Evelina

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Parte Tercera » Carta IV

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CARTA IV

Continúa Evelina

Clifton, 20 de septiembre

Aquí estoy, mi señor, bajo el mismo techo que lord Orville! Ciertamente, si no fuera por él, mi situación sería, como fácilmente puede usted suponer, muy desagradable, pues ya conoce detalles de cómo soy considerada en esta casa.

—Querida mía —dijo la señora Selwyn—, ¿había coincido antes con este mequetrefe de Lovel?

Pude satisfacer fácilmente su curiosidad, refiriéndole la forma y circunstancias en que le conocí.

—¡Oh! Ahora ya no me sorprende la mala disposición desde que comenzaron sus ofensas.

Le rogué que se explicara, y entonces me contó que mientras lord Orville conversaba conmigo, lady Louisa le dijo al señor Lovel:

—¿Conoce usted a ésa?

—¿Por qué, señora?, no puedo decirle con seguridad, por mi honor. Sólo sé de ella que es un tipo de parásito que hizo su primera aparición la pasada primavera, acompañando a la señorita Mirvan, una joven de Kent.

¡Qué crueldad, mi señor, estar expuesta de esta forma a la maledicencia de un hombre que está decidido a hacerme cuanto daño pueda! Lady Louisa desprecia sin duda a los parásitos, pero, gracias a Dios, su hermano no da crédito a tan mortificante denominación.

La señora Selwyn me aconseja rendirme ante el señor Lovel porque, según ella:

—Aunque es malicioso, está muy de moda y podría hacerme daño en el bello mundo.

Pero me despreciaría a mí misma, tanto como le desprecio a él, si fuera tan hipócrita de adular a un hombre al que menosprecio y aborrezco.

Fuimos recibidas por la señora Beaumont con gran amabilidad y por lord Orville con más aún. En lo que respecta a lady Louisa, apenas se percató de que estábamos en la sala.

Por aquí ha habido gente toda la jornada; parte de la misma la he pasado felizmente, pues después del té, cuando las señoras jugaron a las cartas, a lord Orville, que no juega, y a mí, que no sé jugar, nos dejaron solos, y su señoría se dedicó a conversar conmigo hasta la hora de cenar.

Casi sin darme cuenta, la timidez y la reserva que acostumbraba a sentir en su presencia ha desaparecido; la cortesía, la dulzura con la que me habla restablece toda mi alegría natural, y me siento con la soltura necesaria para igualarme a él; y, más incluso, a juzgar por su expresión, últimamente creo haber mejorado antes que empeorado en su opinión sobre mí.

Le pregunté qué se había acordado finalmente con respecto a la apuesta, y me dijo que, para su satisfacción, las dos partes habían accedido a rebajar la cantidad apostada de mil a cien libras; y que habían decidido celebrar una carrera entre dos viejas elegidas una por cada uno de ellos, las cuales debían tener más de ochenta años; no obstante, era preciso, por supuesto, que estuvieran tan fuertes y saludables como fuera posible.

Cuando expresé mi sorpresa por este extraordinario método de gastar tanto dinero, me contestó:

—Estoy encantado por la novedad de encontrarme con alguien tan auténtico en el mundo, como para no dejarse influenciar por la costumbre de olvidar el uso de razón; lo cierto es que, el seguir las modas hace que se permitan los mayores dislates sin censura alguna, y que las mentes se acomoden, aun a riesgo de las más ridículas manifestaciones, a estos absurdos que tan a menudo acontecen.

—Yo hubiera deseado que la humanitaria propuesta hecha ayer por usted hubiera tenido mejor acogida.

—¡Oh! —dijo él riéndose—. Yo estaba muy lejos de esperar ningún éxito, ¡y aún me consideraré afortunado si consigo librarme del ingenio del señor Coverley en un pasquín de los suyos! Hablé sin reparos porque no tengo el más mínimo deseo de ocultar que no soy partidario de los juegos.

Después de esto, cogió la New Bath Guide[67] y leyó conmigo hasta la hora de la cena. Al bajar la escalera, lady Louisa dijo:

—Hermano, pensé que estaba comprometido esta noche.

—Sí, hermana, en efecto —contestó él—, he estado comprometido. Y me saludó con un aire de caballerosidad que más bien me dejó confundida.

23 de septiembre

Casi sin darme cuenta han transcurrido tres días desde la última vez que le escribí, y tan serenos, que de no ser por su ausencia no hubiera podido desear nada más. Mi estancia aquí se ha revelado más feliz de lo que me atrevía a esperar. Las atenciones con las que lord Orville me honra son tan constantes como halagadoras, y parecen resultar de una benevolencia de corazón que prueba lo extraordinariamente ajeno que es al capricho y el orgullo; y al ser sus buenas maneras consecuencia de un generoso resentimiento por verme desatendida por los demás, confío en que continuarán en la medida en que sea merecedora de ellas.

Ahora ya no estoy simplemente tranquila, sino que recobro mi habitual alegría en su presencia; tal es el efecto de su genuina cortesía, que descarta toda cohibición y vergüenza. Cuando salimos a pasear acepta ser mi acompañante y no se separa de mi lado. Cuando leemos, me señala los pasajes más dignos de ser considerados, me arranca mis sentimientos y me favorece confiándome los suyos. En la mesa, en la que siempre se sienta a mi lado, me colma de innumerables atenciones, mientras el distinguido refinamiento con el que me trata compensa mi pesar por la ostensible superioridad que siente hacia mí el resto del grupo. Mil encuentros casuales no habrían provocado el grado de confianza que estos cuatro días nos han proporcionado conviviendo bajo el mismo techo; y, como mi única amiga en esta casa es la señora Selwyn, que está, por otra parte, demasiado enfrascada en sus propias conversaciones para preocuparse por mí, lord Orville parece considerarme muy indefensa, y se siente autorizado, por tanto, a procurarme buenas atenciones y protección.

Ciertamente, mi querido señor, tengo motivos para creer que a la opinión despreciativa que tenía anteriormente de mí, le ha sucedido una infinitamente más parcial. ¿Será excesiva vanidad por mi parte? ¿Pudiera ser que sus miradas, sus gentilezas, sus deseos de conversación y su solicitud para complacerme, todo ello, conspire para hacerme tener engañosas esperanzas?

¡En resumen, queridísimo señor, estos últimos cuatro felicísimos días me compensan ampliamente de los meses de sufrimiento y dolor!

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