Fake

Fake


CAPÍTULO 6

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C

A

P

Í

T

U

L

O

6

 

“Hola.”

“Hola.”

“Hola.”

Las conversaciones en el grupo de

WhatsApp comenzaban a surgir, todos los miembros empezaban a comentar y yo podía recibir gran cantidad de mensajes en menos de un minuto, si me distraía o ausentaba por un momento era seguro que cuando abriera los mensajes tendría quinientos sin leer, así que, para no perderme de nada, tenía que estar prácticamente pegada al teléfono celular todo el tiempo, o de lo contrario, tendría que leer todos los mensajes.

Las conversaciones solían ser bastante interesantes, es decir se hablaba sobre cualquier cosa, cosas de jóvenes. Nada aburrido, en absoluto, mucho menos con los mensajes de Lucke.

Y es que pasaba poco tiempo dentro de la cuenta falsa, que poco a poco mi tiempo de popularidad se había perdido, los

likes disminuyeron en cada fotografía, en cada estado, los comentarios eran nulos y ni se diga de los mensajes. Prefería estar en mi cuenta personal.

Aldrich poco a poco fue olvidado por todos.

Un zumbido en mi celular hizo que me sobresaltara alejando cualquier pensamiento de mi mente. Y, con cuidado de no ser vista por alguien más, tomé el móvil y revisé el mensaje que tenía en

WhatsApp.

“Hola.”

“Hola,” respondí con una sonrisa de boba en el rostro.

No tenía registrado el número, pero lo conocía, conocía los últimos dos dígitos y mis pupilas reconocían aquella combinación de números, era como algo que mandaba un impulso eléctrico a mi cerebro que me hacía reconocerlo de inmediato.

Veía el número 78 al final de cada mensaje que había en el grupo, ¿cómo no lo iba a reconocer ahora? Ese impulso eléctrico también había hecho que sintiera infinidad de cosas en el estómago, algo indescriptible.

“¿Quién eres?” preguntó.

Justo ahora era una chica llena de preguntas, nunca imaginé llegar a recibir uno de sus mensajes y mucho menos en clase. Física era la última clase de jueves, y terminar el día con estos mensajes era simplemente increíble. Lucke era como un secreto para mí, algo que solo yo tenía.

“¿Quién eres tú que mandas mensaje?” Contesté junto con unos

emojis sonriendo y sacando lágrimas. Mi favorito.

“Adivina,” respondió de igual manera con un

emoji.

“Lucke.” Tecleé esas cinco letras sobre la pantalla y las envié sin pensar. Sabía que era él. No había duda.

La clase no la compartía con ninguna de mis amigas y al igual que Álgebra, era una materia que odiaba.

“Sí.”

Leí sobre la pantalla del móvil, su mensaje iba acompañado de un

emoji, el mismo que había ocupado anteriormente, un sol o lo que parecía ser un sol con cara sonriente.

“Ya sabía,” contesté con un

emoji de adivino y una bola de cristal.

“Ya vi, que emoción.” Fue lo que escribió y yo solo le respondí con

emojis, patético, pero, era lo único que podía hacer. Me congelaba, difícil me era poder actuar normal…

No obstante, no estaba del todo perdida, a su vez él respondía con

emojis, aunque, esta última vez, dos pequeños corazones rosas reposaban al lado del sol sonriente. ¿Qué mierda significaba eso? Gi, no te apresures, No. Te. Apresures.

“Tu amigo es genial,” contesté.

“¿Cuál?” cuestionó con sorpresa.

“Yo.” Escribí junto con

emojis sonrientes sacando lágrimas. Es solo que me había dado risa el hecho de haberlo confundido, se suponía estaba conversando con su amigo

fake.

Volvió a acompañar su mensaje con

emojis que yo había utilizado y al final, un corazón rojo.

¡Joder, esto me estaba matando! ¿Qué significaba? Podía significar muchas cosas y nada a la vez, simplemente solo podía no significar nada. Nada. Nada y nada más.

La profesora estaba lo bastante concentrada explicando un nuevo tema como para percatarse de que yo estaba escribiendo en el móvil, de vez en cuando la miraba y asentía para disimular lo que estaba haciendo, pero enseguida volvía a enfocar la mirada en el móvil. Después de todo, no era un tema que me pudiera llegar a servir en la vida. Sabía que no estudiaría nada que tuviera que ver con el uso de vectores y energía cinética y estática o como sea que se llamen.

La clase pasó demasiado rápido con aquellos mensajes, y en ese momento, yo era un manojo de emociones. Afortunadamente era la última clase y no tenía que esperar un horrible interrogatorio.

Eso porque había recordado que las chicas tenían que hacer un proyecto de ciencias, tenían la misma clase y debían quedarse a elaborarlo porque se habían pasado la semana entera sin hacer nada.

Yo también tenía ciencias, pero no cursaba la materia con ellas, así que tomé mi mochila y salí del aula, atravesé los amplios pasillos de la escuela hasta llegar a la salida y tras no encontrarlas, me dispuse a irme sin despedirme de ellas, debían estar muy ocupadas como para no estar merodeando por los pasillos en busca de los chicos del equipo de futbol.

—¡Gi! —Escuché a alguien gritarme justo antes de salir del colegio. Y con gran desconcierto, giré a ver de quién se trataba—. ¿No iras a ver jugar a los chicos de básquetbol? —preguntó Caro, una compañera de deportes.

—No, ya han terminado mis clases y estoy un poco cansada.

—Creí que querrías ir —respondió con un poco de desilusión.

—¿Debía ir por algo? —cuestioné sin comprender su insistencia.

—Nada en especial, Carlos quería verte —dijo finalmente como si no quisiera que otros la escuchasen.

A todo esto, olvidaba decir que Caro era la mejor amiga de mi ex.

—No estoy de ánimos ahora, pero gracias por la invitación —respondí de lo más amable que pude.

Hacía poco más de un año que él y yo ya no éramos nada. En efecto, nuestra relación no había sido la misma desde ese entonces, pero nos seguíamos hablando, podría decirse que éramos amigos, aunque no los mejores que pudieran llegar a existir en el mundo. Después de todo no es fácil alejarte de alguien cuando vas a la misma escuela y mucho menos cuando asiste a dos de tus clases. Física y Ciencias.

—Sabes que te amo, pero… —dijo él.

Estábamos conversando justo antes de uno de sus entrenamientos. Las finales estaban cerca, él entrenaba y entrenaba, pero se olvidaba que tenía una novia. Yo lo apoyaba en cada momento, pero estaba claro que, si le daban a elegir entre el balón de básquetbol y yo, elegiría el balón.

—¡Te importa más el balón! —dije en tono duro.

—No quise decir eso —intervino sin muchos fundamentos.

—¡Todos lo saben, Carlos! ¡Lo único que te importa es ganar esas estúpidas finales! ¡Simplemente te olvidas de todo! —respondí molesta.

—¡Soy el capitán, debo practicar y darlo todo por el equipo!

—¡No te entiendo, simplemente no te hendiendo! —Elevé las manos con gran desesperación.

—Gi, me importas. —Tomó mis manos y me miró a los ojos con ternura. Como siempre solía hacerlo.

—No parece. —Lo aparté de mí con tal brutalidad

.

—Vamos, ya hemos pasado por esto, después de las finales te prometo que yo…

—¡Eres un estúpido! —grité con todas mis fuerzas. Había colmado mi paciencia, siempre decía lo mismo—. Dejémoslo aquí, ¿quieres? No me busques, no te buscaré, tómate tu tiempo —finalicé con fuertes sentimientos encontrados.

—¡Te buscaré después de las finales! —gritó luego de haberlo dejado sentado sobre las gradas. No corrió tras de mí como en las películas, no dijo nada más para solucionarlo y, el suceso me desilusionó.

Aquel había sido el final de nuestra historia.

—Ni siquiera lo intentes —mencioné dándole la espalda y finalizando mi inverosímil respuesta con una bonita señal de despedida. El dedo medio por encima de mí.

Y por supuesto, como era de esperarse, me buscó después de las finales. Pero nada entre nosotros volvió a ser igual, era un buen tipo, excelente diría yo. Pero ese era su defecto. Supongo es la razón por la que no me agradan los chicos deportistas.

* * *

Caminé un buen tramo hasta llegar a casa. Me sentía diferente, todo era diferente pero no me detenía a pensar en eso, o más bien, creo que había decidido obviar el asunto… En mi mente no había nada más que hacer los deberes, prefería enfocarme en eso que pensar en… ¿Lucke?

“¿Qué haces?”

“Intentando hacer tarea,” respondí con prontitud a su mensaje. Me bastó con lanzar el lápiz y las libretas al otro extremo de la mesa para poder tomar el móvil y suspirar con tremenda ilusión. “¿Tú?”

“También. ¿Estuviste en el entrenamiento de básquetbol?” Cuestionó con gran interés.

“No,” respondí con extrañeza.

¿A qué venía la pregunta? ¿Acaso era la semana de hablar sobre Carlos? Muy bien, todos se ponían de acuerdo para volverme loca.

“¿Por qué?” Inquirí con bastante intriga.

“Escuché que se puso interesante…”

“Si lo dices porque Carlos fue el centro de atención con tantos puntos a favor del equipo, estoy segura de que fue interesante.”

No mentía, me encantaba verlo jugar. Era buen deportista, pero ante la promesa de alejarme de él, bueno, no había vuelto a poner un pie en la cancha de básquetbol.

“Me lo dijeron unos amigos. Yo no asistí.” Se excusó.

“Supongo tus partidos también son interesantes.”

“Más que eso, créeme.”

“No lo creo.”

“Tendrías que ver un día.”

¿Esa era la manera en la que me invitaba a uno de sus partidos?

“Lo pensaré.”

“¿Qué haces ahora?” Interrogó prefiriendo no decir más sobre deportes.

“Sigo intentando hacer tarea,” respondí vislumbrado la pila de libros sobre el escritorio.

“De acuerdo, te dejo.”

“Adiós, Lucke.”

“Adiós, Gi.”

Esta fue la primera vez que recordaba que mencionaba mi nombre, de hecho, la segunda, contando aquella vez en el pasillo de la escuela.

Aún con la mente en otro lado me enfoqué en seguir con la tarea, odiaba los deberes, pero debía hacerlos porque de cierta manera de ellos dependía mi calificación.

 

 

 

 

—Lucke era un secreto para mí.

 

 

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