Familia

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PRESENTACIÓN. Urgencias y turbulencias

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Presentación

Urgenciasy turbulencias

 

Existen hoy en día urgencias y turbulencias en torno a la cuestión de la familia. Y algunas de estas urgencias no pueden ser aplazadas. Necesitamos recordar que, en muchas situaciones, es mejor actuar antes de que sea demasiado tarde.

No podemos tardar más en prestar atención y cuidados a algunos ámbitos de la familia. Unos cuidados relacionados con las responsabilidades del mundo adulto con aquellos que debemos cuidar, y también cuidados con nosotros mismos, ya que debemos prepararnos para esta misión.

Muchas personas, entre ellas me incluyo, nos cansamos de oír quejas, de ver que alguien se queda lamentándose y se pregunta: “¿qué puedo hacer yo?”, “ellos son así”, “la vida es así”. O de oír expresiones nostálgicas de lamento: “ah, en mi época…”, “los chicos de ahora ya no son lo que eran”. No podemos entender estas urgencias o turbulencias como una fatalidad, pero tampoco como la admisión del fallo de nuestros esfuerzos. Debemos entenderlas como un hecho que, si es consentido o producido por nosotros, puede ser también reconstruido, reinventado o rehecho de otro modo.

Refuerzo la idea, que ya he tratado anteriormente en otras ocasiones, de que nuestra tarea no es hacer autopsias sino, más bien, biopsias. La autopsia es el procedimiento en el que se constata la causa mortis. Nosotros necesitamos adoptar el principio de la biopsia, en el que se coge una estructura viva, se identifica el problema y se ayuda a corregirlo para que la vida sea preservada.

Actualmente existe una desaparición de las condiciones de formación y crianza de los niños y jóvenes. Mucha gente desiste de hacer el esfuerzo que, con inteligencia, es necesario para formar a alguien. Es decir, es necesario que nosotros, los adultos, nos estructuremos casi como una fuerza única para no perder esta nueva generación, que es exuberante en varios aspectos; capaz de acciones maravillosas, pero también de producir horrores, debilitamientos éticos y distorsiones en la convivencia.

No basta con que el padre, la madre o la persona que tenga a su cuidado al niño considere ofensivas ciertas actitudes. No puede observar su conducta como una acción ofensiva de alguien insolente. Es preciso buscar las raíces de esa insolencia, de esa eventual falta de educación en el trato. Al identificar el origen de ese comportamiento seremos capaces de afrontarlo.

Si consideramos la vida un valor estupendo, si vemos la posibilidad de la convivencia y de los afectos como algo que no puede ser banalizado, es necesario que tomemos una dirección. Y eso requiere dos movimientos: el primero consiste en identificar la fuente del mal y observar las urgencias y turbulencias que conlleva; el segundo movimiento consiste en actuar en vez de quedarnos tan solo en el campo del lamento y la melancolía.

Existe hoy en día, por parte de los adultos de las familias, un territorio melancólico en el que se suele decir: “efectivamente, esto no funciona”. Y así las personas se van entristeciendo. Una parte de la tristeza de los padres y las madres no proviene de la imposibilidad de ofrecer condiciones materiales a sus hijos. Procede exactamente porque esas condiciones materiales parece que no bastan, que no son fuente de alegría y de placer, sino vistas como una obligación.

Es en ese momento cuando es necesario que observemos los orígenes de esa situación, analizando el estado actual, y cambiemos el rumbo en dirección a un futuro más prometedor. Que el escenario dentro de 10, 20 o 30 años nos produzca alegría y orgullo por haber hecho lo que debía ser hecho, en lugar de arrepentimiento y frustración. No nos acobardemos. Es preciso identificar las causas y buscar la solución.

Admitir la quiebra de nuestra capacidad de cuidado disminuye la dignidad y es una forma de flaqueza ante aquello que es necesario que sea hecho.

Seamos hombres. Seamos mujeres. Como dice la samba Volta por cima, de Paulo Vanzolini (1924-2013), “levántate, sacúdete el polvo y sigue adelante”. El hombre que es hombre y la mujer que es mujer reconoce la caída pero no se desanima. Se levanta, se sacude el polvo y sigue adelante.

La finalidad de este libro es que seamos capaces de seguir adelante y llegar a un lugar en el que sintamos gusto y satisfacción por el trayecto recorrido.

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