Eve

Eve


Capítulo 29

Página 33 de 46

C

a

p

í

t

u

l

o

2

9

—¿De verdad te gusta, Eve? —ella levantó la cabeza y le sonrió—. ¿En serio?

—En serio, cariño, te lo juro, estás preciosa, siempre lo estás.

—Eso lo dices porque me parezco a Rab y a ti te gusta Rab… —Anne se puso junto a la ventana y trató de ver mejor el reflejo de su vestido nuevo—, pero lo que en mi hermano es irresistible, en mí es insuficiente.

—¿Insuficiente? ¿Qué dices? Eres una de las chicas más guapas que conozco y, además, mi hija se parece a ti, así que no te puedes quejar —levantó la cámara y le hizo una foto. Anne se tapó la cara y se echó a reír. Llevaba toda la mañana haciendo un reportaje de la clínica gratuita para mujeres que regentaba en Leith y aún no había conseguido que posara para ella—. Mírame, eres guapa y lista, y te quiero mucho.

—Lo sé, pero no sé… y Vicky es como Robert, pero con tu estilo, y será preciosa de mayor.

—Vale, doctora, una foto más y guardo la cámara —volvió a enfocar y disparó viendo la imagen espléndida de Anne vestida de azul claro a través de su objetivo—. El vestido es perfecto y el color va de maravilla con tus ojos.

—¿Sí? —otra vez las dudas y Eve decidió preguntar sin mirarla a los ojos. Se acercó a la mesa y empezó a desmontar la cámara y el

flash con cuidado—. ¿Por qué te preocupa tanto tu vestido? ¿Tienes una cita?

—No, bueno, es que Andy me ha pedido que lo acompañe al almuerzo del Colegio de Abogados y no quiero fallar. ¿Tú que te pondrás?

—Supongo que el vestido marrón chocolate que traje de Nueva York, a Rab le encanta y a mí me parece muy cómodo.

—Te sienta muy bien, claro que con tu cuerpo…

—Ya es suficiente. ¿Te has mirado alguna vez bien en un espejo, Anne McGregor? Eres guapísima, alta, esbelta, con un cuerpo precioso, ese pelo castaño tan brillante y esos ojos claros impresionantes… ya quisiera yo medir lo que mides tú, pareces una reina de belleza.

—¡Eve! —se echó a reír roja como un tomate y Eve se acercó para cogerla de las manos.

—¿Me quieres decir qué pasa? ¿Me lo vas a contar alguna vez o sigo simulando que no pasa nada?

—¿De qué estás hablando?

—¿Andrew?

—Somos amigos, está solo y me ha pedido que lo acompañe al dichoso almuerzo, pero si me lo pienso mejor tal vez no vaya, esto es un despropósito.

—Vale, si no quieres contármelo allá tú… Y ahora, debería irme. ¿Puedes llevarme en coche o pido un taxi?

—Mira, Eve… —se quedó mirando a su cuñada que hacía amago de recoger sus cosas y decidió hablar, más por necesidad que por otra cosa. La miró a los ojos nerviosa como una colegiala—. No sé qué ocurre por eso no tengo nada que contarte.

—Pues a mí me parece muy evidente, incluso Robert se ha dado cuenta. Os habéis hecho inseparables, y lo cierto es que me parece maravilloso.

—¿Inseparables? Somos amigos, él es mi mejor amigo y… además, no creo que él me mire como otra cosa que no sea como a la hermana pequeña de Rab.

—¿Te lo ha dicho?

—No, pero lo conozco.

—¿No habéis hablado de lo que está pasando?

—No está pasando nada.

—¿Estás segura? ¿Te gusta? ¿Lo quieres?

—Oh, Dios, se trata de Andy, ¿sabes?

—¿Y?

—No soportaría perderlo como amigo por malinterpretar nuestra relación.

—Te estoy preguntando qué sientes tú, no qué puede pensar Andy.

—Me siento muy a gusto con él.

—Vale, perfecto y no es nada malo —la abrazó y Anne se echó a llorar—. Pero, cariño, no quería que lloraras, no…

—Prométeme que no se lo dirás a nadie, ni siquiera a Rab, sobre todo a Rab, júramelo, Eve.

—Te doy mi palabra de honor.

—Me siento muy ridícula con todo esto, siempre me ha gustado Andy, pero siempre ha sido un hermano, ha tenido infinidad de novias y al final se casó con la mujer de sus sueños, y aunque ahora está divorciado, yo sigo siendo Anne, la hermana de Robert, su amiga del alma, ¿lo entiendes? Y bajo ningún concepto pienso poner en peligro nuestra amistad por la confusión que siento. Antes muerta, porque si Andy se asusta y se aleja de mí, yo no podría soportarlo.

—Lo entiendo —la obligó a sentarse y le pasó un pañuelo—, pero creo que Andy no está muy lejos de lo que tú sientes, lo intuyo y…

—No voy a hablar con él de esto, jamás, y tampoco quiero que lo haga nadie por mí, por favor.

—No pienso abrir la boca, pero ¿y si estáis perdiendo la oportunidad de ser felices?

—¿Andy y yo? No Eve, no es tan sencillo, además yo… yo… no tengo experiencia, no debo ser del tipo de mujeres que gusta a los hombres divorciados como Andrew.

—¿Qué estupidez es esa?

—Tengo treinta años y solo he tenido un novio, ¿recuerdas? Y él ha estado casado con Graciella Fitzpatrick, la reina de los dormitorios…

—Anne… —Eve se echó a reír y Anne con ella—. El tema de la intimidad es algo natural en una pareja y no tiene nada que ver la experiencia o las habilidades de ninguno de los dos.

—Eso lo dices porque ya estás al otro lado, pero yo sigo en este lado, y pienso como cuando tenía quince años…

—Mi abuela Rebeca, que era una mujer muy inteligente, me dijo una vez que el cuerpo humano era sabio, que las relaciones íntimas en una pareja son naturales y que simplemente había que dejarse llevar, y juro por Dios que tenía razón.

—¿Tu abuela hablaba de esos temas contigo?

—Sí, de eso y de mucho más, y si estuviera aquí te diría que no deberías tener miedo, si quieres a Andrew, todo irá bien.

—Insisto, tú ya has pasado al otro lado, tienes a Rab…

—Y no fue fácil, tardé mucho en aceptar que lo quería y él en darse cuenta de que yo existía, así que sé que es dificil, pero cuando tiene que ser, será, simplemente no opongas resistencia.

—Me siento ridícula hablando de esto.

—¿Por qué?

—Porque no tengo quince años, soy médico, estuve en el ejército, puedo operar una apéndice o traer un niño al mundo con los ojos vendados, debería comportarme como una adulta y dejarme de tantas niñerías.

—No es una niñería hablar de lo que se siente, Anne, al menos no debería serlo, ¿no crees?

—Siempre he sido yo la que he dado consejos y puesto sentido común en estas cosas y… y… me siento ridícula.

—Pues no deberías… —le sujetó la mano— y te doy las gracias por querer hablarlo conmigo.

—¿Eve? —Rab dio unos golpecitos en la puerta y asomó la cabeza buscándola con los ojos—. En el periódico me dijeron que estabas aquí.

—Hola, ¿pasa algo? —se puso de pie y lo miró frunciendo el ceño. Él se sacó el sombrero y sonrió—. ¿Va todo bien?

—No pasa nada. Hola Anne —miró a su hermana. Se dio cuenta de que le daba la espalda y que tenía un pañuelo en la mano—. ¿Estáis bien?

—Sí, mi amor, ¿y tú? ¿Qué ocurre?

—No ocurre nada, pero tenemos que hablar.

Ir a la siguiente página

Report Page