Fake

Fake


CAPÍTULO 1

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C

A

P

Í

T

U

L

O

1

 

Identidad, personalidad, términos relativos desde cualquier punto de vista, especialmente frente a Internet. ¿No es así? Internet, la red informática más grande que jamás haya existido. La gran devoradora de información, el gigante recopilador de datos; lugar en el que nuestros más oscuros secretos, los misterios de la humanidad, el pasado, el presente y el futuro, los secretos del universo, la chica con la que sale mi ex, la receta de mamá, el video vergonzoso de mi amiga, las respuestas del examen, los amigos, el perfil del maestro majo y el del chico rompecorazones, una buena historia por leer, las maravillas del mundo, los temas tabús, rituales satánicos, la traducción de una canción, el resumen de un libro, el ensayo para acreditar, los temas del momento, la noticia matinal, la definición de ‘verbigracia’… el impresionante lugar en donde mi vida y nuestras vidas, pueden ser encontradas.

Todo se encuentra ahí, todo, incluso el amor.

"Aburrido." Fue lo que comenté en mi perfil de

Facebook. No es que yo sea hombre, pero, tengo una cuenta

fake.

Surgió porque en ella me enviaba los trabajos de la escuela cuando no llevaba la

USB conmigo y, antes de enviarla al correo o a los contactos en mis redes, preferí crearme una cuenta falsa. Tampoco es que fuera extraño, algo fuera de serie o siquiera dañino y peligroso. Vivíamos en un mundo en el que la tecnología consumía gran parte de nuestra vida y de nuestras relaciones. Ya bastante normal era que tuviéramos dos cuentas en la red. Que ofreciéramos información personal en la nube y que subiéramos fotografías alardeando de una vida de la que raramente el cien por ciento era real.

¿Qué en el mundo de las redes sociales era real?

Bastante concentrados en conseguir seguidores, en observar lo que otros publican y en contactar con otros a través de ellas. Si nos apartamos, aseguramos la pérdida de gran parte de la información.

Bien, así fue como conseguí formar parte de un grupo de

Facebook, un grupo en el que todos nos llevamos excelente. El mejor de todos. Una especie de familia nuclear en el que lideran los populares, en el que los insultos no pasan de eso porque todo es virtual y, en el que al final del día, todo es perdonado y recordado como una experiencia graciosa, digna de recordar al final del año. El sitio perfecto en el que reina la diversidad de cultura, porque hay chicos y chicas de toda la república, incluso habrá uno que otro extranjero, pero de ellos pocos, o quizás son

fakes.

Es un grupo con exclusividad. Mejor que él, ninguno.

"Soy

fake agréguenme, quiero parecer real." Fue lo que comenté en el grupo que llena mi inicio y me hace el día con tan solo ver algunas publicaciones.

Recibí decenas de notificaciones y al instante me comenzaron a agregar, por supuesto que ya había añadido a algunos, pero debido al fastidio y a la poca inactividad del momento, me animé a publicarlo en el grupo, después de todo era solo por diversión.

"Yo seré tu mejor amiga." Leí un comentario.

"Ya te agregué, acéptame."

Muchos comentarios llenaron mi publicación y yo las aceptaba sintiéndome triunfal.

No obstante, fuera de las pantallas tenía una vida real y eso me hacía recordar que debía hacer tarea. En la vida real envidiaba no ser mi

fake porque “él”, no tenía que ir a la escuela ni hacer los deberes, ni mucho menos tenía que hacer exámenes. Lo único en lo que tenía que enfocarse era en hablar con las chicas que le mensajeaban… aunque básicamente, se tratase de mí.

Desganada ante tal idea, hice el móvil a un lado, tomé la mochila y comencé a sacar las libretas para intentar hacer lo que había postergado desde mi llegada a casa, el tiempo había volado e internet había ganado ante mis deberes.

Suspiré hondo, como si eso fuera a ayudar demasiado.

Mi

fake es hombre y tiene 15 años, está por cumplir 16 aunque yo no tengo esa edad, pero un

fake es un

fake. El hecho de tener esta cuenta me hace reír y distraerme por un rato, puedo fingir ser otra persona o ser la misma, pero del sexo opuesto.

Mi

fake es un chico al que internet y su gran talento musical han sacado a relucir, un tipo que se inicia en el mundo de la farándula, aunque no lo suficiente como para desvelar mi cuenta falsa ante los ojos del resto de la comunidad. Es un tipo cojonudo, con una vida estable, sin prejuicios, sin exageraciones ni alardes. Contesta los mensajes, rara vez, pero lo hace. La fama aún no se le ha subido a la cabeza. No comparte muchas fotos en

Instagram como las personas promedio, pero sí que tuitea, en su perfil resaltan tuits que destacan su personalidad.

«No más tarea por favor.» Pensé cuando finalmente logré concluir. Cerré mi libreta de golpe, la metí dentro de la mochila y tomé el móvil nuevamente mientras me tendía sobre la cama.

Inicié sesión y vi que tenía más solicitudes y más comentarios. Desde mi cuenta real leía lo que habían comentado en mi estado.

"Agrégame, yo seré tu mejor amigo." El primer comentario de un hombre, de hecho, el único. No hace falta decir que él y yo somos ‘amigos’ por

Facebook. Y lo digo entre comillas porque no hablamos más que en una ocasión —una situación algo embarazosa, en realidad—. Lo conocí en el grupo, aunque vamos en el mismo colegio, pero ahí tampoco hablamos… Es algo complicado. Él pertenece a la élite y yo soy más del montón. Dudo siquiera que sepa que compartimos clase.

Lucke es el tipo de chicos por el que todas suspiran, del que todas se enamoran. Por el que la clase de deportes vale la pena.

En realidad, nunca hemos entablado conversación puesto que nuestras clases no coinciden, a excepción de los viernes, a última hora: el único momento en el que él y su equipo salen a practicar futbol soccer, y yo atletismo. Una tarde muy cansada.

Las chicas babean cuando el equipo de futbol está practicando. Todas concentradas en las gradas y algunas más corriendo junto a mí, lo hacen sin apartar la vista de él. La maravilla del colegio, aquella que toda escuela tiene. El majo del año, eso es.

¿Estaría cometiendo un pecado si dijera que no me llama la atención en absoluto? Es más, me pregunto qué les gusta de ellos. Solo corren detrás de un balón y sudan como locos, sin mencionar la importancia que le dan a las jugadas cuando el marcador no va a su favor. Se lo toman muy en serio, incluso tratándose de una práctica.

—Me bebería su sudor. —Recuerdo haber escuchado a una chica mientras daba vueltas a la enorme pista que rodeaba la cancha de futbol, y eso solo me hacía sentir más asco.

No comprendía el pensar de las chicas de mi clase. Ellos eran preponderantes y casi nunca se relacionaban con nadie que no fuera de su grupo.

Ahora es cuando me pregunto cómo es que logré tenerlo de amigo en

Facebook.

Le di ‘me gusta’ a su comentario, fui a mi

fake, le di

clic a al botón azul y lo acepté.

Al instante, Lucke le dio me gusta a mis estados y a algunas fotos. Todo para ayudar y que, sobre todo, mi cuenta pareciera real, con un amigo al que le importase. Después de todo, mala idea no había sido.

—Hola mejor amigo. —Me envió mensaje.

¿Qué? ¿Era posible? Soñando no estaba, podía asegurarlo.

¡Lucke me estaba hablando!

Aunque preferí no darle mayor importancia, no me interesaba, no del modo en el que estás pensando. Por supuesto que no.

—Hey,

man.

—Que triste es platicar con alguien en jueves por la noche cuando podríamos estar en una fiesta.

—Sí, que triste es la vida —respondí.

—No tengo amigos —reveló.

¿Estaba de broma? Lo había visto en la escuela con muchos tipos a su alrededor. Claramente no sabía lo que decía o no sabía quién era yo… Todas se morían por salir con él o con cualquiera de los chicos del equipo de futbol.

Pertenecen al grupo de los populares, eso les da relevancia.

—Somos

forever alone. —Decidí seguir el hilo de la conversación, tal vez esto formaba parte de la farsa que habíamos comenzado.

—Ni que lo digas, mi mamá no me deja salir por las noches, dice que soy menor de edad.

Reí por lo bajo.

—Te compadezco amigo. —¡Se estaba confesando conmigo! Después de todo era su amigo

fake y él lo sabía.

—Deberíamos ir a una fiesta —propuso.

—Si quieres lo posteo ahora —dije con entusiasmo.

—Mejor mañana, un viernes para que sea más creíble. —Tenía razón.

—Ok el viernes nos vamos de fiesta.

—Yo lo publico, nos iremos de conquistadores.

Cada cosa que escribía me hacía reír, imposible poder abandonar la conversación o siquiera cerrar sesión, pero era muy noche, y necesitaba descansar.

Había pasado la tarde entera sin despegar los ojos de la pantalla y tanto de eso comenzaba a irritarme.

Suspiré nuevamente.

—Me tengo que ir. —Tecleé sin muchos ánimos de alejarme de aquel mundo virtual. Una adicción, eso podía ser.

—Adiós, mejor amigo —respondió con gusto o por lo menos eso pude percibir.

“Mejor amigo” retumbó en mi cabeza. ¿Aquello lo hacía parecer como si se sintiera solo? O como si quisiera decir más con eso, ¿me consideraba alguien importante? ¿Podía serlo?

Dormí con la idea en la cabeza y con una sonrisa en el rostro, es que me había gustado tener un

fake con el cual divertirme. No por el hecho de conversar con él, no, no era así. Traté de convencerme.

* * *

—¿A qué se debe esa cara? —preguntaron en mi grupo de amigas cuando me vieron llegar durante el primer descanso. Ellas y yo no coincidíamos en las clases de la primera hora en viernes, por lo que no me habían visto hasta ese momento.

—No sé a qué cara se refieren. —Traté de disimular ante las miradas curiosas que ahora posaban sobre mí. Llevaba conmigo el almuerzo y sin dudarlo me senté junto a ellas, en el lugar de siempre. El mismo que solemos frecuentar durante cada descanso. Parecía muy cliché en los colegios, o por lo menos así lo había visto en las películas; pero las mesas eran custodiadas, como las sillas en el salón de clases, cada quién se apropiaba de un lugar que difícilmente abandonaría… justo eso era lo que pasaba aquí, cada mesa estaba destinada a un grupo jerárquicamente.

Cada uno se adueñaba de un sitio, por lo menos desde que tenía memoria. Conjuntos de mesas separadas de los “populares”. El típico nivel de clases sociales. La jerarquía siempre presente.

—Esa cara de boba. —Todas rieron ante la expresión de Carly, una de las chicas que estaba frente a mí; cabello oscuro, tez blanca y de complexión delgada, mi mejor amiga. Una chica muy simpática.

Antes de responder tragué un trozo del sándwich que tenía en la boca.

—No es nada, no entiendo a qué se refieren, solo estoy bien. —Una vez dicho esto, nadie refutó, así que nos dispusimos a comer y a hablar sobre trivialidades.

En realidad, no sabía a qué se referían con ‘esa cara’, no consideraba que algo hubiera cambiado, tan solo me sentía bien.

«No puedes estar bien por un día porque enseguida tienes un interrogatorio,» pensé.

—Miren quien viene ahí —mencionó Hailey con voz coqueta, indicándonos con la mirada que alguien había ingresado a la cafetería.

Yo estaba de espaldas hacia la puerta de acceso por lo que tuve que girar disimuladamente para poder ver.

—¡Lucke! —dijo Carly emocionada.

—¡Y sus amigos! —añadió Astrid.

Hacían eso cada vez que ese par de airosos entraban triunfantes a algún sitio, y las caras bobas no tardaban en hacerse notar por cada rincón del lugar.

—Bah —bufé girándome nuevamente para seguir con mi almuerzo.

—¿Quién de ellos te gusta Gi? —preguntó descaradamente mi mejor amiga, haciendo que me atragantara con el jugo de naranja.

—Nadie, ¿debería gustarme alguien? —contesté con seguridad. Todas se giraron hacia mí, con miradas frías y penetrantes, como si el tiempo se hubiera detenido frente a nosotras y como si el inicio de mi purgatorio estuviera comenzando. Daba miedo, lo juro—. ¿Qué? —respondí indiferente ante las miradas intrigantes.

—Lo siento, ¿qué? —dijo Carly. Una bomba iba a explotar—. Estás de broma ¿cierto? Repítelo de nuevo. —Trató de hacer que me retractara respecto a la poca argumentada respuesta. Y, aún sin apartar la mirada, clavó el tenedor sobre la mesa.

No comprendía por qué no podían entender que ninguno de ellos me atraía.

—¡Dije que ninguno! —exclamé arrepintiéndome al instante, pero una perfecta ‘O’ ya se había formado en sus bocas.

—Gi, eres la única chica en este colegio a la que no le interesa ninguno de ellos —gritó Hailey, dramática.

«No por favor que no hagan una escena,» pensé e imploré a Dios —si es que existía— con todas mis fuerzas.

—No me interesan —respondí generando más tención en el aire.

—¡Por el amor de Dios, Gi! —Astrid alzó la voz.

La bomba había explotado en medio de tantos murmullos.

—De acuerdo, de acuerdo —intervine intentando apaciguar una segura revolución—, díganme ustedes, ¿quién les gusta? —La verdad me moría de curiosidad, pero eso no significaba que me gustase alguno de ellos, ¿cierto?

—Lucke —respondieron todas sin siquiera pensarlo.

Hasta me fue posible vislumbrar los corazones saliendo de sus bocas, y a su alrededor, un par de ángeles con flechas en forma de corazón entonando una perfecta melodía de amor. Vaya, que cursi. No pude evitar reír ante el hecho de que a todas les gustase. Y él, que decía que no tenía amigos.

—Pero es imposible.

—¿Imposible? —inquirí.

—Sí. Es un chico… raro —respondió Hailey—. Quiero decir, se percibe misterioso…

—No comprendo —mencioné con miles de dudas revoloteando por mi cabeza…

En ese punto estábamos manteniendo el tipo de conversación que creí jamás llegaríamos a tener, sobre todo por tratarse de los chicos del equipo de futbol.

—Es difícil de entender —finalizó Carly.

Y después de todo, me habían dejado igual o peor que antes.

—Has puesto la cara como en tu clase de Álgebra. —Se burló Astrid y yo solo la ignoré.

En Álgebra no comprendía nada.

—No tiene mucha ciencia, solo es un tipo que por el simple hecho de ser él, intriga a las chicas, nunca lo he visto con alguna a su lado, pero dicen que tiene una novia en la ciudad vecina —desveló Hailey.

—No es nada seguro, solo son rumores —se apresuró a agregar Carly. En realidad, tratando de decirme más con la mirada. Mirada que intentaba descifrar, pero...—. En fin, ninguna se ha atrevido a hablarle, parece del tipo al que no le gusta relacionarse con las chicas de su colegio.

«Si supieran que él y yo hablamos por chat, bueno no yo, más bien mi

fake,» pensé.

El timbre sonó indicando que debíamos regresar a nuestras clases. La charla había concluido, tomamos nuestras cosas y cada una tomó rumbo distinto.

—Nos vemos luego —mencionamos. Carly y yo teníamos clase de Francés, estábamos juntas en ello.

Sin más demora, nos dirigimos a los casilleros para tomar nuestros apuntes.

—¿Has hecho la tarea? —cuestionó Carly.

—Sí, logré terminarla en medio de un gran debate existencial.

«Justo antes de platicar con Lucke». Mi mente recreaba el momento.

—Pásamela —pidió al tiempo que tomábamos asiento.

Entre mis cosas busqué el libro y se lo entregué, ella lo tomó comenzando a escribir con frenesí antes de que el profesor ingresara al salón. Quien no lo hizo en su vida estudiantil, no puede decir que haya pisado el majestuoso recinto del saber.

Una clase normal, la típica a esperar entre explicaciones y llenado de hojas. Me estaba resultando bastante pesado poder concentrarme por lo que solo garabateaba sobre una hoja en blanco.

—Y dime Gi… —susurró Carly incitándome a verla.

—¿Qué cosa?

—¿En serio no te gusta nadie? —Jugueteaba con el lápiz sobre sus dedos.

—No. —Negué con la cabeza con suma certeza.

—Lucke es un chico guapo… —propuso.

—Ustedes lo dijeron, es imposible —parafraseé.

Se pudo escuchar un «shhh» a mi lado. Aarón, un compañero de clase, pidió que me callara.

—Si parece imposible, es posible —respondió ella carismática.

¿Debería contarle lo del

fake? Carly es mi mejor amiga.

—Carly… —dije después de un rato. Ella volteó dejando de hacer lo que estaba haciendo para centrarse en lo que le iba a decir—. Yo, quería decirte algo…

—Te escucho —respondió con mayor intriga.

—Yo, bueno...

—¡Señoritas! —sonó una voz masculina al otro extremo del salón haciéndonos sobresaltar a mitad de la clase—. Están interrumpiendo. No me molestaría si se van a charlar a otro lado.

—Lo siento, profesor. —Se disculpó Carly con todas las miradas cayendo sobre nosotras.

“¿Qué ven?" Les dije con la mirada y ellos se volvieron a centrar en su trabajo.

Hasta ahí llegó una confesión fallida. Y fue suficiente para hacerme doblegar. Ahí, en medio de un par de chicos respondiendo preguntas y de un profesor que ahora nos tenía en la mira. Sí, a eso se resumía nuestra patética existencia.

La clase terminó minutos más tarde, cosa que agradecí infinitamente.

—¿Qué me ibas a decir? —preguntó aún sin olvidarlo.

—No lo recuerdo —evadí el tema regalándole una sonrisa nerviosa. Caminábamos abriéndonos paso frente al largo e interminable pasillo—. No debió haber sido algo importante, o de lo contrario lo recordaría —mentí.

—Como sea, debo ir a mi siguiente clase. Te veo luego. —Se despidió con rapidez dándome un beso en la mejilla.

Tampoco es que el tema le hubiera interesado bastante.

La conocía, y cuando algo llamaba su interés, no lo dejaba hasta obtener lo que buscaba.

Ahí, con cientos de estudiantes atravesando el pasillo, saliendo de sus salones, con las mochilas sobre los hombros, con las sonrisas sobre sus rostros, las burlas y las camaraderías, logré divisarlo.

Provocaba la atención de todos, o por lo menos de las chicas, una imagen para recordar, algo digno de contar al final del curso. Él, Lucke, el majo del año.

Caminaba sin detener el paso o siquiera la mirada, sin percatarse del daño que causaba a los corazones frágiles, a los esperanzados, a los ansiosos por vivir una historia de amor jamás imaginada. Una aventura especial.

No hice más. Me quedé estática al tiempo que vislumbraba el poder del que se habían apropiado.

Belleza, un término relativo. Bonito ante los ojos humanos, de significado diverso según quien lo vea.

Caminó junto a sus amigos, pasando a mi lado y quizás, deteniéndose por al menos unos segundos, girando el rostro. Cruzando su mirada con la mía, ángulos encontrados en un evento poco probable e impredecible, pero… después de todo, ¿no es acaso el amor impredecible?

 

 

 

 

Amo a mi Fake.

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