Fe

Fe


8

Página 14 de 28

Pensaba en esto mientras hojeaba el relato escrito de los tiempos que mi padre pasó en Berlín. Fedosov. ¡Santo cielo! Allí estaba: Fedosov. No Fedosov el más joven; éste era Valery Fedosov, nacido en 1910, un capitán que trabajaba en el cuartel general del Ejército Rojo, en el Karlshorst de Berlín. Según aquellos informes, este hombre le había proporcionado a mi padre información secreta de los expedientes soviéticos durante la época en que los rusos bloqueaban Berlín. Las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y la RAF se combinaban para efectuar un puente aéreo, ampliando el potencial de naves mediante la adición de todos los aviones de tamaño grande que pudieran comprarse o alquilarse en cualquier lugar del mundo occidental. Allí había fotocopias de los cálculos soviéticos sobre los suministros que llegaban y sus estimaciones de cuánto tiempo se podría mantener en funcionamiento el puente aéreo. Saber lo que los soviéticos pensaban día a día era algo vital. Incluso Londres y Washington albergaban en secreto la creencia de que el puente aéreo no podría ser más que un breve alivio para la escasez antes de que la ciudad sucumbiese bajo el estrangulamiento ruso. A las tripulaciones aéreas se les había dicho que llevasen «equipo suficiente para diez días».

Tal como resultó después, los aviones llevaron cargamento suficiente para mantener abastecidas tanto a la población civil como a las fuerzas aliadas. Fue un triunfo. Aquello sirvió para unir a los alemanes y a los angloamericanos de un modo que ninguna otra cosa habría podido conseguir. Y tambaleó la confianza de los rusos en sí mismos en una época en que esa confianza parecía inexpugnable.

No había confusión posible en la firma de mi padre que aparecía en la tarjeta de pagos ni error posible en el nombre de su informante. Además se trataba de información muy valiosa. No era de extrañar que mi padre lo guardase todo para sí, en secreto, y dirigiera a aquel agente en persona. En aquellos tiempos no existía el Muro y mi padre podía cruzar a pie la ciudad sin llamar la atención y visitar descaradamente a Fedosov en el piso que éste tenía en Pankow. No hacía falta preguntarse por qué aquello no se había introducido en el ordenador. En la cubierta delantera del expediente había un gran sello negro de caucho: «Datos no transcritos por motivo:» Alguien había escrito a mano el motivo: «Expediente interrumpido en 1950 sin continuación». Y debajo de eso, en un recuadro, se veía el garabato que era la firma de un supervisor. Aquél era motivo suficiente para no introducir aquel material en el ordenador en una época en que costaba tanto tiempo y esfuerzo meter en la máquina las cosas esenciales de aquel momento.

El bloqueo soviético de Berlín se levantó el 12 de mayo de 1949. Los pagos a Fedosov continuaron durante otros tres meses, pero luego cesaron sin explicación alguna. No era raro que los informadores fueran y vinieran de aquel modo; la mayor parte eran prima donnas veleidosas que buscaban el amor y el dinero que no obtenían en su propio bando. En aquellos días todo era ocasional. A Fedosov lo había dirigido personalmente mi padre, y, por lo que revelaban aquellos archivos, nunca se le había proporcionado un nombre en clave. Cogí la tarjeta de pago, la doblé y me la guardé en el bolsillo. Y me pregunté si aquel Valery Fedosov, padre de VERDI y héroe del Grupo de la Bandera Roja número 5 de la Unión Soviética, seguiría viviendo en el piso de Pankow, en Berlín.

Razoné que Dicky Cruyer tomaría pronto la decisión de que mi visita a Berlín era urgentemente necesaria. Y si Dicky no llegaba pronto a esa conclusión, tendría que ocurrírseme a mí alguna manera de meterle aquella idea en la cabeza.

Ir a la siguiente página

Report Page