Europa

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I » Vanÿek

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Vanÿek trabaja en la fábrica a las órdenes de Knopf. En el muelle que hay detrás del almacén. Al principio, Heda no supo que era él. Tenía el rostro curtido, quemado por el sol. Pero era él. ¿Cómo era posible que hubiese llegado hasta allí? Habiendo tantos lugares. Llevaba un gastado gabán roto por los bolsillos, el cuello subido, un cuello que por las costuras dejaba escapar jirones de guata. Estaba más gordo y más viejo pero era él.

Knopf, el capataz de la fábrica, le pasa la botella de vino a Vanÿek. Siempre están juntos, sentados en el banco detrás del almacén. Ríen. Se palmean la espalda. Imagina que hablan de la guerra. De gente desaparecida. De chicas que sacan de los trenes a patadas, golpeándoles la tripa. De ancianas con la ropa quitada. De iglesias quemadas. De puentes volados. Cada vez que ve a Vanÿek, o se orina encima o siente ganas de vomitar.

Se esconde. Aunque piensa que es inútil esconderse. Vanÿek ahora trabaja allí. Los dos trabajan allí, en la fábrica de papel. Un día u otro se verán. Vanÿek la mirará a la cara y tal vez la reconocerá. Heda lo sabrá.

Vanÿek y Knopf se levantan del banco y se van. Heda se queda un rato allí, agazapada, hasta que se hace tan pequeña que su cuerpo casi no se distingue de los neumáticos que hay apilados en el patio.

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