Europa

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I » El padre

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EL PADRE

Fue en otoño, casi en plena noche. Hacía frío. Dentro de la casa hacía calor, ardían muebles viejos y palos en la estufa, por las ventanas entraban el sonido y la luz, los gritos al otro lado del pueblo, al final de la carretera, los bombardeos. Fue esa noche la noche que la policía vino a buscar a papá.

Papá daba de comer a las gallinas en el patio de atrás y había que poner la mesa. Heda y Pamuk silbaban una canción de la radio mientras lo hacían. Pamuk había venido contento aquella noche de su reunión. Los viernes por la tarde había reunión en las antiguas escuelas. Heda imaginaba a Pamuk y a Lorenz y a Kodiac, los antiguos compañeros del colegio, saltando en el potro del gimnasio, y a los viejos profesores dando instrucciones desde sus pupitres elevados, y al resto de los alumnos de entonces, ella misma, Lina y su hermana, la que fue bombardeada mientras volvía a casa de la universidad, a Uma, que se dejaba tocar por los chicos. Los imaginaba a todos escribiendo y pintando, frenéticamente, y levantando la mano para contestar cuál era la capital de Islandia. Así imaginaba ella la reunión de Pamuk. Pamuk sonreía aparentemente impasible mientras se lo contaba, como si fuese mayor, una sonrisa que imitaba la de papá.

La cena estaba lista y papá no había regresado aún del corral.

—Ve a buscarlo, Heda —ordenó la madre.

—Ya voy yo —dijo Pamuk.

La madre se sentó y partió el pan con su gesto neutro de siempre.

—No. Que vaya Heda —dijo—. Tú ve a lavarte y siéntate.

Heda obedeció. Fue a la parte trasera de la casa, donde estaba el corral. Ya se había hecho de noche y hacía frío. Olía a humo, a pájaros muertos y a orín, como cuando era pequeña, como si nunca hubiese llegado hasta ellos la civilización, hasta el recóndito pueblo. El perro Tarkjo pasó junto a ella arrastrando la pata, con la piel llena de hojas, y ella tiró una piedra al perro cojo para que se alejara de allí. Pensó con nostalgia en las anchas avenidas de la ciudad, en los limpios edificios del campus, en la facultad, donde ya no se reanudarían las clases ese año. Pensó en el cálculo de probabilidades, en la agrimensura, en las medidas del último gobierno para evitar el incremento arancelario. El viento del norte empezaba a soplar. A descender por la ladera de la montaña a la que la civilización, con su ciencia de la sociedad y de la Historia, había practicado un corte. Era frío, el viento del norte.

Papá hablaba con las gallinas, le gustaba alimentarlas, pero esta vez no lo escuchó decirles nada. Había siete gallinas en el corral. Ponían huevos de vez en cuando, huevos que Heda y papá vendían en el mercado y que les proporcionaban dinero para comprar arroz y judías, y pan y café, provisiones que con la guerra duraban lo suficiente como para alimentarlos durante una semana. A papá, las gallinas lo querían. Todo el mundo lo hacía.

En la puerta del corral, se encontró frente a frente con un soldado que la apuntó con su fusil. Cuando vio que se trataba sólo de una muchacha, bajó el arma, sonrió. Era más joven que ella, casi un niño. Abrió la puerta e hizo entrar a Heda, masticando una hierba en la comisura de la boca.

Papá hablaba con dos hombres, un policía de uniforme y otro que llevaba al brazo un abrigo de piel. Cuando ella entró se callaron.

—No tienen que preocuparse —dijo papá—. Todo se aclarará, estoy seguro. Mañana por la mañana llevaré los papeles a la comisaría. Hablaré con el comisario. Todo se aclarará.

Ya no dijeron nada más. Se dieron la mano y los dos hombres salieron del corral, ni siquiera la miraron. Papá los siguió y ella siguió a papá. Los vieron marchar hacia la carretera, donde había un coche esperando. El soldado sí que se volvió a mirar una vez más antes de arrancar su motocicleta. A Heda le pareció ahora más alto y mayor que ella.

—¿Qué querían? —le preguntó a papá.

—Nada —contestó él.

Le pasó a Heda el brazo alrededor de los hombros mientras caminaban hacia la casa.

Hacía frío, casi como en invierno. En su país, el otoño era una estación muy corta. Éste lo iba a ser mucho más. El último otoño que pasaran allí.

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