Fern

Fern


Capítulo 8

Página 13 de 48

—No creo que nos sirva de nada seguir desenterrando el pasado —dijo George—. Lo que debemos hacer ahora es intentar empezar de nuevo.

Empezar de nuevo. ¿Por eso había ido a Kansas? ¿Había estado esperando en realidad todos aquellos años la oportunidad de regresar según sus propias condiciones? Quizá. No estaba seguro, pero ya estaba cansado de buscar respuestas. No parecían conducirlo a nada.

—No hay nada que empezar de nuevo —aventuró Madison—. Yo nunca podría encajar aquí y vosotros no me necesitáis. En el fondo, aún no confiáis en mí.

George se quedó mirándolo fijamente.

—No te marchaste únicamente porque querías alejarte de Tejas, ¿verdad?

—No. Huí porque no quería que las únicas personas a las que amaba me hicieran sufrir. Era lo bastante fuerte como para soportar toda la desconfianza y toda la rabia de un desconocido, pero no lo suficiente como para soportar las de mi propia familia. Y parece que aún no lo soy.

* * *

Fern caminaba a toda prisa por la calle con una cesta de comida colgada de un brazo. Cada paso que daba hacía que quisiera morirse de dolor, pero esto era lo de menos. A la hora del desayuno la señora Abbot le había dado la noticia de que Madison Randolph estaba en prisión por matar a Pike Carroll.

Debía de haber algún error. Madison no podía haber matado a Pike. Si ni siquiera se conocían. Quizá se habían encontrado. ¿Dónde estaría es esos momentos Reed Landusky? Si alguien podía causar problemas, ése era Reed.

—Señorita Sproull.

Nadie la llamaba señorita Sproull, ni siquiera Amos Rutter, pero reconoció su voz saliendo de un callejón estrecho que se encontraba entre las tabernas Cabeza de Toro y El Viejo Fruto.

—¿Qué pasa, Amos?

—¿Va usted a la cárcel por ese asunto del nuevo Randolph que mató a Pike?

—Sí.

—Hay unas cuantas cosas que debería saber antes.

—Te escucho.

—Por favor, acérquese aquí. Es posible que haya algunas personas que no quieran que hable con usted.

Fern se estremeció de temor, pero se dirigió al callejón sin vacilar un instante.

Cuando poco después salió de la oscuridad de aquel pasadizo situado entre los dos edificios y se dirigió a la cárcel, su paso recuperó la velocidad que la empujaba antes. Estaba hecha un lío. No se había sorprendido al enterarse de que Madison no había empezado la pelea ni había matado a Pike —no lo había creído cuando la señora Abbot se lo contó—, pero la había impactado saber que Madison se había peleado con los dos hombres para salvar su reputación.

Habría quien dijera que Madison había intentado proteger su propia reputación, pero Fern sabía que no era así. A ningún hombre tan arrogante como él le importaría lo que unos pocos vaqueros y granjeros pensaran de él.

Se había peleado por ella.

Y nadie lo había hecho antes. Por tanto, no había tenido manera de saber que la haría sentirse tan maravillosamente bien. Si no estuviera tan dolorida, habría corrido el resto del camino.

Pero, además de eufórica, estaba molesta por que pudieran halagarla con tanta facilidad, por que un poco de atención pudiera provocar que cambiara tan rápidamente de opinión respecto a la manera en que Madison la había tratado y a lo que él estaba intentando hacer. De acuerdo, pelear con Reed y Pike no era ninguna tontería; pero, aun así, era una tonta y una vanidosa por pensar que Madison podría sentir algo diferente por ella o por las cosas que realmente le importaban.

Estaba bien preocuparse porque él estaba en prisión, estaba bien no querer que lo mandaran a la horca por tratar de defender su honor, pero en realidad él había peleado por sus principios. Tenía que aceptar que Madison era un fanático de los principios.

Cuando llegó a la cárcel, ya no se sentía tan animada. El ayudante del alguacil, Tom Carson, estaba sentado fuera.

—Me han dicho que tienen aquí a Madison Randolph por haber matado a Pike —dijo.

—Pike aún no está muerto —afirmó Tom—. Randolph se quedará aquí encerrado hasta que estemos seguros de que sobrevivirá.

—Pero el señor Randolph no llevaba arma. Pike se disparó accidentalmente con su propia pistola.

—No coinciden las versiones que nos han dado sobre lo que realmente sucedió —dijo Tom—. Hay quien dice que Randolph cogió la pistola de Pike y le disparó a sangre fría.

—Pero ¿por qué iba a hacer algo así? Ni siquiera conocía a Pike.

—No me lo explico, pero tampoco trato de entender a esos tejanos.

Fern pensó decirle que Madison venía de Boston, no de Tejas, pero decidió que sería una pérdida de tiempo.

—¿Dónde está?

—Ahí dentro, pero no puedes verlo.

—Trata de impedírmelo —le desafió Fern mientras pasaba por su lado a zancadas.

Ir a la siguiente página

Report Page