Evelina

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Parte Primera » Carta III

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[Escrita algunos meses después de la anterior]

De lady Howard al reverendo señor Villars

Howard Grove, 8 de marzo

Querido reverendo:

Su última carta me ha proporcionado un infinito placer; ¡tras una enfermedad tan larga y tediosa, habrá sido muy agradable para usted y sus amigos haber recuperado la salud! Todos aquí le desean de corazón los mejores augurios para que esta continúe mejorando.

Espero no abusar en estos momentos de su recuperación, por la cual estamos todos felices, si me aventuro a unir el nombre de Howard Grove con el de su pupila. Sin embargo, debe usted tener presente la paciencia con la cual nos hemos sometido a su deseo de no separarse de ella durante su delicado estado de salud, aunque nos abstuvimos de solicitar nuevamente su compañía con gran reticencia. Mi nieta, especialmente, consigue a duras penas reprimir su ansia de encontrarse de nuevo con su amiga de la infancia y, por mi parte, es muy fuerte mi deseo de manifestar el respeto que sentía por la desafortunada

lady Belmont sirviendo de alguna utilidad a su hija; lo cual considero el mejor homenaje que le puedo tributar a su memoria. Permítame, por tanto, exponerle las intenciones que la señora Mirvan y yo tenemos ahora que ya se encuentra restablecido.

No pretendo asustarle…, pero ¿piensa que podrá soportar separarse de su joven compañera durante dos o tres meses? La señora Mirvan planea pasar la próxima primavera en Londres a donde, por vez primera, la acompañará mi nieta. Dicho esto, mi querido amigo, su más ferviente deseo sería ampliar y deleitar al grupo con la compañía de su amable pupila, que tendría, a la par con la hija, los cuidados y atenciones de la señora Mirvan. No se sobresalte ante esta propuesta: es hora de que la muchacha vea un poco de mundo. Cuando a los jóvenes se les mantiene alejados con demasiada severidad, la imaginación vivaz y romántica lo dibuja como un paraíso por el cual son seducidos; pero cuando se les muestra a su debido tiempo y de un modo apropiado, lo ven realmente como es: ecuánimemente equilibrado entre el sufrimiento y el placer, entre la esperanza y la desilusión.

No ha de temer que pueda encontrarse con

sir John Belmont, dado que ese hombre disoluto se encuentra en el extranjero y este año no se le espera en la patria.

Y bien, mi buen amigo, ¿qué me dice de nuestro proyecto? Espero que contaremos con su aprobación; en caso contrario, tenga por seguro, mi querido amigo, que no podré jamás disgustarme por ninguna decisión tomada por usted, una persona tan respetada y estimada por su más humilde y fiel servidora,

M. Howard

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