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Libro Cuarto: Postales desde el Muro » Veintidós

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Tardamos dos horas y diecisiete minutos en reunir a todos y cada uno de los blogueros del equipo, blogueros asociados y personal de administración, más al administrador del sistema y el coordinador de logística que formaban Tras el Final de los Tiempos en una improvisada sala de reuniones virtual. Nuestro sistema de conferencias dispone de once salas; la undécima siempre se ha mantenido inexpugnable para los piratas informáticos, pero Buffy fue quien se encargó de «diseñarlas» todas. El código era de su cosecha, de modo que merecía toda nuestra desconfianza. Nos hubiera gustado invitar también a los moderadores voluntarios (no parecía correcto dejarlos al margen), pero no teníamos manera de ponernos en contacto con ellos a través de canales seguros. Y en ese momento, lo último que estaba dispuesta a hacer era correr más riesgos.

Con Becks, Alaric y Dave (que por fin había regresado de Alaska con un buen número de horas de grabaciones y un leve caso de congelamiento) trabajando en equipo, prácticamente habíamos logrado un sustituto para Buffy. Alaric y Dave se encargaban del trabajo duro de la configuración de la sala, lo que dejaba libre a Becks para que siguiera indagando en los archivos de Buffy. Había un montón de material que revisar.

Al principio, entre los asistentes a la reunión virtual el ambiente era animado, si bien flotaba en el aire una inevitable melancolía. Buffy había muerto y nosotros no, y parecía que todo aquel que accedía a la sala de reuniones se veía en la obligación de comentar ambos hechos, de modo que nos felicitaba por estar vivos y a continuación nos daba el pésame por el fallecimiento de Buffy. Los ficcionistas eran los más afectados; lo que no suponía ninguna sorpresa. Sin embargo, comprobé con satisfacción que Magdalene se apresuraba a consolar a los más consternados. No menos de cuatro de las conexiones a la red de los ficcionistas procedían de casa de Magdalene. Los ficcionistas suelen ser el colectivo más sociable y paranoico con el que puede toparse uno en el mundo de los blogueros pero Maggie, en su casa de la vieja granja familiar compuesta por multitud de edificios levantados sin orden ni concierto y con un sistema de seguridad equiparable al de un complejo militar, tiene el don de ocultar el segundo rasgo en favor del primero. Si hubiera querido, podría haber sido una bloguera alfa y montar su propia página, pero disfrutaba trabajando con Buffy. Pero eso había dejado de ser una opción. Envié un mensaje instantáneo a Rick para recordarle que debía preguntar a Magdalene si estaba dispuesta a hacerse cargo del departamento informático; si estaba sobrellevando tan bien estos momentos de luto, sin duda era la persona idónea para sustituir a Buffy.

Se oyeron las primeras quejas después de una hora de espera en la sala de reuniones virtual, cuando las felicitaciones por nuestra buena suerte empezaron a decaer y se hizo evidente que, aunque conectados, algunos seguíamos trabajando en algún tipo de proyecto secreto y que no entraba en nuestros planes explicar a nadie lo que estaba sucediendo hasta que todos se hubieran conectado; sin excepciones ni tratos de favor. Esta vez no.

La última persona en conectarse fue una ficcionista de Canadá llamada Andrea, que estaba mascullando algo sobre partidos de hockey y novelas románticas ambientadas en lugares gélidos cuando su conexión se estabilizó y su rostro apareció nítidamente en la pantalla. Yo no presté atención a lo que decía; el motivo de la reunión era otro muy distinto.

—¿Todos disponéis de una conexión estable y segura? —pregunté. Tecleé una secuencia predeterminada de caracteres en mi teclado, y los marcos de color amarillo de docenas de ventanas diminutas empezaron a parpadear—. Si la respuesta es afirmativa, por favor, introducid el código de seguridad que acaba de aparecer en la parte inferior de vuestra pantalla. En el caso de que la respuesta sea negativa, presionad «Intro». Esta reunión se dará por concluida de manera inmediata si no se puede confirmar su total seguridad.

Las quejas acabaron. En un primer momento, los compañeros habían reaccionado a nuestra llamada con alivio por vernos vivos; luego se habían mostrado confusos porque les había obligado a permanecer conectados, y finalmente se habían molestado porque nos habíamos negado en bloque a explicarles lo que estaba ocurriendo. Si a eso añadíamos unas precauciones draconianas, la conclusión obvia era que algo gordo estaba pasando. De uno en uno, los marcos de las ventanitas con las imágenes de nuestros colaboradores se volvieron blancos por un momento y a continuación verdes, según iban confirmando su nivel de seguridad. La ventanita de Shaun fue la última en cambiar de color; mi hermano y yo habíamos acordado de antemano que fuera él quien cerrara el círculo.

—Excelente. —Cogí mi PDA, que había mantenido conectada a mi correo electrónico desde el comienzo de la conferencia y apreté «Enviar»—. Por favor, revisad vuestro correo electrónico. Encontraréis vuestra notificación de baja junto con un resguardo del ingreso de la última nómina en vuestra cuenta bancaria. Dado que la legislación laboral de California contempla el despido libre y que todos vuestros contratos contienen cláusulas sobre el riesgo para vuestras vidas, me temo que no estábamos obligados a daros un preaviso. Lo siento.

La sala de reuniones virtual se convirtió en un gallinero cuando los interesados se lanzaron a hablar a la vez y sus gritos se convirtieron en un estruendo ininteligible. No todos reaccionaron igual; Mahir, Becks, Alaric y Dave guardaron silencio, pues ya habían comprendido, mientras preparaban las conexiones de la conferencia para que todo transcurriera sin incidentes, que algo gordo estaba pasando.

Shaun, Rick y yo esperamos, no poco rato, a que el arrebato inicial se calmara. Los irwins eran los que más gritaban, mientras que en el otro extremo se situaban los reporteros, pues me conocían lo suficiente como para saber que si yo tomaba una postura tan contundente, y ésta era contundente, debía de tener un motivo, y confiaban lo suficiente en mí para esperar pacientemente mi explicación. Eran un buen equipo, y demostraban que no me había equivocado al contratarlos.

Solté la PDA cuando el griterío empezó a perder fuerza.

—Ninguno de vosotros trabaja ya para nosotros ni tiene ningún vínculo legal que lo obligue a permanecer conectado. Si alguno decide cerrar la sesión y marcharse durante los próximos cinco minutos me encargaré de facilitarle una carta de recomendación que empiece alabando su valía incuestionable como periodista. Nunca os será más fácil conseguir otro trabajo; moveré los hilos para que os contraten, me aseguraré de que estéis a gusto y os borraré de mis listas. Es el momento de tomarlo o dejarlo, chicos. Si queréis marcharos tenéis la puerta abierta, pero si os vais no habrá vuelta atrás.

Se produjo un silencio prolongado que finalmente rompió Andrea.

—¿Puedes decirnos a qué viene todo esto?

—Primero muere Buffy y acto seguido nos despiden —señaló Alaric—. ¿No has pensado que ambas cosas deben de estar relacionadas?

—Yo sólo…

—Muy mal. No lo has pensado.

—¿Queréis hacer el favor, queridos míos, de cerrar el pico y dejar hablar a nuestra antigua jefa? —suspiró Magdalene—. Me estáis dando dolor de cabeza.

—Gracias, Maggie. —Paseé la mirada por la pantalla examinando una a una las ventanitas de mis colaboradores—. Andrea, la respuesta a por qué estamos haciendo esto es bien simple: no queremos que ninguno de vosotros se sienta obligado a continuar vinculado a la página. Estoy segura de que todos habréis oído ya lo de la llamada que el Centro para el Control de Enfermedades recibió alertándoles de nuestro fallecimiento. —La oleada de respuestas afirmativas se fundieron en un murmullo—. La llamada se realizó antes de que nosotros nos pusiéramos en contacto con ellos para informarles de que seguíamos vivos. Alguien disparó a las ruedas de los vehículos. No había nadie más en aquel tramo de carretera, y sin embargo, alguien avisó al CDC de que habíamos muerto.

—¿Tenéis registros de las horas de las llamadas? —preguntó Alaric, repentinamente alarmado.

—Así es —afirmé, hice un gesto con la cabeza en dirección a Shaun, que empezó a aporrear su teclado. Alaric desvió la mirada de su cámara, lo que significaba que había recibido los archivos correspondientes; pareció tranquilizarse—. La muerte de Buffy no fue consecuencia de un accidente; fue asesinada, y sus asesinos creyeron que nos habían matado a todos. Están ocurriendo muchas otras cosas, pero ahora mismo lo que importa es esto: Buffy fue asesinada y sus asesinos se habrían alegrado de que nosotros tres hubiéramos acabado igual; lo cual significa que no puedo descartar que lo intenten con cualquiera de vosotros. Ha llegado el momento de que aprovechéis la honrosa salida que os he ofrecido antes de que os cuente por qué nos quieren muertos. —Cogí de nuevo la PDA—. Si revisáis vuestro correo electrónico, encontraréis una nueva oferta de trabajo, todos menos tú, Magdalene, y tú, Mahir. Con vosotros tenemos que hablar en privado. —El gesto afirmativo de Magdalene revelaba que ya esperaba esa petición o al menos una similar. Mahir, por el contrario, se quedó paralizado. Ya había previsto ambas reacciones—. Os repito que si queréis abandonar no os detendré. Tenéis cinco minutos para meditar vuestra decisión. Si transcurrido ese tiempo no habéis tomado una decisión os desconectaré de la conferencia. En el caso de que resolváis abandonar el equipo se os concederán doce horas para que eliminéis vuestros archivos personales de nuestro servidor. Cuando se cumpla ese plazo, se os negará el acceso al servidor y necesitaréis poneros en contacto con un miembro de la dirección para recuperar todo lo que no os hayáis descargado previamente.

Guardé silencio para ceder la palabra a los demás, pero nadie abrió la boca.

—Muy bien. Por favor revisad vuestros contratos. Si estáis de acuerdo con lo que dicen, introducid el código de seguridad que aparece debajo del espacio para vuestro número de licencia. A los que lo rechacéis, quiero deciros que ha sido un placer trabajar con vosotros y que os deseo lo mejor en las aventuras que emprendáis en el futuro.

De nuevo se hizo el silencio en la reunión mientras la gente abría y leía sus nuevos contratos. En realidad no diferían en nada de los contratos anteriores; las tarifas se mantenían igual y se les ofrecían los mismos porcentajes de ventas de las diferentes líneas de productos de promoción; además se les exigían las mismas condiciones de entrega de sus trabajos y que se ciñeran al mismo código ético. Sin embargo, en otro sentido, se trataba de contratos completamente diferentes de los anteriores, ya que cuando firmaron los primeros, nadie estaba intentando matarlos. No estábamos ofreciéndoles un aumento por el riesgo ni garantizándoles unos índices de audiencia; lo único que les ofrecíamos era un trabajo muy peligroso cuya única recompensa era la oportunidad de formar parte de un grupo de personas que, juntas, contarían una verdad que cada uno por su cuenta nunca podría abarcar.

Andrea fue también en esta ocasión quien primero habló.

—Yo… lo siento, Georgia Shaun. Yo sólo… entré porque Buffy me lo pidió. Nunca quise mezclarme en este tipo de cosas. No puedo.

—No pasa nada, As —repuso Shaun en tono tranquilizador. Siempre se le han dado bien estas cosas; otra diferencia entre nosotros—. Gracias por la dedicación que has puesto siempre a tu trabajo con nosotros.

—Lo siento. No puedo continuar —se disculpó Andrea—. Yo… buena suerte a todos. —Se secó las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano y su mirada se desvió del objetivo de la cámara web un instante antes de que su imagen desapareciera y dejara en su rincón de mi pantalla un rectángulo negro.

Ese fue el pistoletazo de salida. Los marcos de las ventanitas de la gente que firmaba sus nuevos contratos se ponían blancos, mientras que se convertían en rectangulitos negros en el caso de los colaboradores que lo rechazaban y que se desconectaban tras farfullar una disculpa. La mayoría de las respuestas que recibimos no supusieron ninguna sorpresa. Sabía que Alaric y Becks se quedarían, y Shaun me había asegurado lo mismo respecto a Dave. Con Buffy muerta no había nadie que pudiera responder por los ficcionistas, y parecía probable que perdiéramos por lo menos a la mitad de ellos. Lo que no me esperaba era que una buena parte de mis reporteros me pidieran disculpas y se les unieran en la espantada.

Luis fue el más claro.

—No es que piense que no estáis haciendo lo correcto. Os conozco. Estáis haciendo lo único que podéis hacer, pero habrá gente que salga malparada y no puedo permitirme ser uno de ellos. Tengo una familia. Lo siento —se disculpó antes de desaparecer como la mitad de los ficcionistas y del personal de administración.

Cuando el torrente de desconexiones cesó, quedamos menos de la mitad de la plantilla original, y las únicas ventanitas cuyos marcos todavía no estaban blancos eran las de Magdalene y Mahir. Clavé la mirada en la imagen de mi inquieto exlugarteniente.

—Te llamaré cuando acabemos —dije antes de introducir el código para apagar su conexión—. Magdalene, puedes quedarte siempre y cuando tengas claro que ya no formas parte de la plantilla de esta página.

—Supongo que vais estudiar los riesgos de la situación actual y que no me habéis ofrecido aún un nuevo contrato, porque el anterior necesitará una revisión ya que queréis que sustituya a Buffy —soltó Magdalene como si tal cosa—. ¿He acertado?

—Has acertado de lleno —afirmó Rick.

—Me quedaré. Este problema me afecta tanto como a vosotros, y mi departamento me exigirá que sepa lo que está pasando.

—Gracias —dije. Y lo dije de corazón. Nunca podría sustituir de verdad a Buffy, pero su respuesta me indicaba que estaba dispuesta a intentarlo—. Rick, envía los archivos.

—Enviados.

—Revisad el correo electrónico. Encontraréis un archivo adjunto con toda la información que hemos recopilado hasta el momento; entre otras cosas sabemos que quienquiera que ordenara la muerte de Buffy ocupa un cargo importante en el gobierno. Esta información no sólo es sumamente delicada, sino que es potencialmente suficiente para que cualquiera de nosotros muera asesinado. Leedla, movedla a un disco duro que no esté conectado a la red y borrad el correo electrónico. La decisión de participar en las futuras investigaciones de lo que está sucediendo aquí es toda vuestra, pero en el caso de que se nos declare culpables de, por ejemplo, traición contra el gobierno de Estados Unidos, todos habréis aceptado jugaros el pellejo. Bienvenidos a nuestro bando. —Me puse en pie—. Shaun y Rick se quedarán con vosotros para aclararos todas las dudas que tengáis; Shaun responderá las preguntas de los irwins y Rick, como mi nuevo lugarteniente, responderá las de los reporteros. Os agradezco vuestra presencia. Ahora, si me perdonáis, tengo que realizar una llamada telefónica. —No hice caso a sus protestas, me metí en el cuarto de baño y apagué las luces antes de cerrar la puerta a mi espalda.

Mientras Dave y Alaric habían estado atareados preparando contrarreloj una nueva sala de reuniones virtual, Shaun y yo habíamos estado aislando el cuarto de baño con su propia pantalla de frecuencias, creando una envoltura aislante que sólo podían penetrar las transmisiones realizadas con una amplitud de banda muy determinada. La mayoría de mis dispositivos quedaban prácticamente inutilizables a ese lado de la puerta, que era exactamente lo que yo deseaba. Si a mí me costaba tanto llamar fuera, el resto del mundo tardaría una eternidad en localizarla.

Incluso con las frecuencias de la pantalla aislante introducidas en mi PDA tardé casi cinco minutos en comunicarme con el teléfono de Mahir.

—¿De qué demonios iba todo eso? —inquirió de buenas a primeras en tono serio y evidentemente dolido—. ¿Te he dado algún motivo para que dudes de mi entrega a la página? ¿Alguna vez he hecho algo que no fuera lo que me habías pedido expresamente? Porque ahora mismo no es que me sienta muy valorado, la verdad, señorita Mason.

—Yo bien, ¿y tú qué tal, Mahir? —repliqué, apoyándome contra el lavabo y quitándome las gafas de sol. El resplandor que despedía la pantalla de la PDA me bastaba para ver lo que había alrededor; eso no me aliviaba el dolor de cabeza, pero al menos era un principio—. Valoro enormemente tu trabajo. Por eso te he despedido.

El silencio que siguió se prolongó mientras Mahir intentaba desentrañar el significado de lo que acababa de decirle.

—Me temo que no te sigo —confesó al cabo.

—Mira. Todo apunta a que las cosas se van a poner aún más feas. —Ojalá estuviera mintiéndole; nunca he deseado tanto saber mentir—. Estamos jugando a un juego para el que no estamos preparados, y no tenemos a nadie para que nos diga qué herramientas debemos utilizar. Todavía nos queda por averiguar qué estamos buscando exactamente, o nos hundiremos.

—¿Y qué tiene eso que ver con mi despido? No parece preocuparte arrastrar a todo el mundo en tu hundimiento. ¿Qué he hecho yo para perder mi derecho a un asiento en el

Titanic?

—La verdad es que te necesito para que te encargues de las comunicaciones desde la torre de control del guardacostas.

Se hizo otro silencio durante unos segundos.

—Te escucho —dijo Mahir por fin.

—Si las cosas se ponen tan feas como parece que se van a poner, si todo sale rematadamente mal, nosotros podríamos acabar muertos, y todas las personas que trabajan para la página podrían acabar acusadas de traición al gobierno de Estados Unidos. Si quien sea que está detrás de esto consiguiera transformar de alguna manera su conspiración para que parezca nuestra conspiración, cualquier empleado de Tras el Final de los Tiempos podría ser acusado de terrorismo y de pretender utilizar el Kellis-Amberlee en estado activo para provocar la amplificación del virus en seres humanos.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Mahir, horrorizado—. No se me había ocurrido.

—Ya me imaginaba que no —apunté con gravedad.

El fallo Raskin-Watts de 2026 no sólo tuvo impacto en Estados Unidos. ¿Cómo podía una nación, por muy contraria que fuera al gobierno de Estados Unidos, permitirse el lujo de aparecer ante los ojos de la comunidad internacional como un país permisivo en materia de infectados? Todas las naciones desarrolladas del mundo que tenían firmados tratados de extradición se habían apresurado para, a finales de 2027, tener aprobada una ley que establecía que cualquier individuo acusado de utilizar o de conspirar para utilizar Kellis-Amberlee con fines criminales sería entregado al gobierno de la nación o de las naciones afectadas para que fuera juzgado. Ya no servía de nada cruzar la frontera de un país para eludir la justicia si se había traspasado la línea que todos los países a una habían trazado en la arena.

Hoy en día en Estados Unidos apenas se aplica la pena de muerte; únicamente el terrorismo ha mantenido la pena capital como castigo. Si se utiliza el Kellis-Amberlee con fines criminales, se acaba muerto. Así de claro. Así de sencillo. Y así en cualquier rincón del mundo.

—Georgia, aprecio que hayas pensado en mí, de verdad, pero no creo que protegerme vaya a salvaros a los demás.

—No es eso lo que pretendo.

—Bueno, ¿qué pretendes entonces?

—Pretendo darte tiempo para que te descargues todo lo que hay almacenado en el servidor, lo grabes y huyas a Irlanda —respondí. Irlanda y Estados Unidos nunca han firmado un tratado de extradición—. Si consigues cruzar la frontera, probablemente puedas pasar desapercibido durante años.

—¿Y qué hago durante todo ese tiempo? ¿Rezar para que olviden que soy un terrorista buscado internacionalmente?

—Harás todo lo posible para que el mundo se entere de la verdad.

En esta ocasión el silencio se prolongó aún más. Cuando Mahir volvió a hablar lo hizo en un tono relajado y distante.

—No sé si sentirme halagado por tu confianza o molesto porque acabas de informarme de que mi vida es tu plan de emergencia.

—¿Quieres decir que no lo harás?

—¿Estás tonta? ¡Claro que lo haré! La respuesta habría sido la misma si me lo hubieras pedido desde el principio o si me lo pidieras dentro de un mes. No hay más opción. —Vaciló antes de añadir con añoranza—: Sólo desearía no tener la sensación de que te estás enfrentando a todo esto sin apenas apoyo. Rick es un buen tipo, pero no he trabajado con él lo suficiente para estar seguro de que te dejo en buenas manos.

—Donde no llegue él, ahí estará Shaun —repuse—. Cancelaré tu cuenta oficial de acceso al servidor a medianoche. Replicaré de todo lo que vayamos descubriendo a la dirección del antiguo servidor. ¿Te acuerdas del antiguo servidor? —El «antiguo servidor» era un espacio que habíamos alquilado a Temas de Discusión cuando trabajábamos para Los Defensores del Puente, y la habíamos utilizado para hacer copias de seguridad de los archivos cuando estábamos de viaje, ya que Los Defensores del Puente no colgaban nada que no hubiera pasado todos los filtros de validación y no almacenaban nada subido por un bloguero beta por un periodo superior a las veinticuatro horas. No lo habíamos utilizado desde mucho antes de sumarnos a la campaña electoral y casi nadie, salvo el personal administrativo de Temas de Discusión, sabía que todavía lo teníamos alquilado. El servidor no era exactamente seguro, pero tampoco era nuestro, de modo que Mahir podía acceder a él sin dejar un rastro que demostrara de manera irrefutable que seguía perteneciendo a nuestro equipo.

—Sí —respondió—. Supongo que no debo llamarte después de acabar esta conversación.

—No sería una buena idea. Me pondré en contacto contigo cuando pueda.

—De acuerdo. —Rio entre dientes—. A capa y espada; es nuestro sino.

—Bienvenido al periodismo.

—En serio. Me gustaría conocerte en persona, Georgia Mason. Te lo aseguro. Ha sido un honor y un privilegio trabajar contigo.

—Quizá todavía tengamos la oportunidad, Mahir. Aún no estoy preparada para arrojar la toalla. —Me puse de nuevo las gafas de sol—. Sé bueno, ten cuidado y mantente alerta. Tu nombre sigue relacionándose con Tras el Final de los Tiempos. Eso no puedo cambiarlo.

—Ni yo querría que lo hicieras. Cuídate también, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré. Buenas noches, Mahir.

—Buenas noches, Georgia… y buena suerte.

El clic de desconexión de la llamada sonó más definitivo de lo que le correspondía por derecho. Cerré la tapa de mi teléfono con la misma mano que lo sostenía y me enderecé, suspiré y fui hacia la puerta. Había llegado el momento de regresar junto con mi equipo.

Teníamos pendiente una montaña descomunal de trabajo.

Es con pena pero sin vergüenza que anuncio mi despedida de esta página. Nuestros caminos se separan, no por diferencias ideológicas ni religiosas, sino simplemente a causa de un deseo de explorar nuevos campos. Deseo a los Mason lo mejor en sus proyectos futuros y espero con impaciencia las noticias de sus logros.

—Extraído de

Fish and Clips,

blog de Mahir Gowda, 9 de abril de 2040

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