Europa

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I » El pueblo

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EL PUEBLO

En el establo, papá ordeñaba la vaca en medio de la bruma de color azulado del amanecer. Heda le preguntó por qué tenían que vivir allí, en aquel pueblo tan feo. Por qué, si antes vivían en la ciudad. Ella quería volver a la ciudad. Ir al colegio en autobús. Sentarse en una cafetería a merendar. Papá movió un poco la banqueta para apoyarse mejor en la vaca y recostó su cuerpo contra ella, contra la barriga del animal, como si quisiera oír lo que había dentro. La vaca volvió la cabeza hacia papá.

—Las ciudades no son buenos lugares para vivir —dijo.

—Pues a mí me gustan más.

—¿Por qué? La gente no se conoce. No se quiere.

—¿Y qué?

—Se odian los unos a los otros.

La vaca movió el rabo, se sacudió una mosca. Heda supo que el animal entendía a papá. No sólo lo quería, sino que lo entendía. Se comunicaba con él, tal vez a través de su intestino.

—¿Qué quieres saber? —dijo papá.

—Cuándo volveremos a la ciudad. No me gusta vivir aquí.

—¿Por qué no te gusta vivir aquí? —le preguntó, tirando de las ubres de la vaca como si entre él y ella hubiera un entendimiento mutuo que sólo ellos podían compartir.

—No me gusta la gente. No comprenden las cosas. No hablan bien. No hablan como madre y como tú. O como Pamuk y yo.

—Eso no tiene importancia —dijo él—. Utilizan un dialecto.

—Ya lo sé.

—¿Entonces?

—Quiero volver a nuestra casa de antes.

Papá sacudió la cabeza.

—Ya no existe esa casa.

Heda se entristeció. Papá la miró y sonrió.

—Supongo que algún día te irás. Te darás cuenta de las cosas por ti misma. No pensarás tan mal de este lugar.

—Si me voy, nunca más volveré.

—Tal vez. Cuando vayas a la universidad.

—¿Falta mucho?

—No mucho, en realidad.

Era pequeña y sintió ganas de llorar. Pensó que no era buena. Que había algo malo en ella. Algo, pensó, por lo que algún día tendría que pagar.

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