Evelina

Evelina


Parte Primera » Carta XXIII

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¡Qué extrañamente diferentes pueden llegar a ser los caracteres en todas las castas y condiciones sociales!

Lord Orville, con una educación que no tiene fisuras y sin hacer distinciones, es modesto y sin pretensiones, como si nunca hubiera frecuentado a los grandes e ignorase completamente los títulos que posee; este otro

lord, aunque pródigo en elogios y hermosos discursos, parece totalmente ajeno a la buena educación; cualquiera que sea capaz de golpear su fantasía monopoliza toda su atención. Es audaz e impertinente, tiene una actitud altiva con los hombres y una mirada libertina con las mujeres y la conciencia de su propia condición social parece haberle otorgado una libertad para dirigirse a ambos sexos que roza la vulgaridad.

Volvimos a casa deprimidos: la diversión nocturna había contrariado al capitán y su contrariedad turbaba, creo, a todos.

Y aquí pensaba haber concluido mi carta; pero sorprendentemente acabamos de recibir una visita de

lord Orville. Ha venido, según dijo, para presentar sus respetos antes de que partiéramos y ha manifestado gran interés por saber si regresaremos; y cuando la señora Mirvan le ha contestado que nos íbamos al campo sin perspectiva alguna de abandonarlo, expresó su decepción con tales términos —tan educados, tan halagadores, tan serios— que acabó contagiándome su disgusto.

Si tuviera que regresar en este momento a Berry Hill, no sentiría más que alegría, pero ahora que se han unido a nosotros este capitán y

madame Duval, debo admitir que espero poco disfrute de Howard Grove.

Antes de que

lord Orville se fuera, también nos visitó

sir Clement Willoughby. Estaba más serio que nunca e intentó en varias ocasiones hablar conmigo en voz baja para confesarme que el pesar que le causaba nuestra marcha era única y exclusivamente por mí. Pero yo no estaba de humor y no soportaba que me atosigara. Sin embargo, le hizo tan bien la corte al capitán Mirvan que consiguió que éste le invitase acaloradamente a Grove. Lo cual le serenó… y justo en ese momento

lord Orville se despidió.

No hay duda de que le molestó esta inoportuna y maleducada parcialidad porque efectivamente fue totalmente incorrecto hacer una invitación ante

lord Orville sin incluirle a él. Me enfadé tanto que, apenas se marchó, salí de la habitación y no tengo intención alguna de bajar hasta que

sir Clement se haya ido.

Seguramente

lord Orville haya advertido sus asiduos intentos de congraciarse conmigo, y esta extravagante cortesía del capitán Mirvan ¿no le dará motivos para pensar que aquel hombre cuenta con nuestra aprobación general? No puedo pensar en ello sin que me asalte una indescriptible inquietud… y sin embargo, no puedo pensar en otra cosa.

Adieu, mi queridísimo señor. Por favor, escríbame inmediatamente. ¡Cuántas y extensas cartas han provocado estas dos breves semanas! Más de las que, probablemente, podré escribir jamás; temo haberle fatigado con su lectura, pero ahora tendrá tiempo de descansar porque en el futuro tendré bien poco que contar.

¿Ahora, honradísimo señor, con todos los disparates e incorrecciones que hasta este momento le he relatado fielmente, aún me permitirá, con su imperturbable bondad, firmar como su devota y afectuosísima,

Evelina?

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