Fern

Fern


Capítulo 6

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—Es inútil —aseguró Madison—. Aún está enfadado conmigo porque lo abandoné.

—No me importa por qué está enfadado —dijo Rose, levantándose lentamente—. Ésa no es una razón para negarse a hablar con una persona que está tratando de defenderlo. No pierdas de vista a William Henry, George. Puede escabullirse casi tan rápido como Zac.

George empezó a decir algo, pero Rose no había terminado de hablar.

—Esta es la familia más testaruda que yo haya conocido. Puedo tolerarlo la mayoría de las veces, pero no cuando puede costarle la vida a Hen.

—Ponte un chal —pidió George—. Hace fresco de noche.

Rose entró en la casa.

—¿No piensas detenerla? —preguntó Madison.

—¿Crees que lo conseguirías?

—No, pero…

—Yo tampoco.

—No entiendo —dijo Madison.

George siempre había podido controlar a todo el mundo, incluso a su padre en ciertas ocasiones.

George sonrió «con algo de suficiencia», pensó Madison.

—No podrías entenderlo —aseguró George—. No después de haber vivido con mamá y papá. Yo tampoco estaba seguro de poder entender. No lo habría intentado si Rose no me hubiera obligado a hacerlo. Ahora siéntate. Rose es la única que puede hacer que Hen hable.

Rose salió de la casa.

—¿Hay algo en especial que quieras saber? —preguntó a Madison.

Madison no entendía cómo aquella mujer tan menuda podía lograr que un hombre tan terco como Hen cooperara. Ni siquiera sus amenazas sirvieron de nada.

«Probablemente de la misma manera que Fern te ha cautivado».

Pero Madison aún no estaba dispuesto a admitir esto.

—Necesito saber adonde fue aquella noche, quién pudo haberlo visto y dónde se encontraba exactamente a la hora en que Troy Sproull fue asesinado. Si puedo probar que estaba en otro lugar, lo demás no tendría importancia. Si no, tengo que descubrir quién mató a Troy. Debo enterarme de todo lo que Hen sabe acerca de ese hombre, incluso del más mínimo detalle.

—Lo haré lo mejor que pueda.

—¿Cómo se encuentra ella? —preguntó Madison, señalando la casa con la cabeza.

—Ve a verlo con tus propios ojos —le contestó Rose. La cara se le iluminó—. Y será mejor que te prepares, George. Si las últimas veinticuatro horas son un ejemplo, la trifulca no debería tardar más de tres minutos en comenzar.

Madison iba a levantarse, pero lo pensó mejor y se quedó sentado.

—No quiero entrar si va a empezar a gritarme.

—No sé qué piensa hacer ni qué hizo, pero sí creo que le debes una disculpa.

—¿Yo? Yo no la tiré a ese riachuelo. —Madison había reconocido su culpa para sus adentros, pero no le gustaba que nadie más le dijera que era culpable.

—Tal vez no la empujaste físicamente, pero hiciste que saliera corriendo. Ahora entra ahí y habla con ella. Ella también se siente culpable. ¿Estarás aquí cuando regrese?

—Si ella no me traga.

—¿Siempre habla de las mujeres de esta manera? —preguntó Rose a George.

—No solía hacerlo.

Madison alzó los brazos y entró resignado. Puesto que todo el mundo estaba decidido a arrancarle un pedazo de carne, lo mejor sería que dejara que Fern obtuviera su porción.

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