📡🌎EVANGELIO

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*Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 20, 19-23)*. 


Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.


*Palabra del Señor*.


*Comentario


“Hubo una nueva inteligencia en la conciencia de los apóstoles, simples hombres, cobardes, escondidos por el miedo a la persecución, cuando recibieron este espíritu de Cristo –ya que el evangelio de san Juan quiere unir en un solo acto de Cristo su resurrección y su Pentecostés porque las dos fiestas separadas por 50 días en nuestro Año litúrgico no son más que una sola realidad–. Esto es la glorificación de Cristo, es el hombre-Dios que está convertido en un Creador, para crear de aquellos apóstoles el origen de una nueva creación”.


*Oración introductoria* 

Ven, Espíritu Santo, llena mi corazón y enciende el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; hazme dócil a tus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. 


*Petición* 

Espíritu Santo, mira mi vacío si Tú faltas, por eso te suplico vengas hacer en mi tu morada. 


*Meditación* 


1.- Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo… Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Yo creo que deberíamos rezar todos los días esta bella Secuencia de este día de Pentecostés. Sí, debemos pedirle todos los días al Espíritu divino que nos conquiste y nos posea, porque es la única manera que tenemos de vivir como auténticos hombres nuevos, dirigidos por la gracia de Dios. Desgraciadamente, de momento, cuando miro a la sociedad y cuando me miro a mí mismo, descubro más señales y más vestigios del hombre viejo que del hombre nuevo. Aunque nos cause tristeza reconocerlo, yo creo que debemos admitir que la mayor parte de nosotros vivimos en muchas ocasiones esclavizados por el cuerpo, más que dirigidos por el Espíritu. Claro que hay maravillosas y santas excepciones, pero, si nos miramos a nosotros mismos y si miramos a la sociedad en la que vivimos, lo primero con lo que nos encontramos es una gran preocupación por el cuerpo, por el goce inmediato y pasajero, por el éxito fácil, el poder y el dinero. ¿Dónde están esas lenguas de fuego, esas divinas llamaradas, que incendien nuestro corazón en amor a Dios y al prójimo? Y ¿qué decir si miramos, sobre todo en época de elecciones municipales o generales, a nuestros dirigentes, a nuestros empresarios, a nuestros periodistas, a nuestros intelectuales, al hombre de la calle, en general? Pues esta debería ser la tarea de cada uno de nosotros, los cristianos: incendiar el mundo con el fuego del amor, de la paz, del perdón, de la comunión y solidaridad universal, del verdadero Espíritu de Pentecostés. Si cada uno de nosotros, los cristianos, viviéramos de verdad dirigidos por el Espíritu de Cristo, si hubiéramos ya vivido cada uno de nosotros nuestro Pentecostés particular, deberíamos actuar sin miedo y salir a la calle con valentía, demostrando con nuestras palabras y con nuestro comportamiento que es el Espíritu de Jesús de Nazaret el que nos guía. Así sí podríamos celebrar con dignidad la fiesta de Pentecostés. Pongámonos hoy en oración y recemos con fervor y entusiasmo: ¡Ven, Espíritu divino…Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro!


2.- Cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Hay una lengua universal que entienden todos los hombres de buena voluntad, es la lengua del Espíritu. En la mañana de Pentecostés, cuando los discípulos del Resucitado estaban reunidos en el mismo lugar, se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar cada uno en la lengua que el Espíritu les sugería. Estaban tan llenos del Espíritu que todas las palabras que decían y todos los gestos que hacían eran voz del Espíritu. Cuando la madre Teresa de Calcuta se acercaba a un enfermo, este inmediatamente la entendía, porque la veía llena del Espíritu y veía que le hablaba y le atendía con la voz y con el amor del Espíritu. El Espíritu siempre crea comunidad y comunión, porque el Espíritu es como una luz que penetra las almas y fuente del mayor consuelo; riega la tierra en sequía y sana el corazón enfermo. Preocupémonos por tener el alma llena del Espíritu, para que las palabras que digamos en cada momento sean palabras del Espíritu. Así, todos los que nos oigan hablar nos entenderán en su propia lengua.


3.- Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu. Este es nuestro consuelo: que para ser buenos cristianos da igual que tengamos oficios y cargos más altos o más bajos, que seamos más guapos o más feos, que hayamos estudiado un poco más o un poco menos. Si todo lo que decimos y hacemos, lo decimos y hacemos en nombre del Espíritu y movidos por el Espíritu, todo contribuirá al bien común. Puesto que todos somos miembros del cuerpo de Cristo, lo importante es que cada uno realice con la mayor dignidad posible la función que le ha sido encomendada. No nos van a juzgar por los muchos o pocos dones que hayamos recibido del Espíritu, sino por el uso que hagamos de esos dones recibidos.


4.- Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Si nos sentimos llenos del Espíritu de Cristo, debemos sentirnos enviados a predicar el evangelio de Jesús, el evangelio de la paz, del perdón, de la alegría. En ese primer día de la semana, nos dice el evangelista San Juan, Jesús se puso en medio de ellos y les llenó de paz y alegría: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. También mandó el Señor a sus discípulos que fueran mensajeros del perdón de Dios: a todos a los que perdonéis los pecados, les quedan perdonados. ¡Qué bella misión nos ha encomendado el Señor! Que seamos mensajeros de paz, de alegría y de perdón. Debemos intentar que nuestra predicación, y toda nuestra vida, llene de paz, de alegría y de perdón el alma de todas las personas de buena voluntad que se acerquen a nosotros.


*EL HIMNO AL ESPÍRITU SANTO* 


Ven Espíritu Creador, 

visita las almas de tus fieles, 

Llena de gracia celestial 

Los pechos que tu creaste. 


Te llaman Paráclito, 

Don de Dios altísimo, 

Fuente viva, fuego, amor 

Y unción espiritual. 


Tú, don septenario, 

Dedo de la diestra del Padre, 

Por El prometido a los hombres 

Con palabras solemnes. 


Enciende luz a los sentidos 

Infunde amor en los corazones, 

Y las debilidades de nuestro cuerpo 

Conviértelas en firme fortaleza. 


Manda lejos al enemigo, 

Y danos incesantemente la paz, 

Para que con tu guía 

Evitemos todo mal. 


Danos a conocer al Padre, 

Danos a conocer al Hijo 

Y a Ti, Espíritu de ambos, 

Creamos en todo tiempo. 


Que la gloria sea para Dios Padre, 

Y para el Hijo, de entre los muertos 

Resucitado, y para el Paráclito, 

Por los siglos de los siglos. Amén. 


Pbro. Cristian Hernan Andrade.

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