Europa

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III » El pueblo

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EL PUEBLO

Después del tren durmió durante días. Dejó de hablar. De comer. Dejó de ir a la universidad, cuyas instalaciones habían sido también bombardeadas. Frente a su ventana, llegando desde el bosque, veía a los pájaros. Se reunían allí para mirar cómo dormía. Con sus cabezas inclinadas. Los odiaba. Odiaba a los pájaros. Odiaba su presencia. Su ignorancia. Su estupidez. Y sus trinos. Probaba a espantarlos. Lanzaba piedras que rozaban las ramas del árbol, pero que no espantaban a los pájaros. Primero echaban a volar. Se elevaban con un rumor de aleteo, y regresaban. A veces, también les gritaba. Un día, Pamuk la vio. Pensó que se había vuelto loca. Se lo dijo a papá. Papá acarició la cabeza de Heda y cubrió la ventana con alambre de espino que arrancó del corral. Aseguró que los pájaros no se posarían allí. Que no volverían a molestarla más. En la cama, Heda lloró. Tuvo fiebre. Vinieron a llevársela. Pasó varios días en el hospital.

Soñaba con pájaros muertos. Con el tren.

De regreso, la madre la cuidó. Volvió a acunarla como cuando era pequeña. Le cantaba canciones. Durante días no salió de casa. Nunca más tomó el tren.

En el pueblo, sólo el perro Tarkjo se le acercaba de cuando en cuando para olisquearla.

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