Evelina

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Parte Primera » Carta XV

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CARTA XV

Del señor Villars a Evelina

Berry Hill, 16 de abril

Creyendo y confiando en que mi Evelina se había despedido ya de Londres, pensaba retrasar el momento de escribir hasta que tuviera constancia de tu regreso a Howard Grove, pero la carta que acabo de recibir, con la noticia de la presencia de madame Duval en Inglaterra, exige una inmediata respuesta.

Su llegada me alarma y aflige también a mí: ¡cuánto me he compadecido de mi niña al leer la nueva de un descubrimiento tan inesperado como desagradable! He temido por muchos años este encuentro y su desenlace; reclamarte parece ser la natural consecuencia del acto de reconocerte; soy tan consciente de la índole de esa mujer que hace ya muchos años vaticiné la contienda que ahora nos amenaza.

Por más que sean crueles las circunstancias, no debes permitir, tesoro mío, que te depriman; recuerda que mientras me quede un soplo de vida, la dedicaré a ti; y, para el futuro, tomaré las medidas oportunas para asegurar tu felicidad. Segura bajo mi protección y confiando en mi amor por ti, no debes consentir que los temores provocados por madame Duval enturbien tu tranquilidad; compórtate con ella respetuosamente y con la deferencia exigida hacia un pariente tan próximo y recuerda siempre que el incumplimiento de sus deberes para contigo no justifica negligencia alguna por tu parte en cumplir con los tuyos: en efecto, cuanto más se sorprende uno de la descortesía y de la mala conducta de una persona, mayor deberá ser por nuestra parte el afán de evitar incluso la sombra de análogos errores. Presta atención, por tanto, a que ninguna falta de respeto, ninguna descortesía la lleven a imaginar la independencia que te garantizo; pero cuando decida la fecha de su partida de Inglaterra, recaerá sobre mí la obligación de negarle tu compañía; admito que para mí será una labor muy desagradable, pero en tu caso sería inconveniente por no decir imposible.

En cuanto a la opinión que tiene sobre mí, estoy más afligido que sorprendido por su osada ceguera; las circunstancias atenuantes que necesita para justificar su propia conducta la inducen a encontrar defectos en cada una de las personas involucradas en aquellos tristes acontecimientos motivo de sus lamentaciones. Éste es el origen y por ello debemos considerarlo de un modo u otro como la causa de su exacerbación.

¡Cómo me complace tu deseo de regresar a Berry Hill! Esta prolongada estancia en Londres y la disipación en la que te veo envuelta me disgustan enormemente: no pretendo que te aísles del resto porque de ese modo la señora Mirvan podría suponer una crítica hacia ella que dada tu juventud y su bondad resultaría injustificable. No me extenderé más sobre este argumento, me basta con decirte que me sentiré aliviado de corazón cuando llegues sana y salva a Howard Grove, destino que confío estés próxima a alcanzar cuando recibas esta carta.

Nunca te agradeceré lo suficiente, excelente Evelina, la minuciosidad de tus cartas; continúa deleitándome con ellas porque me sentiría muy infeliz si no tuviera conocimiento de tus actos.

Qué nuevo debe de ser para ti el escenario de la vida al cual estás ahora dedicada: bailes…, óperas líricas…, espectáculos en el ridotto… ¡Ah, mi niña! ¿Cómo te adaptarás al cambio cuando regreses aquí? Mi corazón tiembla por tu futura tranquilidad. Y sin embargo confío en la inmaculada pureza de tu alma y en la natural vivacidad de tu índole.

Supongo que no es necesario decir que me siento más complacido con los errores causados por tu inexperiencia durante la fiesta de baile privado, que con tus intentos de adaptarte a las costumbres mundanas durante el baile en el ridotto. Pero tu confusión y mortificación son suficientes para acallar mis reproches.

Espero que no vuelvas a ver a sir Clement Willoughby cuya conversación e impudencia me han desagradado enormemente. Estoy contento de la generosidad de lord Orville cuando hiciste uso de su nombre, pero espero que no le pongas más a prueba.

¡Qué Dios te bendiga, mi querida niña, y haga que la desdicha y la depravación no puedan nunca privarte de aquella alegría de corazón que, desde la inocencia, te da la felicidad y la de todas aquellas personas que te conocen!

Arthur Villars

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