Fetish

Fetish


Capítulo 63 «DESNUDA.»

Página 72 de 79

C

a

p

í

t

u

l

o

6

3

«DESNUDA.»

«¡Estoy desnuda!»

Makedde despertó y se encontró en un dormitorio y con todo el cuerpo dolorido. No podía moverse. No podía taparse. Durante un momento dudó, rogó que fuera una pesadilla. De niña había tenido sueños en los que andaba por los pasillos de su instituto, o por las calles llenas de gente de la ciudad, y de pronto se daba cuenta de que iba desnuda.

Sobre su piel mojada corría un aire gélido. Estaba helada y con toda la piel de gallina. Había una puerta abierta, o una ventana. Estaba en aspa, atada a la cama por las muñecas y los tobillos. Tenía alguna clase de gasa enrollada alrededor de la cabeza. Había una lámpara de pie encendida que iluminaba débilmente la habitación. Aunque no podía mover la cabeza, forzó los ojos para mirar alrededor hasta donde podía. Estaba sola. Había estantes polvorientos adornados con jarrones con flores secas y fotografías enmarcadas. Desde su posición en la cama podía ver la imagen de una de las fotografías más próximas: un hombre de esmoquin y su novia con un bonito vestido blanco.

Eran, inconfundiblemente, las caras sonrientes de Andy y Cassandra Flynn. Éste era el lugar del que él le había hablado.

Intentó liberarse, pero cuanto más se movía más se le clavaban las ligaduras que sujetaban sus muñecas y tobillos. Cuando intentó mover la mandíbula estalló un horrible dolor en sus sienes y orejas.

Le llegaron sonidos desde cerca. Pasos. Crujidos de madera. Metal. El hombre pelirrojo había vuelto. Cruzó el umbral del dormitorio como una colorida visión con bata y máscara de cirujano y guantes de goma. Llevaba lo que parecía una caja de herramientas de mecánico.

Arrastró por la habitación una mesa de madera y la colocó junto a la cama, luego limpió el tablero con un pequeño cepillo de mano, extendió sobre la mesa una lámina de plástico y puso encima la caja de herramientas. Makedde hizo un esfuerzo por hablar y descubrió que era incapaz de formar palabras. De su garganta salieron débiles quejidos. El hombre ignoró los sonidos, la ignoró a ella, concentrado en sus preparativos.

Movió la lámpara de pie hasta colocarla junto a la cama. Desde tan cerca la luz era intensa y los ojos de Mak tardaron en enfocar. Ahora estaba cara a cara con aquel monstruo, tenía que saber cosas. ¿Por qué Catherine? Se esforzó por hacer que su boca construyera las palabras, pero su mandíbula estaba tensa e hinchada.

De pronto, extrañamente, el hombre se rió de ella. Fue un sonido horrible. El cacareo se detuvo tan abruptamente como había comenzado.

- La puta no habla -dijo sin mirarla.

Se volvió y siguió con sus preparativos. Ella forzó sus ojos para seguir sus movimientos. Estaba comprobando el estado de las ligaduras que la sujetaban a la cama y a Makedde se le ocurrió que estaba repasando punto por punto una especie de lista de comprobación.

Cuando acabó se volvió hacia ella y la miró directamente a ios ojos por primera vez. Le habló con tranquilidad.

- Tengo que tomármelo con calma contigo. Eres especial -lo dijo con orgullo, como si a ella pudiera halagarla ese sentimiento-. ¿Alguna vez has asistido a una autopsia, Makedde? -siguió con su extraña voz de monaguillo-. Sé que has visto mis trabajos en otro lugar. ¿Qué te gustaría hacer primero? Te prometo que reservaré los cortes mortales para el final. Sólo lamento que las heridas de tu cabeza hayan embotado tanto tus sentidos.

Mak tenía que intentar hablar. La palabra era su única arma ahora que estaba físicamente indefensa. «A él no le importa tu dolor -pensó-, disfruta con él. Di algo que lo sorprenda. No le muestres tu miedo.» Respiró hondo forzando su mandíbula y de su garganta escapó un ruido indescifrable. Ed ladeó la cabeza visiblemente divertido por sus esfuerzos.

- ¿Qué te hicieron? -preguntó ella con un débil susurro ronco. La expresión de Ed cambió ligeramente-. ¿Cómo te obligaron a hacer esto?

Algo destelló en sus ojos. ¿Reconocimiento? A ella le pareció que cambiaban, que se convertían en los de un niño. Un chico joven que miraba a Makedde con ojos curiosos y muy abiertos. ¿Remordimiento? No. Él se volvió y cogió algo. «¿Va a acuchillarme sin control?» Cuando volvió a ver sus ojos, la mirada que le había parecido observar ya no estaba; la había reemplazado la mirada fría e inmóvil del hombre que la había llevado hasta allí para matarla.

Tenía en la mano algo que parecía una pelota de goma de la que colgaban correas. Sus manos enguantadas en látex le abrieron la mandíbula a la fuerza e introdujeron la bola en su boca. Luego cerraron las correas alrededor de los vendajes que cubrían su cabeza y las abrocharon.

- Basta de hablar -dijo él mientras elegía otro instrumento de su caja de herramientas.

Ir a la siguiente página

Report Page