Fake

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CAPÍTULO 17

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CAPÍTULO 17

 

Pienso en lo que pudo haber pasado, tal vez fue cuestión de segundos, cosas que vienen y se van de la misma manera en la que llegaron, momentos alucinantes, imaginarios. Cosas que solo estuvieron en mi mente y no en la de él.

Fue un error haberme enamorado de Lucke. Pero nadie es dueño de sus sentimientos, es decir, nadie elige a quién amar. Tan solo se da, surge de la nada y se te mete como el calcio a los huesos. Yo solo me arrepiento por haber tenido estos sentimientos hacia él. Me siento traicionada por mis propios y tontos sentimientos.

Estaba sola en mi habitación escuchando una maldita canción de amor mientras pensaba en él, desearía no poder hacerlo, pero me dolía, me dolía saber que Lucke no sentía lo mismo por mí. Debí habérselo contado a Carly, ahora ella estaría consolándome, mi mejor amiga estaría conmigo escuchando esta canción y yo estaría sobre sus piernas llorando como una chiquilla.

Miércoles por la tarde, había olvidado que Carly llegaba hoy así que tomé el móvil, la busqué entre mis contactos y escribí: “Te necesito.”

Sabía que lo entendería, no esperaba respuesta porque sabía que enseguida vendría. Habíamos estado distanciadas y falta nos hacía conversar.

—¿Puedo pasar? —preguntó asomándose por el borde de la puerta.

—Adelante —dije limpiándome los ojos.

—¿Estás bien? —preguntó tumbándose a mi lado sobre la alfombra de la habitación.

—Sí, no —vacilé.

No aguanté más, caí en llantos sobre su hombro, ella solo me consoló. No sabía lo que ocurría, pero no dudó ni un segundo en abrazarme, sabía que era lo que necesitaba ahora. Necesitaba que alguien llenara este enorme vacío que sentía. El frío que él había dejado en mi corazón.

No es cosa de niñas ni se trata de cosas de adultos, tan solo no podía parar de llorar cada vez que pensaba en él. Esto dolía de una manera en la que jamás imaginé llegaría a sentir. Era tan profundo, tan hiriente, tan de lo peor.

—¿Puedes decirme qué pasa? —cuestionó con suma preocupación, se temía lo peor.

—Es Lucke, Carly.

No hacía falta más. Cualquiera lo habría entendido.

—Oh, cariño. —Se lamentó.

—Lo amaba ¿sabes? No sé en qué momento se coló hasta en lo más profundo de mi ser.

—Oh Gi, yo creí que él no… lo lamento mucho, es un idiota.

—Dime Carly, dime como me saco a ese idiota de aquí. —Hice un movimiento con la mano colocándola sobre mi pecho—. El amor no es ninguna bobería y sé que en verdad duele porque me siento terrible, mi estado de ánimo no es el mismo y por más que lo intento no puedo evitar sentirme fatal.

—Y mucho menos con esa canción —dijo girando la vista hacia el IPod.

—Pero es muy buena —respondí

—Tienes razón, es muy buena —admitió.

Lloré sobre sus piernas justo como había imaginado que lo haría, ella acarició mi pelo y la música pronto inundó la habitación hasta que me quedé dormida.

—Ya era hora —mencionó Carly, estaba sentada sobre una silla colocada frente a mi cama.

—Creí que ya no estarías aquí —dije recordando el motivo de su presencia y lo tarde que era.

—No hubo ningún inconveniente con tus padres ni con los míos —respondió carismática—. ¿Y qué ha pasado? —cuestionó con interés.

—De todo… —hablé.

Hacía casi un mes que ella no había estado aquí, tanto que tendría que escribir un libro para contárselo todo.

—Tengo tiempo —respondió de lo más tranquila.

Miré el reloj, eran poco más de las nueve de la noche, si comenzaba a contárselo, probablemente terminaría antes de medianoche.

—Aquel día en el que fuimos de compras —expliqué—. Justo antes de que partieras, pasó algo muy fuerte un día anterior… —Podía ver en su rostro que no se imaginaba lo que a continuación iba a decir—. El viernes —continué—, en clase de deportes, no recuerdo cómo, pero tuve un pequeño accidente. —Su cara fue de sorpresa mezclada con algo de indignación tras no habérselo contado antes—. Hailey estuvo conmigo, ni tú ni Astrid se enteraron de ello y no las culpo porque no estaban ahí. La cuestión es que cuando desperté estaba en la enfermería. Difícil me fue reconocer que estaba ahí y lo que había pasado.

—¿Fue grave? —interrumpió.

—Supongo. Perdí la memoria —Intenté parecer tranquila y no darle demasiada importancia frente a ella. Sabía cómo reaccionaría. No había sido buena idea. Comenzaba a arrepentirme.

—¡¿Qué?! No estarás bromeando, ¿cierto? —respondió exaltada al tiempo en el que se levantaba de su lugar para sentarse conmigo sobre la cama.

—No, para nada. Es completamente cierto.

—¿Por qué no me lo dijiste? pude haber elegido no ir a Boston, Gi debiste habérmelo contado.

Estaba arrepentida, asumiendo una responsabilidad que no le tocaba.

—No quería que tu viaje se arruinara por mi culpa —me excusé.

—Pero mira lo que ocasionó, estás hecha un desastre —me reprimió.

—Fue un error, lo sé.

—Pero ese no es el problema ¿cierto? Tú ya recobraste la memoria. Cuando llegué dijiste que llorabas por Lucke, ¿qué hay de eso?

—No, aún no la recupero… no del todo —respondí con sinceridad.

—¡Gi, por el amor de Dios! ¿Tus padres lo saben?

—Sí, ellos lo saben —me apresuré a contestar—. El Doctor dijo que recordaría y lo he estado haciendo en estos últimos días, pasé un martirio mientras tanto.

Intenté tranquilizarla.

—¿Hailey y Astrid no te ayudaron a recordar? —Se notaba bastante desilusionada por el tipo de amigas que teníamos. Podría jurar que no las reconocía.

—Ese es el problema —respiré profundo—. Hailey me dijo mentiras, al salir de la enfermería me dijo que yo tenía novio y que era Lucke, desde ese entonces la pasaba con él.

—Pero hubo un problema, ¿no?

—Sí, Carlos me dijo la verdad, me dijo que mis amigos me habían estado mintiendo y tuvo razón. Cuando él los enfrentó ninguno negó lo que había hecho. Lo peor de todo fue que mis amigas se burlaron de mí… Además, Lucke solo estuvo jugando conmigo.

—Gi, cariño, imagino cómo te sientes, pero sé que Hailey no lo hizo de mala fe, la conoces y sabes que nunca te dañaría —quiso tranquilizarme tratando de poner las cosas en su lugar.

—¿Sí? pues lo hizo —respondí molesta.

—Gi, sé que amas a Lucke y que si no te hubieran ayudado tú nunca abrías estado con él —afirmó con bastante seguridad.

—¿Estás diciendo que lo que hicieron estuvo bien? Ni siquiera me simpatizan los deportistas.

—Sí, digo no. Por supuesto que no, no de la manera en la que lo hicieron. —Ella me miró por un instante—. Un día me dijiste que Lucke te gustaba y que no se lo dijera a las demás porque tenías miedo a cómo reaccionarían, ¿y quién no?, si es el chico más solicitado en la escuela. Es mentira que no te gustan los deportistas, de acuerdo, no te gustaban, pero ¿no sé qué pasó? que de un momento a otro comenzabas a sonreír cada que recibías un mensaje en clase y no soy tonta, sabía que eran de Lucke, te descubrí y me lo contaste. Tú lo amas, no sé mucho de ese chico, pero apuesto todo a que también le gustas.

Tenía razón, yo lo amaba y por eso no dejaba de llorar.

—Ahora no sé qué decirle, no puedo perdonarlos.

—Claro que puedes, no pensarás estar enojada toda la vida, perder a tus mejores amigas y al chico que te hace suspirar. —Me miró con ojos de complicidad.

—¿Por qué siempre tienes razón? —chillé.

—Debes hablar con Hailey, apuesto que ella también quiere aclarar todo y con Lucke ni se diga

—Tenías razón.

—¿Sobre qué?

—Sobre Lucke, es muy extraño.

—Pero vaya que lo quieres —se burló.

Nos recostamos sobre la cama, había olvidado todo el dolor, me había hecho bien charlar con ella. Mirábamos hacia el techo cuando la escuché hablar de nuevo.

—Y dime, ¿qué tal besa?

—Carly —chillé un tanto apenada. Con un poco de rubor en mis mejillas ahora calientes.

—¡Gi! ¡Saliste con el chico más atractivo de la escuela, el que todas querrían tener y aun así ¿piensas no decírmelo?

—No lo haré.

—Eres la chica más afortunada, ¿sabes? Cualquiera desearía perder la memoria y despertar con la gran noticia de tenerlo como novio. —Una sonrisa pícara se le dibujó en el rostro. Tenía razón. Sabía de lo que hablaba. Ahora recordaba que todas las chicas del colegio estaban locas por él cuando yo era la única a la que parecía no gustarle.

Sin duda, las cosas podían cambiar muchísimo.

—Besa bastante bien —respondí luego de largo tiempo. No podía negarlo, estaba completamente enamorada de aquel tipo fanático del futbol. De aquel chico cotizado de la escuela. De aquel inalcanzable para el resto de las chicas. El sueño de todas, el crush de muchas.

—¿Solo bien? Gi, te conozco, quiero detalles.

 

 

 

 

 

—Intenté ahogar mis penas, pero ellas aprendieron a nadar.

 

 

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