir que el asesino intentó tenderte una trampa?

- Sí. Cassandra sólo fue una herramienta para él, una manera de alcanzarme. Por eso podrías estar en peligro. Si se entera de lo nuestro, podría intentar servirse de ti.

¿Era así de sencillo? ¿Un montaje?

- ¿Tienes motivo para creer que va a por mí?

- Sólo lo que le contaste a Jimmy. No podemos estar seguros, pero me ha hecho pensar.

- Pero no van a hacer nada para protegerme, ¿verdad?

- No. No pueden. Aunque quisieran, no hay pruebas suficientes para justificar el gasto en personal.

No la sorprendía. «¿Por qué no guardé la foto que me enviaron?»

- Entonces, deja que me aclare un momento. ¿No tienes nada que ver con el asesinato de tu mujer? ¿Te tendieron una trampa?

- Lo juro.

- Y ¿dónde estabas cuando la mataron?

- Estaba solo, borracho y triste en una casa de Lane Cove adonde fui cuando me suspendieron el lunes por la mañana.

Sus ojos suplicaban confianza.

- Pero no puedes demostrarlo.

- No.

«Mal.»

- ¿Qué hacías en Lane Cove?

- Tenía que alejarme. Es una pequeña casa que compramos como inversión. Durante una temporada tuvimos un inquilino.

Mak seguía mostrándose escéptica.

- Entonces, si era tu casa, ¿por qué la policía no trató de encontrarte allí? Estaban buscándote, ¿sabes?

- En realidad era la casa de Cassandra y aún está a su nombre. Iba a cedérmela como parte del acuerdo de divorcio. Ella se quedaba la casa de Woollahra, que vale mucho más. Yo no podía soportar la idea de vivir en ella, así que Lane Cove me pareció bien.

- ¿Y el cuchillo de cocina? -preguntó ella continuando su interrogatorio.

- Robado.

- ¿Y la sangre?

Él le enseñó la mano derecha y flexionó el pulgar como si fuera a hacer autoestop.

- ¿Ves el corte? -Los ojos de Mak se fijaron en un fino corte-. Tengo que agradecérselo a tu sermón sobre los beneficios de la fruta fresca y las verduras.

Ella recordó su primera cita y el tonto comentario. Dudaba que hubiese tenido algún efecto en sus hábitos alimentarios.

- ¿Cuándo?

- El sábado. Es la única explicación que se me ocurre.

«¿Es la única excusa que se te ocurre?»

- ¿Y ésa fue la última vez que usaste el cuchillo?

- Sí. Lo dejé en el fregadero. Después de eso estuve contigo. Cuando salí el lunes hacia Lane Cove no me llevé muchas cosas. No tenía ni idea de cuánto tiempo iba a quedarme. Sólo necesitaba tranquilizarme. Escapar. No sé si por entonces el cuchillo ya no se encontraba allí. Lo único que tengo claro es que ayer ya no estaba. Estaba tirado al lado del cuerpo de Cassandra.

- Hay algo que no consigo entender: si no vivías en la casa de Woollahra con Cassandra y tenías que recoger cosas para irte a la casa de Lane Cove, ¿dónde vives?

- He estado en el hotel Holt. Es un sitio pequeño y cochambroso en Cross. Por eso nunca quise llevarte allí. Con este caso entre manos no he tenido tiempo para trasladarme adecuadamente.

- ¿Jimmy está aún al frente de la investigación? -preguntó.

- De los crímenes del zapato sí, pero han encargado a otro el caso de la muerte de Cassandra. Jimmy cree que soy inocente, o al menos eso me dice, pero hay un montón de gente que piensa que aproveché lo que sé sobre esos crímenes para hacer una réplica. Por lo que he podido averiguar hay un pequeño capullo arrogante que está dedicando todo su tiempo a encontrar alguna brecha en mis coartadas para las otras muertes.

- ¿Qué vas a hacer?

- Sinceramente, no lo sé. No sé cómo, pero tengo que pillar a ese tipo. Es la única manera de demostrar mi inocencia. Disponen de una pista nueva en el caso de Catherine pero no quieren decirme nada. Oficialmente estoy fuera del caso desde el lunes. Ni siquiera Jimmy suelta prenda. -Suspiró-. No sé qué creen que voy a hacer. Aunque pudiera encontrar ahora mismo a ese tipo y sacarle una confesión a golpes, eso no significaría una mierda.

Sonó como si fuera algo que ya había intentado.

- ¿Te dio Jimmy la impresión de que es una buena pista?

- No necesariamente. Sólo algo nuevo. Si fuera lo bastante sólida estarían todos en ello, y no es así.

- Están todos encima de ti.

- Exacto.

Sonrieron juntos por primera vez en lo que parecía una eternidad.

- Se te ve cansado. Has debido de tener una semana infernal -dijo ella menos distante.

- Ya puedes decirlo. De verdad siento no haberte llamado. No tengo excusa, pero cuanto más tiempo pasaba allí menos ganas tenía de hablar con la gente.

- Y menos con una mujer -añadió ella con intención.

- Supongo que sí -admitió él.

Su comportamiento era muy extraño. Era como si alguien le hubiera robado el viento de las velas. Habría querido decirle que lo entendía, pero habría mentido. Las cosas nunca volverían a ser iguales. Bajó la vista y vio su taza vacía. Necesitaba ir a casa y pensar en lo que había dicho Andy, sin él delante influyendo en ella.

- Es tarde. Debería irme a dormir.

- Te acompaño a la puerta; si te parece bien.

- Claro.

La noche amenazaba tormenta mientras volvían; sobre sus cabezas pasaban nubes oscuras cargadas de lluvia.

- Gracias por escucharme -dijo él cuando llegaron ante la puerta.

Ella se apartó de él y le deseó buenas noches. Él pareció notar su cautela y la respetó. Estaba bien haber hablado con él, haber oído su versión.

Pero ¿dónde estaba la verdad?

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