Fake

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CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11

 

Pasaron minutos luego de mi llegada a la habitación cuando logré escuchar ruidos provenientes de la ventana que daba hacia el jardín. El suceso me obligó a levantarme y echar un vistazo. Miré apartando las cortinas y al asomarme pude divisar a la persona por la cual sentía el corazón latir.

Sonrió al verme, y me provocó un ataque al corazón. En el buen sentido.

—Lucke —dije al verlo ahí, debajo de mi ventana, mirándome con tal encanto, apareciendo de la manera y en el modo menos inesperado.

—Hola —respondió con encanto. No podía dejar de sonreír, es que me llenaba el alma—. ¿Cómo estás? —inquirió con interés.

—Bastante mejor, digamos que me estoy familiarizando con todo esto.

—¿Todo esto?

—Sí… ya me entiendo yo.

Nos miramos por un momento, ambos sin tener nada que decir.

—Bien, solo quería saber cómo estabas… ¿Puedo entrar? —dijo haciendo un ademán. Claro, hasta ahora reaccionaba. Habíamos estado conversando a través de la ventana, no pensaba dejarlo ahí. Por supuesto que no.

—Sí, bajaré en un instante —respondí con la intención de alejarme para abrir la puerta principal.

—¡No! —interrumpió con astucia—. Subiré. Si no te molesta.

—En absoluto, aunque preferiría abrir la puerta.

—No te preocupes por mí. Puedo arriesgarme.

En cuestión de segundos Lucke ya estaba trepando para ingresar por la ventana. Me pareció algo sumamente fuera de lo normal, pero a la vez una acción que me hizo sentir infinidad de cosas.

—Creí que las personas normales solían ocupar la puerta —dije en tono sarcástico cuando puso un pie dentro de la habitación.

—Ya lo ves, no soy normal. —Sonrió.

Observó mi habitación y pude notar su tremenda impresión al ver un dibujo que tenía sobre la pared, frente a mi cama. Una ciudad inmersa en la oscuridad de la noche, las luces cuidadosamente delineadas en cada uno de los edificios de ese pequeño mural, daba la impresión de ser vista desde un punto alto, la cima de una montaña.

—¿Tú lo has hecho? —preguntó asombrado. Lucke seguía contemplando el dibujo y con bastante cuidado se animó a tocarlo, pasaba sus dedos con tal delicadeza, quizás al imaginar que le reprimiría por ello, o tal vez tan solo para apreciarla mejor.

—Sí, ¿te gusta?

—¡Por supuesto! —respondió maravillado—. ¡Es asombroso!, te sorprenderías.

—¿De qué? —cuestioné con intriga.

—Tengo algo parecido.

—¡No! —solté con efusión—. ¿También dibujas? —dije entusiasmada.

—¡Para nada! Ya quisiera dibujar tan bien como tú… —Se giró hacia mí, dándome la cara y dejando el mural atrás—. He visto el auto de Carly… ¿Cómo está? ¿Qué te ha dicho? —soltó de pronto olvidándose de lo anterior, aunque aún sin apartar la mirada del mural.

—Nada —respondí sentándome sobre el piso con la espalda pegada al respaldo de la cama. Lucke hizo lo mismo y se sentó a mi lado—. ¿A ti te ha dicho algo?

—Para nada. La vi tan emocionada y cantando a todo pulmón que creí tenía buenas noticias… Ella es mucho de que contar —dijo.

—Ya lo creo, pero no dijo nada importante —respondí no estando tan segura de revelarle la información.

—¿Hablaste sobre nosotros? —inquirió con algo de nerviosismo.

—¿Debía hacerlo? —Tantas preguntas comenzaban a inquietarme o más bien a hacerme notar que algo andaba mal—. ¿Por qué tanto interés?

—No, es decir, Carly sabe cómo hacer para que le digan lo que quiere escuchar.

¿Así era? Bueno, me había percatado de eso durante el tiempo en el que habíamos estado juntas. Pero no me parecía el tipo de chica a la que le gustase involucrarse profundamente en la vida de los demás, que de haber sido así habría insistido cuando me preguntó por Lucke.

—¿A qué viene esto? —quise saber—. Todo esto me suena muy raro y no comprendo nada, ¿algo ha pasado, hay algo que deba saber? —Pregunté ya bastante atareada de todo este rollo.

—¡No Gi! —Tomó mi mano con tranquilidad—. No hay nada. Todo está bien. —Sonó más aliviado. Bajó sus hombros y tomó mi mano mientras jugaba con ella posando sus dedos contra mi piel. Pero eso no me impediría insistir… lo estaba logrando, pero no del todo.

—Me parece una ironía porque no recuerdo nada y creo que tengo mucho que saber.

—Pero ahora no es el momento. —Continuó con aquel roce ahora subiendo por mi brazo hasta el cuello. No supe que decir, el contacto con su cuerpo me hacía estremecer, despertaba cada parte de mí. Me hacía sentir cosas inexplicables, me emocionaba—. ¿Estás bien? —preguntó en el modo en el que solo él sabe hacerlo. Y sí, caí.

—Sí, yo… solo, solo pensaba.

—De acuerdo.

Después de largo tiempo sin decir nada y aún sosteniendo mi mano dijo—: ¿Sabes? Si pudiera pasaría todo el tiempo de mi vida a tu lado.

Vamos a ver, que era un romántico con las palabras, y esa habría sido, tal vez, la razón por la cual me hubiera enamorado, aunque no podía llegar a afirmarlo. Sin embargo, estaba segura de que esa había sido la razón por la que me había enamorado de él después del accidente.

—¿Si pudieras?

—Sí, quiero decir, cada minuto de mi vida. Pero tengo que regresar a casa, ir a la escuela, no sé —dio una pausa—. Hay tantas cosas que nos quitan tiempo y lo peor es que el tiempo es realmente importante. Justo ahora desearía poder detenerlo para quedarme… Por ejemplo, pasar tiempo contigo sería algo en lo que valdría realmente la pena invertir mi tiempo. ¿No lo crees?

Joder, pensé casi derritiéndome.

Guapo, romántico, inteligente, cariñoso. ¿Qué más podía pedir?

—¿De dónde has salido? ¿Acaso eres escritor? ¿O será que lo has visto en las películas?

—Vamos Gi —sonrió—. Dame un poco de crédito o más bien, piensa que tú eres la razón de tanta cursilería…

—¡Vamos! —expresé con el imparable revoloteo dentro de mi estómago—. Tienes razón, todos deberíamos aprender a hacer buen uso de nuestro tiempo.

—¿A ti no te gustaría pasar el tuyo conmigo? ¿No sería una pérdida de tiempo? —dijo un tanto afligido, esperando una respuesta que le llenase el corazón y que le hiciera sentir bien.

—¿Pérdida de tiempo? ¡Para nada! Es lo mejor que me ha pasado…

La verdad era que después de esto no podía imaginarme una vida sin él. Algo realmente loco, pero así lo sentía. Dicen que cuando somos jóvenes no medimos la intensidad de nuestros sentimientos, que nuestras relaciones no siempre son duraderas y que incluso, hasta la más especial, no será para siempre. Pero quería asumir el riesgo, saber lo qué pasaría y el modo en el que todo surgiría.

—Definitivamente estar contigo ha sido lo mejor que he hecho en la vida —dijo y cuidadosamente tomó mi barbilla elevándola hacia él—. Promete que pase lo que pase, no te irás.

Lo miré a los ojos, por supuesto que no me alejaría, de hecho, creo que no me atrevería a negarle nada. Parecía una niña boba, pero lo cierto era que estaba enamorada. Podía sentir el frenético latir de mi corazón palpitando en tremenda sincronía con mis emociones. Podía sentir la sangre correr densa y ferviente por todo mi cuerpo, podía sentir un roce eléctrico y mi respiración acelerar. Me agradaba todo aquello. Me agradaba tenerlo junto a mí. Era como llegar a la vida con el mejor regalo esperándome con los brazos abiertos para no dejarme ir jamás.

—Lo prometo.

Y sin esperar a que dijera algo más, Lucke se acercó a mí, rosando sus labios con los míos. De manera pausada, acariciándolos y saboreando el momento. ¡Asombroso! Inmediatamente me llevó a otro mundo. Detuvo el tiempo. Nada importaba más que nosotros. Recordé como me sentí al verlo a través de la ventanilla del auto de Carly, recuerdo como deseaba besarlo y ahora, lo tenía frente a mí, añorándolo, amándolo.

Como un amor de verano, aquel por el que suspiras, el que crees jamás terminará, el mejor de todos. El que te hace tocar el cielo y creer que todo es posible. Ese era Lucke.

—Recuerdas el mensaje… ¿Aquella vez en clase de Francés? —Dijo separándose un poco, apenas manteniendo distancia entre nosotros. Podía sentir su respiración.

—No —dije algo curiosa. ¿Un mensaje en clase de Francés?—. ¿Qué mensaje?”

—Bueno, lo haré ahora…ya lo sabrás —respondió carismático.

Inmediatamente volvió a cerrar los ojos y se acercó una vez más rosando mis labios, justo como la primera vez, pero acompañado de un pequeño mordisco en mi labio inferior, lo suficiente para darle completo acceso a mi boca, Si, un beso francés, eso era.

Elevó sus manos a mis mejillas y yo le tomé por detrás de la nuca.

Minutos pasaron hasta que nos separamos lentamente, chocando su frente contra la mía. No dijo nada, nos miramos. Tenía unos ojos maravillosamente hermosos que me incitaban a perderme en ellos. Había descifrado el mensaje.

—Podría pasar el resto de mis días contemplando tus ojos —Le susurré.

—Es lo que te digo, pasar el tiempo haciendo lo que realmente amas, créeme, es lo mejor que puedes hacer en la vida.

Decía mientras me acariciaba la mejilla.

Y ahora frente a este magnífico mural, con Lucke a mi lado me sentía la mujer más afortunada del mundo. El atardecer estaba por terminar para dar paso al anochecer y el tiempo, el tiempo ahora tenía otro significado para mí.

Me perdí en él. Lo besé y no quería que mi tiempo a su lado se terminara, no deseaba que así fuera.

 

 

 

 

—Creo que eso es de lo que se trata la vida.

 

 

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