Fetish

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Capítulo 13

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Capítulo 13

Makedde se movía inquieta en la cama. No dentro de la cama, sino sobre ella. No se había metido entre las sábanas ni había pegado ojo. Desde que la policía se fuera horas antes había permanecido sentada sobre la cama prácticamente inmóvil, y no podía ni quería descansar.

«Está muerta.»

En aquel momento parecía que no hubiera un solo lugar seguro en el mundo. Ni una fortaleza, ni una habitación, ni un rincón, ni un centímetro cuadrado de seguridad.

«Si no se trata de un asesino es una enfermedad. Tu propio cuerpo que se suicida, que se devora a sí mismo.»

Quizás ésa era la causa de que no tuviera prisa por volver a casa o por irse. ¿Qué iba a cambiar? El mundo seguiría siendo el mismo dondequiera que estuviese. Había decidido no contar a su padre que habían entrado en su casa. Ya estaba bastante preocupado. Como habían dicho los policías, no había conexión. Una desafortunada coincidencia. Sólo otro intento por parte del mundo de acabar con su cuidadosamente conservada cordura.

«No lo haré. No voy a volverme loca.»

Se dio cuenta de que quedarse durante horas sentada en la cama mirando fijamente la habitación a oscuras tal vez había sido pasarse un poco de rosca. Entonces lo dio por terminado. Era por la mañana, el sol estaba alto y tenía que correr. Pondría su sangre en movimiento y lo aguantaría. Lo aguantaría igual que aguantaba todo lo demás. No tenía elección.

La mañana en Bondi Beach era tranquila y preciosa, y Makedde corrió dando todo de sí y dejando una catártica estela de serena determinación tras de sí. Sus piernas batían el pavimento bajo ella, más y más deprisa, como si así pudiese escapar del universo que se desmoronaba a su alrededor. Se sentía como si hubiese perdido a todo el mundo; a todos menos su padre. Habían invadido su espacio privado. No estaba segura de qué hacer ni qué pensar, pero sabía que no quería huir.

«No parece que hayan forzado la entrada.»

Eso la ponía nerviosa. Le parecía extraño, pero los policías le aseguraron que era bastante fácil entrar sin romper nada. Dijeron que las cerraduras eran malas. Pero ¿por qué iba a entrar alguien para no llevarse nada? No tenía sentido, salvo que fuera alguien que buscaba recuerdos. Algún tipo raro capaz de hacer un gran esfuerzo para conseguir algo de Catherine. El aire frío y salado llenaba sus pulmones mientras recorría el último tramo de su rápido circuito de Bondi a Bronte, y una vista impresionante fue el premio a su esfuerzo cuando llegó al parque Mark. A pesar de no haber dormido, su cuerpo respondía bien a sus órdenes. Correr era como meditar: una ocasión para pensar y al menos intentar reunir los pequeños misterios de la vida.

Estaba segura de que el fotógrafo dipsómano Tony Thomas le había ocultado algo cuando hablaron en The Space. Se preguntó si la clase de hombre que asesinaba y mutilaba a chicas era también capaz de exhibir descaradamente sus fetiches en público. En una historia de ficción, Tony no habría sido el principal sospechoso para un lector avisado: era demasiado evidente. Pero en la vida real los criminales no siempre eran tan listos. Bien por falta de inteligencia, bien por falta de disciplina, a menudo dejaban un proverbial rastro de sangre hasta su puerta principal. Debía considerar a Tony como muy peligroso.

¿Y el detective Flynn? El domingo le habría partido el cuello, pero ahora ya no parecía tan imbécil. ¿Cuánto estaría Flynn dispuesto a revelar acerca de la investigación?

Makedde pasó rápidamente frente al club de natación Bondi Icebergs y giró a la izquierda cruzando el paseo Campbell. Aquel martes por la mañana el tráfico era lento y el fresco día invernal sólo había atraído hasta la playa a un puñado de surfistas recalcitrantes. Bajó su ritmo hasta avanzar a paso rápido por la acera moviendo los brazos en grandes círculos. Se sentía bien tras haber sudado su frustración y su miedo. Entró en el edificio de apartamentos y subió corriendo de dos en dos la escalera hasta la puerta de su casa. El contestador automático la recibió parpadeando como un loco cuando entró.

«Oooh -se dijo-, alguien me quiere.»

Se secó el sudor de los ojos, pulsó el botón «mensajes» y luego caminó lentamente en círculos para enfriarse. El primer mensaje sólo contenía una serie de ruidos indescriptibles y el sonido del auricular al ser colgado. Un pitido anunció el mensaje número dos, que era igual que el anterior. Escuchó unos cuantos más, todos iguales, hasta que por fin oyó una voz en la grabación.

«Makedde, soy Charles. La revista Weekly News está intentando localizarte para una entrevista en exclusiva. Si te interesa, llama a Rebecca a su móvil…»

«La pobre Catherina aún hace que se vendan las revistas», pensó con tristeza.

El aparato hizo un clic y reprodujo el siguiente mensaje.

«¿Makedde Vanderwall? Soy Tony Thomas.»

«Oh, no.»

«Oye -continuaba el mensaje-, siento lo de anoche. Me pongo un poco idiota cuando bebo unas copas…»

«¿Cómo ha conseguido este número?»

Sonaba igual de pesado cuando estaba sobrio.

«¿Podemos vernos hoy para comer? Por favor. Sé que hoy no trabajas.»

- Gracias, Charles -dijo Makedde echando chispas.

«Tenemos que hablar. Insisto. Estaré ahí hacia la una y media.»

«¡¿Qué?!»

Para acabar de exasperarla, el mensaje concluía sin dejarle un número al que llamar para decirle que la dejara en paz. Makedde estaba furiosa. ¿Cómo se atrevían en su agencia a dar su número y a decirle a Tony Thomas dónde vivía? Se arrancó de los pies las zapatillas de correr y las lanzó al otro extremo de la habitación. El teléfono comenzó a sonar y cuando lo cogió le faltaba poco para echar espuma por la boca.

- No sé quién demonios te crees que eres, pero no puedes auto invitarte a… -su voz se fue desvaneciendo a medida que la duda se abría camino en su cabeza. Quien había llamado seguía en silencio-. Eh… ¿con quién hablo? -preguntó cautelosamente y un poco avergonzada.

- Soy el detective Flynn.

Ahora estaba avergonzada de verdad.

- Pensaba que era otra persona.

- Eso espero, desde luego -dijo él riendo-. La llamo para darle las gracias por venir a traerme la información sobre la aventura de su amiga. También quería saber si está usted bien después de lo que sucedió la noche pasada.

«¿A qué tengo que agradecer este mortal hacia atrás?»

- Sí, sí; estoy bien. Cansada pero bien. ¿Hay noticias?

- No. Ninguna.

Sonaba un poco demasiado amigable, y Flynn no parecía ser del tipo sociable. Mak hizo una conjetura al azar:

- Va a decirme algo que no me gustará.

- Bueno, no vamos a volver a buscar huellas. Nuestra hipótesis es que se trata de un allanamiento corriente. Ha habido un montón últimamente.

- Vaya.

- Y nos gustaría que viniera para tomarle un juego de huellas; para descartar.

- No me sorprende. Entonces, me está diciendo que las prioridades han cambiado y que la posibilidad de que el allanamiento tenga que ver con la muerte de Catherine no va a ser investigada. Brillante. Mi confianza en que resolverán el caso aumenta cada día.

- Es enormemente improbable que el allanamiento guarde relación con ella. No hay gran cosa que podamos hacer, y teniendo en cuenta que a usted no le falta nada de valor… -Cambió de tema-. ¿Puede venir hoy a dejar sus huellas? Estaré aquí hasta bastante tarde.

- Sí. Me pasaré a última hora de la tarde.

- Magnífico. Nos vemos luego. Gracias otra vez…

- Entonces -lo interrumpió Mak rápidamente-, ¿confiscó usted los carretes de la cámara de Tony?

- Sí -contestó él con cautela.

- ¿Y había algo inusual en ellos?

- No puedo comentar los detalles de la investigación, señorita Vanderwall.

Makedde puso los ojos en blanco.

- Mire: soy modelo. He trabajado con ese tipo. Si es un psicópata, quiero saberlo. Además, me debe usted una. Quid pro quo, detective.

Hubo una larga pausa y luego él dijo con un punto de diversión:

- Veo que es fan de Thomas Harris. Pero yo no soy Hannibal Lecter. Sólo puedo dar la información que se me autoriza y no necesito sus secretos a cambio. Existe un protocolo.

- Bien, gracias -replicó ella con sarcasmo-. De todos modos, ahora me voy a una sesión. Unas fotos de lencería con Tony Thomas.

Se quedó esperando una respuesta.

Silencio en la línea. Luego, casi en un susurro, él dijo:

- Sacó fotos del cuerpo antes de que llegase la policía.

La mandíbula de Makedde se desplomó.

- Dios.

- Hacemos cuanto podemos -continuó Andy tras decidir que había hablado demasiado-. Eso es todo lo que estoy autorizado a decirle.

Sonó a declaración pregrabada. Ella sabía que ahora había conseguido derribar sus defensas, aunque sólo fuese un poco, y no quería dejar que se le escapara de nuevo.

- Sólo quiero saber que van a detener a ese tipo. Si ya ha matado así dos veces antes de ésta, volverá a hacerlo.

Oyó un suspiro casi imperceptible.

- No se crea todo lo que lee. En este momento no sabemos nada con seguridad.

- Tonterías. Usted sabe que ha hecho esto antes -replicó Makedde con aspereza-, probablemente más de dos veces. Esa clase de mutilaciones requiere años de práctica. Es un caso claro de asesino con firma. Tipos como ése no se detienen porque sí; perfeccionan su modus operandi y encuentran nuevas maneras de escapar.

- Es posible. -Flynn hizo una pausa-. Pero ¿qué clase de libros lee usted en su tiempo libre?

Ella ignoró la pregunta.

- Catherine era mi amiga. Vi lo que le hizo. No me sentiré segura hasta que ustedes encuentren a ese tipo.

Silencio al otro lado. Había dado en el blanco.

La voz de Andy sonó pausada y resuelta.

- Haremos todo lo que podamos.

Ella quería creerlo.

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