Fake

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CAPÍTULO 9

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Nuestra vida es algo pasajera, y no nos percatamos de lo mucho que tenemos hasta que lo perdemos, no reparamos en esos pequeños detalles que hacen de nuestra existencia la mejor de todas. Transitamos en el mundo sin ningún propósito, muchas veces sin rumbo, siguiendo a los otros, como fieles ovejas. Y prontamente caemos en lo rutinario, seguimos estándares y reproducimos la cultura en la que vivimos, no por nada existe una mínima aversión a lo estipulado. Vivir ya es complicado, lo sé, pero ocurre porque no le damos sentido a nuestra existencia.

Si supiéramos cuándo sería nuestra última semana o día en el mundo, apuesto que haríamos algo al respecto. Quiero decir, tomaríamos fuertes decisiones y no lo pensaríamos ni un segundo, haríamos aquello que siempre quisimos hacer. ¿No es así?

Nuestra vida puede cambiar en cuestión de segundos y creo que es el motivo perfecto para comenzar a hacer algo. Los cambios son buenos, son nuestro llamado a la aventura. Y creo que yo estaba teniendo uno.

Haber olvidado me permitía comenzar de nuevo. Aunque no mentiré, daba miedo. La identidad que tenía la había perdido y quedaba en manos de los que me rodeaban. Y eso, en cierto modo, era escalofriante. Era un modo abrupto de crear falsos recuerdos, de ser algo que no era o de reinventarme a mí misma.

El tema ya me daba para pensar y me suponía un gran dilema. Aunque tener a Lucke a mi lado me hacía olvidarlo todo, quiero decir, llevarlo bien, tomarlo con calma y a no agobiarme por mis desfases mentales.

—¿En serio no recuerdas nada? —preguntó con gran intriga.

—Bueno, no recuerdo gran parte de las cosas… es difícil decir qué es lo que no recuerdo porque incluso no sé qué es lo que he olvidado. En cierto modo, es como volver a la vida…

Lucke me tomaba de la mano, su tacto era algo que no recordaba pero que me transmitía gran tranquilidad. A simple vista parecía un tipo increíble, carismático y protector. Tan solo hacía falta ver sus facciones para saber que estaba preocupado. Que se lo tomaba muy en serio y que haría hasta lo imposible por verme bien.

—Vaya, no puedo siquiera imaginar cómo debes sentirte. ¿No es extraño? Yo en tu caso me sentiría abrumado, olvidarlo todo sería… Dios, no lo sé. ¿Te puedo ayudar con algo? Creo que podrás recordar si te ayudo a rememorar las cosas —me miró con un pequeño brillo en los ojos—... Recuerdo cómo ocurrió el accidente.

—¿Ah sí?

—Sí. Estabas mirándome… —mencionó al tiempo en el que se le dibujaba una sonrisa. Imposible no amarlo—. No lo sé, creo que fue mi culpa. Te distraje y tropezaste con fuerza… La velocidad y los obstáculos sobre la pista no te ayudaron, caíste con brutalidad golpeándote la cabeza. Todos acudieron a ti, nos asustaste, y es que no despertaste hasta que fuiste trasladada a la enfermería. Creía que… No quería que nada te pasara, no podías irte sin antes decirte que…

—¿Qué?

—Que te amo… —dijo con sinceridad deteniendo el paso por un par de segundos, me contempló con anhelo y podía jurar que casi al borde de las lágrimas.

—No fue tu culpa. Ha sido un accidente, me habría ocurrido ahí o en algún otro lado, no te abrumes, estoy bien, pudo haber sido peor…

Él pareció aceptarlo o tal vez era que no quería discutir, sabía lo fatal que me había ido así que decidió no decir nada. Quizás, imaginar que podría haber ocurrido algo peor fue lo que lo animó a pensar en lo afortunados que éramos al estar vivos.

—Sé que sonará raro, pero… —nos detuvimos quedando frente a frente. Parecía que podíamos comunicarnos con la mirada—. ¿Podrías contarme cómo es que nos conocimos?

—No sé si sea buena idea —expresó con una gran sonrisa y reanudando el paso.

—¿Por qué? ¿Tan mal estuvo?

—Sí —carcajeó—, algo así.

—El doctor dijo que podría recordar si…

—De acuerdo, lo sé, pero…

—Vamos, dímelo.

—Fue un encuentro en línea, relaté una historia graciosa y algo vergonzosa que hizo a mi popularidad crecer… por lo menos en internet. Ahí nos conocimos, entre comentarios, pero fue después de eso cuando supe que íbamos al mismo colegio… Me costó hablarte… Eres una gran chica y acercarme a ti simplemente era colosal. Jamás había sentido algo así, ya me entiendes…

No podía imaginar que él existiera y no me podía ver a mí misma con él antes del incidente. Mucho habría dudado llegarlo a conocer, pero ahí estaba, acompañándome a casa.

Luego de la revelación tenía tantas preguntas en mente, aunque solo quería descansar.

—Bien, hemos llegado —dijo con dulzura animándome a ingresar.

Nos colocamos frente a la puerta e intuyendo que tendría una llave dentro de la mochila, comencé a buscar. Intuí bien, la había encontrado al fondo.

—Pasa —dije al contemplarlo estático—. Vamos, que no será la primera vez que entres…

—No, tienes razón, no es la primera vez… —expresó con cierto nerviosismo—. ¿Irás a descansar?

—Sí, supongo… Me duele la cabeza, creo que debería recostarme.

Antes de partir Lucke me besó en la frente, pero su estilo protector había reaparecido.

—Hey —habló impidiéndome subir un escalón más—. ¿El doctor no dijo nada sobre no dormir hasta dentro de unas horas?

Me giré a verlo con extrañeza, logrando recordar las recomendaciones que el médico había dado. Ahora agradecía que Lucke me hubiera acompañado. Es que me encontraba tan fatigada que, aun recordando las indicaciones, bien podía jurar que me habría quedado dormida.

—Sí, ahora que lo dices, creo que dijo algo de eso.

—Supongo tendremos que distraernos en algo —mencionó con entusiasmo.

De quedarnos dentro mis párpados se habrían cerrado, así que salimos al patio y nos recostamos sobre el césped, por lo menos así el aire fresco me impediría dormir.

Pero no fue hasta minutos después cuando Lucke sacó del bolsillo de su pantalón el móvil que estaba vibrando, lo desbloqueó y leyó sobre la pantalla mientras se reincorporaba.

—Tengo que ir a entrenar —guardó su celular mientras se levantaba—, no te importa, ¿cierto? —dijo extendiéndome la mano para ayudarme a reincorporarme.

—En absoluto, ve. Yo estaré bien.

—¿Le dirás a tus papás lo que ocurrió?

—Por supuesto, no se los ocultaría.

—De acuerdo, nos vemos. Quizás vuelva más tarde —finalizó despidiéndose con un cálido beso sobre la comisura de mis labios y luego se fue.

Parecía distraído, tal vez así era siempre, distante. Después de todo no se sentía tan bien perder la memoria. ¿Quién diría que llegaría a ser un tanto estresante?

Minutos después estaba recostada sobre la cama de mi habitación mirando hacia el techo tratando de recordar algo.

Si Hailey me había dicho la verdad respecto a mis amigas, ¿por qué ninguna de ellas había venido a verme? Busqué el celular entre mis cosas, saqué algunos libros que me hicieron pensar en la tarea. Suspiré y los hice a un lado, seguro que los maestros entenderían si no llevaba los deberes. Encontré el móvil casi en un rincón de la bolsa y lo tomé apresuradamente volviendo de nuevo a mi posición anterior sobre la cama. Presioné la tecla de encendido.

¡Mierda!

Tenía contraseña.

—Muy bien, muy bien. Excelente idea ponerle contraseña al móvil —me recriminé.

Veamos, comencé a teclear diferentes palabras, ninguna de las que se me ocurrían era la correcta y a decir verdad no tenía mucho de dónde escoger. Era como si mi mente estuviera completamente en blanco.

—¿Qué podría haber colocado como contraseña?

Miraba cualquier cosa en mi habitación que me hiciera recordar.

El nombre de mi novio, la fecha en la que nos conocimos, el nombre de mi amiga, mi comida favorita, mi artista preferido, la canción que no me podía sacar de la cabeza, una palabrería…

Inmediatamente comencé a hacer una lista de todas las cosas que podría haber colocado, pero no tenía respuesta a ninguna de ellas y de las que creía haber respondido, el móvil no las aceptaba.

Rebusqué entre los papeles de mi habitación, debía haberla anotado en algún lado. ¡Maldición! ¿Quién anotaría su contraseña? ¡Nadie! Y, en cualquier caso, ¿quién llegaría a pensar que perdería la memoria?

Tomé la laptop que imaginé también tendría contraseña. La encendí cruzando los dedos con la esperanza de que no la tuviera. Me llevé las manos a los ojos y poco a poco los abrí al escuchar que se encendía.

—¡Si! —dije al notar que no había ningún obstáculo.

Busqué entre los archivos, pero solo había documentos escolares, algo de música y un par de imágenes, ni siquiera tenía fotografías de mis amigos y ya intuía que podían estar en las redes sociales.

De pronto, una luz parpadeante junto a un tono en mi teléfono me sobresaltó, el evento me hizo revisarlo enseguida. Era una llamada de Carly, o por lo menos ese era el nombre que se podía visualizar sobre la pantalla, aunque no pude contestar porque no podía desbloquearlo.

—Lo siento Carly, tendrás que esperar hasta mañana o el lunes —dije como si pudiera escucharme.

Seguí con mi búsqueda por el ordenador. Esta vez entré al navegador intentando obtener mejor respuesta, busqué en el historial.

Facebook aparecía entre las primeras páginas. Di

clic y… como era de esperarse…

«Inicie sesión para seguir navegando.»

¡JODER!

Cerré la laptop de golpe, estaba molesta en verdad. ¿Por qué tanta seguridad? ¡¿Acaso no pude haber planeado que perdería la jodida memoria?!

Un ruido en la parte de abajo hizo que me percatara del arribo de mi familia. Bajé para contarles todo, tal vez ellos podían darme respuestas.

Pasé largo tiempo intentando convencer a mis padres de que todo estaba bien, que no era algo sumamente importante y que no era necesario volver a ver a un médico.

—¿Me aseguras que estás bien? —dijo aún con el bolso y las llaves del auto en las manos. Preparándose para una respuesta negativa, dispuesta a pasarse los altos e infringir las leyes del tránsito.

—Lo estoy, lo juro. No te preocupes —Intenté tranquilizarla una vez más.

Después de perder la memoria no estás tan segura si de lo que te dicen es verdad y se siente raro escuchar a los demás hablar sobre ti, sobre cosas que no puedes creer llegaste a hacer o a amar. Supongo es algo de lo que nos apropiamos por monotonía.

Una vez en mi habitación observé algunos mensajes en la pantalla del móvil.

“Que descanses, fue un largo día. No te atormentes demasiado.”

No tenía el número registrado, terminaba en 78, supuse era de Lucke, la verdad no sabía, probablemente era de Hailey.

“Espero te encuentres mejor, las chicas y yo iremos a verte mañana.” Decía otro mensaje en

WhatsApp registrado con el nombre de Hailey, así que definitivamente, el primero no era de Hailey.

No pude contestar ninguno. La situación me desanimaba, pero ¡hey! No todo estaba perdido, dicen que en internet lo encuentras todo, ¿no?

Sin más y ante las pocas opciones que tenía, volví a ingresar al buscador y tecleé:

«Cómo puedo recuperar mi contraseña si perdí la memoria.»

 

 

 

 

—Olvidar todo sobre ti y los que te rodean es bastante abrumador.

 

 

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