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CAPÍTULO 2

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Dos clases más y se terminaba el día. Estaba un tanto nerviosa porque la última era de deportes y, era ahí, donde se suponía debía encontrarme con Lucke. De hecho, no me encontraba con él, más bien era cuando estábamos dentro del mismo perímetro de la cancha, separada por una franja blanca dibujada sobre el pasto y por la pista de atletismo. Ahí era donde estaba yo, y él, al otro extremo. Que va, la verdad era que él y todo su equipo estaban siempre enfocados en el balón que en lo que ocurría a su alrededor.

No tenía nada por lo cual preocuparme, pero no podía evitar sentirme extraña. Tomé mis libros de la siguiente clase: redacción. Podría decir que una de mis favoritas, siempre y cuando no nos hicieran leer nuestras producciones.

La clase me encantaba, pero había ciertas cosas que no me gustaba compartir con el resto, como la patética ocasión en la que escribí un poema pensando en Carlos, un tipo del que estaba enamorada y con el que salí por un par de meses.

La verdad es que lo nuestro no fue algo sumamente relevante, pero la mayoría pensó que el poema había sido realmente bueno, y como siempre, nunca faltan aquellos que chasquean por cualquier cosa, por más insignificante que sea.

Pude divisar a Astrid en cuanto ingresé al salón, ella me vio y alzó la mano indicándome que había guardado un lugar para mí. Le sonreí y me dirigí hacia ella. En la clase también estaba Edwin, uno de los chicos del equipo de futbol, podría decir que uno de los amigos de Lucke… aunque en realidad me lo estaba pensando, lo que él había dicho la noche anterior me mantenía en duda y quería comprobarlo. Momento, ¿lo comprobaría? O aún más importante, ¿quería comprobarlo?

—¿En qué piensas? —preguntó Astrid intuyendo como solo ella sabía hacerlo, el motivo de mis pensamientos. Y es que después de sentarme lo único en lo que había enfocado la vista había sido en Edwin, y digo la vista porque el pensamiento lo tenía en otro lado, definitivamente.

—En nada —respondí disimulando.

—No me engañas, estabas viendo a Edwin.

—Joder, ¿en este mundo ya no podemos ver a nadie? —Le reproché sintiéndome vigilada.

—¡Señorita, ese vocabulario! —Me reprimió el profesor que, para mi sorpresa, había ingresado al aula exactamente en el momento en el que yo había decidido explotar.

—Lo lamento —respondí indignada al tiempo en el que le dirigía una mirada asesina a Astrid.

Dos profesores en un día, estaba rompiendo récord, sin mencionar que Edwin se había girado a verme con una sonrisa burlona en el rostro.

Muy bien Astrid, muy bien, te pareces a Carly. Si no me ocurrió en la primera hora fue porque no tenía clase con ninguna de ellas.

—¿Qué? No fue para tanto —respondió como si no hubiera sido su culpa. Decidí ignorarla y en su lugar, enfocarme en lo que el profesor escribía sobre la pizarra—. ¿Gi? —cuestionó al no tener mi atención.

Si no te quieres meter en problemas no le hagas caso a Astrid, es lo que todos dicen.

—Vamos Gi —insistió—. Gi… —La conocía, no se callaría—. ¡Gi, por Dios! —susurró en tono alto.

—¡¿Qué, joder qué?! —expresé de igual manera, estaba acabando con mi paciencia.

—Nada, si te vas a molestar mejor olvídalo. —¡Oh JODER! maldije para mis adentros. Respira Gi, respira, me dije una y otra vez.

—Lo siento, ¿qué decías cariño? —Puse cara de completa y total ternura, la mejor que pude poner, en verdad.

—¿En serio no te gusta nadie del equipo de futbol? —Me caía de la silla, literal—. He estado pensándolo desde el almuerzo. —Vaya que lo estuvo pensando.

¿Cuántos años aquí? ¿Dos? ¿Dos y medio? ¿Y justo ahora se atrevían a preguntármelo? No las entendía, definitivamente no las entendía.

Veamos, ¿quién me faltaba? Hailey, ella era la siguiente.

Me preparaba mentalmente.

La clase transcurrió poco a poco y Astrid por fin me dejó en paz. El trabajo que el profesor nos había dejado le había dado para concentrarse en ello y olvidarse de mí.

No me fue difícil concluirlo así que me apresuré a guardar mis cosas y a abandonar mi lugar. Tres hojas de papel reposaron sobre el escritorio del señor Robinson. En cuanto lo dejé pude salir teniendo quince minutos libres.

Me dirigí a mi casillero, no se veía a nadie rondando por los pasillos, yo era la única en medio de tanto silencio, los demás seguían en su clase. Por supuesto, no faltaba el chico que no ingresaba a clases, pero ¿ellos que harían aquí? Más bien estaban en las canchas, la cafetería o en cualquier otro sitio, menos en los pasillos de la escuela.

De lo tan distraída que iba tan solo alcancé a mirar de manera fugaz a alguien estampándose contra mí, haciéndome tambalear por escasos segundos.

—¡Imbécil! —exclamé, pero él pareció no haberme escuchado y siguió su camino como si nada hubiera ocurrido.

Lo alcancé a visualizar de espaldas, logrando divisar que llevaba playera azul y short blanco. Claro, era del equipo de futbol. No esperaba más en su actuar.

Tomé mis cosas y me dirigí hacia la cancha una vez colocándome el uniforme deportivo. Aún no había nadie de atletismo, pero del otro lado de la cancha ya estaban los chicos haciendo calentamiento. Me distraje por un rato observándolos, tratando de encontrar a Lucke.

«¿Qué estás haciendo?» Me pregunté.

«Es solo un amigo,» respondí para mis adentros.

Me recosté sobre las gradas y me coloqué los audífonos, casi me quedaba dormida cuando la voz de Hailey me hizo despertar.

—¿Terminaste pronto? —preguntó refiriéndose a la clase anterior.

—Sí, nada difícil.

—Será mejor que vayamos —dijo ante el llamado de la profesora. Todas las chicas ahora estaban sobre la pista, escuchando las indicaciones. Esta vez haríamos relevos por lo que teníamos que formar equipos.

Era la tercera en participar, tenía que esperar para que me dieran el pase. La carrera se estaba tomando muy en serio, nuestro equipo iba en segundo lugar y los gritos de apoyo no se hicieron esperar.

El ambiente ya estaba muy tenso, las esperanzas estaban en nuestro equipo así que en cuanto Hailey llegó a mí, corrí lo más rápido que pude logrando alcanzar a María, la chica que iba en primer lugar.

Se escuchaban las porras de las chicas y al pasar junto a la cancha de futbol, logré divisar a Lucke dirigirse a la portería y anotar en su favor. No pude evitar sentirme feliz por él… lo vi festejar junto a su equipo, como si se tratará del gol del millón.

—¡GI! —Escuché a Hailey tratando de advertirme de la pronta cercanía de María.

Me estaba pisando los talones, pero podía sacarle ventaja, emprendí el paso y di zancadas más largas. Era hora de la última vuelta y era el turno de Ali, mi compañera de equipo.

—¡¿Qué diablos estabas mirando?! ¡Por poco te alcanza María! —gritó Hailey una vez acudí a su lado.

—Pero… no lo hizo… —dije agitada.

—¡No me cambies el tema! —respondió.

¿Cuál tema? La miré sin saber de qué rayos hablaba.

Sentía mi corazón latir aceleradamente, casi podía sentir la sangre correr por mis venas y cada uno de mis músculos.

—¿Qué mirabas? —inquirió aún sin poder olvidarlo.

—Nada. —Aquí iba. Mi tercer interrogatorio.

—Ok —contestó dejándome tranquila para mi sorpresa. —¡Sí! —Se levantó alzando las manos con gran alegría. —¡Ganamos, Gi! —corrió a abrazar a las chicas del equipo. No me había dado cuenta de ello y de igual manera me dirigí entusiasmada hacia ellas. Dimos pequeños brinquitos, abrazadas las unas de las otras. ¡Una victoria más!

—¡Buen trabajo, chicas! —Nos felicitó la profesora con una sonrisa en el rostro.

—¡Felicidades campeonas! —dijo Carly juguetona. Astrid venía con ella, eso significaba que su clase había terminado y que la nuestra, de igual manera, había llegado a su fin.

—¡Bien jugado, Lucke! —Se escuchó a una chica del equipo contrario felicitándole, pero Lucke hizo como si no la hubiera escuchado. Estaba recogiendo sus cosas, tenía el pelo mojado y el sudor caía por su frente. Sacó una botella de

gatorade para hidratarse y se la bebió. Lea no existía en su mundo.

—Te lo dije —mencionó Carly—, no habla con las chicas que no son de su grupo de amigos, y eso si tienen suerte.

—¡Pierdes tú tiempo Lea! —gritó Hailey provocando que le mostrara el dedo medio.

Todas reímos ante tal situación.

—Tú y él harían bonita pareja. —Me dijo Hailey casi en un susurro.

—Estás loca. —Le dije dándole la espalda para después salir corriendo.

* * *

No comprendía por qué Lucke no hablaba con las chicas del colegio, en verdad era un tipo extraño.

La situación me hizo recordar que debía escribir algo en el perfil de mi

fake. Desde mi celular escribí un estado.

“Noche de fiesta” pero enseguida lo borré.

Después de todo él dijo que me publicaría.

Carly me llevó a casa en su auto. Luego de una larga carrera, lo menos que quería hacer era caminar, así que accedí ante la propuesta.

—Gracias por el viaje.

—No es nada, para eso están las amigas.

—¡Buen fin de semana! —Le dije bajando del auto y dirigiéndome a la puerta de mi casa.

Me tiré sobre la cama exhausta de tanto ejercicio. Dios, creía que podía morir. Sin darme cuenta me quedé profundamente dormida hasta que un par de golpes en la puerta consiguieron despertarme.

—¡Gi, baja a cenar! —Escuché la voz de mi madre, y por el tono parecía que me había estado llamando desde hacía tiempo.

—¡Estoy ahí en un momento! —grité al otro extremo.

Me levanté de golpe y me eché un poco de agua sobre la cara para espabilarme.

—Lo siento, me había quedado dormida —pronuncié disculpándome.

Para cuando regresé a mi habitación, vi que una luz blanca parpadeaba en mi celular. Una notificación en mi cuenta falsa. No pude evitar emocionarme.

“¡Ya es viernes!” dijo en uno de sus mensajes.

“Sí, ya te público,” respondí con rapidez.

“Yo lo hago.” Escribió y enseguida llegó la notificación a mi perfil.

“¡Viernes de fiesta amigo!” Pude leer sobre mi muro.

“¡Ya voy en camino,

bro!” Le di me gusta a su comentario.

“Mi hermana está molestando.” Me mandó

inbox.

“No le hagas caso, ignórala.” De acuerdo tal vez no haya sido el mejor mensaje que pude haberle enviado, pero mi

fake es hombre y supongo eso habría contestado, la verdad no sé.

“Eso hago, pero ella habla y habla, no deja de hablar, tengo los audífonos puestos y aun así sigo escuchándola.”

“Estás perdido, hermano.”

“Me haré el dormido.”

“Y se supone estábamos en una fiesta.” Escribí riéndole al móvil.

¿Podía ser más extraño? Una rara sensación se apoderaba de mí, me encantaba conversar con él, me encantaba leer sus mensajes y conocerlo a través de nuestra conversación falsa. Es que intuía que algo estaba cambiando conmigo, pero me negaba a aceptarlo. Tan solo sabía que me hacía sentir bien.

“Ya se ha ido,” explicó refiriéndose a su hermana.

“Qué suerte, ¿no?”

“Sí, pero ella es, no sé, bien rara.”

“¿Por qué?” pregunté.

“Unos días ni me pela y otros, me habla de más.”

Ok eso me hizo reír, me causaba gracia la manera en la que pensaba: tan simple y sin rodeos. Amaba eso.

Lucke mandó una carita feliz y enseguida escribió:

“No sé cuándo me agrada menos.”

“Que bipolar eres.” Fue lo único que se me ocurrió escribirle.

“Soy adolescente no bipolar,” expresó con gracia.

“Para el caso es lo mismo.”

Esa noche conversamos hasta el amanecer, nada en especial, pero fue divertido. Lo extraño era que estábamos hablando en dos

chats siendo la misma persona. Me explicaré. Lucke le hablaba a Aldrich —es el apellido de mi

fake—, pero resulta que Lucke también me enviaba mensaje a mí, en mi personal. En ambos hablábamos sobre cosas distintas, en cada caso asumía el papel que debía asumir: mi

fake y mi yo real.

“¿Cuál es tu Facebook real?” Preguntó el mismo día en el que lo había aceptado en mi perfil falso.

“Ya me tienes, y de cualquier manera está en donde comentaste que te aceptara,” contesté.

“Hum sí, pero perdí la publicación.” Estaba a punto de decírselo cuando me mandó mensaje, pero esta vez en mi personal. “¡Hola, te encontré!”

“Te dije que ya me tenías.”

La verdad era que su actual atención hacia mí me entusiasmaba. ¿Por qué el cambio? ¿Qué había pasado?

Y en medio de una crisis existencial, me percaté de que algunas de sus amigas o contactos, habían comentado en el estado de la fiesta, así que le pregunté respecto a lo que podía decirles para asegurar la credibilidad.

“Diles que estás de viaje, que vives en Texas y que nos conocemos de tiempo.”

Quería preguntarle por qué consideraba que no tenía amigos, pero me arrepentí al instante, no lo creí pertinente.

“Mañana estaré de regreso, lo publicaré.”

Ya tenía la foto indicada para compartirla y poner en la descripción que estaba de regreso a Texas. Solo era cuestión de esperar al día siguiente.

“Me voy amigo, es tarde.”

“Adiós, mejor amigo.”

Cerré sesión y me fui a dormir. Me encantaban los fines de semana porque podía dormir tarde y despertar tarde. Me encantaba estar despierta y contemplar la noche cuando todos dormían.

Me recosté frente a una de las ventanas y rememoré lo que había ocurrido en el campo de futbol. Lucke ocupaba mi mente.

 

 

 

 

¿Por qué me emocioné tanto cuando lo vi anotar un gol?

 

 

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