Fetish

Fetish


Capítulo 51

Página 60 de 79

C

a

p

í

t

u

l

o

5

1

Una intensa lluvia helada le caía encima; las ramas se combaban por el viento y se inclinaban mientras él recorría en silencio las calles. Vestido de negro, se movía con bien ejercitado sigilo felino. El gato de su madre,

Spade, al que había estudiado durante muchos años, se movía con una ágil elegancia similar.

El coche de Makedde fue fácil de encontrar: llevaba las palabras «Lowe Rent» escritas con letras adhesivas azules en el vidrio trasero. Estaba aparcado en línea, muy ajustado entre dos coches viejos a una manzana de distancia de su apartamento de Bronte.

Se consideraba a sí mismo un planificador meticuloso y no había duda de que este nuevo plan iba a funcionar. Todo lo que tenía que hacer era ser paciente, y podía ser muy paciente cuando quería. Esta vez no habría ningún idiota que lo sorprendiera y estropeara su momento. Quienquiera que fuera el competidor, estaba seguro de que no iba a volver.

Se paró a unos metros del coche y miró a un lado y otro de la tranquila calle, escuchando, evaluando. Nada. Sólo viento, lluvia y el rumor de los árboles. Todo tenía que ser perfecto, igual que la última vez. Sin fallos.

Estaba verdaderamente orgulloso de la creatividad que había desarrollado con sus últimas chicas. Al final se encontraban muy débiles, sollozantes, implorantes. Piel suave manchada de lágrimas y sangre. Hermoso. Makedde sería la definitiva. El destino los había unido, un destino que estaba escrito en las facciones de su cara. Sería una posesión importante; el décimo zapato, un número simbólico.

La policía le daba risa. ¿Cinco? Eran muy ineptos, estaban muy engañados.

«La número diez.»

«No puede ser algo apresurado.»

Contento de estar solo, sacó de su bolsa una pequeña linterna y unos alicates. Sostuvo ambas cosas con una mano, se tumbó en el asfalto mojado y se deslizó bajo la parte delantera del coche ignorando la insistente lluvia que empapaba sus piernas. Encendió la linterna. Se encontraba bajo el motor. Con ojo bien entrenado, encontró pronto los cables del motor de arranque y los desconectó. Luego los dobló limpiamente para ocultarlos a la vista.

Apagó la linterna y salió de debajo del coche. Había tardado menos de sesenta segundos. «Muy bien.» Su ropa estaba empapada y llena de arena. La calle seguía vacía. Mientras caminaba de vuelta a su furgoneta se sentía optimista. Esperaría a su presa hasta el fin de la madrugada, todo el día si hacía falta. Esperaría en las sombras hasta que el momento fuera perfecto.

Y sería perfecto… pronto.

Ir a la siguiente página

Report Page