Faith

Faith


Capítulo 13

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Capítulo 13

Si Roy quería que le hiciera la cena, yo iba a hacer la mejor cena que jamás haya probado. Solo había un problema. Aún no conocía la cocina de esta casa.

Minnie seguía jugando en el pequeño rincón, y podía ver sus pequeños pies saliendo por debajo de la cortina. Me acerqué a hurtadillas y la llamé con voz dulce.

“Minnie, tengo un dulce para ti,” le dije.

Como escucho esto, Minnie asomó su cabeza por la cortina. Me vio con ciertas sospechas.

“¿Un dulce?”

“Sí,” le dije, “y además, ¡tú escoges lo que quieras que prepare para cenar!”

La cara de Minnie se entristeció. Era un hecho que no estaba contenta.

“Pero Papá dice que no hay nada más que nabos pues ya no ha llovido.”

“¿Solamente nabos? No sonaba muy atractivo.

“Bueno, si me ayudas, quizás podamos hacer algo delicioso con los nabos,” le dije.

Por un momento, Minnie pareció emocionada. ¿A qué niña no le gusta ayudar en la cocina? Pero sólo le llevó un momento para recordar su postura. Su cara se arrugó en una mueca y me sacó la lengua.

“No te voy a ayudar nada,” dijo. “¡No eres mi Mamá y espero que la cena te quede horrible para que Papá te mande de vuelta al lugar de donde viniste!”

Con eso, Minnie tiró de la cortina detrás de ella y se volvió a encerrar en el rincón. Hubiera sido fácil enojarse, pero en realidad me sentí triste. Ella había estado de luto toda su vida. Quizás ella no conocía el significado de su vestido blanco con bandas negras, pero percibía el duelo constante de su padre. Esto no era bueno para una niña pequeña.

Quería tomarla en mis brazos y enseñarle a jugar como una niña normal, pero sabía que era demasiado pronto para eso. El primer paso para demostrar que estaba aquí para quedarme, era preparar la cena, pero para lograrlo, tenía que encontrar esos nabos.

Pero, ¿dónde estarán escondidos? En casa, manteníamos frescos nuestros vegetales guardándolos en el sótano, así que esperaba que fuera igual aquí. Toqué todas las tablas de la cocina hasta que una sonó hueca. Me puse de rodillas y empecé a tratar de levantarla con las puntas de los dedos.

Lo que encontré fue la peor cosecha de nabos que jamás había visto. Estaban delgados, secos, retorcidos en algunas partes, pero al menos había algo para comer.

Busqué el lavabo, pero me di cuenta de que no tenía grifo. La realidad me golpeó como trueno. No había agua corriente en la casa. Sólo había dos grandes cuencos llenos de agua. Uno con agua limpia y el otro con agua sucia.

Al menos no tuve que salir hoy a la noria a sacar agua dulce. Me hice una nota mental de que esta sería una de mis tareas para mañana, y usé una taza grande para verter agua en la única cacerola que encontré. El cazo ancho de hierro forjado era pesado, y lo puse sobre la estufa.

Lo llamé estufa, pero este artefacto no tenía ningún parecido con lo que usábamos en casa. Era corto y bajo, con una sola hornilla y no tenía horno. Lo que yo quisiera cocinar, tendría que hacer una cosa a la vez.

Al menos no era difícil de usar. La flama cobró vida, lamiendo la parte de debajo de la cacerola. Mientras preparaba el caso para que hirviera el agua, empecé a pelar los nabos y depositarlos en el cazo uno por uno. Para cuando terminé, el agua del cazo ya estaba hirviendo.

Deseé que hubiera algo más que pudiera preparar, pero no había nada en la heladera. La casa necesitaba seriamente un toque femenino, porque solo había cosas básicas, y aún así, hacía falta algo.

No había tapetes, ni decoraciones en las paredes, ni juguetes. No había nada que indicara que una familia vivía aquí. Pero yo iba a cambiar todo esto.

En lugar de esperar que se cocinaran los nabos, decidí hacer cambios. Me acerqué a las ventanas cerradas y abrí las cortinas para que la luz entrara en la casa. Quité la tela del espejo y lo pulí hasta que volvió a brillar. Finalmente, le di cuerda al reloj para que su constante tictac llenara la habitación.

Cuando termine, puse mis manos en la cintura y eché un vistazo alrededor. Las cosas empezaban a verse mayor. Revise los nabos y ya estaban listos, así que vertí el agua caliente en la tierra afuera. Si tan solo hubiera harina, podría hacer uno bollos para la cena, pero tendría que ser en otra ocasión.

Pasó un poco tiempo antes de que yo colocara la cena en la mesa de la cocina cuando Roy regreso a casa. No se había cambiado, así que la misma camisa que usó para casarse conmigo, ahora estaba sucia y cubierta de sudor. Se limpió la frente con el dorso de la mano y se quitó su sombrero oscuro.

Al principio, Roy percibió el olor de la comida en el aire y sonrió ligeramente en mi dirección. Fue suficiente para que mi corazón saltara. Pero después de eso, todo cambió. Echó un vistazo al cuarto y todo rastro de felicidad en su expresión desapareció.

Sin decir palabra, Roy caminó hasta las cortinas y las cerró, volvió a poner la tela sobre el espejo y hasta parecía querer destruir el reloj porque éste insistía en hacer tictac no obstante lo que el hiciera por evitarlo.

Finalmente, llegó conmigo. Su quijada estaba apretada y sacudió el reloj en mi rostro.

“No te traje aquí para interferir con mi familia,” dijo.

“¿No fue para eso?” le dije.

Me sentí valiente, más valiente de lo que había sido en casa de mis padres. Después de todo, ¿acaso no era ya una mujer fronteriza?

“Entonces, ¿por qué te casaste conmigo?” le pregunté.

Mi pregunta lo hizo quedar en silencio. Volvió su mirada al pequeño rincón.

“Minnie,” dijo, “ella necesita una madre...”

Oyendo que habían pronunciado su nombre, salió de su espacio de juego.

“¡Yo tengo una madre! ¡Y es mil veces mejor que esta!” gritó Minnie.

“¡Minnie, no seas grosera!” dijo Roy. Su voz fue grave y quejumbroso, y parecía que ella sabía lo que eso quería decir, y dejó de gritar.

Él le decía a ella que no fuera grosera, pero, ¿acaso él no lo estaba siendo? Los ojos de Roy se volvieron a la mesa de la cocina, lo que le recordó su apetito. Tomó la mano de la niña en la suya y la llevó a la mesa.

“Anda, ven,” le dijo. “Es hora de la cena.”

Nada se había resuelto, pero todos nos sentamos a la mesa sin discutir. Inclinamos nuestras cabezas.

“Señor, tenemos mucho que agradecerte,

Así que lo enlistaremos en la eternidad, pues nuestro tiempo en la Tierra es breve:

Bendice estos alimentos por Jesucristo nuestro Señor,” rezó Roy.

Al unísono contestamos, “Amén.”

Roy empezó a comer en cuanto levantó la cabeza, llevándose grandes bocados de nabo a la boca. Sin embargo, Minnie sólo miró su plato y movía la comida con la cuchara.

“Anda, Minnie,” dijo Roy, “en tan solo dos días cumplirás cinco años. ¿Es así como se debe portar una niña grande?”

Reacia, Minnie se llevó un poco de puré de nabos a la boca y los probó. Sus ojos se abrieron como si se diera cuenta de que no estaban envenenados, y ya después, no tuvo problemas para comerlos.

El resto de la cena transcurrió en silencio. Cuando Roy terminó, simplemente se levantó y dejó la habitación. No hubo un gracias, nada que dijera que había disfrutado de su comida, aparte de su plato vacío.

Minnie corrió y fui la única que quedó en la mesa. Había esperado que quizás las cosas cambiarían después de la cena, pero todo siguió igual. Y estaba bien, porque tenía un nuevo plan. Sí podía lograr que el cumpleaños de Minnie fuera un evento maravilloso, seguramente me ganaría su cariño. Ya me veía haciendo planes.

Mañana iría al Mercado. No sólo necesitábamos harina, azúcar, leche... La lista ya era demasiado grande, pero estaba determinada a hacerlo realidad. Y no tenía idea de cómo.

Me quedé ahí soñando hasta que Roy volvió a entrar en la habitación. De alguna manera, habían pasado las horas y había caído la noche. Llevaba una vela que proyectaba una luz parpadeante en su piel.

“No sé a qué hora se vayan a dormir allá en tu casa, pero aquí, ya es hora de hacerlo,” dijo.

Me levanté y Roy me encaminó a la recámara, pero él no entró. Me tomó unos momentos entenderlo, y fue cuando se desplomó mi corazón.

Roy cerró la puerta detrás de mí y vi la recámara. Una cama. ¿Para los dos? Por supuesto. Estábamos casados. Aunque no parecía ser así.

Mientras me quitaba la ropa, mis mejillas ardían. Mi ropa interior larga me cubría hasta las rodillas, pero me sentí desnuda.

Me lancé a la cama y me cubrí con la cobija de manera que lo único quedaba visible era mi cara. Observé la puerta como halcón, con el corazón en la garganta. ¿A qué hora entraría?

Después de unos minutos, Roy y Minnie aparecieron en la puerta con su ropa de dormir. Traté de cerrar los ojos y fingir que dormía.

Quería asomarme, pero sólo pude afinar mis oídos para escuchar sus pisadas en el suelo de madera.

Las cosas iban bien hasta que las pisadas de Minnie se detuvieron. Pataleó el suelo, haciendo que la duela se cimbrara.

“¿Aquí esta ella? ¿Por qué esta ella aquí?” gritó Minnie.

“Faith ahora es parte de esta familia y es aquí donde va a dormir,” dijo Roy.

“¡Ahí es donde yo duermo!”

“Podemos dormir todos juntos,” dijo Roy. Su voz parecía estar a punto de perder la paciencia.

“¡No!”

Lo que escuché después, fue algo arañando el piso, siendo arrastrado fuera de la habitación. ¿Estaba Minnie sacando su catre?

Quería levantarme y decirle que yo me iba, pero tampoco quería interferir en la discusión entre padre e hija. Al parecer, Roy no la estaba deteniendo, después de todo.

Sus pisadas más pesadas la siguieron, y pude escuchar cuchicheos a través de las paredes.

“¿Estás segura de que quieres dormir acá afuera?”

“¡Prefiero dormir acá afuera que ahí adentro con ella!”

“Pues, ya eres una niña grande, pero ¿estás segura de que no tendrás miedo? Nunca antes has dormido sola?”

Hubo una pausa. Pude sentir su miedo. A pesar de sus argumentos, no dejaba de ser una niña de cuatro años que probablemente quería dormir con su papá. Pero Minnie no cedió.

“Sí, estoy segura. ¡No le tengo miedo a nada!”

“Muy bien, Minnie,” dijo Roy. “Te veo en la mañana.”

Regresó a la habitación y cerró la puerta tras de sí. Escuché la puerta rechinar, pero no la cerró del todo. ¿La estaba esperando? Estuvo junto a la puerta antes de finalmente cerrarla con un suspiro.

Sus pisadas venían en mi dirección, y mi corazón latía con tal fuera en mi pecho. De repente, deseé ser Minnie. Nunca había dormido en una cama con alguien aparte de Mamá o Papá. ¿Cómo sería dormir con este hombre grande y hosco?”

Además, sabía lo suficiente acerca de lo que los esposos hacen en la cama. Mi cuerpo entero se tensó cuando la cama se movía con el peso del cuerpo de Roy. Contuve la respiración, pero nada sucedió.

Roy simplemente se recostó en el otro lado de la cama, su cuerpo lo más lejos posible del mío. No estaba segura si debía sentirme aliviada u ofendida. ¿Acaso me odiaba? ¿Es por eso que entró en la cama sin siquiera echarme un vistazo? Quizás estaba siendo cortés.

Tenía apenas un día de conocer a este hombre. Por supuesto no tenía idea de lo que pasaba por la cabeza de este hombre, pero luego escuché su voz hablando suavemente en la oscuridad.

“Ahora que me entrego a descansar...”

Las lágrimas me inundaron los ojos cuando lo escuché. Era la misma oración que Papá me enseñó hace tantos años. Los recuerdo murmurando las palabras una y otra vez, arrodillados frente a la cama, con mis pequeñas manos unidas en oración. El último lugar donde yo esperé volver a escuchar estas palabras era aquí en este pueblo polvoso.

¿Estaría Minnie rezando sola por primera vez en la otra habitación? ¿Se arrodillaría Roy con ella todos estos años, en que no tuvo a su madre para enseñarle a hacerlo? Mi corazón sufrió por ellos.

Y aún si no me querían, quizás podía hacer que sus vidas solitarias fueran un poquito mejor. Quizás, sólo quizás, hasta podrían aprender a quererme también.

Respiré profundamente y me uní a la oración de Roy.

“Te pido Señor, mi alma cuidar

Si yo muero antes de amanecer

Te pido, Señor, mi alma recoger.”

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