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Libro Tercero: Estudio de casos cero » Trece

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—Vaya sorpresa —respondió mi hermano, fingiéndose molesto. Entró detrás de mí y se sentó en el asiento del acompañante—. Dime, ¿qué vamos a hacer en realidad?

—¿En realidad? En realidad vamos a visitar el escenario de un trágico accidente para determinar si se debió a una grave negligencia humana o a una cadena de sucesos inevitables. —Me senté y me puse el cinturón de seguridad—. Abróchate el cinturón.

Shaun me obedeció.

—¿Estás insinuando lo que creo que estás insinuando?

—¿Qué estoy insinuando, Shaun?

—Tuvieron que prender fuego y quemar el foco de la infección. ¿No crees que si hubiera habido algo raro, alguien se habría dado cuenta?

—Repite la primera parte de lo que acabas de decir.

—Tuvieron que prender fuego y… —Se interrumpió—. ¿No estarás hablando en serio?

—Shaun, los O’Neil se han dedicado a la cría de caballos durante generaciones. No cesaron su actividad ni siquiera temporalmente tras el Levantamiento. —Saqué la furgoneta del aparcamiento y la metí en la carretera. El paisaje que nos rodeaba era vasto, llano y apenas se vislumbraba algo tan prosaico como señales de población humana. Nunca sería la zona de caza favorita de los muertos vivientes—. No se cometen errores tan brutales que permiten que se produzca un brote que acaba con la mitad de los empleados. Simplemente es imposible que ocurra algo así. De modo que, o alguien metió la pata hasta el fondo o…

—O alguien saboteó los chivatos —concluyó Shaun entre dientes—. ¿Y por qué no se ha encontrado nada?

—¿Y quién iba a buscar algo? Shaun, si yo digo «un animal de gran tamaño experimentó una amplificación viral y mató a sus dueños», ¿pensarías «algo huele a podrido en Dinamarca» o más bien «algún día tenía que ocurrir»?

Shaun permaneció en silencio unos minutos.

—¿De qué estamos hablando, George? —preguntó al final, en un tono pensativo.

Apreté las manos alrededor del volante.

—Eso pregúntaselo a Rebecca Ryman.

—¿Y qué vamos a hacer?

—Contaremos la verdad. —Me volví brevemente a él—. Con un poco de suerte eso será suficiente.

Shaun asintió y continuamos el viaje en silencio.

Antes del Levantamiento, se invirtió mucho tiempo en la investigación científica y práctica de la ciencia forense. ¿Cómo murió este hombre? ¿Qué lo mató? ¿Se le podría haber salvado? Desde el Levantamiento, todo eso ha cambiado, pues, por un lado, la posibilidad de una infección dispara el riesgo que corren los investigadores que deciden husmear en los escenarios de crímenes que no se han desinfectado, mientras que, por otro lado, la potencia de los desinfectantes modernos elimina cualquier rastro donde son aplicados. Las pruebas de ADN y las deducciones milagrosas a partir de un puñado de fibras de tejido son cosas del pasado. En cuanto los muertos echaron a andar, dejaron de compartir sus secretos con los vivos.

Para los investigadores modernos, tanto del cuerpo de policía como de los medios de comunicación, esto ha significado un «regreso a las raíces». Una mente despierta vale más que un millar de análisis imposibles de realizar, y saber dónde mirar es aún más valioso. Todo se reduce a aprender a pensar, a aprender a desechar lo imposible y a admitir que, a veces, lo que queda, por muy improbable que parezca, es la verdad.

Un mundo así de extraño.

—Extraído de

Las imágenes pueden herir tu sensibilidad,

blog de Georgia Mason, 24 de marzo de 2040

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