Fetish

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Capítulo 68

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Andy Flynn avanzaba veloz por el pasillo con su compañero pisándole los talones.

- Y después de todo ella sigue sin creer que su hijo lo hiciese -dijo Jimmy sacudiendo la cabeza.

Andy no respondió. Ahora estaba tomando forma. Los asesinos en serie nunca se crean de la noche a la mañana. Tenía que entender al asesino del zapato. Pensaba en la amable y discreta presencia de Ed en la morgue.

- Hola… la Tierra a Flynn, ¿me recibes?

- Sí, Jimmy, te oigo. La mujer es un caso perdido. Nunca va a cambiar de opinión. Eileen Brown era prostituta, Jimmy. Hombres diferentes cada noche, vestida para la ocasión con zapatos de tacón alto y minifaldas y con su hijo pequeño mirando. Drogada y furiosa, culpando a su hijo de haber nacido. La mente del pequeño Ed se hundió.

- Por decir algo…

- La triada homicida. Tenías razón. La casa fue incendiada cuando Ed tenía diez años. Lo hizo él, Jimmy. Intentó matar a su madre cuando tenía

diez años.

- Sí. Pero no la mató, la dejó inválida.

- Exacto. Pero ha estado matándola simbólicamente desde entonces.

- Entonces, si lo que de verdad quieren todos esos

malakas es matar a sus padres, ¿por qué no lo hacen?

- Eso tendrás que preguntárselo a un psicólogo. ¿Culpa? ¿Ira desplazada? Edmund Kemper mató a su madre y prácticamente se entregó, pero no sin antes asesinar a un montón de mujeres inocentes. Y nuestro Ed Brown se lo tomó con calma al final, a pesar de que sabía que le pisábamos los talones. Quizás en cierto modo también estuviera entregándose. -Andy volvía a enrollarse-. Todo lo que tenía era a su madre. La esperó sin descanso durante décadas después del fuego. Sus clientes debieron de desaparecer cuando perdió las piernas. Su hijo era la única persona que tenía para cuidarla. Y sospecho que también ella era la única que Ed tenía.

- Ed Kemper, Ed Grein, Ed Brown. ¿Por qué hay tantos psicópatas que se llaman Ed? -preguntó Jimmy.

Andy rió. Ojalá la identidad de un delincuente fuese algo tan sencillo como un nombre común.

De la habitación de Makedde salió una doctora que vino hacia ellos por el pasillo.

- ¿Cómo está? -preguntó Andy.

- Mejora. Duerme mucho. Se está curando bien. Hemos podido drenar el hematoma subdural…

Jimmy la cortó.

Oi, en inglés, por favor.

Ella hizo una pausa.

- Hemos conseguido drenar su hemorragia cerebral. Si hubiera pasado mucho más tiempo sin tratamiento habría tenido problemas graves. Pero es dura de pelar. Fuerte como un buey. No podemos estar seguros, pero en este momento somos optimistas y creemos que no quedarán efectos residuales en el cerebro.

Andy sonrió.

- ¿Y su dedo gordo?

- Parece que la microcirugía ha ido bien. Con el tiempo se verá. No tendrá mucha sensibilidad en él, pero caminará bien.

La médica se excusó y ellos continuaron hacia la habitación 312. Fuera de la habitación, sentada en una silla, una joven rubia en minifalda hojeaba una revista. Cuando Jimmy la vio dio un codazo en el costado de Andy, que lo ignoró.

Antes de llegar a la puerta, Jimmy tiró de Andy y le dijo en voz baja:

- ¿Sabe ella algo de Ed?

Andy negó con la cabeza. A Makedde no le habían contado nada. No necesitaba saber que Ed estaba temporalmente en otra ala del mismo hospital. Estaba bien protegida, y en cuanto él fuera tratado de un golpe y de las heridas del pecho y el hombro sería trasladado a Long Bay en espera de la vista preliminar.

Se acercaron a un hombre alto y cano que estaba en el umbral. Su atuendo era clásico y debía de estar en la mitad de la cincuentena. Andy se presentó.

- Hola, soy el detective Flynn y éste es el detective Cassimatis. ¿Usted es…?

- Leslie Vanderwall.

El acento era canadiense. Le tendió la mano. El padre de Makedde tenía los ojos de un azul intenso, como su hija. Su cara revelaba cansancio y estaba curtida, aunque aún era atractivo. Tenía la ropa arrugada.

- Señor Vanderwall, me alegra mucho que haya podido venir…

- Debería haber cogido el avión hace semanas y habérmela llevado a casa -respondió éste con dureza.

- Lo siento mucho. Su hija ha pasado por mucho más de lo que debería pasar cualquier persona -dijo Andy.

- ¿Cuándo es la vista?

- Me temo que puede llevar cierto tiempo reunir todo el material. Me encargaré de que se organice el viaje cuando tenga que volver para la vista preliminar y el juicio.

El señor Vanderwall asintió. Su tono se suavizó.

- Me alegré de saber que lo han exculpado del asesinato de su esposa. Le ofrezco mis condolencias. -Andy asintió-. Ha salvado usted la vida de mi hija -siguió Leslie-. Nunca podré agradecérselo lo bastante.

Jimmy los interrumpió.

- Se está despertando.

Makedde se revolvió en la cama, con la cara hinchada y multicolor y la mandíbula cerrada con un armazón. El lado izquierdo de su cara estaba ocupado por una gran rozadura hinchada. Tenía parte de la cabeza afeitada.

La mujer rubia ahora estaba en la puerta mirando hacia el interior.

- Hola, soy Loulou -dijo.

Iba muy maquillada y se parecía un poco a Cindy Lauper en su apogeo. Andy pensó que había algo raro en sus cejas. Él y Jimmy se presentaron.

El señor Vanderwall estaba ahora junto a su hija y los demás se quedaron al lado de la puerta para dejar espacio al padre y la hija. Mak parpadeó somnolienta y abrió del todo sus hinchados ojos con la cara resplandeciente de alegría al ver a su padre. Saludó con la cabeza a los otros tres visitantes, súbitamente despierta y alerta.

- Vas a ponerte bien, cariño -la tranquilizó su padre-. Te estás curando deprisa. Muy pronto habrá pasado todo.

Andy quería hacerla reír.

- Es un placer verla, señorita Money Penny… -dijo.

Leslie Vanderwall levantó la vista confuso, y Makedde, a través de la mandíbula inmovilizada, empezó a reír. Fue maravilloso. Era el sonido de una superviviente.

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