📡🌎EVANGELIO

📡🌎EVANGELIO


*Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (Mt 6, 19-23)*.


 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 

 

 »La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».


 *Palabra del Señor*.

 

 *Comentario*

 Las palabras de Jesús contradicen las de una canción popular que dice: “hay que guardar, eso conviene, porque el que guarda siempre tiene”. Jesús, en cambio, nos pide confiar de tal manera en el Padre, que nuestro corazón no se apegue a nada material. El Padre, con su providencia, tiene para nosotros un tesoro infinitamente mayor.

 

 *Oración introductoria*

 Ven, Espíritu Santo, llena mi corazón con el fuego de tu amor para que esta oración me ayude a desprenderme de mí mismo, a desapegarme de todo lo material, y a considerar todo como basura y pérdida con tal de ganarte a Ti. 

 

 *Petición*

 Jesús, dame un corazón pobre y libre de egoísmo para que puedas reinar en mí.

 

 *Meditación* 

 Hoy, el Señor nos dice que «la lámpara del cuerpo es el ojo» (Mt 6,22). Santo Tomás de Aquino entiende que con esto —al hablar del ojo— Jesús se refiere a la intención del hombre. Cuando la intención es recta, lúcida, encaminada a Dios, todas nuestras acciones son brillantes, resplandecientes; pero cuando la intención no es recta, ¡que grande es la oscuridad! (cf. Mt 6, 23).

 

 Nuestra intención puede ser poco recta por malicia, por maldad, pero más frecuentemente lo es por falta de sensatez. Vivimos como si hubiésemos venido al mundo para amontonar riquezas y no tenemos en la cabeza ningún otro pensamiento. Ganar dinero, comprar, disponer, tener. Queremos despertar la admiración de los otros o tal vez la envidia. Nos engañamos, sufrimos, nos cargamos de preocupaciones y de disgustos y no encontramos la felicidad que deseamos. Jesús nos hace otra propuesta: «Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben» (Mt 6,20). El cielo es el granero de las buenas acciones, esto sí que es un tesoro para siempre.

 

 Seamos sinceros con nosotros mismos, ¿en qué empleamos nuestros esfuerzos, cuáles son nuestros afanes? Ciertamente, es propio del buen cristiano estudiar y trabajar honradamente para abrirse paso en el mundo, para sacar adelante la familia, asegurar el futuro de los suyos y la tranquilidad de la vejez, trabajar también por el deseo de ayudar a los otros... Sí, todo esto es propio de un buen cristiano. Pero si aquello que tú buscas es tener más y más, poniendo el corazón en estas riquezas, olvidándote de las buenas acciones, olvidándote de que en este mundo estamos de paso, que nuestra vida es una sombra que pasa, ¿no es cierto que —entonces— tenemos el ojo oscurecido? Y si el sentido común se enturbia, «¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,23).

 

 Las cosas que hagamos en esta tierra deben estar hechas según Dios, siguiendo sus designios y quereres. No es lo mismo hacer una gran obra de caridad o un muy buen servicio a alguien con el mero objeto de aparecer como el hombre más caritativo o servicial ante los demás, a realizar estos mismos actos con la intención de ser visto sólo por Dios sin querer recibir alabanzas o elogios de parte de los hombres sino con la actitud de darle gloria y agradarle con esas acciones.

 

 La pureza de intención es necesaria para que nuestras obras tengan valor ante los ojos de Dios. Y Él nos dará nuestro justo pago por esas buenas acciones. Nada de lo que hagamos quedará sin recompensa. Sea bueno o malo. Y esa recompensa la recibiremos sea aquí en la tierra o en el cielo.

Para obrar así se requiere que nuestro corazón esté atento a las oportunidades que se nos presentan. Es verdad lo que Cristo dice acerca del corazón. Por ejemplo, está el testimonio de muchos santos que pusieron todo su corazón en los bienes del cielo y obraron de acuerdo a ello. Porque el cielo y Dios era su tesoro. Y así ganaron la eterna compañía de Dios porque toda su persona y su corazón estaban fijos en el cielo.


 Purifiquemos, pues, nuestro corazón para que Cristo sea nuestro único tesoro por el cual lo demos todo.

 

 *Propósito*

 Esta semana daré ese donativo que he venido posponiendo y del que no he querido desprenderme. 

 

 *Diálogo con Cristo*

 Señor Jesús, si no soy generoso en el apostolado, en la donación de mi tiempo y en el servicio desinteresado a los demás y a la Iglesia, es porque no te he dado el lugar que te corresponde en mi vida. No he sido dócil a tus inspiraciones ni he sabido aprovechar tu gracia. Pero hoy es un nuevo día, una nueva oportunidad, para dejar todas las ataduras atrás y con gran confianza y alegría crecer en el amor. 


Pbro. Cristian Hernan Andrade

Report Page