Fetish

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Capítulo 36

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Capítulo 36

El martes por la mañana Makedde se despertó desorientada y angustiada. Desde el momento en que abrió los ojos la inundó un miedo profundo y corrosivo que no consiguió concretar. Parpadeó y se frotó los ojos y luego se medio incorporó para mirar el reloj de la mesilla de noche. Eran las ocho de la mañana.

«Otra. Otro asesinato.»

¿Había sido un sueño?

Había dejado más mensajes en el contestador de Andy y él seguía sin responder. Pero le costaba trabajo enfadarse con él. Si Becky Ross acababa de ser asesinada, era natural que eso fuera totalmente prioritario. La policía debía de andar como loca. Pensó que podría llamar a la central de policía para contarles lo de la foto si se sentía desesperada.

Makedde no quería reconocer que tal vez su reacción había sido excesiva. Cualquier tipo raro que leyese los periódicos y supiese dónde había vivido Catherine podía haber introducido la nota por debajo de la puerta. ¿Realmente era una foto suya retocada? ¿Qué era de verdad lo que creía haber visto? Tal vez se tratara de una broma. Tal vez imaginaba cosas, igual que había imaginado que los muebles cambiaban solos de sitio. Una imaginación febril y paranoica era un síntoma seguro de estrés.

En cualquier caso el cambio era positivo. Estaría de nuevo en Canadá antes de que Deni volviese a casa, y comparado con el apartamento de Bondi el de Deni era un puro lujo, con una vista soberbia a la playa de Bronte, un porche encantador y un pequeño patio trasero. Tenía un dormitorio grande y un cuarto de invitados, cocina independiente y un baño de tamaño natural en el que no tenía que sentarse en el inodoro para lavarse las manos. Las paredes estaban pintadas en un relajante color albaricoque y el suelo era de madera pulida. El mobiliario era un poco escaso, pero todo lo que había era caro y elegante. Había dos teléfonos y un contestador automático que estaba encantada de utilizar. Incluso disponía de un cuarto para lavar. El cielo.

El único inconveniente era la distancia hasta el transporte público. Necesitaría un coche. En sus muchos viajes, Makedde solía recurrir a taxis, autobuses y ocasionalmente trenes, y aunque tenía carné de conducir internacional su experiencia en circular por «el lado equivocado», como ella lo veía, era muy escasa. Hojeó las Páginas Amarillas, encontró una empresa local, acertadamente llamada Lowe Rent, y concertó una cita con un Daihatsu Charade de cinco años.

Tras un trayecto en autobús, una caminata de media hora, innumerables indicaciones de extraños y la acometida de un mendigo borracho, por fin encontró la empresa de alquiler en la calle William, pagó el depósito y la llevaron hasta su coche. Ocupó el asiento del conductor nerviosa pero contenta. Como un pianista antes de un concierto, hizo crujir los nudillos, flexionó las manos y cerró las manos sobre el volante.

«Puedo hacerlo. Controlo mi vida. Nuevo apartamento. Nuevo coche. Nueva Mak.»

Salió del aparcamiento y pasó frente a una foto enorme de un koala sonriente que exclamaba: «¡Si quiere un buen precio, piense en Lowe Rent!».

«A la izquierda.»

Viró por la calle William, siguió el frenético río de coches que circulaban separados por centímetros y poco después se encontraba conduciendo sin problemas por el lado izquierdo de la calle.

«¿Lo ves? Estoy bien. Ningún maniático va a conseguir asustarme.»

Mientras se iba habituando a las emociones de conducir por el barrio comercial de Sidney, llevó su coche por Williams hasta la calle College y luego se encaminó de vuelta a Bronte. Estaba atravesando un cruce de seis carriles cuando oyó un estruendo de bocinas.

«¿Eso es por mí?»

- ¡Eh! ¡Te equivocas de carril!

Sonaron chirridos de neumático y acabó protagonizando una embarazosa parada en medio del cruce. Una iracunda orquesta de ruidosas bocinas llenó el aire. El semáforo cambió. Los coches arrancaron en dirección a ella sin dejar de tocar la bocina. Mak dio marcha atrás, pero el tráfico que iba en la otra dirección le cerró el paso.

- ¡Maldita turista! -gritó alguien.

Algunos coches pasaban despacio y por sus ventanillas asomaban rostros que la escrutaban con extrañeza. La observaban igual que mirarían los restos de un accidente. Por fin vio una oportunidad y arrancó calle arriba tan deprisa como pudo. Libre ya de la vigilancia ajena, sintió el impulso de parar y abandonar el coche en cuanto pudiese. Pero continuó, y no tardó mucho en dejar atrás lo peor del tráfico y acercarse a Bronte. Su nueva casa tenía casi de todo, pero no garaje. Dio vueltas y más vueltas y por fin encontró un hueco a varias manzanas. Supuso que ése era el precio de vivir en la playa.

Cuando entró, el contestador automático indicaba que tenía mensajes. Esperaba que fuese Andy deseoso de llevarla a alguna parte. Dejaría que condujese él. Entonces quizá podrían retomar lo que habían dejado sin terminar el domingo por la noche.

Escuchó los mensajes con avidez.

- ¡Hola cariño! Soy Loulou. ¡Es imposible encontrarte! ¿Dónde te has ido? A ver si nos vemos. Llámame.

Makedde esperó ansiosa a oír la voz de Andy en la siguiente llamada, pero no había más mensajes.

Frunció el ceño.

«Estamos entre semana; está ocupado. Llamará más tarde.»

¿Tal vez había huido de ella? ¿Había sido demasiado lanzada?

«Qué va. A él le gustaba.»

Makedde abrió la agenda y marcó el número de Loulou, que respondió al tercer timbre.

- Hola, Loulou, soy Makedde.

- ¡Makedde! ¿Cómo te va, cielo? -Parecía nerviosa. Pero la verdad es que siempre parecía nerviosa-. Aún no puedo creerme que Becky Ross esté muerta. Tenía un futuro tan prometedor…

- Lo sé, es horrible -contestó Mak.

- ¿Hasteníounbuenfindasamana? -preguntó Loulou.

- ¿Cómo?

- ¿Has, tenido, un, buen, fin, de, semana? -pronunció Loulou muy despacio, como si Makedde fuera sorda.

- Perdona, sí.

- ¿Has, estado, al, teléfono, todo, el, tiempo?

- Déjalo ya -dijo Makedde riendo-. No estoy sorda, es que prefiero el acento inglés. Y no, no he estado todo el tiempo al teléfono.

- Es que cada vez que llamaba estabas comunicando.

La mente de Makedde retrocedió hasta las horas que Andy y ella habían pasado juntos sin ganas de que los molestasen.

- Vaya, descolgamos el teléfono. Quiero decir… descolgué el teléfono.

«Ay.»

- ¿De verdad? ¿Quién es el afortunado? ¿Es un pedazo de tío?

- Loulou, la verdad es que no puedo hablar de ello. Pero sí, he tenido un gran fin de semana. -«Verdaderamente grande»-. En cualquier caso, llamaba para saber si quieres que nos veamos para una pequeña terapia de compras. Hace tiempo que no voy de tiendas.

- Chica, menuda idea. ¡Sabes que adoro ir de compras!

- ¿Mañana? Podríamos comer en Paddington -sugirió Mak-, y luego asaltar las tiendas.

- ¡Comprar hasta desfallecer! Suena divino. Trae tu portafolio, no pude verlo en el desfile.

- Claro.

- ¿Dónde vives ahora?

- En Bronte. En un sitio verdaderamente agradable; es de otra chica de Book. ¿Conoces a una modelo que se llama Deni?

- Es una auténtica bruja -replicó Loulou en tono frívolo-. Es broma. Nunca he oído hablar de ella. Bronte no queda muy lejos de mi casa. Tengo el coche en el taller hasta mañana por la tarde. ¿Puedes pasar a recogerme?

Eso era lo último que Makedde quería oír.

- Tengo un coche alquilado, pero es…

- ¡Perfecto! Recógeme a mediodía. Nos vemos, cielo.

Makedde contestó: «Vale, cielo» al pitido de la línea.

Makedde renunció por fin a su juego de la espera y llamó a la central de la policía. No podía encontrar la foto que la había trastornado, así que pensó que no debería mencionarla a quien contestase, pero de todos modos creía que tendría mejor suerte en su búsqueda del esquivo detective Flynn.

Respondió una agente.

- Homicidios.

- ¿Está el detective Flynn, por favor?

- Lo siento, no se puede poner. Puedo pasarle con el detective Cassimatis si lo desea.

«Mierda.» Makedde dudó. Quizás Andy estuviera loco, pero eso era mala suerte. Ella también se estaba volviendo loca.

- Detective Cassimatis.

- Hola. Estoy intentando localizar al detective Flynn.

- No se puede poner -dijo Jimmy-. ¿Puedo ayudarla en algo, señorita…?

- Soy Makedde Vanderwall. Usted es Jimmy, ¿verdad? Su compañero.

- Ah… -Hubo una larga pausa-. Makedde, ¿lo ha visto hoy?

- No. Llevo un par de días intentando dar con él.

Otra pausa.

- Bueno, como le he dicho, no puede ponerse. ¿Algo más?

La sorprendió su grosería.

- Eh… no.

Él colgó.

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