Fetish

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Capítulo 65

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Capítulo 65

Ed Brown estaba inclinado sobre ella, echándole su aliento pútrido y caliente sobre el cuello. Makedde intentó escupirle pero la mordaza de goma hizo que el salivazo chorrease por las comisuras de su boca hasta la barbilla. Tiró de sus ataduras, pero sólo notó cómo se clavaban sin piedad en su carne. Veía claramente la cara del hombre muy cerca de la suya. A la luz de la lámpara observó un profundo corte en su frente. Era largo y aún sangraba, pero sus ojos estaban alerta, vivos, bailando con sádica satisfacción.

- Estás babeando, Makedde.

Su nombre sonó ofensivo en sus labios. Tenía algo en la mano enguantada… y lo acercaba a su garganta. Era una esponja quirúrgica empapada de desinfectante. La estaba limpiando, quitándole el barro y el olor del río. Sus manos se movieron sobre su cuerpo desnudo, sobre la piel de gallina, y se detuvieron en los pezones erectos. La esponja recorrió sus pechos, su ombligo, bajó por el vientre. Ella intentó cerrar las piernas, pero sus tobillos estaban atados demasiado separados.

Intentó imaginar que estaba en otro lugar.

«Estoy paseando por la playa, libre, no estoy aquí. No estoy con esa esponja que escuece entre las piernas. Por favor…»

Ed se volvió de espaldas a ella. Estaba cogiendo algo, sacándolo de la caja de herramientas con las dos manos. Ella forzó el cuello y vio una punta aguzada. Él bajó por su cuerpo hasta sus tobillos atados, acarició sus pies descalzos con las puntas de los dedos y puso algo en sus pies. ¡Sus zapatos! Había recuperado sus zapatos de tacón de la furgoneta y ahora estaba poniéndoselos.

- Madre… -suspiró él.

Estaba muy atontada. Su respiración era superficial y costosa, y temblaba. Él volvió a la caja de herramientas y seleccionó instrumentos, los ordenó sobre una lámina de plástico y luego los limpió. Makedde distinguió algo que le pareció un escalpelo, un cuchillo muy largo, unos alicates…

Pateó violentamente. «¡Rompe la cuerda!» Las ataduras se le clavaron más profundamente. El dolor era insoportable, pero tenía que seguir. Las patas de la cama protestaron con fuertes crujidos.

Ed estaba sobre ella moviendo los labios con un tic. Sus manos delgadas y enguantadas sostenían con elegancia el escalpelo estéril y los ojos de Mak siguieron el avance de la aguzada punta hacia su cuerpo desnudo, hacia su pecho desnudo, hacia su pezón erguido por el frío.

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