Fetish

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Capítulo 29

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Capítulo 29

A la mañana siguiente, poco antes de las once, el móvil del detective Flynn sonó estridente en la silenciosa habitación. Aunque el apartamento era pequeño le costó encontrar su pantalón; iba dando tumbos por todas partes. Casi no habían pegado ojo.

Makedde estaba en el séptimo cielo, y él quería contestar al teléfono antes de que la despertase. Andy se puso a cuatro patas y, con los ojos entornados, miró bajo la cama y encontró el pantalón de su traje azul marino enroscado en una de las patas y con el ruidoso teléfono asomando de un bolsillo.

Makedde se movió y balbuceó alguna incoherencia.

Cuando los dedos de Andy rozaron el teléfono, éste dejó de sonar. Volvió a dejarlo donde estaba y su mirada se detuvo en las suaves curvas de Makedde. El edredón se había deslizado hasta más abajo de sus rodillas y su cuerpo desnudo estaba envuelto en la sábana. Debía de tener frío. La cubrió suavemente con el edredón.

- Andy… -murmuró ella sin abrir los ojos.

Se volvió y él se encontró a unos centímetros de su cara. Un poco de rímel, ahora corrido, permanecía aún sobre sus largas y elegantes pestañas. Sus labios carnosos aparecían ligeramente separados debido a la respiración profunda. Quedaba espacio en la cama junto a Makedde. Andy se curvó hacia atrás, como si pasara bailando bajo una barra invisible, y apoyándose en la prolongación de una de las patas consiguió introducirse bajo el edredón sin molestar a su bella durmiente. En cuanto se hubo acomodado, el teléfono volvió a sonar. Lo cogió del suelo y susurró irritado:

- ¿Hola?

- Un perfecto caballero, ¿eh? -preguntó Jimmy, que parecía impresionado.

- ¿Qué pasa, Jimmy?

- Odio molestarte, Casanova, pero tenemos otra.

Cubriendo su boca y el teléfono con una mano, Andy susurró:

- ¿Estás diciendo lo que me parece que estás diciendo?

- No te lo vas a creer. Becky Ross, la estrella del culebrón. Acaban de encontrarla entre unos arbustos en el parque Centennial. Menuda carnicería.

- Dios.

Ahora Andy era responsable de la pérdida de otra vida por no haber sido capaz de resolver el acertijo. Y ahí estaba, en la cama con una belleza mientras alguna otra estaba siendo asesinada. Y no se trataba de cualquier belleza, sino de la principal testigo del caso.

- Estás en la cama con ella, ¿verdad?

- Shhh -chistó Andy.

- Eh, perro, ¿quieres que pase a recogerte?

- No. Estaré ahí dentro de veinte minutos.

- Trae sus bragas.

- Vete a la mierda.

Andy colgó el teléfono y saboreó un último momento al lado del cálido y adormilado cuerpo de Makedde.

- Tengo que irme -susurró junto a su oreja-. Te llamaré.

A regañadientes, se obligó a levantarse de la cama pasando sobre varias cajas vacías de comida tailandesa para llevar y advirtió que su ropa, que había conseguido abrirse paso hasta todos los rincones de la habitación, estaba horriblemente arrugada. Tendría que correr a su casa antes de que Kelley lo viese.

Arrancó un trozo del menú tailandés en el que anunciaban «Entrega a domicilio gratuita» y garabateó una nota en él:

«He tenido que irme. Te llamaré. A.»

Salió sigilosamente al mundo real sintiéndose incómodo por lo que había hecho, y preguntándose cómo se sentiría Makedde cuando se despertase sola.

El caos había caído sobre el parque Centennial: policías uniformados acordonaban con cinta grandes zonas y cortaban muchas de las calles y caminos, mientras ocasionales paseantes dominicales miraban extrañados. Andy conducía muy despacio y hacía sonar su sirena de vez en cuando. Era un día claro y bonito y la gente había salido en manada a disfrutar de una comida familiar al sol o de un paseo en bicicleta por el parque. Ni en sueños se les habría ocurrido que iban a llevar a sus hijos a la escena de un crimen.

Andy enseñó su placa a uno de los policías de uniforme, que lo encaminó hacia una zona de espesos matorrales que había bajando por la calle hasta más allá del popular restaurante del parque, una zona fácil de reconocer por la ominosa cinta a cuadros azules de la policía tendida entre los árboles. Cuando salió del coche, el agente Hunt se acercó a él rápidamente y le dijo con brusquedad:

- Ten cuidado; está destrozada.

Andy cerró el coche y sacó un par de guantes de látex del bolsillo interior del traje azul marino que había ido a buscar a su casa a toda prisa.

- ¿Estamos seguros de la identidad? -preguntó a Hunt.

- Es ella. Becky Ross. No hay duda. La he visto en todos los periódicos y en la tele. Mírala tú mismo.

Un grupo de personas se había reunido alrededor de los arbustos, y había otras un poco más apartadas, entre ellas un hombre delgado que sujetaba un gran pastor alemán con una correa. Hablaba gesticulando mucho mientras el agente Reed tomaba notas. Sin duda era el pobre cabrón que había descubierto el cuerpo. Andy vio a Jimmy y a la patóloga forense, Sue Rainford, que estaba en cuclillas cerca de los arbustos. Se acercó a ellos y cuando estaba a pocos metros lo asaltó el hedor de la descomposición.

La víctima estaba boca arriba, con las piernas abiertas en una posición antinatural y humillante. Estaba desnuda salvo por un zapato de tacón manchado de sangre que parecía muy caro. Había sido mutilada monstruosamente y desfigurada hasta dejarla casi irreconocible.

Andy intercambió una mirada con su compañero.

- ¿Pos pas? Me alegro de que te unas a nosotros -dijo Jimmy en voz baja-. Parece que nuestro tipo es seguidor de los culebrones. ¿Añadimos eso a tu perfil?

Sue Rainford estaba de rodillas examinando el cuerpo. Era una mujer callada e imperturbable; tenía cuarenta y muchos, una exagerada forma de pera, pelo castaño corto y llevaba gafas.

- La víctima es una mujer, caucásica, de veintitantos. Lleva muerta varios días -recitó con tranquilidad a una grabadora de bolsillo mientras reconocía el cuerpo in situ-. El cuerpo está en decúbito supino con las piernas abiertas hasta el límite. No hay deformidades aparentes en los miembros. Es evidente la pérdida masiva de sangre pero no hay restos en las inmediaciones del cuerpo. Probablemente la víctima fue trasladada a este lugar post mórtem.

El pelo rubio platino de Becky estaba extendido sobre la hierba, enredado y con manchas rojo oscuro de sangre seca, y sus ojos, en los que había brillado la ambición, clavaban ahora su mirada muerta y vidriosa en el cielo. Tenía las muñecas y los tobillos en carne viva y cubiertos por una costra de sangre coagulada, y larvas de mosca y otros insectos reptaban sobre su cuerpo lleno de ampollas, llevando afanosamente a cabo su siniestro trabajo.

- No puede haberlo hecho antes del jueves -comentó Jimmy-. Ese día tuvo una presentación de no sé qué.

La patóloga seguía grabando sus notas.

- No hay marcas visibles de ataduras en el cuello. Sí son visibles laceraciones en ambas muñecas. Los pezones han sido completamente seccionados. Hay una gran incisión longitudinal desde la zona inferior del torso hasta la zona púbica. -Cuando Sue se levantó estaba desacostumbradamente pálida. Miró a Andy y él vio el miedo tras sus gafas por primera vez en años de trabajo en común-. Caballeros, se aprecia una cantidad considerablemente mayor de sangre en estas heridas. Sospecho que el asesino hizo muchos de estos cortes mientras la víctima aún estaba viva, y posiblemente consciente.

- Más que… -empezó Jimmy.

- Muchos más que en las otras. Las primeras víctimas que encontramos tenían sobre todo mutilaciones post mórtem, pero al parecer ahora las mantiene con vida mientras… -No necesitaba dar más explicaciones-. Sabremos más cosas cuando la traslade a la mesa.

- Dios, la prensa va a darse un festín con esto.

No había terminado de pronunciar las palabras cuando el atronador ruido de las palas de un helicóptero les llegó desde encima de sus cabezas. Levantaron la vista y vieron el teleobjetivo de la cámara de un periodista apuntando hacia ellos.

- Skata! ¿Cómo se han enterado? ¡Los quiero fuera de aquí ya! -gritó Jimmy agitando furiosamente los brazos-. ¡Putos malakas!
¡Están alterando la escena del crimen!

El helicóptero mantuvo la distancia sobre ellos pero los árboles se agitaban y las hojas caían como en un tornado.

- Tenemos que ponernos en contacto con la familia más cercana para informarlos antes de que lo vean en las noticias -gritó Andy por encima del ruido del helicóptero. Estaba preocupado.

El asesino estaba evolucionando.

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