Fetish

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Capítulo 18

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Makedde salió de puntillas del baño, aún goteando de la ducha, y empezó a canturrear la canción que sonaba en la radio. Se esforzó por ignorar los restos de polvo negro que cubrían la mayor parte de las superficies del apartamento. Su carrera de la tarde había sido vigorizante, la había dejado como nueva y por fin se sentía liberada de la pesada carga de la aflicción. Sus pies limpios y húmedos se deslizaron sobre el suelo cuando se entregó a un arranque espontáneo de danza. Mak no estaba dispuesta a dejar que el miedo y la desgracia hicieran desaparecer lo mejor de ella. Necesitaba liberar su tensión, subir el volumen y escapar.

Makedde se quitó la toalla de un tirón y adoptó una exagerada pose de estrella de rock. Tras sonreír un momento sintió un atisbo de sentido del ridículo y se dirigió hacia el armario. Seguía canturreando. El ritmo era alegre y después del último estribillo un locutor le recordó que estaba escuchando la Triple J.

«Y ahora las noticias -continuó el locutor-: Crece el pánico entre los ciudadanos porque un asesino en serie pueda andar suelto por Sidney…»

Se volvió y cruzó rápidamente la habitación hasta la radio. El suelo estaba mojado y casi sin darse cuenta dio un resbalón. Aterrizó con un porrazo sobre el inmisericorde entarimado, despatarrada y con un mechón de pelo mojado sobre la cara.

El locutor continuaba: «La última víctima, la modelo canadiense de diecinueve años Catherine Gerber…».

Makedde estaba tirada en el suelo, magullada, y la sonrisa había desaparecido de su cara.

Catherine. No había manera de escapar de los continuos recordatorios. La radio. La televisión. Los titulares de primera página. Se apartó el pelo de los ojos y bajó la vista hacia su cuerpo desnudo. Sobre él había sangre que corría en regueros largos y rojos por sus piernas, y pequeñas manchas húmedas en sus nalgas. «Igual que Catherine.»

«… tercera mujer encontrada brutalmente asesinada…», continuaba el locutor.

Makedde trató de no escucharlo. Tenía el rostro ceniciento. Sobre el suelo se veía un rastro de pequeñas manchas de sangre. Por debajo del sonido de la radio comenzó a oír el del teléfono, pero siguió sentada allí, inmovilizada por la visión de las manchas rojas. La sangre se deslizaba sobre su cuerpo y formaba un charco a su alrededor, con un olor acre metálico y de carne en descomposición. Era terroríficamente roja, igual que la que cubría el cadáver de Catherine. Miró su cuerpo como si estuviera bañada en la sangre de sus entrañas, pero cuando parpadeó casi toda había desaparecido; sólo quedaban un par de regueros insignificantes. El rastro de pequeñas gotas conducía hasta la ducha.

- ¡Malditas cuchillas! -gritó cuando se dio cuenta de cuál era su origen.

Al quinto timbrazo consiguió levantarse y cruzó la habitación con cuidado. No se preocupó por contestar la llamada. Antes que nada tenía que hacer callar a aquel horrible locutor.

«…dice la policía…»

Afortunadamente, la señal de la radio se desvaneció al mover el dial. Cuando sonó el teléfono otra vez Makedde lo cogió.

- ¿Hola?

«Clic.»

Lanzó el exasperante aparato al otro lado de la habitación. Éste voló por los aires y golpeó la pared del fondo con un estampido y un tintineo. Respirando profunda y lentamente, Makedde cogió la toalla y se secó los pies con cuidado de no mancharla con el corte de su tobillo. Cuando su corazón empezaba a recuperar su ritmo normal, se sobresaltó por un timbre inesperado. Tardó unos instantes en reconocer qué era la primera vez que alguien usaba el intercomunicador.

- ¿Hola?

- Soy el detective Flynn. ¿Podemos hablar?

«¿El detective Flynn?»

- Es que… no es el mejor momento.

De pronto se sintió muy desnuda.

- ¿Tiene compañía?

- No. Acabo de salir de la ducha. -Miró su reloj. Casi eran las nueve-. ¿No es un poco tarde?

Él se quedó callado un instante.

- Puedo esperar hasta que esté presentable.

- ¿Es importante?

- Sí.

«Ay, Makedde, ¡deja de portarte como una bruja con este hombre!»

- Está bien. Enseguida me pongo algo. Espere -le dijo.

Makedde colgó el auricular del intercomunicador y corrió a coger el teléfono del suelo. Lo colocó en su lugar habitual y volvió a correr al baño para mojar rápidamente un trozo de papel higiénico y limpiar los regueros de sangre de sus piernas. Se puso unos Levi's y un jersey del cajón de la cómoda que había junto a la cama y acabó de abrocharse el último botón camino del intercomunicador.

- ¿Sigue ahí? -preguntó Makedde.

- Sí -contestó la voz de Flynn.

- Suba.

En el último instante miró en el minúsculo espejo de la pared los restos de maquillaje que le quedaban en la cara y el pelo húmedo, que había sujetado rápidamente con un nudo. Era evidente que había estado llorando y la imagen que le devolvió el espejo no fue precisamente elogiosa, pero tampoco reflejaba todo lo mal que se sentía. Cuando abrió la puerta, Andy le dedicó una sonrisa. Llevaba un atractivo, aunque algo arrugado, traje recto azul marino.

- Siento molestarla. Estaba por aquí y… eeh…

- Entre, por favor -le indicó ella, y luego retrocedió y se volvió para que él no tuviera tiempo de advertir sus ojos hinchados. No había llegado en un buen momento. No quería que supiera que había estado llorando-. Perdóneme si la otra noche le contesté un poco bruscamente -le dijo por encima del hombro mientras iba hacia la cocina americana.

- Sólo fue una estupidez que me salió de repente. No fue correcto en absoluto. Le pido disculpas -dijo él.

- Bien. Bueno… me alegro de que… eh… nos entendamos. -Se dirigió al mostrador de la cocina y fingió estar ocupada ordenando platos-. Entonces, ¿en qué puedo ayudarlo? -dijo.

Andy fue hasta la entrada de la cocina y se apoyó en la pared.

- Bueno, como ya le dije, estaba por aquí y tenía algunas preguntas para usted. Tony Thomas ha estado rondando su puerta. Quería saber si la está molestando.

- En realidad no -dijo ella dándole la espalda.

- «¿En realidad no?» ¿Qué quiere decir eso?

Ella no respondió.

- Oiga, ¿está bien?

Ella apoyó las manos sobre el mármol y volvió la cabeza para mirarlo.

- La verdad es que no -respondió sin más.

La contenida expresión de Andy perdió toda su dura profesionalidad cuando sus ojos se encontraron. Se acercó a ella y puso una mano sobre las suyas.

- Todo va bien. Lo está llevando de maravilla.

- No estoy segura -dijo ella, preocupada porque su labio comenzaba a temblar y no podía detenerlo.

- Hágame caso, es así. He visto a buenos policías derrumbarse por cosas como ésta. Es usted muy fuerte.

Los pensamientos de Mak eran confusos, su cuerpo la empujaba a hacer cosas que no eran en absoluto correctas. Quería deslizarse entre sus brazos y dejar que la envolvieran. Quería levantar la cabeza y probar el sabor de sus labios.

- Yo… este… -Se apartó de la tentación, de su reconfortante mano-. Estoy bien, de verdad. ¿Qué más quería preguntarme?

Andy reaccionó con amabilidad; se apartó y se metió las manos en los bolsillos.

- Makedde, ¿qué pasa con Tony Thomas?

- Bueno…

Su expresión se volvió más seria.

- Makedde.

- Vale -dijo ella-. Si de verdad quiere saberlo, se autoinvitó a comer ayer, irrumpió con unas flores baratas, hizo honor a su reputación de canalla y se marchó llorando.

- ¿Llorando? -La expresión de Andy era de espanto-. Jesús, Makedde. Es un sospechoso. Sea lo que sea lo que está usted haciendo, pare ahora mismo. No quiero que se involucre en esto.

- ¿Qué? ¿Cómo

no voy a involucrarme? -preguntó ella.

- Limítese a no meterse en líos.

Mak se estiró un poco para quedar a su altura. Con su cara cerca de la de él, dijo con renovada confianza:

- Puedo cuidar de mí misma, detective.

Él la miró fijamente durante un largo instante y ella le sostuvo la mirada.

- Así pues, ¿descubrió algo? -preguntó al fin.

- Parecía bastante ansioso porque la policía estuviera revolviendo su archivo. Admitió haber escogido el lugar de la sesión, pero según él eligió esa playa en particular para evitar tener que pagar un permiso muy caro.

- ¿Eso es todo? ¿No confesó nada? -Ella lo fulminó con la mirada-. Si alguna vez se le ha pasado por la cabeza hacerse detective -continuó él sin alterarse-, no lo haga. No es muy

glamouroso.

- ¿Sólo ha venido a menospreciarme o tiene algo realmente serio que decirme? -le espetó ella.

- Sólo a que se mantenga al margen de esta investigación y no se acerque a los sospechosos.

- Gracias por su consejo. Que pase una buena noche -replicó ella secamente-. A menos que quiera preguntarme alguna otra cosa.

- No. Nada más -dijo él, pero sus ojos lo contradijeron-. Tony podría ser muy peligroso. Si intenta volver a ponerse en contacto con usted dígamelo de inmediato. -El detective Flynn recuperó su máscara de distanciamiento profesional-. Gracias por su atención, señorita Vanderwall.

Se volvió para marcharse pero sus ojos percibieron algo en la habitación que lo puso alerta. Fue hasta allí.

- Hay sangre en el suelo.

Ella se ruborizó mientras lo seguía al exterior de la pequeña cocina.

- Ah, no es nada. Cosas de chicas.

En el momento en que las palabras salían de sus labios se dio cuenta de cómo sonarían.

Él hizo una mueca y retrocedió un paso.

- No, no. No es

esa clase de cosas de chicas -lo tranquilizó-. Me he cortado en un tobillo afeitándome.

- ¡Ah! -dijo él riendo-. Bueno, ¿está bien?

- Sí. Sólo ha sangrado un poco por el agua caliente. Es un cortecito; en realidad casi nada. ¿Y su mano?

- Está bien. -Se miró las tiritas que cubrían sus nudillos-. Bueno, entonces me voy.

Un silencio incómodo los rodeó, pero un segundo después el instante de embarazosa intimidad se había roto y él dio media vuelta y fue hacia la puerta. Ella le dijo adiós y lo miró mientras desaparecía por la escalera hacia la calle.

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